Katz –
Enredo de las redes
El
reciente libro de Manuel Castells asume el proyecto de conceptualizar las
principales características sociales y económicas de la época actual. El
principal aporte es un intento de análisis totalizador. Hace una caracterización
del capitalismo actual que gira en torno a la noción de red.
Castells
define red como “un conjunto de nodos (puntos en que una curva se intersecta a
sí misma) interconectados”. Dice que hay “una nueva morfología social” de los
procesos y funciones que se organiza en torno a la red y se conecta a través de
los “conmutadores”. Este enjambre constituye el centro de poder en la sociedad
actual.
A
través de la red se transmite la información para alimentar la generación de
conocimiento. La “nueva economía informacional” se basa en estos recursos y a
diferencia del industrialismo, ya no se fundamenta en la maximización del
producto. El “informacionalismo” se asienta en dos pilares económicos: “red
financiera” y “empresa-red”. En la red financiera se realizan operaciones
monetarias. La empresa-red permite a las corporaciones transnacionales
comandar la actividad productiva, mediante su control de los enlaces
interempresarios que vinculan a los proovedores, los productores y clientes en
coaliciones y acuerdos tecnológicos.
La
economía informacional es “global”, grandes bancos y corporaciones participan
de una misma “meta-red”. Castells considera que las redes centralizan la
circulación internacional del capital y al mismo tiempo fragmentan la acción
del trabajo y reducen su influencia al ámbito local. Se fragmentan las
actividades calificadas y degradadas, el trabajo se individualiza y debilita
frente al capital. Los trabajadores taylorizados están al borde de quedar
excluidos de la red y de la participación social.
El
intercambio directo de información mediante la red elimina el distanciamiento
geográfico. Los lugares quedan absorbidos por el flujo de las comunicaciones
directas y el significado de cada localidad depende de su ubicación en la red.
Los tiempos de las empresas de flexibilizan y la jornada laboral se torna
variable, aparece un nuevo tiempo aleatorio, que reemplaza al orden secuencial
y cronológico.
La
sustitución de temporalidad de los lugares por la atemporalidad de los flujos
genera una “cultura de la virtualidad real”, abstraída de la geografía y de la
historia y fundada en la nueva simbología de la comunicación interactiva.
Tecnologismo
Castells
toma varios significados del término red. De Ernst adopta la caracterización
económica de la red, como una “forma sui generis de organizar las
transacciones”. La red establece nuevas formas de gestión en una firma, y crea
nuevos enlaces entre las empresas para la fabricación, comercialización y el
diseño de productos.
De
Bar y Borrus toma el significado tecnológico de la red. Describen cómo las
nuevas tecnologías potencian el desarrollo de las distintas redes
informatizadas (públicas, privadas, inteligentes, de distribución, de valor
añadido, Internet, Intranet, etc.). Es una aplicación del término red como
instrumento de la informatización.
Castells
recurre el término red para describir las nuevas formas de organización
económica, pero su definición de “nodos interconectados” proviene de una visión
tecnologista. Modela su enfoque con las pautas del determinismo tecnológico.
El
trasplante de la noción “nodos interconectados” al análisis social apunta a
observar todo el funcionamiento de la sociedad como equiparable a una red, que
irradia poder, se vincula a través de “conmutadores” y genera enlaces configuratorios
de las relaciones sociales. Esta adopción de un instrumento técnico como
referencia de la interpretación social es el principal rasgo y defecto del
determinismo tecnológico.
Tradicionalmente
el tecnologismo partía de algún artefacto específico y le atribuía un papel
definitorio de la cultura, los comportamientos o la evolución de cada sociedad.
La red es elemento actualizado de esta visión. En la transposición
simplemente se olvida que las redes conectan operadores financieros o comunican
a las empresas con sus proveedores, pero no definen nunca el tipo de relación
que establecen los distintos grupos humanos. Los aparatos, instrumentos y
mecanismos técnicos dependen de procesos sociales, y no a la inversa.
Castells
considera que al existir una interacción tan profunda entre tecnología y
sociedad resulta imposible establecer si el determinismo tecnológico tiene
primacía sobre el determinismo social o viceversa. Su enfoque le asigna de
hecho a los enlaces técnicos una función determinante.
El
determinismo tecnológico se explica a través de las redes, fenómenos que el
determinismo histórico y social interpreta a través de conceptos sociales como
fuerzas productivas, relaciones de producción, leyes del capital y
confrontaciones de clase. O se ve la red como el concepto central, entendiendo
que transmite su “lógica de interconexión” a los fenómenos económico-sociales,
o se observa a este elemento como un simple instrumento de la tecnología, que a
su vez depende de los procesos sociales.
