ALGUNOS AXIOMAS EXPLORATORIOS DE LA COMUNICACIÓN
Watzlawick, P., Bavelas, B. y Jackson, D.
En:Teoría
de la comunicación humana. Interacciones, Patologías y Paradojas
Herder
. Barcelona. 1981. p.p. 49-71.
1.
Introducción 1
7.
Resumen 16
1. Introducción
Las
conclusiones alcanzadas en el primer capítulo destacaban en general la
imposibilidad de aplicar numerosas nociones psiquiátricas tradicionales al
marco que proponemos. Todo esto parece dejar muy poca base el estudio de la
pragmática de la comunicación humana. Nos proponemos demostrar ahora que ello
no es así, para lo cual debemos comenzar con algunas propiedades simples de la
comunicación que encierra consecuencias interpersonales básicas. Se comprobará
que tales propiedades participan de la naturaleza de los axiomas dentro de
nuestro cálculo hipotético de la comunicación humana. Una vez definidas,
estaremos en condiciones de examinar algunas de sus posibles patologías en el
capítulo 3.
2. La imposibilidad de no
comunicar
2.1
En lo que antecede, el término “comunicación” se utilizó de dos
maneras: como título genérico de nuestro estudio, y como una unidad de conducta
definida de un modo general. Trataremos de ser ahora más precisos. Desde luego,
seguiremos denominando simplemente “comunicación” al aspecto pragmático de la
teoría de la comunicación humana. Para las diversas unidades de comunicación
(conducta), hemos tratado de elegir términos que ya son generalmente
comprendidos. Así, se llamará mensaje a cualquier unidad comunicacional
singular o bien se hablará de una comunicación cuando no existan posibilidades
de confusión. Una serie de mensajes intercambiados entre personas recibirá el
nombre de interacción. (Por quienes anhelan una cuantificación más precisa,
sólo podemos decir que las secuencias a que nos referimos con el término
“interacción” es mayor que un único mensaje, pero no infinita.) Por ultimo, en
los capítulos 4 a
7, agregaremos pautas de interacción, que constituyen una cantidad una unidad
de un nivel aún más elevado en la comunicación humana.
Además, con respecto incluso a la unidad más simple posible,
es evidente que una vez de se acepta que toda conducta es comunicación, ya no
manejamos una unidad – mensaje monofónica, sino más bien con un conjunto fluido
y multifacético de muchos modos de conducta – verbal, tonal, postural,
contextual, etc. – todos los cuales limitan el significado de los otros. Los
diversos elementos de este conjunto (considerado como un todo) son susceptibles
de permutaciones muy variadas y complejas, que van desde lo congruente hasta lo
incongruente y paradójico. Nuestro
interés estará centrado en el efecto pragmático de tales combinaciones en las
situaciones interpersonales.
2.2
En primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podría ser
más básica por lo cual suele pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En
otras palabras, no hay no – conducta, o, para expresarlo de modo aún más
simple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta
en una situación de interacción1 tiene un
valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo
intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o
silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes a
su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende,
también comunican. Debe entenderse claramente que la mera ausencia de palabras
o de atención mutua no constituye una excepción a lo que acabamos de afirmar. El
hombre sentado a un abarrotado mostrador en un restaurante, con la mirada,
perdida en el vacío, o el pasajero de un avión que permanece sentado con los
ojos cerrados, comunican que no desean hablar con nadie o que alguien les
hable, y sus vecinos por lo general “captan el mensaje” y responden de manera
adecuada, dejándolos tranquilos. Evidentemente, esto constituye un intercambio
de comunicaciones en la misma medida que una acalorada discusión2.
Tampoco podemos decir que la “comunicación” sólo tiene lugar
cuando es intencional, consciente o eficaz, esto es, cuando se logra un
entendimiento mutuo. Que el mensaje emitido sea o no igual al mensaje recibido
constituye un orden de análisis importante pero distinto, pues, en última
instancia, debe basarse en evaluación de datos específicos, introspectivos y
proporcionados por el sujeto, que preferimos dejar de lado en la exposición de
una teoría de la comunicación desde el punto de vista de lo conducta. Con
respecto a los malentendidos, nuestro interés, dadas ciertas propiedades
formales de la comunicación, de, - y, de hecho, a pesar de - , las motivaciones
o intenciones se refiere al desarrollo de patologías afines relacionadas,
aparte de los comunicantes.
2.3
La imposibilidad de no
comunicarse es un fenómeno de interés no sólo
teórico; por ejemplo, constituye una parte integral del “dilema”
esquizofrénico. Si la conducta esquizofrénica se observa dejando de lado las
consideraciones etiológicas, parecería que el esquizofrénico trata de no
comunicarse. Pero, puesto que incluso el sin sentido, el silencio, el
retraimiento, la inmovilidad (silencio postural) o cualquier otra forma de
negación constituye en sí mismo una comunicación, el esquizofrénico enfrenta la
tarea imposible de negar que se está comunicando y, al mismo tiempo, de negar
que su negación es una comunicación. La comprensión de este dilema básico en la
esquizofrenia constituye una clave para muchos aspectos de la comunicación
esquizofrenia que, de otra manera, permanecerían oscuros. Puesto que, como
veremos, cualquier comunicación implica un compromiso y, por ende, define el
modo en que el emisor concibe su relación con el receptor, cabe sugerir que el
esquizofrénico se comporta como si evitara todo compromiso al no comunicarse. Es
imposible verificar si, este es su propósito, en el sentido casual, o no; pero
se demostrará en S.3.2, en forma más detallada, que éste es el efecto de la
conducta esquizofrénica.
2.4
En síntesis, cabe
postular un axioma metacomunicacional de la pragmática de la comunicación: no
es posible no comunicarse.
3. Los niveles de
contenido y relaciones de la comunicación.
3.1
En los párrafos sugerimos otro axioma cuando señalamos que toda
comunicación implica un compromiso y, por ende, define la relación. Esta es
otra manera de decir que una comunicación no sólo transmite información sino
que, al mismo tiempo, impone conductas. Siguiendo a Bateson (132, pp. 179 –
181), estas dos operaciones se conocen como los aspectos “referenciales” y
“conativos”*, respectivamente, de
toda comunicación. Bateson ejemplifica los dos aspectos por medio de una
analogía fisiológica: supongamos que A, B y C constituyen una cadena lineal de
neuronas. Entonces, el disparo de la neurona B es al mismo tiempo “información”
de que la neurona A ha disparado y una “instrucción” para que la neurona C lo
haga.
