Postolski - "Nacimiento y organización de la radio en el siglo XX" (Texto) - Políticas y Planificación - Cátedra: Postolski
Postolski - "Nacimiento y organización de la radio en el siglo XX" (Texto) - Políticas y Planificación - Cátedra: Postolski
Nacimiento
y organización de la radio en el siglo XX
Glenn Postolski
Nace una estrella
El nacimiento
de la radio, como toda innovación técnica es el resultado del devenir de la
circulación del conocimiento en la sociedad. Su historia es también la historia
de las sociedades donde se enmarcó su expansión y desarrollo. El siglo XX fue
el marco donde los medios de comunicación masivos adquirieron un lugar central
en la dinámica social, y la radio podemos afirmar fue su inicial dinamizador.
En los últimos
quinientos años, por la presión del incremento demográfico y otras complejas
circunstancias, la sociedad europea se convirtió de predominantemente rural a
predominantemente urbana. Esa gran transformación tuvo un carácter expansivo y
creador en todos los órdenes, y trajo consigo no sólo el crecimiento de las
ciudades sino el contacto de los europeos con pueblos diferentes, cambios en el
mapa político mundial, y la búsqueda de nuevas formas de subsistencia. Con ello
evolucionaron- particularmente en los dos siglos y medio últimos- los modos de
producir, los transportes, las comunicaciones, etc. Tales mudanzas implicaron,
además, avances en la sanidad y la prolongación
de la vida, y una formidable ampliación del saber y de los saberes,
factores que impusieron modificaciones en la educación, las relaciones
sociales, las formas de participación política.
En una
sociedad en perpetua agitación, el diario –surgido algo más de un siglo después
de la invención de la imprenta- fue hasta fines del siglo XIX, el único modo de
mensaje cotidiano y masivo, y en buena parte contribuyó a convertir a los
antiguos súbditos monárquicos en sujetos activos de derecho y a organizar la
vida política. Fue la prensa, una de las herramientas, que ayudó a hacer del
ciudadano de las democracias una persona opinante, porque confrontó ideas e
intereses, alentó las formas de su convivencia brindó información y proveyó al
individuo de un lenguaje político compartido[1].
Al mismo
tiempo, la difusión de la escuela pública, acompañada por la profusa edición de
libros, revistas y periódicos, propagaron conocimientos que estimulan la
creación de tecnologías: tanto los científicos como los artesanos intercambian
sus informaciones generando con ello infinidad de artefactos útiles.
Por lo que se advierte,
la radio surge de las múltiples condiciones socioculturales que le dieron el
ser. La invención de la radio fue un encadenamiento de diversos avances
científicos, entreverados con maniobras artesanales cumplidas sobre el gran
telón de fondo de los descubrimientos del siglo XIX, y en toda esa tarea
colaboraron infinidad de hombres: investigadores, inventores individuales,
técnicos, artesanos, aficionados entusiastas, pequeños empresarios deseosos de
ganar dinero y, sobre todo, un enorme público que era mercado, voraz de
novedades y preparado para creaciones audaces. Finalmente, al comenzar a
definirse su uso social, las grandes empresas organizaron el negocio en escala
mundial, y cosecharon fabulosas ganancias.
Muy brevemente
desarrollaremos como –desde principios del siglo XX- se formó la radio en tanto
artefacto técnico, vehículo de expresión y negocio industrial y comercial. Y
las políticas de comunicación que se impulsaron producto de los proyectos
nacionacionales y los intereses industriales. Y, como ello también implicó
cercos a la potencialidad del nuevo medio y la participación política de los
sujetos.[2]
Centraremos el
relato en los dos paradigmas de organización de la radiodifusión que sirvieron
de referencia para la instalación de la radio y la televisión a nivel mundial.
El modelo llamado de Interés Público: privado, comercial y basado en redes que
se dio en los Estados Unidos y el modelo de Servicio Público, que durante casi
cuarenta años fue hegemónico en Europa y del cual la BBC de Gran Bretaña fue
uno de los exponentes más puros (y vigentes).
1. Descubrimiento e invención: Conocimiento compartido
El recorrido que va desde el descubrimiento,
pasa por la invención, hasta la innovación que dio como resultado al primer
medio de comunicación de masas, la radio, da cuenta un saber compartido. La
hibridación de un conjunto de conocimientos que circularon a través de diferentes países e industrias.
En el último
cuarto del siglo XIX, con los progresos en transportes y telecomunicaciones, el
mundo se modificó. Samuel Morse había inventado –en 1837- su telégrafo por
cable basado en un código de puntos y rayas. Alejandro Graham Bell logró
transmitir la voz humana, igualmente por cable, mediante el teléfono de su
invención en 1876.
El camino de
la radio vino, en cambio, por el aire: James Maxwell, científico escoses, había
teorizado sobre la existencia de ondas electromagnéticas, similares a las ondas
luminosas en 1873. A fines de siglo, Heinrich Hertz mostró su indudable
existencia, explicó su naturaleza, y además desarrolló experimentalmente el
modo de ponerlas en movimiento y de recibirlas: las llamadas en su honor “ondas
hertzianas”. Unos años después, Eduard Branly, preocupado por los conductores
eléctricos y no por la transmisión, construyó un detector de tales ondas al que
denominó “cohesor”, luego perfeccionado en Inglaterra por Oliver Lodge, que
logró emitirlas. Alejandro Popov con la intención de detectar perturbaciones
eléctricas de la atmósfera, agregó al receptor una antena vertical. Todos los
elementos necesarios a la transmisión de ondas estaban listos.
Un joven de
veinte años –hijo de una rica familia italiana- Guillermo Marconi, aficionado
talentoso y lector apasionado, buscó el camino de la práctica: juntó los
dispositivos empleados por el alemán Hertz, por el francés Branley, el inglés
Lodge, y el ruso Popov: les sumó un mecanismo que permitía el empleo del código
Morse (norteamericano), y una antena para la recepción. Además instaló una toma
a tierra en cada extremo de la línea. Lo que Marconi transmitía eran mensajes
de rayas y puntos entre dos sitios, pero en lugar de usar un cable, como lo
requería hasta entonces el telégrafo, sus mensajes navegaban por las ondas
aéreas de Hertz. Era ya el principio de la radiotelegrafía. Faltaba aún para
llegar a la radiodifusión. Así, por la nacionalidad de sus inventores la radio
llegó al mundo, sin duda, en cuna universal.
El gobierno
italiano no se interesó en el invento, eso llevó a Marconi a trasladarse a Gran
Bretaña en 1896. El país con la flota más grande del mundo, y a la vez dueño de
la mayor red de cableados telegráficos. Este invento les iba a permitir
mantener la interconexión entre los barcos entre sí y con un punto fijo en
tierra; generando un avance cualitativo en sus comunicaciones. En Gran Bretaña,
las compañías telegráficas por cable estaban en manos privadas, pero el Estado,
a través del Correo, ejercía sobre ellas un control directo mediante estrictas
reglamentaciones.
Luego de un
primer momento de indiferencia, donde sólo el correo y los diarios (deseosos de
obtener antes los resultados de las carreras), examinaron el invento, el joven
Marconi, por entonces de veintitrés años, lo patentó y formó una compañía para
explotarlo.
Marconi, a
través de la publicidad de algunas acciones espectaculares de su radiotelégrafo
en la esfera de la información general y deportiva, y gracias a las conexiones
desarrolladas con empresas inglesas, logra vender sus servicios a la Marina
Real y a la compañía Lloyd, la más importante empresa de navegación del mundo.
