Jenkins Henry – Introducción “Adoración en el altar de la convergencia”
Este libro trata de la relación entre tres conceptos:
convergencia mediática, cultura participativa e inteligencia colectiva. Con convergencia me refiero al flujo de
contenido a través de múltiples plataformas mediáticas, la cooperación entre
múltiples industrias mediáticas y el comportamiento migratorio de las
audiencias mediáticas, dispuestas a ir casi a cualquier parte en busca del tipo
deseado de experiencias de entretenimiento. Convergencia es una palabra que
logra describir los cambios tecnológicos, industriales, culturales y sociales
en función de quienes hablen y de aquello a lo que creen estar refiriéndose. En
el mundo de la convergencia mediática, se cuentan todas las historias
importantes, se venden todas las marcas y se atrae a todos los consumidores a
través de múltiples plataformas mediáticas. Esta circulación de los contenidos
mediáticos (a través de diferentes sistemas mediáticos, economías mediáticas en
competencia y fronteras nacionales) depende enormemente de la participación
activa de los consumidores. La convergencia representa un cambio cultural, toda
vez que se anima a los consumidores a buscar nueva información y establecer
conexiones entre contenidos mediáticos dispersos. El término “Cultura participativa” contrasta con
nociones más antiguas del espectador mediático pasivo. Más que hablar de
productores y consumidores mediáticos como si desempeñasen roles separados,
podríamos verlos hoy como participantes que interaccionan conforme a un nuevo
conjunto de reglas que ninguno de nosotros comprende del todo. Las
corporaciones ejercen todavía un poder superior al de cualquier consumidor
individual. La convergencia se produce en el cerebro de los consumidores
individuales y mediante sus interacciones sociales con otros. El consumo se ha
convertido en un proceso colectivo, y a eso se refiere al hablar de Inteligencia colectiva. Ninguno de
nosotros puede saberlo todo; cada uno de nosotros sabe algo; y podemos juntar
las piezas si compartimos nuestros recursos y combinamos nuestras habilidades.
La inteligencia colectiva puede verse como una fuente alternativa de poder
mediático. Estamos aprendiendo a usar ese poder mediante nuestras interacciones
cotidianas en el seno de la cultura de la convergencia.
El discurso sobre la convergencia
Las industrias mediáticas están experimentando otro
cambio de paradigma. En la década del 90, la retórica sobre una próxima
revolución digital contenía la asunción implícita y a menudo explícita de que los nuevos medios
iban a desplazar a los viejos, que Internet iba a desplazar a la radio y TV.
Las nuevas empresas mediáticas han hablado de la convergencia, pero con este
término parecían querer decir que los viejos medios serían absorbidos por completo
en la órbita de las tecnologías emergentes.
El profeta de la convergencia
Sola Pool ha definido a la convergencia como una
fuerza de cambio en el seno de las industrias mediáticas. Un proceso llamado convergencia de modos está difuminando las líneas
entre los medios, incluso entre las comunicaciones entre dos puntos, como el
correo, el teléfono y el telégrafo, y las comunicaciones de masas, como la
prensa, la radio y la TV. Un solo medio físico (ya se trate de ondas o cables)
puede transmitir servicios que en el pasado se proveían por caminos separados.
Inversamente, un servicio provisto en el pasado por un medio determinado hoy
puede ofrecerse por varios medios físicos diferentes. Por consiguiente, se está
erosionando la relación de uno a uno que solía existir entre un medio y su uso.
Algunos hablan hoy de divergencia más que de convergencia, para Pool, son dos
caras del mismo fenómeno. Cada medio tenía sus funciones y mercados
específicos, y cada uno estaba regulado por diferentes regímenes, dependiendo
de si tenía un carácter centralizado o descentralizado, marcado por la escasez
o la abundancia, dominado por la información o por el entretenimiento. Pool
creía que estas diferencias obedecían en buena medida a opciones políticas y se
preservaban mediante el hábito, más que por alguna característica esencial de
las diversas tecnologías. Las nuevas tecnologías mediáticas han hecho
posible que el mismo contenido fluya por canales muy diferentes y asuma formas
muy diversas en el punto de recepción. La digitalización estableció las
condiciones para la convergencia. La convergencia no implica la estabilidad o
la unidad definitivas. Opera como una constante fuerza de unificación, mas
siempre en tensión dinámica con el cambio. Pool se plantea acerca de cómo mantener
el potencial de la cultura participativa tras la creciente concentración
mediática, si los cambios provocados por la convergencia abren nuevas
oportunidades de expresión o expanden el poder de los grandes medios.
La falacia de la caja negra
La historia nos enseña que los viejos medios nunca
mueren, y ni siquiera se desvanecen. Lo que muere son simplemente las
herramientas que utilizamos para acceder al contenido de los medios. Esto es lo
que los especialistas en medios llaman “tecnologías de distribución”.