El aspecto referencial de un mensaje trasmite información y,
por ende, en la comunicación humana es sinómino de contenido del mensaje. Puede
referirse a cualquier cosa que sea comunicable al margen de que la información
sea verdadera o falsa, válida, no válida o indeterminable. Por otro lado, al
aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe entender que es, y, por
ende, en último instancia, a la relación entre los comunicantes. Algunos
ejemplos contribuirán a una mejor comprensión de estos dos aspectos. Apelando a
un cierto nivel de abstracción, constituyen la base de la siguiente adivinanza:
Dos guardias vigilan
a un prisionero en una habitación que tiene dos puertas. El prisionero sabe que
una de ellas está cerrada con llave y otra no, pero no cuál de ellas es la que
está abierta. También sabe que uno de los guardias siempre dice la verdad y que
el otro siempre miente, pero no cuál de ellos hace una cosa u otra. Por último,
se le ha dicho que la única manera de recuperar su libertad consisten en
identificar la puerta que no está cerrada con llave haciéndole una pregunta a
uno de los guardias.3
El encanto de esta improbable situación radica no sólo en el hecho
de que un problema con dos incógnitas (las puertas y los guardias) se resuelve
elegantemente mediante el descubrimiento de un simple procedimiento de decisión,
sino también en que la solución sólo resulta posible si se tiene en cuenta los
aspectos de contenido y relaciones de la comunicación. Al prisionero se la han
dado dos órdenes de información como elementos para solucionar el problema. Una
de ellos tiene que ver con objetos impersonales (las puertas) y la otra con
seres humanos como emisores de información, y ambas son indispensables para
alcanzar la solución. Si el prisionero pudiera examinar las puertas por sí
mismo, no necesitaría comunicarse con nadie acerca de ellas, pues le bastaría
con confiar en la información que le proporcionan sus propios sentimientos. Como
no puede hacerlo, debe incluir la información que posee acerca de los guardias
y sus maneras habituales de relacionarse con los demás, esto, es diciendo la
verdad o mintiendo. Por ende, lo que el prisionero hace es deducir
correctamente el estado objetivo de las puertas mediante la relación específica
entre los guardias y él mismo y, así, llega eventualmente a una comprensión
correcta de la situación empleando información acerca de los objetos (las
puertas y el hecho de que estén o no cerradas con llave) junto con información
acerca de esa información (los guardias y sus formas típicas de relacionarse
específicamente, transmitiendo a los demás información sobre los objetos).
Y ahora veamos un ejemplo más probable:
si una mujer A señala el collar que lleva otra mujer B y pregunta: “¿Son
auténticas esas perlas?”, el contenido de su pregunta es un pedido de
información acerca de un objeto. Pero, el mismo tiempo, también proporciona –
de hecho, no puede dejar de hacerlo – su definición de la relación entre ambas.
La forma en que pregunta (en este caso, sobre todo el tono y el acento de la
voz, la expresión facial y el contexto) indicará una cordial relación amistosa,
una actitud competitiva, relaciones comerciales formales, etc. B puede aceptar,
rechazar o definir, pero, de ningún modo, ni siquiera mediante el silencio,
puede dejar de responder el mensaje de A. Por ejemplo, la definición de A puede
ser maliciosa y condescendiente; por otro lado, B puede reaccionar a ella con
aplomo o con una actitud defensiva. Debe notarse que esta parte de su
interacción nada tiene que ver con la autenticidad de las perlas o con las
perlas en general, sino que sus respectivas definiciones de la naturaleza de su
relación, aunque sigue hablando sobre perlas.
O consideremos mensajes como: “Es importante soltar el embriague en
forma gradual y suave”, y suave”, y “Suelta el embriague y arruinarás la
transmisión en seguida”, Aproximadamente tienen el mismo contenido
(información) pero evidentemente definen relaciones muy distintas.
Para evitar malentendidos con respecto a lo dicho, queremos, aclarar
que las relaciones rara vez se definen deliberadamente o con plena conciencia. De
hecho, parecería que cuando más espontánea y “sana” es una relación, más se
pierde en el trasfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación.
Del mismo modo, las relaciones “enfermas” se caracterizan por una constante
lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la
comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos importante.
3.2
Resulta
interesante que antes de que los científicos conductistas comenzaran a indagar
en estos aspectos de la comunicación humana, los expertos en computadoras
hubieran tropezado el mismo problema en su propia labor. Se hizo evidente en
tal sentido que, cuando se comunicaban con un organismo artificial, sus
comunicaciones debían ofrecer aspectos tanto referenciales como conativos. Por
ejemplo, si una computadora debe multiplicar dos cifras, es necesario alimentar
tanto esa información (las dos cifras) como información acerca de esa
información: esto es, la orden de multiplicarlas.
Ahora bien, lo importante para nuestras consideraciones es la
conexión que existe entre los aspectos de contenido (lo referencial) y las
relaciones (lo conativo) en la comunicación. En esencia ya se la ha definido en
el párrafo precedente al señalar que una computadora necesita información (datos)
e información acerca de esa información (instrucciones). Es evidente, pues, que
las instrucciones son de un tipo lógico superior al de los datos; constituyen
metainformación puesto que son información acerca de información, y cualquier
confusión entre ambas llevaría a un resultado carente de significado.
3.3
Si volvemos ahora a la comunicación humana, observamos que
esa misma relación existe entre los aspectos referencial y conativo: El primero
transmite los “datos” de la comunicación, y el segundo, cómo debe entenderse
dicha comunicación. “Esta es una orden” o “solo estoy bromeando” constituyen
ejemplos verbales de esa comunicación acerca de una comunicación. La relación
también puede expresarse en forma no verbal gritando o sonriendo o de muchas otras
manera. Y la relación puede entenderse claramente a partir del contexto en el
que la comunicación tiene lugar, por ejemplo, entre soldados uniformados o en
la arena de un circo. El lector habrá notado que el aspecto relacional de una
comunicación, resulta, desde luego, idéntico al concepto de metacomunicación
desarrollado en el primer capítulo, donde se lo limitó al marco conceptual y al
lenguaje que el experto en análisis comunicacional debe utilizar cuando
comunica algo acerca de la comunicación. Ahora bien, es dable observar que no
sólo ese experto sino todos nosotros enfrentamos dicho problema. La capacidad
para metacomunicarse en forma adecuada constituye no sólo condición sine que
non de la comunicación eficaz, sino que también está íntimamente vinculada con
el complejo problema concerniente a la percepción del self y del otro. Esta
cuestión será objeto de una explicación más detallada en S.3.3. Por el momento,
y como ilustración sólo queremos señalar que es posible construir mensajes,
sobre todo en la comunicación escrita, que ofrecen indicios
metacomunicacionales muy ambiguos. Como señala Cherry (34, p. 120) la oración:
“¿Crees que bastará con uno?”, puede encerrar una variedad de significados,
según cuál de esas palabras se acentúe, indicación que el lenguaje escrito no
siempre proporciona. Otro ejemplo sería un cartel en un restaurante que dice:
“Los parroquianos que piensan que nuestros mozos son groseros deberían ver al
gerente”, lo cual, por lo menos en teoría, puede entenderse de dos manera totalmente
distintas. Las ambigüedades de este tipo no constituyen las únicas
complicaciones posibles que surgen de la estructura de niveles de toda
comunicación; consideremos, por ejemplo, un cartel que dice: “No preste
atención a este cartel”. Como veremos en el capítulo sobre comunicación
paradójicas, las confusiones o contaminaciones entre estos niveles comunicación
y metacomunicación- pueden llevar a impasses idénticos en su estructura a los
de las famosas paradojas en el campo de la lógica.