El
determinismo histórico-social toma en cuenta la gravitación de las redes, pero
aclarando que sólo inciden en los cambios operados en la sociedad, sin definir
el carácter ni el rumbo de estas modificaciones.
Informacionalismo
y virtualismo
Para
Castells la red es el epicentro del capitalismo actual porque a través de
sus distintas ramas circula la información. Como estima que la producción
de bienes pierde relevancia en comparación al desarrollo del conocimiento,
considera que esta función de la red se torna decisiva. Opina que el
aprovechamiento de los datos que se organizan y comunican en la red es
fundamental para el desarrollo del conocimiento y la consiguiente determinación
de la evolución de la sociedad.
Pero
Castells omite que la utilización de la información y el conocimiento
depende de sus propietarios. Su uso económico depende de las decisiones de
propietarios de las redes, como bancos o corporaciones transnacionales. Por esa
razón el “poder de la información” emana del poder del capital.
Castells
recurre a una tautología cuando utiliza el concepto de “sociedad (o era) de
la información”. No existieron ni existen “sociedades desinformadas”.
Cualquier estructura social presupone alguna forma de procesamiento de los
datos, a partir del trabajo humano. La “era de la información” no representa
ninguna etapa histórica de la sociedad contemporánea. Solo ilustra la
existencia de un nivel de comunicación básica entre los hombres, la “era del
lenguaje”. Este tipo de categorías no definen ninguna fase precisa del desarrollo
social. Para caracterizar fases históricas hay que recurrir a nociones como feudalismo, capitalismo o
socialismo, que al conceptualizar formas de organización social permiten
también indicar cuales son los parámetros del uso de la información y del
conocimiento en cada momento histórico. En la etapa en que el procesamiento
de la información se ha vuelto un fenómeno central del funcionamiento del
capitalismo, lo que se denomina “sociedad de la información” es una sociedad de
clases dominada por la burguesía y fundada en la propiedad privada de los
medios de producción.
Castells
describe en qué medida la revolución tecnológica en curso está influida por el
papel de los nuevos aparatos, que generan y retroalimentan la información con
fines productivos. Pero este análisis debería llevar a Castells a notar que el
centro de la transformación no está en las redes, sino en la informalización de
la producción. Este proceso está regulado por las normas del capital
(inversión, acumulación, beneficio).
Castells
considera que la lógica del capital ha quedado sometida a la lógica de las
redes, invierte la causalidad. La información en la era signada por los
impactos tecnológicos está determinada por aspectos del capitalismo tardío
(para Katz). Cuando un elemento es visto como gestor de la sociedad-red,
resulta difícil recordar que constituye apenas un elemento técnico de la
dinámica del capitalismo.
Castells
hace una caracterización virtualista de la red. Los “nodos interconectados” que
transportan la información no son presentados como innovaciones, cuyo impacto
económico-social es observable y cuantificable. Las redes son descriptas como
un tejido inmaterial e intangible de rol dominante, pero características vagas
y misteriosas.
Bancos
y empresas
Para
Castells existe una preeminencia del capital especulativo que circula en las
“redes financieras” sobre la actividad productiva, que se desenvuelve a través
de las “empresas-red”. Castells observa el frenético salto de capitales de
un país a otro a partir de los enlaces creados por las terminales bancarias,
sin advertir la dependencia de este fenómeno de la autonomización relativa del
capital-dinero de sus bases productivas. El nuevo ámbito de ciculación
internacionalizada del capital es descripto habitualmente como un lugar
gobernado por las fuerzas desconocidas que guían los movimientos del
“ciberespacio”.
El
efecto del concepto de “red financiera” internacionalizada impide notar que el
descontrol especulativo simplemente expresa un desplazamiento hacia las finanzas
de los fondos que no encuentran suficiente lucratividad en la esfera productiva.
La circulación de estos recursos es un desequilibrio de la acumulación, que no
tiene ninguna significación en sí mismo.
Además,
al analizar el efecto de la red en el plano productivo, Castells le otorga más
importancia al impacto técnico que a la raíz económica de los cambios operados
en la “economía informacional”.
El
significado de las redes informatizadas es el realidad comparable a la gestión
departamentalizada que introdujeton las grandes empresas en las primeras
décadas del siglo. En ese momento se produjo una reestructuración
administrativa inspirada en los principios de coordinación aplicados al
funcionamiento del telégrafo y los ferrocarriles. Las modalidades de gestión
acompañan la transformación en las formas de acumulación y se adaptan a los
cambios de la condiciones de valorización del capital.
