Margulis y Urresti - "La juventud es más que una palabra" – Comunicación II - Cátedra: Mangone Gándara
Margulis y Urresti - "La juventud es más que una palabra" – Comunicación II - Cátedra: Mangone Gándara
La
indeterminación del espacio de la juventud
Infancia, juventud o vejez son categorías
imprecisas, con límites borrosos, lo que remite al debilitamiento de viejos
rituales de pasaje relacionados con lugares prescriptos en las instituciones
tradicionales y, sobre todo, en los planos económico, social y cultural.
Al mismo tiempo, hay distintas maneras de ser
joven.
El tema se complica cuando la juventud deja de
ser un estado, una condición social o una etapa de la vida, para convertirse en
un producto. La juventud aparece entonces como valor simbólico asociado a
rasgos apreciados –sobre todo por la estética dominante-, lo que permite
comercializar sus atributos (o sus signos exteriores), multiplicando la
variedad de mercancías –bienes y servicios- que impactan directa o
indirectamente sobre los discursos sociales que la aluden y la identifican.
La
juventud es signo, pero no sólo signo
Moratoria: posibilidad de demorar exigencias
–sobre todo las que provienen de la propia familia y del trabajo-, tiempo
legítimo para dedicarse al estudio y la capacitación. Período durante el cual
la sociedad brinda una especial tolerancia. La juventud termina –en el interior
de las clases que pueden ofrecer este beneficio a sus miembros recién llegados
a la madurez física- cuando éstos asumen responsabilidades centradas, sobre
todo, en formar el propio hogar, tener hijos, vivir del propio trabajo.
Considerar a la juventud como mero signo es
desvincularlo relativamente de las condiciones materiales e históricas que
condicionan a su significante.
Aspectos relativos a las desigualdades
sociales implícitos en la noción “moratoria”:
los jóvenes de los sectores medios y altos tienen un contexto social protector
que hace posible la emisión, durante períodos más amplios, de los signos
sociales de lo que generalmente se llama juventud. Tales signos tienden a estetizarse, a constituir un conjunto
de características vinculadas con el cuerpo, con la vestimenta, con el arreglo,
y suelen ser presentados ante la sociedad como paradigma de todo lo que es deseable. Es ésta simbolización de la
juventud, de sus condiciones externas, y lo que puede ser adquirido por adultos
para extender en el tiempo su capacidad de portación del signo “juventud”. La juventud-signo se transforma en
mercancía, se compra y se vende, interviene en el mercado del deseo como
vehículo de distinción y de legitimidad.
Desde este punto de vista, los integrantes de
los sectores populares tendrían
acotadas sus posibilidades de acceder a la moratoria social por la que se
define la condición de juventud. Carecen
del tiempo y el dinero –moratoria social- para vivir un período más o menos
prolongado con relativa despreocupación y ligereza.
Aún cuando el desempleo y la crisis proporcionan
a veces tiempo libre a los jóvenes de clases populares, estas circunstancias no
conducen a la “moratoria social”: se arriba a una condición no deseada, a un
“tiempo libre” que se constituye a través de la frustración y la desdicha.
De las
generaciones de realidad a la realidad de las generaciones
La juventud es una condición constituida por
la cultura pero que tiene, a la vez, una base material vinculada con la edad.
Llamamos a esto facticidad: no alude sólo a fenómenos de orden biológico sino también está referida a fenómenos culturales
articulados con la edad procesada por la historia y la cultura, es decir, las
generaciones.
Generación: época en que cada individuo se socializa, y con ello a los cambios
culturales acelerados que caracterizan a nuestro tiempo. Las generaciones comparten códigos pero también se diferencias de las
otras y, al coexistir en el interior de un mismo grupo social, las diferencias generacionales se expresan bajo
la forma de dificultades y ruidos que alteran la comunicación. Ser joven,
entonces, no depende sólo de la edad biológica ni del sector social sino
también de la generación.
Ser integrante de una generación distinta
significa diferencias en el plano de la memoria, el mundo se presenta abierto a
las propias experiencias, los jóvenes se sienten lejanos a la vejez, la
enfermedad y la muerte.