La historiadora Lisa Gitelman ofrece un modelo de
medios que funciona en dos niveles: en el primero, un medio es una tecnología
que posibilita la comunicación; en el segundo, un medio es un conjunto de
“protocolos” asociados a prácticas sociales y culturales que se han
desarrollado en torno a dicha tecnología. El contenido de un medio puede varias
(como cuando la TV desplazó a la radio) y su estatus social puede elevarse o
caer (el teatro deja de ser una forma popular para convertirse en una elitista).
Una vez que un medio se establece satisfaciendo alguna exigencia humana
fundamental continúa funcionando dentro de un sistema vasto de opciones
comunicativas. Cada viejo medio se vio forzado a coexistir con los medios
emergentes. Los viejos medios no están siendo desplazados. Antes bien, sus
funciones y estatus varían con la introducción de las nuevas tecnologías. Buena
parte del discurso contemporáneo sobre la convergencia comienza y termina con
lo que yo denomino la Falacia de la Caja Negra. Según este argumento, todo el
contenido de los medio fluirá antes o después a través de una sola caja negra.
Si el concepto de caja negra resulta una falacia es en parte porque reduce el
cambio mediático a cambio tecnológico, despojándolo de los niveles culturales
que estamos considerando acá. La vieja idea de la convergencia era que todos
los aparatos convergían en un aparato central que haría todo por ti. La
convergencia altera la lógica con la que operan las industrias mediáticas y con
la que procesan la información y el entretenimiento los consumidores de los
medios. Tengan bien presente que la convergencia se refiere a un proceso, no a
un punto final.
La lógica cultural de la convergencia mediática
La convergencia no sólo implica el viaje de materiales
y servicios comercialmente producidos por circuitos bien regulados y
predecibles. También sucede cuando la gente coge las riendas de los medios. Los
contenidos de entretenimiento no son lo único que fluye a través de las
múltiples plataformas mediáticas. Nuestras vidas, relaciones, recuerdos,
fantasías también fluyen por los canales de los medios.
El entorno mediático estadounidense está siendo
configurado en la actualidad por dos tendencias aparentemente contradictorias:
por un lado, las nuevas tecnologías mediáticas han abaratado los costes de
producción y distribución, han ampliado el repertorio de canales de
distribución disponibles, y han facultado a los consumidores para archivar,
comentar, apropiarse y volver a poner en circulación los contenidos mediáticos
de maneras nuevas y poderosas. Al mismo tiempo, se ha producido una alarmante
concentración de la propiedad de los medios comerciales dominantes, con un
puñado de conglomerados mediáticos multinacionales que dominan todos los
sectores de la industria del entretenimiento. La convergencia es tanto un
proceso corporativo de arriba hacia abajo como un proceso de abajo hacia arriba
dirigido por los consumidores. La convergencia corporativa coexiste con la
convergencia popular. Las empresas mediáticas están aprendiendo a acelerar el
flujo de contenidos mediáticos a través de canales de distribución para
multiplicar las oportunidades de ingresos, expandir el mercado y reforzar los
compromisos de los espectadores. Los consumidores están aprendiendo a emplear
estas diferentes tecnologías mediáticas para controlar mejor el flujo de los
medios y para interaccionar con otros consumidores. La convergencia exige a las
empresas mediáticas que reconsideren los viejos supuestos acerca de lo que
significa el consumo de los medios. La convergencia representa una oportunidad
expandida para los conglomerados mediáticos, ya que los contenidos que triunfan
en un sector pueden difundirse a través de otras plataformas. Por otra parte,
la convergencia representa un riesgo, pues la mayoría de estos medios temen una
fragmentación o erosión de los mercados. La gente de la industria utiliza el
término “extensión” para referirse a sus esfuerzos por expandir los mercados
potenciales moviendo los contenidos a través de los diferentes sistemas de
distribución, “sinergía” para referirse a las oportunidades económicas
representadas por su capacidad de poseer y controlar todas esas
manifestaciones, y franquicia para referirse a su esfuerzo coordinado. La
extensión, la sinergía y las franquicias empujan a las industrias mediáticas a
abrazar la convergencia.
Las comunidades de conocimiento se forman en torno a
intereses intelectuales mutuos, sus miembros trabajan conjuntamente para forjar
nuevos conocimientos, con frecuencia en ámbitos en lo que no existe
tradicionalmente ninguna pericia, la búsqueda y evaluación del conocimiento
implica a la par comunidad y adversidad. Esta nueva economía afectiva anima a
las empresas a transformar las marcas en lo que alguien del mundo de la
industria denomina “marcas de amor” y a
borrar la línea que separa el contenido de entretenimiento de los mensajes de
la marca. El consumidor ideal es activo, emocionalmente comprometido y
socialmente interconectado. La empresa invita al público a ingresar en la
comunidad de la marca.
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