El objetivo de Marconi era modesto: aplicar la telegrafía sin hilos para las
comunicaciones punto a punto, ya que competir con el telégrafo de cables
resultaba difícil para la incipiente tecnología del telégrafo aéreo. Además, se
transmitía en una sola frecuencia, y las interferencias afectaban seriamente
las comunicaciones. Sin embargo, el físico John Ambrose Flemming, consejero de
Marconi, logró solucionar el problema de la sintonía.
En Alemania
Adolfo Slaby –que había presenciado las primeras experiencias de Marconi en
Londres- introdujo ligeras mejoras en el sistema, y se asoció con el Conde Von
Arco y con el grupo eléctrico AEG para fundar, en 1903, la empresa Telefunken.
Los rusos y los franceses a su vez, mezclando tecnología, agregan sus propios
dispositivos y patentan el sistema para uso de sus propias marinas nacionales.
En Francia, Eugenio Ducretet, fabricante de material eléctrico y paradigma del
inventor finisecular, vincula mediante el nuevo “telégrafo sin hilos” la Torre
Eiffel con el Panteón (a unos cuatro mil metros de distancia) y luego llega a
cubrir cuarenta kilómetros en el mar. El gobierno francés no respalda sus
ensayos y con ello Francia se retrasa en el campo de las ondas aéreas. Japón,
incorpora a sus fuerzas armadas la telegrafía inalámbrica, y obtiene así las
ventajas que lo ayudan a triunfar en la guerra ruso-japonesa.
Italia
reacciona y llama a Marconi. Pero este va rumbo a los Estados Unidos donde
instala la primera filial de su compañía. En momentos en que los Estados Unidos
produce la anexión de las Filipinas y se convierte también en un imperio
colonial. Comienza a necesitar el telégrafo inalámbrico por este y otros muchos
motivos. Todos vinculados con su poder expansivo.
Marconi funda
la American Marconi, compañía inglesa que se dedica a vender sus servicios, e
instala dos estaciones costeras aptas para mantener la comunicación con los
barcos mercantes. El gobierno norteamericano, no obstante, rechaza un arreglo
con Marconi y establece sus propias estaciones mientras alienta la
investigación: es el comienzo de una larga disputa por la tecnología y las
patentes.
Un
investigador canadiense, Reginald Autrey Fessenden, no está pensando en una
onda intermitente como la del código Morse, sino en una onda continua, capaz de
transportar la música y la voz humana, lo que logra gracias a un potente
transmisor de su invención, al empleo de un micrófono telefónico, y de un
generador de corriente alterna creado por la General Electric por un discípulo de
Slaby.
Con estos
recursos, Fessenden produce la primera transmisión radial de la historia[3].
Fue en vísperas de la navidad de 1906: operadores navales de estaciones de
radio captan –muy imperfectamente- canciones, un violín, y la voz del mismo
Fessenden. La radiodifusión –el broadcasting- había nacido.
El transmisor
de Fessenden es, sin duda, el primero de alcanzar cierta potencia, pero es el
danés Poulsen a quién se debe el primer transmisor de arco eléctrico, que
alcanza a vincular los continentes. Paralelamente, haciendo pie en la lámpara
al vacío de Edison, Flemming había patentado (1904) una lámpara de dos
electrodos que detecta las ondas electromagnéticas (diodo), a la que luego el
inventor americano Lee De Forest –hombre educado en Yale y empleado en la
Western Electric-, agrega un tercer electrodo, que mejora su sensibilidad. Es
el tríodo de grilla, o audión, capaz de amplificar las señales débiles, y
antepasado de las “lámparas” de la radio. El tríodo favorece el desarrollo de
la onda corta a gran distancia y a bajo costo.
Podemos marcar
aquí un primer corte, que implica el paso de la esfera científico técnica, a la
técnica económica. La primera etapa que va de Maxwel a Marconi, donde el saber
era compartido, existía cierto nivel de cooperación y su circulación permitió
avances y usos novedosos. La segunda, enmarcada en la intervención del capital
organizador, el pasaje del científico / emprendedor individual a un trabajo
asalariado vía la cada vez mayor inversión empresaria en investigación y desarrollo
que desató a inicios del siglo XX una guerra de patentes, especialmente entre
las empresas estadounidenses.
En 1913, los
laboratorios de dos empresas gigantes logran producir –independientemente uno
del otro- lámparas al vacío perfecto, baratas y de larga vida, que reemplazan
al audión de De Forest.
La tecnología
de la radio era simple y relativamente barata: bastaba con hacerse de las
partes y ensamblarlas, y miles de aficionados se convirtieron en
transmisores-receptores.
Múltiples
ondas cruzaban el aire, y la marina de los Estados Unidos empezó a temer que
las interferencias pusieran en riesgo la seguridad de sus barcos. Es la razón
por la cual la marina insiste en dictar una ley que lo regule, hecho que
finalmente ocurre en 1912 con el nombre de Ley de Licencias de Radio. Su
vigencia llegará hasta 1927. Aún
indefinida, comienza a delinearse un fomento al desarrollo de la industria
radial desde el Estado.
El hundimiento
del Titanic se convierte en un punto de inflexión. Equipado con un equipo de
radio de la Marconi, el intercambio de
mensajes sobre la advertencia sobre el iceberg y luego las de salvamento,
revelan la necesidad de la radiotelegrafía. También da cuenta de los obstáculos
provocados por la superposición de transmisiones en una misma onda: surge de
allí la necesidad nacional e internacional de adjudicar frecuencias específicas
para los diferentes servicios.
En los
momentos previos a la Primer Guerra Mundial de 1914, el aire está sobrecargado.
Por un lado, los barcos y las transmisiones militares, por otro, una multitud
de aficionados operan desde miles de puntos del territorio, sobre todo en los
Estados Unidos. Muñidos de cristales de poco precio, los primeros
transmisores-receptores a galena emiten y reciben en código Morse mensajes tan
dispares como noticias, resultados deportivos, periodísticos, meteorológicos o
cursos de esperanto…
Tal vez por
esa sobrecarga del aire aún se confiaba más en los cables. Pero iniciada la
guerra, los británicos cortan los cables submarinos que unían a Alemania con
otras partes del mundo. A partir de ese momento, hay urgencia en hacer avanzar
las comunicaciones aéreas, por razones –ahora- de tipo estratégico. Las ondas
se convierten en una herramienta militar más.
El gobierno de
los Estados Unidos toma el control de las estaciones costeras, con mayor razón
al saber que la ruta del buque Lusitania, torpedeado en 1915, era conocida por
el enemigo gracias a informaciones de una estación de la compañía alemana
Telefunken, ubicada en la costa de los Estados Unidos.
De su lado,
los franceses usan su estación de la Torre Eiffel para captar mensajes
enemigos, confundir su orientación y emitir sus propios mensajes. Al mismo
tiempo, avanzan rápidamente en la producción de partes. En suma, desde 1914, la
tecnología y la industria de la radio pegan un salto, y la voz humana atraviesa
el océano ya en 1915.
1.1. De la invención a la innovación: El dominio
empresario. Incluidos y excluidos de la emisión
El pasaje de
la radio inicial al medio de comunicación posterior da cuenta de muy diferentes
usos y actores intervinientes: sus usuarios eran los barcos, el gobierno y los
aficionados. Cualquiera podía ejercer el
derecho de emitir. Y el operador era a la vez emisor y receptor. No se concebía
el puro emisor o el puro receptor. En suma, la radio era un teléfono sin
cables, pero cuya comunicación, al andar por el aire, podía ser captada por
otros emisores-receptores.