Este
es el eje de interpretación del capitalismo, que no puede comprenderse
partiendo del estudio de la red en el “modo de desarrollo informacional”. En
lugar de situar el nuevo papel de la interconexión de las redes financieras y
productivas en el marco de estas transformaciones, se coloca a la propia red en
el centro del cambio actual. Partiendo de este enfoque tampoco se puede
captar las formas actuales de la crisis. En el modelo explicativo de la red hay
lugar para los desajustes (o desperfectos), pero no para las contradicciones.
La mirada tecnologista no sirve para notar cuales son los choques y conflictos
económico-sociales que genera la reorganización capitalista.
El
capital global
Castells
focaliza también en la red el elemento central de la globalización. Considera
que una “meta-red global del capital” coloca bajo una estructura común a los
principales grupos financieros y empresarios.
Aclara
que la mundialización no implica la disolución de las economías nacionales, en
la medida que los mercados domésticos continúan absorbiendo el grueso de la
producción, en condiciones de limitada liberalización comercial y bajísima
movilidad internacional de la fuerza de trabajo. Afirma que el alcance
planetario de las redes empresarias y financieras convierte a la “economía
informacional” en “global”.
Castells
cuestiona, pero al mismo tiempo acepta, la existencia de una estructura
mundializada acabada. Lo que rechaza a escala de la producción y el comercio,
lo avala a nivel de la red.
El
autor no toma en cuenta que la existencia de un “capital global”
presupondría la “transnacionalización” de los principales sectores de la clase
burguesa en organismos y políticas supra-nacionales y también la desaparición
(o sometimiento) de los grupos no internacionalizados.
La
“meta-red global” no existe, porque el capitalismo es un sistema económico
basado en la competencia de propietarios privados, que actúan a través de
estructuras estatales también rivales. Si
en esta concurrencia el estado nacional, los bloques regionales o las
coaliciones imperialistas fueras sustituidos por redes surgiría alguna forma de
competencia entre “enjambres interconectados”, pero nunca un meta-red global y
uniforme. Castells presenta a la red como un ámbito de competencia, pero la
describe al mismo tiempo como un área de convergencia diciplinada de todos los
capitales.
Las
corporaciones que actúan integradamente en espacios comunes de producción,
lucran con la vigencia de diferencias internacionales de productividades,
salarios y tasas de explotación. Obtienen plusganancias de operar
homogéneamente, en un ambiente fraccionado.
El
informacionalismo interpreta este fenómeno en términos funcionales como una
evidencia del poderío de la “nueva meta-red global”. No observa las
dificultades para la valorización del capital, que genera la existencia de
mayores desniveles en todos los planos de la producción y el consumo. En el
mejor de los casos, el concepto “meta-red global del capital” destaca la
existencia de un salto en la internacionalización productiva, pero no explica
las contradicciones de este proceso.
El
“trabajo fragmentado”
Castells
plantea que la red “incluye” a los trabajadores calificados y “excluye” a los
descalificados. Se deduce que la burguesía “universalizada” se está afirmando
como un sujeto transformador, y la clase obrera “localizada” se convierte en un
agente pasivo de la sociedad, esta es la línea del enfoque “informacionalista”.
Castells presenta un retrato desolador de la fractura social y por otro
describe al informacionalismo como una superación histórica positiva del
industrialismo.
Describe
la “desconexión” productiva de vastas regiones del planeta, el aumento de la
pobreza, la expansión del trabajo “devaluado” y el ensanchamiento de la brecha
cultural entre elites educadas de sectores alienados por el
“info-entretenimiento”. Pero agrega que la polarización entre países ricos y
pobres no es tan grave, destaca que la oposición entre centro y periferia
tiende a atenuarse con los éxitos de los países emergentes.
Castells
considera que bajo el impacto de los flujos informáticos, la red recoge a los
ganadores y abandona a los perdedores de la nueva etapa, pero nunca aclara
cuales son las fuerzas económicas y sociales que guían este proceso.
No
hay “dos caras de la red”, sino una misma dinámica del capital. Los dos
universos (que C ve como fenómenos separados) están unidos por las contradicciones
que genera la reorganización capitalista.
La destrucción de empleos para abaratar los salarios deteriora el poder
de compra y termina afectando al beneficio, el empobrecimiento de la
“periferia” reduce los mercados del “centro”, la degradación del trabajo
para rentabilizar la informatización obstaculiza el avance de la productividad.