3.4
Por el momento, limitémonos a resumir lo antedicho y establecer otro
axioma de nuestro cálculo tentativo: Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional
tales que el segundo clasifica al primero y es, por ende, una metacomunicación4.
4. La puntuación de la
secuencia de hechos
4.1
La siguiente característica básica de la comunicación que deseamos
explorar se refiere a la interacción –intercambio de mensajes- entre
comunicantes. Para un observador, una serie de comunicaciones puede entenderse
como una secuencia interrumpida de intercambios. Sin embargo, quienes
participan en la interacción siempre introducen lo que, siguiendo a Whorf
(165), ha sido llamado por Bateson y Jackson la “puntuación de la secuencia de hechos”. Estos
autores afirman:
Los
psicólogos de la escuela “estimulo-respuesta” limitan su atención a secuencias
de intercambio tan cortas que es posible calificar un ítem de entrada como
“estimulo” y otro ítem como “refuerzo”, al tiempo que lo que el sujeto hace
entre estos dos hechos se entiende como “respuesta”. Dentro de la breve
secuencia así obtenida, resulta posible hablar de la “psicología” del sujeto.
Por el contrario, las secuencias de intercambio que examinamos aquí son mucho
más largas y, por lo tanto, presentan la característica de que cada ítem en la
secuencia es, al mismo tiempo, estímulo, respuesta y refuerzo. Un ítem de la
conducta de a es un estimulo en la medida en que lo sigue un ítem proveniente
de B y esta último, por otro ítem correspondiente a A. Pero, en la medida en
que el ítem de a está ubicado entre dos ítems correspondientes a B, se trata de
una respuesta. Del mismo modo, el ítem de A constituye un refuerzo en tanto
sigue a un ítem correspondiente a B. Así, los intercambios que examinamos aquí
constituyen una cadena de vínculos triádicos superpuestos, cada uno de los
cuales resulta comprable a una secuencia estímulo-respuesta-refuerzo. Podemos
tomar cualquier tríada de nuestro intercambio y verla como un ensayo en un
experimento de tipo aprendizaje por estímulo-respuesta.
Si observamos desde
este punto de vista, los experimentos convencionales sobre aprendizaje, notamos
de inmediato que los ensayos repetidos equivalen a una diferenciación de la
relación entre los dos organismos participantes; el experimentador y su sujeto.
La secuencia de ensayos está puntada de tal manera que siempre es el
experimentador el que parece proporcionar los 2estimulos” y los “refuerzos”,
mientras el sujeto proporciona las “respuestas”. Estas palabras aparecen
deliberadamente entre comillas, porque las definiciones de los roles de hecho
sólo dependen de la disposición de los organismos a aceptar el sistema de
puntuación. La “realidad” de las definiciones de rol pertenece por cierto al
mismo orden que la realidad de un murciélago en una lámina de Rorschach, una
creación más o menos sobredeterminada del proceso perceptual. La rata que
dijo:”Ya he adiestrado a mi experimentador. Cada vez que presiono la palanca,
me da de comer”, se negaba a aceptar la puntuación de la secuencia que el
experimentador trataba de imponer.
Con
todo, es indudable que en una secuencia prolongada de intercambio, los
organismos participantes –especialmente si se trata de personas- de hecho
puntúan la secuencia de modo que no de ellos o el otro tiene iniciativa,
predominio, dependencia, etc. Es decir, establecen entre ellos patrones de
intercambio (acerca de los cuales pueden o no estar de acuerdo) y dichos
patrones constituyen de hecho reglas de contingencia con respecto al
intercambio de refuerzos. Si bien las ratas son demasiado amables como para
modificar los rótulos, algunos pacientes psiquiátricos no lo son y producen más
de un trauma psicológico en el terapeuta (l9, págs. 273-74).
No se trata aquí de determinar si la puntuación de la secuencia comunicacional
es, en general, buena o mala pues resulta evidente que la puntuación organiza
los hechos de la conducta y, por ende, resulta vital para las interacciones en
marcha. Desde el punto de vista cultural, compartimos muchas convenciones de
puntuación que, si bien no son ni más ni menos precisas que otras visiones de
los mismos hechos sirven para reconocer secuencias de interacción comunes e
importantes. Por ejemplo, a una persona que se comporta de determinada manera
dentro de un grupo, la llamamos “líder” y a otra “adepto”, aunque resultaría
difícil decir cuál surge primero o qué sería del uno sin el otro.
4.2
La falta de acuerdo con respecto a la manera de puntuar la secuencia
de hechos es la causa de incontables conflictos en las relaciones. Supongamos
que una pareja tiene un problema marital al que el esposo contribuye con un
retraimiento pasivo, mientras que la mujer colabora con sus críticas
constantes. Al explicar sus frustraciones, el marido dice que su retraimiento
no es más que defensa contra los constantes regaños de su mujer, mientras que
ésta dirá que esa explicación constituye una distorsión burda e intencional de
lo que “realmente” sucede en su matrimonio, esto es, que ella lo critica debido
a su pasividad. Despojadas de todos los elementos efímeros y fortuitos, sus
discusiones consisten en un intercambio monótono de estos mensajes: “Me
retraigo porque me regañas” y “Te regaño porque te retraes”. Este tipo de
interacción ya ha sido brevemente mencionado en S.1.65. En forma gráfica, con un
punto inicial arbitrario, su interacción aspecto un aspecto similar a éste:
Puede observarse que el marido sólo percibe las tríada 2-3-4, 4-5-6,
6-7-8, etc. Donde su conducta (líneas llenas) es “meramente” una respuesta a la
de su mujer (líneas de puntos). En el caso de la mujer, las cosas ocurren
exactamente al revés: puntúa la sencuencia de hechos en las tríadas 1-2-3, 3-4-5,
5-6-7, etc., y entiende que sólo reacciona frente a la conducta de su esposo
pero no que la determina. En la psicoterapia de parejas, a menudo sorprende la
intensidad de lo que en la psicoterapia tradicional se llamaría una “distorsión
de la realidad” por parte de ambos cónyuges. A menudo resulta difícil creer que
dos individuos puedan tener visionas tan dispares de muchos elementos de su
experiencia en común. Y, sin embargo, el problema radica fundamentalmente en un
área que ya se mencionó en numerosas ocasiones: su incapacidad para
metacomunicarse acerca de su respectiva manera de pautar su interacción. Dicha
interacción es de una naturaleza oscilatoria de tipo-si-no-si-no-si que,
teóricamente puede continuar hasta el infinito y está casi invariablemente
acompañada, como veremos más adelante, por la típicas acusaciones de maldad o
locura.