La ley
norteamericana no ponía límite para las licencias: apenas promulgada en 1912,
hubo un millar de transmisores funcionando, cada cual a su modo. Entre ellos se
encontraban los de escuelas, colegios y universidades. A la par, aparecieron
también otros miles de receptores, que no requerían permiso legal.
Asimismo,
cualquier inventor o aficionado podía montar su pequeña compañía productora de
material para radiotelegrafía, o armar transmisores y venderlos libremente.
Sólo en teoría: la compañía de Fessenden sobrevivió hasta 1912, y luego fue
absorbida por la United Fruit, porque una cosa es inventar, y otra producir
industrialmente. Para ello es necesario contar con gran cantidad de capital
para invertir.
La American
Marconi se convirtió en una amenaza para las grandes compañías de cable y de
teléfonos norteamericanas. En efecto, tras el episodio del Titanic, los ojos de
las grandes compañías de comunicaciones –dueñas casi absolutas de las patentes-
se fijaron en la radiotelegrafía de Marconi, que había logrado dominar las
comunicaciones marítimas en los Estados Unidos: las empresas locales temían que
también se expandiera al negocio de los teléfonos.
En 1917,
además de las 8.562 emisoras con licencia acordada, había 125.000 receptores:
el negocio de la radio, en tanto venta de radio partes, se convertía en una
importante oportunidad de rentabilidad. Pero nadie imaginaba aún el negocio de
la radiodifusión. Las empresas piensan más en el campo de la radiotelegrafía
interoceánica (y en los grandes negocios de la guerra que se anuncia).
La entrada de
los Estados Unidos en la guerra, ese mismo año, aquietó el desarrollo de la
radio. Los jóvenes aficionados se incorporaron al ejército, y se instaló un
inevitable control estatal emergente de la situación bélica.
También la
proximidad de la guerra apresuró la apropiación de las patentes por los
monopolios privados –fortalecidos por los negocios que trajo el conflicto- y
acreció el interés en el nuevo campo de la producción para la radio. Pero
ninguna de ellas poseía todas las patentes precisas. Y todas necesitan usar las
de los otros. Y aquí es cuando las hostilidades en Europa obligaron a los
monopolios americanos a suspender sus propias diferencias por exigencias de
provisión de materiales, e hicieron avanzar la radio a pasos gigantes, al
incentivar el desarrollo tecnológico. Además, empresas de electricidad como la
General Electric y la Westhinghouse ingresaron en la nueva esfera de negocios.
General Electric, fuera de encargarse de producir algunas especialidades de
radio, realizó cotidianas emisiones de prueba y patentó avances surgidos de sus
laboratorios, entre ellos el alternador. El audión de De Forest, motivo de
discusiones, fue rápidamente desplazado por un nuevo modelo que había creado
Amstrong en 1914. Y ambos descubren –separadamente- que podía emplearse el
audión no sólo para “recibir” y amplificar las ondas, sino también para
generarlas.
En este
momento, la guerra había logrado derivar, de la telegrafía inalámbrica, el
broadcasting[4]
(radiodifusión). Esta palabra aparece por primera vez en 1919 por la emisora
8XK, perteneciente a Frank Conrad, que será más tarde hombre de la
Westhinghouse.
Con la
excepción de Marconi, la mayoría de los descubridores no son ya dueños de sus
patentes ni han hecho fortuna. Las patentes se hallan en manos de grandes
empresas, que las concentran ya sea por compra, o por la contratación de los
inventores que ahora trabajan en poderosos laboratorios de investigación. Estos
se dedican a modificar y mejorar un poco lo existente y a patentar esas mejoras
(que es otro modo de apoderarse de las patentes), como también a desarrollar
nuevos avances. En este campo, las empresas más dinámicas fueron las de los
Estados Unidos de América.
En Europa, en
esos años de guerra y conmociones sociales se veía a la radio como un agente de
propaganda –maligna si se hallaba en manos opositoras u obreras y benéfica si
la administraba el poder- sin embargo los católicos irlandeses logran propalar
por radio su mensaje de insurrección, los rusos, en 1917, su anuncio
revolucionario, y en 1918, la onda NFF –de los aliados- transmite directamente
a los pueblos de naciones rivales su programa de paz con extraordinaria
repercusión.
Finalizada la
guerra, se produce un momento de quietud de los negocios de la radio. Los
Estados Unidos son ahora una potencia mundial, y sus magnates y dirigentes ven
en la comunicación inalámbrica el instrumento que puede darles una voz global.
Para ello, era preciso crear formas de control efectivo. Similar preocupación
inquietaba al gobierno británico, jaqueado como se hallaba luego del conflicto
bélico por problemas sociales de toda índole. Se evita convertir a la radio en
un lugar de debate de los asuntos públicos, como los diarios. Sin embargo, la
situación legal del nuevo artificio comunicativo no aparecía aun claramente: la
marina, en casi todos los países, insistía en que la radio debía ser monopólica
a fin de establecer sobre ella un debido control ya que era pensada como “un
monopolio natural”.
2.1 El interés
estatal por dinamizar la industria
A pesar de
estas posturas, la política implementada para el nuevo sector por los Estados
Unidos será similar a la que alentó en el sector de las telecomunicaciones.
Como describen Jan van Cuilenburg y Denis McQuail: “Existe una clara evidencia de políticas en relación al telégrafo
eléctrico y el teléfono. En los Estados Unidos, el telégrafo se convirtió
rápidamente en un monopolio privado, cuyo propietario fue por mucho tiempo
Western Union. El teléfono, cuando llegó, también fue virtualmente
monopolizado, aparte de las operadoras locales, por otra corporación enorme,
AT&T. Cuando Western Union y AT&T se fusionaron en 1913 llegaron a un
acuerdo con el gobierno, aceptando cierta separación de los servicios y la
regulación a cambio de un efectivo monopolio sobre las comunicaciones
telefónicas y telegráficas de larga distancia (Sussman, 1997:77). Aparte de
algunos breves intervalos durante la guerra, este modelo de regulación
gubernamental y monopolio privado fue el núcleo de la primera política de
comunicación en los Estados Unidos. De todas formas, el énfasis estaba en los
privados y la regulación fue incitada más por un sentimiento anti trust y de
apoyo a la competencia que en una visión de servicio al interés público. Lo que
era bueno para el capitalismo era bueno para América: esto es, la industria
privada operando en un ambiente competitivo anti trust era considerado el
mecanismo más importante para servicios de comunicaciones de alta calidad e
preocupados por innovar.”[5]
La
radiotelefonía es entendida como un aparato industrial y comercial, y la
intervención estatal se da a través de un conjunto de medidas ad hoc, sin un
objetivo coherente, aunque se promueve su desarrollo y se alienta la
participación del sector privado.
Comienza a
pensarse un sistema mundial de comunicaciones, hegemonizado por los EEUU. La
General Electric adujo el peligro del “imperialismo británico” y presiona al
gobierno para expulsar a la Marconi. Será la acción común entre grandes
empresas y el Estado que dará lugar al nacimiento, en 1919, bajo el amparo
oficioso del gobierno norteamericano, a un gran pool privado, la RCA, que llega
en poco tiempo a acumular “la más formidable concentración de patentes
exclusivas”.[6]
Al quedar sin
respaldo técnico para competir y sin apoyo gubernamental para sus negocios, la
American Marconi se ve forzada a transferir a la RCA sus acciones. A ella
aportan sus patentes, además, la General Electric, más tarde la AT&T
(American Telegraph and Telephone) y su socia, la Western Union, y también se
sumará la United Fruit, RCA se lanza a
la conquista del mundo. Westinghause queda momentáneamente fuera de la RCA.
