VOLOSHINOV, Valentín - "El marxismo y la filosofía del lenguaje" - Comunicación II - Cátedra Martini
VOLOSHINOV, Valentín - "El marxismo y la filosofía del lenguaje" - Comunicación II - Cátedra Martini
VALENTIN
VOLOSHINOV
EL
MARXISMO Y LA FILOSOFÍA DEL LENGUAJE
“COMUNICACIÓN”
Actualmente, los problemas de la filosofía del
lenguaje adquieren para el marxismo una importancia excepcional. Ante todo, las
mismas bases de la doctrina marxista acerca de la creatividad ideológica se
entretejen muy estrechamente con los problemas de la filosofía del lenguaje.
Cualquier producto ideológico no solo es parte de
una realidad natural o social (como un cuerpo físico, un instrumento de
producción o un producto de consumo), sino que además, refleja y refracta otra
realidad, la que está más allá de su materialidad. Todo producto ideológico posee una significación:
representa, reproduce, sustituye algo que se encuentra fuera de el: aparece
como signo. Donde no hay signo no hay ideología. Un cuerpo físico es igual a
sí mismo: no significa nada coincidiendo por completo con su carácter natural
único y dado. Pero cualquier cuerpo físico puede ser percibido como imagen
de algo. Representa ya un producto ideológico. La cosa física se convierte en
signo.
Por sí mismo, un instrumento de producción carece
de significación, le corresponde sólo servir a algún propósito de la
producción, sin reflejar ni sustituir nada. Pero también una herramienta de
trabajo puede ser convertida en un signo ideológico: hoz y el martillo de
nuestro escudo de Estado. Un producto de consumo también puede llegar a ser un
signo ideológico (el pan y el vino se convierten en símbolos religiosos en el
sacramento cristiano de la eucaristía). Pero un producto de consumo en
cuanto tal no aparece como signo, sino que pueden asociarse con los signos
ideológicos, pero no por eso se borra la definida frontera de sentido entre
ellos.
Los signos son también cosas materiales y
singulares y cualquier objeto de la naturaleza, de la técnica o del consumo
puede convertirse en un signo, pero con ello adquiere una significación que
rebasa los límites de su dación singular. El signo no sólo existe como parte
de la naturaleza sino que refleja y refracta esta otra realidad y por lo
mismo puede distorsionarla o serle fiel, percibirla bajo un determinado
ángulo de visión, etc. A todo signo pueden aplicársele criterios de una
valoración ideológica (mentira, verdad, corrección, bien, etc.). Donde hay un
signo, hay ideología.
Todo lo ideológico posee una significación sígnica. El carácter sígnico es la determinación general de todos los fenómenos ideológicos. Todo signo ideológico aparece como reflejo de la realidad y también como parte material de esa realidad. Todo fenómeno sígnico e ideológico se da en base a algún material. Tanto el signo mismo como los efectos que produce, reacciones, actos y signos nuevos, que genera el signo en el entorno social, transcurren en la experiencia externa.
Todo lo ideológico posee una significación sígnica. El carácter sígnico es la determinación general de todos los fenómenos ideológicos. Todo signo ideológico aparece como reflejo de la realidad y también como parte material de esa realidad. Todo fenómeno sígnico e ideológico se da en base a algún material. Tanto el signo mismo como los efectos que produce, reacciones, actos y signos nuevos, que genera el signo en el entorno social, transcurren en la experiencia externa.
La filosofía idealista de la cultura y la filosofía
psicologista de la cultura sitúan la ideología en la conciencia. Afirman que la
ideología es un hecho de la conciencia. El cuerpo exterior del signo es un
recurso técnico para la comprensión.
Tanto el idealismo como el psicologismo no toman en
consideración el hecho de que la comprensión misma sólo puede llevarse a cabo
mediante algún material sígnico (por ejemplo, en el discurso interior). No se
tiene en cuenta que al signo se le opone otro signo, y que la propia conciencia sólo puede realizarse y convertirse en un
hecho real después de plasmarse en algún material sígnico. La comprensión del signo es el proceso de relacionar un signo dado que tiene que ser
comprendido con otros signos ya conocidos.
Esta cadena de la
creatividad ideológica y de la comprensión, que conduce de un signo al otro y
después a un nuevo signo, es unificada y continua. No existen rupturas, la
cadena jamás se sumerge en una existencia interior no material, que no se
plasme en un signo. Esta cadena
ideológica se tiende entre las conciencias individuales y las une. Los signos
surgen, pues, tan sólo en el proceso de interacción entre conciencias
individuales. La conciencia sólo deviene conciencia al llenarse de un
contenido ideológico, es decir sígnico y, por ende, sólo en el proceso de
interacción social.