También las relaciones internacionales están plagas de patrones
análogos de interacción; considérese por ejemplo, el análisis de las careras
armamentistas que hace C.E.M. Joad:
...si, como
mantienen, la mejor manera de conservar la paz consiste en preparar la guerra,
no resulta del todo claro porque todas las naciones deben considerar los
armamentos de otros países como una amenaza para la paz. Sin embargo, así lo
hacen y se sienten llevadas por ello a incrementar su propio armamento para
superar a aquellos por los que creen estar amenazadas... Este aumento de los
armamentos, a su vez, significa una amenaza para la nación A. Cuyo armamento
supuestamente defensivo lo ha provocado, y es entonces utilizado por la nación
a como un pretexto para acumular aún más armamentos para defenderse contra la
amenaza. Sin embargo, este incremento de armamentos es interpretado a su vez
por las naciones vecinas como una amenaza, y así sucesivamente.... (79, p. 69).
También las matemáticas proporcionan una analogía descriptiva: el
concepto de una “serie alternada infinita”. Si bien el término mismo fue
introducido mucho después, las series de este tipo fueron estudiadas de manera
lógica y persistente por primera vez por el sacerdote austríaco Bernard Bolzano
poco antes de su muerte, acaecida en 1848 cuando, según parece, se hallaba
dedicado al estudio del significado de la infinitud.
Sus ideas aparecieron en forma póstuma en un pequeño libro títulado
The paradoxes of the ininite (30) que se convirtió en un clásico de la
literatura matemática. En dicho libro, Bolzano estudió diversas clases de
series (S) de las cuales la más simple sea, tal vez, la siguiente:
S = a
– a + a – a + a – a + a + a – a + a – a + a - ...
Para nuestros propósitos, puede considerarse que esta serie
representa una secuencia comunicacional de afirmaciones y negociaciones del
mensaje a. Ahora bien, como lo demostró Bolzano, esta secuencia puede agruparse
o como diríamos ahora, puntuarse de varias maneras distintas, pero
aritméticamente correcta.[5]
El resultado es un límite diferente para la serie según la manera en que se
elija puntuar la secuencia de sus elementos, resultado que consternó a muchos
matemáticos, incluyendo a Leibniz. Por desgracia, hasta dónde alcanza nuestro
entendimiento, la solución de la paradoja ofrecida eventualmente por Bolzano no
resulta útil en el dilema análogo que se plantea en la comunicación. En este
último caso, como sugiere Bateson (17), el dilema surge de la puntuación
espúrea de La serie, a saber, la pretensión de que tiene un comienzo, y es éste
precisamente el error de los que participan en tal situación.
4.4
Así, podemos incorporar un tercer axioma de la
metacomunicación: La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las
secuencias de comunicación entre los comunicantes.
5. Comunicación digital y
analógica.
5.1
En el sistema nervioso central las unidades funcionales (neuronas)
reciben los llamados paquetes quánticos de información a través de elementos
conectivos (sinapsis). Cuando llegan a la sinapsis, estos “paquetes” producen
potenciales post sinápticos excitatorios o inhibitorios que la neurona acumula
y que provocan o inhiben su descarga. Esta parte específica de actividad
nerviosa, que consiste en la presencia o ausencia de su descarga, transmite,
por lo tanto, información digital binaria. Por otro lado, el sistema humoral no
está basado en la digitalización de información. Este sistema comunica
liberando cantidades discretas de sustancias específicas en el torrente
circulatorio. Asimismo, se sabe que las modalidades neuronal y humoral de comunicación
intraorgánica no sólo existen la una junto a la otra, sino que se complementan
y dependen mutuamente a menudo de manera muy compleja.
Estos dos modos básicos de comunicación aparecen también en el campo
de los organismos fabricados por el hombre6:
hay computadoras que utilizan el principio del “todo o nada” de los tubos al
vacío o los transistores a las que se llama digitales, porque básicamente son
calculadoras que trabajan con dígitos; y hay otra clase de aparatos que manejan
magnitudes positivas discretas –análogas a los datos- por lo cual se los llama
analógicos. En las computadoras digitales tanto los datos como las
instrucciones son procesados bajo la forma de números, de modo que a menudo,
sobre todo en el caso de las instrucciones, sólo existe una correspondencia
arbitraria entre la información y su expresión digital. En otros términos,
estos números son nombres codificados arbitrariamente asignados, que tienen tan
poco similitud con las magnitudes reales como los números telefónicos con
aquellos a los que están asignados. Por otro lado, como ya vimos, el principio
de la analogía constituye la esencia de toda computación analógica.
Así como en el sistema humoral de los
organismos naturales los portadores de información son ciertas sustancias y su
grado de concentración en la corriente sanguínea, en las computadoras
analógicas los datos adoptan la forma de cantidades discretas y, por ende,
siempre positivas, por ejemplo, la intensidad de la corriente eléctrica, el
número de revoluciones de una rueda, el grado de desplazamiento de los
componentes, etc. La llamada máquina de mareas (un instrumento compuesto por
escalas, levas y palancas que solía utilizarse para computar las mareas durante
un lapso determinado, puede considerarse como una computadora analógica simple
y, desde luego, el homeostato de Ashby mencionado en el capítulo 1 es un
paradigma de una máquina analógica, aun cuando no compute nada.
5.2
En la comunicación humana, es posible referirse a los objetos, -en el
sentido más amplio del término- de dos maneras totalmente distintas. Se los
puede representar por un símil, tal como un dibujo, o bien mediante un nombre.
Así, en la oración escrita: “El gato ha atrapado un ratón”, los sustantivos
podrían reemplazarse por dibujos; si se tratara de una frase hablada, se podría
señalar a un gato y a un ratón reales. Evidentemente, ésta constituiría una
manera insólita de comunicarse y lo normal es utilizar el “nombre”, escrito o
hablado , es decir, la palabra. Estos dos tipos de comunicación –uno mediante
una semejanza autoexplicativa y el otro, mediante una palabra- son, desde
luego, equivalentes a los conceptos de las computadoras analógicas y digitales,
respectivamente.