Pero con su ingreso al cartel, en 1921, toma forma definitiva “el imperio de
las patentes cruzadas”.[7]
También forma parte del directorio de la nueva empresa un representante del
gobierno de los Estados Unidos.
Su inmediato
dominio era el de la telegrafía sin hilos, y en ese campo, competía con las
compañías inglesas de cables, y con la telefonía de cables. Telegrafía sin
hilos y empresas de cables –telefónicas o telegráficas- se recelaban. De
inmediato, RCA se lanzó a la conquista de nuevos mercados, en competencia con
las empresas europeas que ya tenían concesiones en América Latina.
Pero en los
planes de los gigantes que forman la RCA, y en los de las que luego ingresan,
no figura la radiodifusión como proyecto central. Sin embargo, la existencia y
el poder de esas enormes corporaciones es lo que otorga a la futura radio
norteamericana el carácter de negocio privado centrado en el entretenimiento y
financiado por publicidad.
Éste es el
sentido de la frase de Erik Barnow, en su historia de la radio norteamericana,
cuando dice que fueron los monopolios los que hicieron la historia de la radio:[8]
ella había nacido del trabajo de los científicos, de los artesanos, y hasta en
una tecnología de garaje. Pero las patentes de los inventores independientes, y
las iniciativas de las emisoras pioneras, pasaron paulatinamente a manos de los
colosos industriales.
2.2 Pasaje de la industria de los componentes a la
centralidad de la emisión
Antes que las
emisiones regulares –y reguladas por Ley- empezaran a cobrar importancia
comercial, existían en el aire ondas que repartían las más diversas
informaciones, entretenimientos y adoctrinamientos. Por lo general comenzando a
las cinco de la tarde a transmitir música para que los operadores pudieran
ajustar los aparatos En Detroit, E. Scripos, del diario News, lanzó a principios de 1920 la estación 8MK, ayudado por un
equipo compuesto por un técnico y un locutor-cantor.
La tecnología
y las transferencias de patentes, en tanto, avanzaban velozmente: el transmisor
se renovó mediante el nuevo circuito feed
back perfeccionado por Edwin Armstrong –el último de los inventores
solitarios-, quien había desarrollado, además, un nuevo circuito
superheterodino. Las patentes de una y otra novedad fueron a parar a la
Westinghause.
En la misma
compañía estaba trabajando el ruso Vladimir Zworykin, que se empeñaba en lograr
transmitir imágenes –televisión- y Frank Conrad, que en años anteriores –como
radioaficionado-, había iniciado, casualmente, la financiación de su emisora
con publicidad (su radio transmitía regularmente para unos pocos aficionados).
De ese modo,
el 16 de octubre de 1920, a instancias del diario Pittsburgh Post, Conrad y otros instalaron una emisora capaz de
cubrir la elección presidencial del 2 de noviembre siguiente: cuando todo
estuvo listo, la Westinghause solicitó al Departamento de Comercio su licencia
de emisora, que obtuvo once días más tarde, con las letras KDKA. Se le asignó
una banda alejada de los aficionados, a fin de que no tuviera interferencias.
El Pittsburgh Post proveía las
noticias.
Sin embargo,
las emisoras de Detroit y de Pittsburgh miraban la radio de modos distintos.
Para los de Detroit, que no tenían interés en vender equipos, sus radioescuchas
eran “radio operadores”, y la radio era una actividad de iniciados. Para
Westinghause (Pittsburgh), en cambio la radio era un deleite social para el
hogar o el club: no exigía ritos iniciáticos, sino que bastaba con proveerse de
un receptor. Todo se pintaba como simple y claro. Los de Detroit sólo querían
publicitar al News; los de Pittsburgh
se veían como avisadores de los diarios, pero no como sus rivales.
La KDKA
transmitía eventos políticos, religiosos, culturales, desde distintos lugares,
y reemplazó su transmisor de cien vatios por uno de quinientos. La radio
“avisaba” la dirección de los comercios donde se vendían partes de radio, los
diarios publicaban comentarios sobre las radios. Crecieron los pedidos de
licencias, y los aparatos empezaron a invadir masivamente los hogares.
En 1921,
Westinghouse entró en la RCA: fortaleciendo la alianza de empresas que podían
controlar el boom mundial de la radio. Sería en efecto, el comienzo de un nuevo
período, bajo la conducción de David Sarnoff. Ante el éxito de la KDKA, y sobre
todo, siguiendo sus propias ideas expresadas en el famoso memorando de 1916,
trató de llevar a la RCA también al negocio de la emisión. RCA lanza a la venta
receptores de precio accesible, y para estimular al público, Sarnoff idea
promociones espectaculares. Su golpe de efecto fue la transmisión de la pelea
Dempsey-Carpentier, que constituyó la salida al aire de una nueva estación WJY.
Miles de partes de radio y de receptores se habían vendido en toda la costa
este. Se explotó en el marketing el patriotismo, la excitación deportiva y el
interés por la radio –dice Barnouw-, y pronto no sólo la RCA, sino también
Weatinghause y General Electric, estaban produciendo millares de receptores, de
repuestos y de partes. AT&T tenía la exclusividad en la producción de
transmisores. Cientos de armadores se iniciaron al mismo tiempo en el negocio
de la radio, comprando partes y armando y vendiendo receptores y transmisores.
En un año, el número de receptores en funcionamiento pasó de cincuenta mil a
seiscientos mil en los EEUU.. Queda claro como la creación de emisoras se
acompaña del interés privado por movilizar la industria de los componentes.
Rápidamente se
adecuaron nuevas técnicas de emisión y recepción: los primitivos “estudios”
fueron aislados de ruidos externos y de resonancias mediante procedimientos
cada vez más racionales. El micrófono evolucionó y los contenidos se
diversificaron y sofisticaron. La radio creció velozmente. No sólo era una voz
libre en el aire, sino que había magia y un gran negocio en su esencia.
En enero de
1921, ante el éxito de la KDKA, el Departamento de Comercio establece que la
radiodifusión (ahora decididamente broadcasting) es una estación de tipo
diferente de la simple estación de radiotelegrafía, y comienza a otorgar licencias
de radiodifusión (para noticias, conferencias y entretenimiento) en 360 mh,
mientras que se reserva la banda de 485 mh para pronóstico del tiempo y
cosechas, y noticias oficiales. Se realiza una primer reunión en Washington,
con la presencia de las empresas AT&T, G.E., Westinghause y otras menores.
Equivocándose en sus apreciaciones, el secretario de comercio Herbert Hoover
llama a la radio “Teléfono sin hilos”, y a los receptores, “estaciones
receptoras”: esta primera conferencia insta al Congreso a legislar sobre la
radio. Hoover se manifiesta contra la publicidad y se considera a la radio un
artefacto más de los que se incorporaban al hogar.
Los que
solicitaban licencias para emitir eran las grandes empresas productoras de
radio partes o receptores, a fin de alentar la compra de sus productos; las
universidades, para dar cursos; los diarios, a fin de captar avisos. De a poco
se le suman las iglesias, por razones de evangelización. Los sindicatos con
fines de organización.
Los receptores
producidos artesanalmente comienzan a fabricarse por millares y se forma una
audiencia integrada ahora no de simples aficionados armadores, sino de
compradores de aparatos de radio: la radio se convierte en un negocio
específico, diferente del de la telegrafía inalámbrica. Su masividad empieza a
originar inquietud en el poder político.