Lo ideológico, su lugar auténtico se encuentra en
el ser: en el específico material sígnico y social creado por el hombre. Su
especifidad consiste en el hecho de situarse entre los individuos organizados,
de aparecer como su ambiente, como su medio de comunicación.
El signo sólo puede surgir en un territorio
interindividual, territorio que no
es “natural” en el sentido directo de la palabra: el signo tampoco puede surgir
entre dos homo sapiens. Es necesario que ambos individuos estén socialmente
organizados, que representen un colectivo. La conciencia individual no
sólo es incapaz de explicar nada en este caso, sino que, por el contrario; ella
misma necesita ser explicada a partir del medio ideológico social.
La conciencia individual
es un hecho ideológico y social. Una definición objetiva de la conciencia sólo puede
ser sociológica.
No es posible deducir la conciencia inmediatamente
de la naturaleza,torno trataba de hacer el ingenuo materialismo mecanicista.
No se puede derivar la ideología de la conciencia, como lo hacen el idealismo y
el positivismo psicologista. La conciencia se construye y se realiza mediante
el material sígnico, creado en el proceso de la comunicación social de un
colectivo organizado. La conciencia individual se alimenta de signos, crece en
base a ellos, refleja en sí su lógica y sus leyes. La conciencia sólo puede
manifestarse en una imagen, en una palabra, en un gesto significativo, etc.
Postudado metodológico: el estudio de las
ideologías en ningún grado depende de la psicología ni se apoya en ésta. Es la
psicología objetica la que debe fundarse en la ciencia de las ideologías. La
realidad de los fenómenos ideológicos es la realidad objetiva de los signos
sociales.
El carácter sígnico y el condicionamiento global y
multilateral mediante la comunicación se expresa en el lenguaje. La
palabra es el fenómeno ideológico por excelencia. La palabra es el medio más puro y genuino de
la comunicación social.
La palabra no sólo representa un signo puro y
ejemplar, sino que aparece además como un signo neutral. Todo
el material sígnico restante se especializa de acuerdo con las áreas de la
creación ideológica. La palabra es neutral con respecto a una función
ideológica, sea ésta la científica, la estética, la moral o la religiosa.
La palabra posee otra particularidad de suma
importancia: la realidad de la palabra se ubica entre los individuos y al mismo
tiempo se produce mediante los recursos de un organismo individual sin
intervención alguna de cualesquiera instrumentos o materiales extracorporales.
Debido a ello, la palabra llegó a convertirse en el material sígnico de
la vida interior, esto es, de la conciencia (el discurso interno). La
conciencia sólo pudo desarrollarse al disponer de un recurso elástico y corporalmente
expresivo. La palabra llegó a ser tal recurso. La palabra puede utilizarse
como signo de uso interno, por así decirlo; puede realizarse
como signo sin tener que expresarse plenamente hacia el exterior.
Este exclusivo papel de la palabra, el de servir
corno medio ambiente para la conciencia, determina el hecho de que la
palabra acompaña, como un ingrediente necesario, a toda la creación ideológica
en general. La palabra acompaña y comenta todo acto ideológico. Todas las manifestaciones de la creatividad
ideológica, todos los demás signos no verbales aparecen sumergido en el
elemenos verbal y no se dejan aislar y separar de éste por completo.
Esto no quiere decir, desde luego, que la palabra
pueda sustituir cualquier otro signo ideológico. No: todos los principales
signos ideológicos específicos no son sustituibles plentamente por la palabra. Por principio, una obra musical o una imagen
pictórica no pueden traducirse adecuadamente a la palabra. Un ritual religioso
no puede sustituirse del todo por la palabra. Pero al mismo tiempo todos estos
signos ideológicos que no son reemplazables por la palabra, en ésta se apoyan y
por ésta se hacen acompañar.
La conciencia siempre sabe encontrar una
aproximación verbal hacia el signo. Por eso alrededor de cada signo cultural se
forma una especie de círculos concéntricos hechos de reflejos y ecos verbales.
Toda refracción ideológica del ser en
devenir, no importa en qué material significante se realice, es acompañada por una refracción ideológica en
la palabra, como fenómeno satélite obligatorio. La palabra está presente en
todo acto de comprensión y en todo acto de interpretación.
Particularidades de la palabra que la convierten en
el objetivo básico del estudio de las ideologías: a) su pureza sígnica; b) su neutralidad ideológica; c) su capacidad de convertirse en discurso
interno; d) su ubicuidad
en cuanto fenómeno colateral de todo acto consciente.
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