Puesto que se utiliza una palabra para nombrar algo, resulta obvio
que la relación entre el nombre y la cosa nombrada está arbitrariamente
establecida. Las palabras son signos arbitrarios que se manejan de acuerdo con
la sintaxis lógica del lenguaje. No existe ningún motivo por el cual las cuatro
letras “gato” denotan a un animal particular. En última instancia, se trata
sólo de una convención semántica del lenguaje español! Y fuera de tal
convención, no existe otra correlación entre ninguna palabra y la cosa que
representa, con la posible aunque insignificante excepción de las palabras
onomatropéyicas.Como señalan Bateson y Jackson: “No hay nada parecido a cinco”
en el número cinco; no hay nada particularmente similar a una mesa en la
palabra “mesa”. (19, pág. 271).
Por otro lado, en la comunicación analógica hay algo particularmente
“similar a la cosa” en lo que se utiliza para expresarla. Es más fácil referir
la comunicación analógica a la cosa que representa. La diferencia entre ambos
modos de comunicación se volverá algo más clara si se piensa que, por ejemplo,
por mucho que escuchemos un idioma extranjero por la radio no lograremos
comprenderlo, mientras que es posible obtener con facilidad cierta información
básica observando el lenguaje de signos y los llamados movimientos
intencionales, incluso cuando los utiliza una persona perteneciente a una
criatura totalmente distinta. Sugerimos que la comunicación analógica tiene sus
raíces en períodos muchos más arcaicos de la evolución y, por lo tanto,
encierra una validez mucho más general que el modo digital de la comunicación
verbal relativamente reciente y mucho más abstracto.
¿Qué es, entonces, la comunicación analógica? La respuesta es
bastante simple: virtualmente, todo lo que sea comunicación no verbal. Con
todo, este término resulta engañoso, porque a menudo se lo limita a los
movimientos corporales, a la conducta conocida como kinesia. Opinamos que el
término debe incluir la postura, los gestos, la expresión facial la inflexión
de la voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas y
cualquier otra manifestación no verbal de que el organismo es capaz, así como
los indicadores comunicacionales que inevitablemente aparecen en cualquier
contexto en que tienen lugar una interacción7.
5.3
El hombre es el único organismo que utiliza tanto los modos de comunicación
analógicos como los digitales8. La
significación de tal hecho no ha sido aún acabadamente comprendida, pero puede
vislumbrarse su gran importancia. Por un lado, no cabe duda de que el hombre se
comunica de manera digital; de hecho, la mayoría, si no todos, sus logros
civilizados resultarían impensables sin el desarrollo de un lenguaje digital.
Ello asume particular importancia en lo que se refiere a compartir información
acerca de objetos y a la función de continuidad temporal inherente a la transmisión
de conocimiento. Y, sin embargo, existe un vasto campo donde utilizamos en
forma casi exclusiva la comunicación analógica, a menudo sin introducir grandes
cambios con respecto a la herencia analógica recibida de nuestros antepasados
mamíferos. Se trata aquí del área de la relación. Basándose en Tinbergen (153)
y Lorenz (96), así como en su propia investigación, Bateson (8) ha demostrado
que las vocalizaciones, los movimientos intencionales y los signos de estado de
ánimo de los animales constituyen comunicaciones analógicas para definir la
naturaleza de sus relaciones antes que para hacer aseveraciones denotativas
acerca de los objetos. Así para dar uno de sus ejemplos, cuando abro la
heladera y el gato se acerca, se frota contra mis piernas y maúlla, ello no
significa:”Quiero leche”, como lo expresaría un ser humano sino que invoca una
relación específica: “ Sé mi madre”, porque tal conducta sólo se observa en los
gatitos en relación con gatos adultos y nunca entre dos animales maduros. Del
mismo modo, quienes aman a los animales domésticos a menudo están convencidos
de que aquellos “comprenden” lo que se les dice. Evidentemente, lo que el
animal sí entiende no es por cierto el significado de las palabras, sino el
caudal de comunicación analógica que acompaña al habla. De hecho, puesto que la
comunicación se centra en aspectos relacionales comprobamos que el lenguaje
digital carece casi por completo de significado. Esto ocurre no sólo entre los
animales, y entre el hombre y los animales, sino en muchas otras situaciones de
la vida humana, por ejemplo, el galanteo, el amor, los actos de salvataje, el
combate, y, desde luego, todo trato con niños muy pequeños o enfermos mentales
muy perturbados. A los niños, los tontos, y los animales se les ha atribuido siempre
una intuición particular con respecto a la sinceridad o sinceridad de las
actitudes humanas, pues resulta muy fácil proclamar algo verbalmente pero muy
difícil llevar una mentira al campo de lo analógico Un costo o una expresión
facial puede revelar más que cien palabras9.
En síntesis, si recordamos que toda comunicación tiene un aspecto de
contenido y un aspecto relacional cabe suponer que comprobaremos que ambos
modos de comunicación no sólo existen lado a lado, sino que se complementan
entre sí en cada mensaje.
Asimismo, cabe suponer que el aspecto relativo al contenido se
transmite en forma digital, mientras que el aspecto relativo a la relación es
de naturaleza predominantemente analógica.
5.4
En esta correspondencia radica la importancia pragmática de ciertas
diferencias entre los modo digital y analógico de comunicación que examinaremos
ahora. Para que tales diferencias resulten claras, volveremos a los modos
digital y analógico tal como se dan en los sistemas de comunicación
artificiales.
El rendimiento, la exactitud y la versatilidad de los dos tipos de
computadora-digitales y analógicas- son enormemente distintas. Los análogos
utilizados en las computadoras analógicas en lugar de magnitudes reales nunca
pueden ser más que aproximaciones a los valores reales, y esta fuente
permanente de inexactitud aumenta durante el proceso de las operaciones que
realiza la computadora. Nunca pueden construirse de manera perfecta levas,
engranajes y transmisiones, y aunque las máquinas analógicas se basan totalmente
en intensidades discretas de corriente eléctrica, resistencias eléctricas,
reóstatos, etc., tales análogos siguen estando sometidos a fluctuaciones
virtualmente incontrolables. Por otro lado, se podría decir que una máquina
digital trabaja con precisión perfecta si el espacio para acumular dígitos no
estuviera limitado, lo cual hace necesario redondear todos los resultados que
tienen más dígitos de los que contiene la máquina. Quien haya utilizado una
regla de cálculos (excelente ejemplo de una computadora analógica) sabe que
sólo puede obtener un resultado aproximado, mientras que cualquier máquina de
calcular proporcionará un resultado exacto en tanto los dígitos requeridos no
excedan al máximo que la calculadora puedo manejar.