Estableciendo una partición simplista “excluidos” e “incluidos” de la sociedad,
no se puede reconocer la presencia de estos elementos de crisis, que socavan la
estabilidad de toda la sociedad-red. La propia reproducción del capital exige
el incremento sistemático de la masa de asalariados.
En
la medida que la explotación subsiste, no hay ninguna razón para suponer que
los vínculos de cooperación y solidaridad que se generan en el trabajo están
destinados a desaparecer. La propia globalización refuerza potencialmente la
capacidad de acción internacional conjunta de los trabajadores, al crear un
nexo de intereses comunes directos entre los asalariados de las empresas transnacionales
localizadas en varios países. Castells interpreta al revés las tendencias
sociales, cuando afirma que “el capital se globaliza” mientras el “trabajo se
fragmenta”
Flujos
y atemporalidades
Castells
analiza el impacto cultural del informacionalismo tomando en cuenta el efecto
de la aceleración de las comunicaciones en el acortamiento de la importancia de
las distancias geográficas. C plantea que en la comunicación interactiva de las
redes, los flujos reemplazan a los lugares y el tiempo aleatorio sustituye al
tiempo secuencial.
Con
esta visión se desliza más allá de la caracterización cultural y sugiere que en
la “sociedad red”, no solo cambia la forma de captar la temporalidad y la
espacialidad, sino también el propio tiempo y espacio. Su planteo es ambiguo,
pero se aproxima a las concepciones virtualistas, que identifican la aparición
de un “ciberespacio carente de geografía e historia” con el surgimiento de una
nueva realidad. En estos enfoques, la noción virtual ya no alude a la
existencia de manifestaciones latentes o deformadas de la realidad, sino a la
aparición de “otra forma de realidad”. La caracterización de C de la absorción
del lugar por el flujo y de la atemporalidad del tiempo está próxima al
virtualismo. Se pierde de vista la disolución aparente de las distancias y la
relativización supuesta del tiempo es sólo un efecto de la experimentación
informática.
Al
afirmar que el lugar ha quedado absorbido por el flujo en el universo de las
redes, Castells también plantea que en la “sociedad-red” se modifica la
naturaleza del tiempo y del espacio. Esta impresión surge de la circulación
vertiginosa de la información entre distintos puntos del planeta. Pero se
olvida que este flujo solo conecta artefactos definidamente localizado y es
factible por la existencia de instrumentos que se construyen y funcionan en
puntos geográficos bien delimitados.
Lo
mismo ocurre con la suposición que el “tiempo atemporal” reemplaza a la
secuencialidad cronológica en el laberinto de la red. La modificación de la sensación
de instantaneidad no equivale a la transformación del tiempo.
Cambios
y permanencias
El
texto de Castells es un gran intento de interpretación de la sociedad actual.
Propone indagar los rasgos novedosos del capitalismo contemporáneo, pero no
refiere esta explicación a los principios y leyes centrales de este régimen
social y esta falla metodológica conspia contra los aportes de la obra. Su
visión de los cambios del capitalismo está desconectada de los fundamentos
básicos de este modo de producción. Al utilizar criterios pos-industrialistas
que ignoran la leyes básicas del capital, el autor no puede caracterizar qué se
modifica en el capitalismo, en función de los elementos de perduración de este
sistema.
Ignora
las leyes básicas del capitalismo como la formación objetiva del valor, la
extracción de plusvalía, la acumulación de capital, su reproducción y la
desarticulación periódica de la acumulación a través de crisis de realización y
valorización. Desconoce los principios centrales
del modo de producción como su funcionamiento a través de regímenes políticos
controlados por clases dominantes.
Castells
destaca la importancia de la noción de red a partir del impacto creado por la
informatización. Pero en lugar de analizar cómo la revolución tecnológica
incide en la reorganización y en las crisis del capitalismo tardío, se embarca
en desmenuzar un “lógica de la interconexión” inspirada en el determinismo
tecnológico.
Castells
resalta el papel de las “redes financieras”, pero sin asociarlas con la autonomización
creciente del capital especulativo. Retrata la integración de las
“empresas-red” en la estructura mundial de las corporaciones, pero no estudia
los efectos de este cambio sobre la forma de acumulación del capital. Ignora
las contradicciones que aparecen en la nueva estructura económica fraccionada y
socialmente polarizada del capitalismo actual.
Castells
detalla el surgimiento de nuevas formas culturales, pero derivando estas
características de una interpretación vitualista de la lógica temporal y
espacial contemporánea. La sustitución del análisis de las relaciones sociales
por el estudio teconologista de las conexiones que se establecen en la red es
el principal obstáculo que enfrenta su texto, para dar cuenta de la realidad
contemporánea.
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