De
la moratoria social a la moratoria vital (pregunta de parcial)
Moratoria
vital (concepto complementario de moratoria social): la
juventud puede pensarse como un período de la vida en que se está en posesión
de un excedente temporal, como si se tratara de algo que se tiene ahorrado,
algo que se tiene de más y del que se puede disponer, que en los no jóvenes es
más reducido, se va gastando y se va terminando antes: capital temporal.
Posteriormente, y sobre esta moratoria, habrán
de aparecer diferencias sociales y culturales en el modo de ser joven,
dependiendo de cada clase y también de las luchas por el monopolio de su
definición legítima, que implica la estética con que se supone que se la habrá
de revestir, los signos exteriores con los que se la representará.
Podríamos pensar la relación entre facticidad
(energía del cuerpo, moratoria vital, apertura de opciones, novedad del mundo,
lejanía de la muerte) y la estética (imagen, apariencia, signo) valiéndonos
metafóricamente de la fórmula función-signo de Barthes. Si tomaos el cuerpo
como susceptible de ser tratado como una función-signo, la juventud sería la
dimensión funcional, la cronología, el soporte concreto sobre el que se
articularían los signos, su expresión social.
La juventud, en tanto función, estaría
expuesta a un desgaste diferencial en la materialidad misma del cuerpo según
género y sector social.
La materia de la juventud es su cronología en
tanto moratoria vital, objetiva, presencial, y hasta prebiológica, física; la
forma con que se la inviste es sociocultural, valorativa, estética, con lo cual
se la hace aparente, visible. El compuesto resultante es el cuerpo del joven.
De esta manera, gracias a este criterio, se puede distinguir a los jóvenes de
los no jóvenes por medio de la moratoria vital, y a los social y culturalmente
juveniles de los no juveniles, por medio de la moratoria social. En
consecuencia, se puede reconocer la existencia de jóvenes no juveniles –como es
el caso de muchos jóvenes de sectores populares que no gozan de la moratoria
social y no portan los signos que caracterizan hegemónicamente a la juventud-,
y de no jóvenes juveniles –como ciertos integrantes de sectores medios y altos
que ven disminuido su crédito vital excedente pero son capaces de incorporar
tales signos-.
La
memoria social incorporada
La clase en el papel se superpone con la
generación en el papel, sólo después se atiende al tema de cómo se conforman
efectivamente los grupos en la realidad concreta, en términos de clases o
generaciones. Los habitus también son
generacionales, lo que implica un paradójico condicionamiento estructural de
tipo histórico. La marca histórica de la época también es determinante, aun
cuando se la procese atendiendo también a las determinaciones de clase. La
generación es el juego en el que las clases se van haciendo cargo de la
tradición, del tiempo que corre paralelo al desarrollo de las luchas sociales.
La generación es una estructura transversal, la de la experiencia histórica, la
de la memoria acumulada. Remite al momento histórico en que se ha sido
socializado, inscribiendo a la cronología como genealogía, es decir, como
parentesco en la cultura y la historia.
Juventud:
¿una categoría unisex?
La juventud depende también del género, del
cuerpo procesado por la sociedad y la cultura; la condición de juventud se
ofrece de manera diferente al varón o la mujer. No es independiente del género:
es evidente que, en nuestra sociedad, el tiempo transcurre para la mayoría de
las mujeres de una manera diferente que para el grueso de los hombres; la
maternidad implica una mora diferente que altera no sólo al cuerpo sino que
también afecta la condición sociocultural de la juvenilización. Las carreras
profesionales, artísticas e intelectuales constituyen en la sociedad actual
alternativas a la maternidad para la mujer de clase media o alta. En los
sectores populares, se es joven no tanto por portar los signos de juventud sino
por interactuar con las generaciones mayores en la convivencia diaria.
Conclusión:
la juventud es más que una palabra
Ser joven es un abanico de modalidades
culturales que se despliegan con la interacción de las probabilidades parciales
dispuestas por la clase, el género, la edad, la memoria incorporada, las
instituciones. Es en la familia donde se define el lugar real e imaginario de
cada categoría de actores dentro del entorno del parentesco, así como también
un conjunto de instituciones en las que se pone en juego la vida social, como
la escuela, al iglesia, el ejército, los partidos políticos, etc.
Muy buen trabajo!!!
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