Todo momento
de surgimiento de un nuevo medio de comunicación el principal nicho de
acumulación va a estar anclado en la venta de equipos y aparatos. En la radio,
esto se verifica principalmente en la década del 20 donde se pasa de miles a
millones los aparatos receptores en los hogares. La norma vigente en los
Estados Unidos fomenta la expansión del nuevo artefacto estableciendo el
principio de la obligatoriedad del Estado de conceder un permiso de emisión a
quién solicite una frecuencia ante el Departamento de Comercio. Cuando las
condiciones de acumulación de este modelo de negocios se modifiquen, diferente
será la regulación que se impondrá desde el Estado.
En 1922 la estación
de radio WEAF ideó un modo de financiar sus emisiones alquilando espacios a
quien quisiera difundir algún mensaje, cobrando una especie de peaje
radiotelefónico. Esta estación es la primera en denominar a la radio
“radiotelefonía” y no considera que su sistema comercial sea estrictamente la
publicidad y se opone a la financiación por publicidad. Los medios gráficos
especializados en el área publicitaria, como la revista Printer´s Ink, estaban en contra de la financiación de la radio por
esa vía. Los fabricantes de transmisores intentan emplear el nuevo medio para
vender sus productos, pero las emisoras no aceptan: dicen que ellas sólo venden
“tiempo”. Para venderlo, buscan especialistas en programar. Los avisadores
–tiendas, casas de radio, cosmética, etc.-, se resignan entonces a comprar
“tiempo” radial.
3. Dos paradigmas de organización
Los dos
modelos básicos de la organización radiofónica en el mundo se originan en las
dos naciones más avanzadas en este campo, los Estados Unidos de América y Gran
Bretaña. La mayoría de los países siguió estos modelos, adaptándolos a sus
posibilidades y necesidades, aunque hubo, sin duda, variantes y mixturas
originales.
La situación
de la radio en los EEUU y Gran Bretaña era, en los comienzos, análoga: fuerte
presencia industrial (en ambos países estaba la Marconi), proliferación de radio armadores, interés del Estado
nacional en la industria y en la emisión. Pero en Gran Bretaña existía un solo
gigante industrial y en los EEUU, varias grandes compañías funcionaban en el
mercado.
Los británicos
eran, sin embargo, más conservadores y resistentes al cambio. Temían que la
liberación del aire trajera interferencias, por la limitación del éter como
recurso. La extensión del territorio norteamericano atenuaba este problema.
Por otro lado,
la experiencia bélica 1914/18 fue muy diferente en ambos países. Inglaterra
sostuvo frente a Alemania una guerra de mensajes radiotelegráficos, y,
terminando el conflicto, los disturbios sociales volvieron temeroso al gobierno
respecto de la emisión libre de mensajes. No pasó lo mismo con los EEUU que
–además- entraron en la confrontación casi al final. Ambos gobiernos tenían la
intuición de que la radio era un medio de mucho mayor alcance comunicativo que
los diarios y llegaron así al convencimiento de que las ondas aéreas debían
hallarse siempre bajo ciertos recaudos.
De todo ello
resultó una fuerte tendencia al control y al orden en Gran Bretaña, y un mayor
desorden concierto grado de liberalidad en los Estados Unidos. A esto se
agregaba el que Londres era la cabeza de un disperso imperio colonial, para el
que las ondas constituían un modo de dominio. En los EEUU, de colonias más
escasas, hubo intimidad entre empresas y gobierno, y una proliferación de
presiones que orientaron definidamente a éste a satisfacer los intereses
comerciales de las empresas privadas, que en aquel país, eran las consultoras
del gobierno. El gobierno inglés, finalmente, no ocultaba su “nobiliario
disgusto” por el uso comercial de la radio.
En ambos
casos, de todas maneras, al finalizar la guerra el avance de la radio era tal
que se hacia preciso determinar mediante leyes su configuración
económico-institucional. Entonces, una mezcla de estas diferentes influencias
de poder, intereses y tradiciones culturales terminaron dando forma a dos
modelos de radiodifusión netamente diferentes, y cada uno a su manera aseguró
bien su función de control social:
1.- El modelo
norteamericano, cuya estructura se consolidó en unas pocas, influyentes y
poderosas redes privadas, sujetas a control público y financiadas mediante
publicidad comercial.
2.- El modelo
británico, caracterizado por la hegemonía centralizada de un monopolio público
de los servicios, financiados por diversos tipos de contribuciones de la propia
audiencia.
El primero,
generó una programación para grandes audiencias, propensa a excluir los temas
educativos o formativos.
El segundo,
organizó una programación destinada a la educación del gusto, entendido éste
según los cánones de las clases cultivadas.
Pero ambos
apuntaron fundamentalmente a convertir la radio en un medio de contención
social.
3.1. El modelo norteamericano
Para 1922 la
radio norteamericana crecía desordenadamente: los monopolio poseían las
emisoras más importantes, pero había cientos de pequeñas emisoras locales, y el
gobierno, a través de su ministerio de comercio, había convocado ya a una
primera conferencia para regular el sistema. Porque 1922 es, en los EEUU, el
año de la explosión radial. En 1923, el secretario Hoover, hallando que el caos
radial se ha vuelto intolerable, decide llamar a una segunda conferencia en
Washington, la que deja en sus manos la organización del caos, y el 15 de mayo
se readjudican las concesiones.
A fin de
estimular la venta de receptores, las empresas poderosas se reparten la
financiación de muchas estaciones pequeñas, al tiempo que las grandes emisoras
acaparan el aire desde nuevas sedes, técnicamente mejor equipadas. Al público
le satisface el cambio, aunque sólo alcance a oír concierta claridad las estaciones
potentes y bien ubicadas. Compra, entretanto, aparatos completos, donde el
entrevero de ondas es aún infernal.
El modo de
financiación de las estaciones no está definido. Pero el secretario Hebert
Hoover se niega a que un discurso del presidente aparezca en el aire
entremezclado con anuncios publicitarios. No obstante, a partir de la venta de
“tiempo radial”, la publicidad crece a despecho de las críticas, y pronto será
el único modo de sostener las broadcastings.
Todos los días
aparecían nuevas emisoras, con o sin licencia. Se escuchaban discos,
instrumentistas profesionales y amateurs que interpretaban música ligera
(llamada irónicamente potted palm music,
es decir, música de palmeras en macetas, porque se transmitía a la hora del té
en los grandes hoteles, donde se veían estas palmeritas domesticadas) o música
de conservatorios, de solistas o pequeños conjuntos. Por eso mismos años se
estaba produciendo un prodigioso desarrollo de la música popular norteamericana
vinculada principalmente al jazz.
Como los
artistas de nombre eran remisos de ir a la radio, los editores de música –entre
otros comerciantes- producen programas, armados con los cantantes y ejecutantes
que realizaban demostraciones de la música impresa: y así, con tal respaldo,
las radios comenzaron a sonar “comerciales”. Los sindicatos de músicos entonces
buscaron exigir el pago de las interpretaciones, hasta ese momento gratuitas.
Por su gran
alcance y su rápido incremento de las audiencias, la radio inicia un formidable
cambio cultural. En los EEUU, la radio, que al principió le cerró la puerta al
Jazz, pronto comenzó a recibir su influjo y a influir a su vez sobre su
evolución. Dos hombres de dinero, sólo por afición, ponen una emisora en
Chicago (WBBM), y ante el horror de algunos se especializa en jazz. Algunas
estaciones, sin embargo, prohíben el saxo por su “influencia inmoral”. Pero el
jazz cautiva audiencias.