Aparte de su precisión perfecta, la computadora digital
ofrece la enorme ventaja de ser una máquina no sólo aritmética, sino también
lógica. McGulloch y Pitts (101) han mostrado que las dieciséis funciones de
verdad del cálculo lógico pueden representarse mediante combinaciones de
elementos de tipo “todo o nada” de modo que, por ejemplo, la suma de dos
pulsaciones representa al “y” lógico la mutua exclusión de dos pulsaciones
representa al “o” lógico, una pulsación que inhibe la descarga de un elemento
representa una negación, etc. Nada siquiera remotamente comparable puede
lograrse con las computadoras analógicas. Dado que operan sólo con cantidades
positivas discretas, no pueden representar ningún valor negativo, incluyendo la
negación misma, o cualquiera de las otras funciones de verdad.
Algunas de las características de las computadoras se aplican
también a la comunicación humana: el material del mensaje digital es de mucha
mayor complejidad, versatilidad y abstracción que el material analógico.
Específicamente, comprobamos que la comunicación analógico no tiene nada
comparable a la sintaxis lógica del lenguaje digital. Ello significa que en el
lenguaje analógico no hay equivalentes para elementos de tan vital importancia
para discurso como “si... luego”, “o...”, y muchos otros, y que la expresión de
conceptos abstractos resulta tan difícil, si no imposible, como en la escritura
ideográfica primitiva, donde cada concepto sólo puede representarse por medio
de una similitud física. Además, el lenguaje analógico comparte con la
computación analógica la falta del negativo simple, esto es, de una expresión
para “no”.
Por ejemplo: hay lágrimas de tristeza y lágrimas de alegría, el puño
apretado puede indicar agresión o control, una sonrisa puede transmitir
simpatía o desprecio la reticencia puede interpretarse como discreción o
indiferencia, y cabe preguntarse si todos los mensajes analógicos no tienen
esta cualidad curiosamente ambigua, que recuerda al Gegensinn der Urworte
(sentido antitético de las palabras primarias) de Freud. La comunicación
analógica carece de calificadores para indicar cuál de los dos significados
dispares está implícito, y tampoco cuenta con indicadores que permitan
establecer una distinción entre pasado, presente o futuro10. Desde luego, tales calificadores o
indicadores existen en la comunicación digital, pero lo que falta en ésta es un
vocabulario adecuado para referirse a la relación.
En su necesidad de combinar estos dos lenguajes, el hombre, sea como
receptor o emisor, debe traducir constantemente de uno al otro, y al hacerlo
debe enfrentar curiosos dilemas, que se examinarán con mayores detalles en el
capítulo sobre la comunicación patológica (S. 3.5). En la comunicación humana
la dificultad inherente a traducir existe en ambos sentidos. No sólo sucede que
la traducción del modo digital al analógico implica una gran pérdida de
información (véase S.3.55 sobre la formación de síntomas histéricos ), si no
que lo opuesto también resulta sumamente difícil: hablar acerca de una relación
requiere una traducción adecuada del modo analógico de comunicación al modo
digital. Por último, podemos imaginar problemas similares cuando ambos modo
deben coexistir, como señala Haley en su excelente capítulo, “Marriage
Therapy”:
Cuando un hombre y una mujer deciden legalizar
su vínculo mediante una ceremonia matrimonial, se plantean un problema que
persistirá durante su vida marital: ahora que están casados, ¡siguen juntos
porque lo desean o porque deben hacerlo? (60, pág. 119).
A la luz de todo esto, diríamos que, cuando a la parte
fundamentalmente analógica de su relación (el galanteo) se agrega una
digitalización (el contrato matrimonial), la definición inequívoca de su
relación se vuelve muy problemática.
5.5
Para resumir: Los seres humanos
se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con
una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica
adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico posee
la semántica pero no una sintaxis adecuada para la definición inequívoca de la
naturaleza de las relaciones.
6. Interacción simétrica y
complementaria.
En 1935, Baterson (6) describió un fenómeno de interacción que
observó en la tribu de Nueva Guinea y que en su libro Naven (10), publicado un
año después, examinó con mayores detalles. Denominó a este fenómeno
cismogénesis y lo definió como un proceso de diferenciación en las normas de la
conducta individual resultante de la interacción acumulativa entre los
individuos. En 1939, Richardson (125) aplicó este concepto a su análisis de la
guerra y la política exterior; desde 1952 Bateson y otros han demostrado su
utilidad en el campo de la investigación psiquiátrica (cf. 157, págs. 7-17,
también 143). Este concepto que, como podemos ver, posee un valor heurístico
que va más allá de los límites de cualquier disciplina particular, fue
elaborado por Bateson en Naven de la siguiente manera:
Cuando definimos
nuestra disciplina en términos de las reacciones de un individuo frente a las
de otros individuos, se hace inmediatamente evidente que debemos considerar que
la relación entre dos individuos puede sufrir alteraciones de tanto en tanto,
incluso sin ninguna perturbación procedente del exterior. No sólo debemos
considerar las reacciones de A ante la conducta de B, sino que también debemos
examinar la forma en que ello afecta la conducta posterior de B y el efecto que
ello tiene sobre A.
Resulta obvio que
muchos sistemas de relación sea entre individuos o grupos de individuos,
manifiestan una tendencia hacia el cambio progresivo. Por ejemplo, si una de
las pautas de la conducta cultural, considerada adecuada para el individuo A,
está culturalmente concebida como pauta de autoridad, en tanto que se espera
que B responda a ella con lo que culturalmente se considera sometimiento, es
probable que tal sometimiento promueva una nueva conducta autoritaria y que
esta última exija un nuevo sometimiento. Así, encontramos una situación
potencialmente progresiva y , a menos que otros factores intervengan para restringir
los excesos de la conducta autoritario, mientras que B se volverá cada vez más
sometido, y este cambio progresivo se producirán sean A y B individuos
independientes o miembros de grupos complementarios.
Cabe describir los
cambios progresivos de este tipo como cismogénesis complementaria. Pero existe
otro patrón de relaciones entre individuos o grupos de individuos que también
contiene los gérmenes del cambio progresivo. Por ejemplo, si encontramos que la
jactancia es el patrón cultural de conducta en un grupo, y que el otro grupo
responde a aquél con jactancia, puede desarrollarse una situación competitiva
en que la jactancia da lugar a más jactancia, y así sucesivamente. Este tipo de
cambio progresivo podría denominarse cismogénesis simétrica. (10, págs.
176-177).