En cuanto al
género dramático, en el primer momento de la radio transmitía obras desde los
teatros mismos, a pesar de las resistencias de los empresarios teatrales. Por
los años 23-24, comienzan a difundirse entre las pequeñas emisoras obras
populares y comprometidas, como Ibsen. Eran emisiones de dos horas y media, con
interludios musicales. A fin de evitar la ansiedad de los actores frente al
micrófono, éste se disimulaba mediante lámparas, una por intérprete. Primero,
los propios actores producían los sonidos especiales, pero pronto esta tarea se
concentró en un profesional. Los libretos se preparaban sobre papel silencioso.
Pronto comenzaron a emitirse radioteatros en cadena y se realizaban pagos a los
actores.
En cuanto a
las noticias, había diarios propietarios de estaciones de radio, pero no las
consideraban medios noticiosos. Las otras emisoras se limitaban a leer
artículos directamente de los diarios. Faltaba oficio periodístico en las
emisoras, lo que causó no pocos problemas (se llegó a leer una noticia sobre un
discurso presidencial que aún no se había pronunciado).
Uno de los
géneros noticiosos radiales, el comentario, no surgió del área periodística,
sino de la charla de novedades del día que interrumpía los desfiles musicales.
El problema
del financiamiento hizo crisis en 1925. Desde 1922, David Sarnoff venía
proponiendo un camino cercano al británico, la financiación por un impuesto
sobre la venta de equipos, aun que recolectado por la industria de la radio y
no por el gobierno.
Entre tanto,
la WEAF sobrevivía y aún ganaba dinero con su sistema de venta de espacio
radial. Pero el enorme mercado que escuchaba radio comienza a estimular a los
publicitarios, que crean formas de cautivar a ese público, negocio para los
avisadores y quince por ciento para las audiencias. Por ejemplo, Gillette
contaba una historia de la barba desde la Edad Media, que terminaba con una
agradable afeitada con la navaja del avisador.
Los mismos
publicitarios fijaron ciertas normas, como la de no mencionar precios ni
tampoco el color de los envases o el lugar de la venta, ni ofrecer muestras. La
Hora Eveready fue el primer programa exitoso con patrocinio: las demás grandes
emisoras ensayan entonces diversas formas de patrocinio, y consienten en pagar
a sus artistas.
La
indefinición legal pone en crisis a la radio norteamericana en diversos
terrenos: aun persisten las luchas de patentes entre monopolios e inversores, y
monopolios entre si; las compañías telefónicas disputan con los fabricantes de
radios; las emisoras chicas con las poderosas; los dueños de derechos de autor
litigan con los usufructuarios y los intereses educativos con los comerciales,
etc.
Los disturbios
surgieron aisladamente en 1925, y en 1926 se produjo un estremecimiento. De
esta crisis saldría la estructura de la radio norteamericana y sus formas de
control.
La crisis no
paró el boom radial. Locutores y artistas comenzaron a ser reconocidos, aunque
fueran anónimos. Los oyentes querían saber los nombres de las voces ya
célebres. Hasta cierto punto, el auge del sistema de estrellas coincide con el
auge del estilo comercial en la radio, plantea Barnouw.
La idea que se
tenía del público también cambiaba. En 1922, las audiencias se veían como
vastos y lejanos públicos. En 1925, la comunicación se torna hacia la escucha
individual. Las cartas ayudaban a ese cambio. La radio busca llegar a la
intimidad.
En 1925, se
realizó la Cuarta Conferencia Nacional de Radio, en Washington. Los líderes
industriales imponen que se establezca la restricción al ingreso de nuevos
actores, negando otorgar nuevas licencias. Hasta el momento estaba vigente la
Ley de Licencias de Radio de 1912 que fijaba que al sólo pedido debía ser
otorgado el permiso. Esta medida alentó las transferencias. Una sola ciudad
–Chicago- ya “tenía unas cuarenta estaciones, y había veinte grupos esperando”,
y dice Barnouw, que señala notorias situaciones de favoritismo en la asignación
de frecuencias, perjudiciales sobre todo para los proyectos no comerciales o no
funcionales al sistema. Pero las restricciones a la emisión no eran el único
problema. La Asociación de Editores de Diarios presiona a sus asociados para no
dar espacio –en sus radios- a programas con anunciantes. Por razones de
competencia comercial, los diarios se oponen a que los presupuestos de los
anunciantes se deriven hacia lo que empieza a vislumbrarse como un poderoso
medio publicitario. La Secretaría de Comercio zanja la cuestión finalmente: “El
problema de la publicidad por radio debe ser resuelto por la propia actividad y
n o por la compulsión gubernamental, o por la ley”[9].
La radio tiene entonces vía libre para la financiación por publicidad, y se
consolida el modelo norteamericano –privado, comercial, con incluidos y
excluidos en la emisión-. Pronto la formación de las cadenas agrega el broche
final para que el modelo se cristalice.
3.1.2. El armado de las Redes. Cristalización de
modelos y formatos.
Unir dos
estaciones de radio fue una dificultad arduamente superada porque hubo que
producir cables especiales En esto estaba la AT&T, cuando –en el verano de
1923- un millonario de Massachussets le pidió permiso para retransmitir los
programas de la WEAF a través de su propia y sofisticada emisora. El cable
atravesaba otras localidades, y la AT&T generó un nuevo negocio con las
emisoras de esas localidades. AT&T planeaba una cadena de emisoras propias,
pero ante la congestión del aire, decidió aliarse con estaciones ya existentes.
A fines de 1924 había veintiséis estaciones en cadena de costa a costa. El 21
de junio de 1923, el presidente de los EEUU Harding pudo dirigirse por red a un
millón de personas, y en diciembre se propala por primera vez la sesión del
Congreso. En 1924 se transmitieron también en cadena las convenciones demócrata
y republicana, donde la presencia de la multitud relató mejor los sucesos a los
oyentes.
Los contratos
de las grandes emisoras con las radios locales afiliadas fueron evolucionando
hasta convertirse en un intercambio de los programas provistos por las cabezas
de cadenas por el público acercado por las emisoras locales. Debido a ello, las
emisoras chicas van perdiendo terreno en provecho de estaciones con capacidad
económica para producir programas estelares. El negocio de las chicas es ahora
vender público.
Pero AT&T,
con sus cables, molestaba a sus socios en RCA, que no eran empresas productoras
de cables (G.E. y Westinghause). Buscaron las distintas empresas medios
alternativos para generar cadenas que fue centralmente la telegrafía. En 1923,
Conrad y otros, en Westinghause, comienzan a explotar la onda corta.
El
desencuentro entre la AT&T y RCA termina en un pleito legal y negociación
mediante la RCA le compra la emisora WEAF, que dará origen en 1926 a la
Nacional Broadcasting Co. (NBC). Esta red, que utiliza por el convenio los
cables del teléfono, esta destinada a llevar a toda la nación los grandes
sucesos, con una programación de gran eficacia. Mientras la AT&T se concentra
en la producción industrial de cables y en el sector de las telecomunicaciones,
la RCA se adueña del negocio de la radio: con 5.000.000 de hogares con
receptores funcionando, que a fines de la década se convertirán en casi
30.000.000 millones de aparatos.
En conjunto la
industria cultural se encuentra en expansión. La evolución de la tecnología del
cine y los experimentos que anuncian la llegada de la televisión, dan cuenta de
un sector con un gran margen de crecimiento económico.