6.2
Los dos patrones descriptos han llegado a utilizarse sin
hacer referencia al proceso cismogénico, y en la actualidad se los suele
denominar simplemente interacción simétrica y complementaria. Puede
describírselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. En el
primer caso, los participantes tienden a igualar especialmente su conducta
recíproca, y así su interacción puede considerarse simétrica. Sean debilidad o
fuerza, bondad o maldad, la igualdad puede mantenerse en cualquiera de esas
áreas. En el segundo caso la conducta de uno de los participantes complementa
la del otro, constituyendo un tipo distinto de gestalt y recibe el nombre de
complementaria. Así, pues, la interacción simétrica se caracteriza por la
igualdad y por la diferencia mínima, mientras que la interacción complementaria
está basada en un máximo de diferencia.
En una relación complementaria hay dos posiciones distintas. Un
participante ocupa lo que se ha descrito de diversas maneras como la posición superior
o primaria mientras el otro ocupa la posición correspondiente inferior o
secundaria. Estos términos son de igual utilidad en tanto no se los identifique
con “bueno o “malo”, “fuerte” o “débil”. Una relación complementaria puede
estar establecida por el contexto social o cultural (como en los casos de madre
e hijo, médico y paciente, maestro y alumno), o ser el estilo idiosincrásico de
relación de una díada particular. En cualquiera delos dos casos, es importante
destacar el carácter de mutuo encaje de la relación en la que ambas conductas,
disímiles pero interrelacionadas, tienden cada una a favorecer a la otra.
Ninguno de los participantes impone al otro una relación complementaria, sino
que cada uno de ellos se comporta de una manera que presupone la conducta del
otro, al tiempo que ofrece motivos para ella: sus definiciones de la relación
encajan (s.2.3)
Se ha sugerido un tercer tipo de relación, a saber, la “meta
complementaria”, en la que a permite u obliga a B a estar en control de la
relación mediante idéntico razonamiento, podríamos arreglar la
“pseudosimetría´, en la que A permite u obliga a B ser simétrico. Sin embargo,
este regretio ad infinitum potencial puede evitarse recurriendo a la
diferenciación ya planteada (S.1.4) entre la observación de las redundancias en
la conducta y las explicaciones inferidas bajo la forma de mitología; esto es,
nos interesa saber como se comporta la pareja sin distraernos tratando de
averiguar por qué (creen ellos que) se comportan así. Sin embargo, si los miembros
utilizan los múltiples niveles de comunicación (S.2.22) para expresar
paradójicos de gran importancia pragmática (S.5.41; ej. 3;7.5.,ed.2d).
6.4
En el próximo capítulo se examinarán las patologías potenciales de
estos modos de comunicación (a saber, escaladas en la simetría y rigidez en la
complementariedad). Por el momento, nos limitaremos a formular nuestro último
axioma tentativo: “Todos los intercambios comunicacionales son simétricos o
complementarios, según que estén basados en la igualdad o en la diferencia.
7. Resumen
Es necesario volver a señalar ciertas reservas con respecto a los
axiomas en general. En primer lugar, debe quedar aclarado que tienen carácter
tentativo, que han sido definidos de modo bastante informal y que son, por
cierto, más preliminares que exhaustivos. Segundo, son heterogéneos entre sí en
tanto tienen su origen en observaciones muy variadas de los fenómenos de la
comunicación. Su unidad no surge de sus orígenes, sino de su importancia
pragmática, la cual a su vez referencia interpersonal (y no monádica).
Bridwhistell ha llegado incluso a sugerir que
un individuo no
comunica; participa en una comunicación o se convierte en parte de ella. Puede
moverse o hacer ruidos.... pero no comunica. De manera similar, puede ver, oir,
oler, gustar o sentir, pero no comunica. En otras palabras, no origina
comunicación sino que participa en ella. Así, la comunicación como sistema no
debe entenderse sobre la base de un simple modelo de acción y reacción, por
compleja que sea su formulación. Como sistema, debe entenderse a un nivel
transaccional (28, pág. 104).
Así, la imposibilidad de no comunicarse hace que todas las
situaciones en las que participan dos o más personas sean interpersonales y
comunicacionales; el aspecto relacional de tal comunicación subraya aún más
este argumento. La importancia pragmática, interpersonal, de los modos digital
y analógico radica no sólo en su supuesto isomorfismo con los niveles de
contenido y de relación, sino también en la inevitable y significativa
ambigüedad que tanto el emisor como el receptor enfrentan en lo relativo a los
problemas de traducción de una modalidad a la otra. La descripción de los
problemas de puntuación se basa precisamente en la metamorfosis subyacente del
modelo clásico de acción-reacción. Por último el paradigma
simetría-complementariedad es, quizá lo que más se acerca al concepto
matemático de función, siendo las posiciones de los individuos meras variables
con una infinidad de valores posibles, cuyo significado no es absoluto sino que
surge sólo en la relación recíproca.
1 Cabría agregar que, incluso cuando se está
solo, es posible sostener diálogo en la fantasía, con las propias alucinaciones
(15) o con la vida (S.8.3). Quizás esa “comunicación” interna siga algunas de
las mismas reglas de gobiernan la comunicación interpersonal; sin embargo, los
fenómenos inobservables de este tipo están más allá del alcance del significado
con que empleamos el término.
2 Una investigación muy interesante en este
campo es la efectuada por Luft (98), quien estudió lo que él llama “deprivación
de estímulo social”. Reunió a dos desconocidos en una habitación, los hizo
sentarse uno frente al otro les indicó que no hablaran ni se comunicaran de
manera alguna. Entrevistas posteriores revelaron le enorme tensión inherente a
esta situación. Dice al autor:
...tiene
delante de sí al otro individuo único, desplegando una cierta conducta, pero
muda. Se postula que en ese momento tiene lugar el verdadero análisis o estudio
interpersonal, y sólo parte de ese análisis puede hacerse conscientemente. Por
ejemplo, ¿cómo responde el otro sujeto a su presencia y a los pequeños indicios
no verbales que él envían?. ¿Existe algún intento de comprender su mirada
inquisidora, o se la ignora fríamente? ¡Manifiesta el otro sujeto indicios
posturales de tensión, que demuestran cierto malestar ante la posibilidad de
enfrentarlo? ¿Se siente cada vez más cómodo, indicando alguna clase de
aceptación, o lo tratará como si fuera una cosa, como si no existiera? Estas y
muchas otras clases de conducta fácilmente discernible parecen tener lugar.
* Los términos del original en inglés “reporte y
“command”, literalmente informe e instrucción (u orden), respectivamente, han
sido traducidos como “referencial” y “conativo”, siguiendo en buena medida los
criterios de Román Jakobsen para incorporar tal nomenclatura [N. del R].