El caos
radiofónico en el país era, empero, inmenso: las emisoras no respetaban ni
frecuencias ni potencias. Las interferencias eran múltiples. En el Congreso
existían numerosos proyectos de ley prontos a tratarse. En ese contexto, cuando
la presión parlamentaria llegaba al tope, RCA inauguró su cadena, con un
impresionante show desde el salón de baile del hotel Waldorf Astoria, del que
participaron, desde distintas ciudades, artistas de fama.
En 1927, NBC
contaba con dos redes –una cadena llamada “roja” con cabecera en la WEAF, y una
“azul”, liderada por la WJZ-. El número de estaciones conectadas a ellas crecía
rápidamente y tamb ién los programas con avisadores: conciertos presentados por
Ampico o Palmolive; la Fiesta Para la Familia de General Motors, o la Orquesta
de Cities Service. Brunswck era el patrocinante de la Ópera Cívica de Chicago.
Otras firmas presentaban emisiones de tono más ligero, entre ellas la Hora
Eveready.
Fue, como se
advierte, preciso que existiera una estructura publicitaria nacional para que
la radiodifusión se expandiera en cadenas. Tal estructura había comenzado a
formarse antes de la radio, en 1910 en un proceso paralelo a la concentración
económica. La publicidad era breve, circunspecta y extremadamente educada. La
hazaña de Lindbergh, en junio de 1927, al cruzar el Atlántico en avión, dio
lugar a la primera transmisión radial con varios avisadores.
En cuanto a la
producción de los programas, iba profesionalizándose día a día: todo se
escribía y se ensayaba en la NBC. Las producciones teatrales eran muy cuidadas,
y sus actores recibía ahora retribuciones salariales importantes. Los estudios
eran cada vez más amplios y mejor insonorizados. Los equipamientos para lograr
efectos especiales se perfeccionaron.
Una tercera
cadena se gestó desde una empresa proveedora de talentos. El proyecto, que
implicó a varias compañías (de cine, discos, teatros, etc.) se consolida y sale
al mercado en 1928, y es la Columbia Broadcasting System (CBS). Esta nueva
cadena, ya sea usando el cable o por onda corta, agrega a su programación local
la retransmisión de servicios de la culta BBC inglesa. La CBS produce asimismo,
desde New York especialmente, grandes programas culturales: uno de ellos se
recuerda como el programa radial del siglo, y es el que realizó en 1938 Orson
Welles
Se ha señalado
que el cine y la radio tienen historias similares. Lo que sin duda es cierto es
que radio, cine, teatro, comedias musicales, son actividades que intercambian
constantemente personal, talentos, técnicas, temáticas y estilos. La radio
recibe sus géneros de los diarios (aspectos informativos), de las revistas, el
cine y el teatro (aspectos dramáticos), de los conciertos y los bailes
populares, de la industria discográfica, de la literatura y de la vida
callejera, para adaptarlos a su cualidad de medio en el que todo ha de
resolverse por la sugestión del sonido. Pero la radio también crea y desarrolla
especialidades y modos de ser propios. Recibió influencias e influenció en
múltiples actividades. A fines de enero de 1927, la nueva ley de radiodifusión
norteamericana salió con apuro. Según el Radio Act., se mantenía el control de
la nación sobre todas las ondas, justificándose la existencia del medio en el
interés, la conveniencia o la necesidad pública. Aseguraba la libertad de emisión (el respeto
por la 4ta. Enmienda de la Constitución), y llevaba la marca antimonopólica, al
prohibir dar licencia a cualquiera que, luego de promulgada la Ley, fuera
declarado culpable de prácticas monopólicas en la fabricación o venta de
aparatos de radio, o de usar métodos desleales de competencia. También contenía
cláusulas destinadas a evitar que los intereses telefónicos controlasen la
radio, o viceversa. Se crea la autoridad de aplicación con el nombre de Federal
Radio Comisión (FRC)[10],
que debe garantizar el cumplimiento de la norma y de entender en el
otorgamiento de las licencias. Pero la Ley, si bien necesaria, ya era obsoleta
al promulgarse, porque apenas se mencionan, en un agregado final, las cadenas,
que por ese tiempo se encontraban en pleno desarrollo y cuyo carácter es
–justamente- oligopólico y censurante. La publicidad tiene también un escaso
papel, distinto de su real función, y ni se menciona la palabra “educación”.
Sin duda las
cadenas permitieron una programación más costosa y atractiva (si no buena),
pero hay que aceptar que llevaron a la homogeinización de las emisiones y al
opacamiento y la desaparición de los talentos locales.
3.2 El modelo Europeo: la BBC
La industria
de la radio era en Inglaterra tan sólida como del otro lado del Atlántico. Sus
clientes eran los emprendimientos militares, los armadores y aficionados. Pero
el gobierno británico quería no sólo preservar sus objetivos de dominio, sino
también evitar el caos en el éter (se citaba como ejemplo perverso a la radio
norteamericana). Pretendía también que se preservaran los intereses económicos
del Correo y que los contenidos no molestaran al pudor medio.
Había ya en
Cournualles (el extremo suroccidental de Inglaterra) una emisora que transmitía
regularmente desde febrero de 1920. El diario Daily Mail organizó allí un concierto el 20 de junio de ese año,
que hizo oír la voz de una famosa cantante (Melba) en muchas partes del mundo
sintonizada por radioaficionados. Los diarios ingleses del mismo modo que los
norteamericanos, veían a la radio como un vehículo de entretenimiento, y de
ninguna manera como portador de noticias o de publicidad, negocios ambos que
los diarios se reservaban para si mismos. Los funcionarios ingleses, de su
lado, se negaban a que la radio propalase el tipo de materiales de éxito fácil
que ya difundía el cine de ese tiempo y los diarios sensacionalistas. Deseaban
cuidar el nivel de las emisiones.
Presionado por
un mercado creciente de radioarmadores y por un público que quería convertirse
en audiencia, el gobierno inglés decide encargar al Correo la tarea de idear
una forma organizativa capaz de asegurar a la radio un modo de financiamiento
no basado en la publicidad. El Correo deseaba mantener su control y prefería el
monopolio. E invitó a dialogar –como interesados en el tema- a los industriales
del sector, a las fuerzas armadas, al ministerio de comercio, y al de las
colonias. El 18 de octubre de 1922 nació la British Broadcasting Company,
compañía privada de carácter monopólico, con un directorio en el que se
hallaban representadas seis empresas (la más importante la Marconi), y el
Correo. Su director fue el ingeniero escocés John O.W. Reith. Las transmisiones
regulares se inician el 14 de noviembre. Los usuarios debían pagar un derecho
anual de audiencia que el Correo se encargaba de cobrar y administrar. Y sólo
podían comercializarse aparatos receptores ingleses con el sello de la BBC,
sobre los que se pagaba impuesto a la producción y a la venta. La Marconi
entonces prácticamente monopolizó el mercado inglés de receptores.
John Reith
establece para la primitiva BBC tres propósitos: informar, educar, entretener.
Desde el
comienzo se dejó sentado que la estación pública tenía que ser independiente de
los partidos y del gobierno, y que su objetivo debía ceñirse a “edificar la
nación, educar el gusto, evitar los detalles escabrosos (…) y no debía buscar
la popularidad mediante escándalos”. Reith era la figura para enunciar y
cumplir tales objetivos. El propósito de la BBC era, fundamentalmente “ayudar a
formar el gusto del público”. No se prohibía hacer publicidad, pero sí cobrar
por ella.
A los pocos
años, una comisión reunida en 1926, en medio de las más grandes convulsiones
sociales del siglo en el país, aconsejó sustituir la estructura de la BBC y
convertirla en una Corporación donde ya no estarían representadas las
industrias: se creó así un ente público autónomo –la British Broadcasting
Corporation en lugar de Company- dotado de una carta emanada del Estado le
aseguraba al autonomía, y regido por un presidente elegido por la Corona: en
suma, un monopolio público destinado a conducir adecuadamente los servicios de
radiodifusión en el país. Su presidente designado fue el mismo John Reith, que
sin duda marcó el carácter de la BBC en toda su trayectoria: sus signos
distintivos fueron la afición por la alta cultura musical y teatral, la
independencia respecto de los partidos políticos y aún del gobierno, y la
búsqueda de cierta neutralidad en las noticias. Música clásica, buenas
interpretaciones de buen teatro, información exenta de opinión.
La cuestión de
la financiación publicitaria directa o indirecta en la radio fue muchas veces
enfrentada por el gobierno y los demás intereses británicos, y finalmente
descartada, no sólo por consideraciones económicas –por lo restringido del
mercado publicitario inicial y por las presiones de los diarios preocupados por
la competencia en la captación de avisos- sino, sobre todo, por consideraciones
ético políticas arraigadas en lo que Doglio y Richeri llaman “democracia
cultural” británica, “entretejida de elementos religiosos y de socialismo
humanitario”, cuyo primer exponente en la radio fue John Reith. En 1952, cuando
se discutía en la Cámara de los Lores la propuesta de crear una red de TV
financiada por publicidad, Reith opinó “Alguien introdujo en Inglaterra el
cristianismo, y alguien introdujo la viruela, la peste bubónica y la Muerte
Negra. También alguien tiene la intención de introducir la publicidad en la
televisión…”[11].
Este también había sido su pensamiento en cuanto a la radio.
La prensa
gráfica inglesa presionó asimismo contra la transmisión de noticias con el
pretexto de que un monopolio público no podía garantizar la objetividad de las
informaciones. Pero no tuvo éxito. Otra cosa que molestaba a los diarios era
que las radios trasmitieran eventos deportivos, puntual de su propia mercancía
informativa.
Los
empresarios teatrales se opusieron inicialmente a que la radio emitiera desde
los teatros, pero ocurrió que estas transmisiones movilizaron al público a
asistir a las representaciones teatrales, y entonces los empresarios dejaron de
protestar.
Al no contar
con la financiación publicitaria, los recursos de la radio británica
consistieron en los cánones de los abonos, la comercialización de los programas
y otros ingresos menores. La BBC estaba administrada por un directorio bajo el
control del jefe de Correos. El ejecutivo quedó en manos del Director General.
Según sus reglamentos, podía buscar sus noticias en todo el mundo, ejercer la
propiedad sobre sus productos literarios, musicales, teatrales, y
discográficos, incluso a través de su impresión, lo que disolvía los muros
entre la prensa y la radio. La nueva BBC introducía orden porque separaba
ámbitos, y las empresas privadas volvían a su tarea industrial. El poder
quedaba centralizado en el sector público, así como en los EEUU había quedado
en manos de monopolios privados.
Doglio y
Richeri sostienen que esta forma radial británica arraiga en la tradición
política e industrial y comercial de la isla, proclive al monopolio: la
presencia de la compañía inglesa Marconi en los EEUU, excitó, en cambio, en ese
país, el crecimiento de una política aparentemente liberal, resistente a los
controles, pero que llevó a la radio a quedar en manos de los grandes consorcios
y de su propio control de la sociedad.
4.
Divergencias y convergencias de los modelos
Podemos
señalar algunas características comunes en el período inicial de la
conformación de políticas para el sector. Si bien desde las condiciones de
propiedad y control, ambas definieron recorridos divergentes. Ambos propiciando
el principio de garantizar el acceso universal.
Como señalan
Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, ambos modelos comparten algunas
características:
“- Considerar a los medios de comunicación como ramas
de la industria con importancia estratégica.
- Separar los diversos sectores para aplicar una la
regulación específica dependiendo del medio (regímenes diferentes basados en la
tecnología).
- Subordinar la comunicación al imperativo del interés
nacional (económico y militar).
Estos rasgos están lógicamente relacionados ya que
cada uno de ello trata al campo de la comunicación como un problema
esencialmente técnico que debe ser resuelto más por técnicos, abogados y
funcionarios que por una elección política democrática.”
Las
comunicaciones se mantienen efectivamente por fuera de la esfera del debate
público y la contienda política, incluso en aquellos que se habían abocado a la
radio en sus primeros años. Esto refleja una política general de parte de los
empresarios y el gobierno de mantener un control estrecho sobre estas
cuestiones de importancia estratégica, y también da lugar a una carencia de
contenido social-cultural en la política para los nuevos medios de entonces.
Esto no significa que no hubiera conciencia respecto del crecimiento de la
significación social y política de los nuevos medios masivos de comunicación,
pero sí condujo a que el terreno de la política fuese efectivamente
despolitizado.
La Radio fue
percibida inicialmente como un aparato industrial y comercial, y su regulación
inicial se orientó a establecer cierto ordenamiento en torno centralmente a
estándares técnicos y usos oficiales de las ondas radioeléctricas. Pero, al
consolidarse como medio masivo de comunicación, el objetivo de las políticas
pronto se modificaron.. Como marcan Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, “Durante las décadas de1920 y 1930, tuvo
lugar mucha legislación y regulación en Estados Unidos (Ej. US Radio Act de
1927 y Communications Acts de 1934) y en Europa (la mayoría estableciendo
diferentes formas de propiedad pública y control gubernamental). Estas medidas
gobernaron los términos de acceso, propósitos y estándares técnicos de
funcionamiento de acuerdo a las primeras nociones del interés público. (…) El control del contenido era más estricto
donde la propiedad pública era elegida por encima de la explotación comercial
de los nuevos medios y al comienzo, la radiodifusión no gozó completamente de las
garantías constitucionales de libertad de prensa.”
Los modelos de
institucionalización del nuevo medio, tanto el Brodcasting de los EEUU como el
servicio público de la BBC - con sus divergencias y convergencias-, dieron
cuenta del interés del Estado por el control de los contenidos y por depreciar
su potencial capacidad de herramienta de organización de los sectores
subalternos. Instalando un patrón de funcionamiento vertical y unidireccional,
dinámica que se potenciara en el conjunto de la industria cultural.
[1] Thomas C. Leonard (The power of the
press, New York: Oxford University Press, 1988).
[2] Ensenszberguer “…….
[3] El término “Radial”
surge de la transmisión desde un centro en todos los sentidos, como los rayos
(radios) de una bicicleta, como las ondas que se forman en el agua tranquila
cuando se tira una piedra.
[4] Broadcasting
es una forma de sembrar (de a puño) en terrenos muy fértiles. Así fue como
sucedió con el auge de la radiodifusión.
[5] Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, “Cambios En El Paradigma De Política De Medios.”miemo, 2007.
[6] Doglio,
Daniele y Richeri, Giuseppe, La radio.
Origini, Storia, Modelli, Milán, Mondadori, 1980.
[8] Erik Barnow, A Tower in babel, New York: Oxford University, Press, EEUU. 1968.
[10] Actualmente la FCC
(Federal Communications Comisión), desde su modificación en 1934 y el arribo de
la televisión.
[11] Briggs, Asa, The History of Broadcasting in the United Kingdom, vol. IV, Sound and Vision, Oxford University
Press, London / New York / Toronto, 1969-79, citado por Doglio y Richeri, op. cit.
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