3 El prisionero medita durante largo tiempo
acerca de este problema aparentemente insoluble, pero eventualmente hace la
pregunta correcta: señala una de las puertas y pregunta a uno de los guardias
(no importa qupe puerta o qué guardián): “ si yo le preguntara a su compañero
si esa puerta está abierta, ¿qué diría?” si la respuesta es sí, entonces esa
puerta está cerrada y, viceversa, si es no, está abierta
4 En forma algo arbitraria hemos preferido decir
que la relación clasifica, o incluye, al aspecto del contenido, aunque en el
análisis lógico es igualmente exacto decir que la clase está definida por sus
miembros y, por ende, cabe afirmar que el aspecto del contenido define el
aspecto relacional. Puesto que nuestro interés central no es el intercambio de
información sino la pragmática de la comunicación, utilizaremos el primer
enfoque.
S = (a
- a) + (a - a) + (a - a) + (a - a) +...
= 0 + 0
+ 0 + ...
= 0
Otra
manera de agrupar los elementos de la secuencia sería:
S = (a
- a) + (a - a) + (a - a) + (a - a) +...
= a – 0
– 0 – 0 -
= a
Una
tercera manera sería:
S = a -
(a – a + a – a + a – a + a - ...)
Y
puesto que los elementos encerrados entre paréntesis no son otra cosa que la
serie misma, se deduce que:
S = a -
s
Por lo tanto 2 S
= a y S = a/2 . (30, pág. 49-50).
6
Existen motivos para creer que los expertos en computadoras llegaron a este
resultado sin conocer lo que los fisiólogos ya sabían en ese momento, hecho que
en sí mismo constituye una hermosa ilustración del postulado de von
Bertanlanffy (25) de que los sistemas complejos tienen sus propias leyes
inherentes, que pueden ser detectadas a través de los diversos niveles del
sistema, es decir, atómico, molecular, celular, organísmico, individual,
societal, etc. S e cuenta que durante una reunión interdisciplinaria de
científicos interesados en los fenómenos de la retroalimentación (probablemente
una de las reuniones de la
Josiah Macy Foundation), el gran histólogo von Bonin tuvo
ocasión de examinar el diagrama de un aparato de lectura selectiva, y de
inmediato manisfestó: “Pero éste es precisamente un diagrama de la tercera capa
de la corteza visual...”. No podemos garantizar la autenticidad de esta
historia pero pensamos que se aplica aquí el proverbio italiano: “se non e vero
e ben trovato” (si no es cierto, es una buena historia).
7 La enorme importancia comunicacional del
contexto se pasa fácilmente por alto en el análisis de la comunicación humana
y, sin embargo, quien se lavara los dientes en una calle llena de gente, en
lugar de hacerlo en el baño de su casa, podría verse rápidamente trasladado a
una comisaría o a un manicomio, para dar sólo un ejemplo de los efectos
pragmáticos de la comunicación no verbal.
8 Existen motivos para creer que las ballenas y
los delfines pueden utilizar también la comunicación digital, pero la
investigación en este campo aún no es concluyente.
9 En la sección 3.3 se examinará la transmisión
de definiciones de relación por canales analógicos y sus efectos pragmáticos
sobre el emisor t el receptor. Sin embargo, a esta altura, es necesario
referirse a las investigaciones pioneras de Rebert Recental y sus colaboradores
en la Universidad
de Harvard, sobre la influencia de las expectativas del experimentador sobre
los resultados de los experimentos psicológicos y la comunicación,
evidentemente muy extraconsciente de tales expectativas a los sujetos. Su
trabajo cuenta con un curioso predecesor en la literatura psicológica el que
Rosenthal (130 bis, pág. 131 y sig. ) hace plena justicia. Se trata de Cléber
Hans, el caballo del señor van Osten, que hace aproximadamente 60 años alcanzó
fama internacional debido a su sorprendente capacidad para realizar operaciones
de aritmética. Cléber Hans podía señalar con uno de sus cascos el resultado
correcto de un problema aritmético que le plantea su amo, siempre presente, u
otra persona. El psicólogo alemán Pfungst, no muy satisfecho con el conmovedor
supuesto de un caballo genial, llego a la conclusión correcta de que el señor
van Osten (de cuya honestidad no podía dudarse) de alguna manera le indicaba al
caballo cuándo había dado suficientes golpes con el casco y debía detenerse. Pfungst
pudo mostrar que el caballo nunca comenzaba a dar golpes hasta que su amo le
miraba el casco con actitud expectante, y que van Osten levantaba la cabeza
casi imperceptiblemente y miraba hacia arriba cuando el caballo había dado el
número necesario de golpes. Evidentemente, la permanente admiración del público
y el orgullo de su amo deben haber constituido poderosos refuerzos para el
desempeño del animal. Se dice que poco después del descubrimiento de pfungst,
el señor van Osten literalmente murió de pena, hecho que nos proporciona una
idea adicional en cuanto a la profundidad de rapport emocional que debe haber
existido entre amo y caballo. En su propia investigación, Rosenthal pudo
reproducir este fenómeno con animales y con seres humanos. Por ejemplo,
demostró que las ratas de laboratorio cuyos experimentadores estaban
convencidos de que esos animales eran particularmente inteligentes, tenían un
desempeño significativamente mejor que el de otras ratas de la misma cepa, pero
cuyos experimentadores habían llegado a creer que los animales eran
“estúpidos”. Los experimentos de Rosenthal con seres humanos resultan casi
perturbadores. También en ellos se pudo demostrar que existían comunicaciones
muy sutiles pero sumamente poderosas, cuya transmisión está fuera de la
percepción de emisores y receptores, pero que influyen enormemente sobre la
conducta y el desempeño de los segundos. Por el momento, no siquiera se puede
tentativamente evaluar la importancia de estos hallazgos para la educación, la
dinámica de la vida familiar y de otras relaciones humanas, en particular la
psicoterapia.
10 El lector habrá descubierto ya por sí solo
cuán sugestiva es la similitud que existe entre los modos analógico y digital
de comunicación y los conceptos psicoanalíticos de proceso primario y secundario
respectivamente. Si se lleva del marco intrapsíquico al marco interpersonal de
referencia, la descripción que Freud hace del Ello se convierte virtualmente en
una definición de la comunicación analógica: Las leyes de la lógica – sobre
todo la ley de la contradicción . no son válidas para los procesos que tienen
lugar en el Ello. Impulsos contradictorios existen lado a lado sin
neutralizarse o excluirse... Nada hay en el Ello que pueda compararse a la
negación, y nos quedamos atónicos al encontrar allí una excepción a la
afirmación de los filósofos en el sentido de que el espacio y el tiempo
constituyen formas necesarias de nuestros actos mentales. (49, pág. 104; las
bastardillas son nuestras.)
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