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Seminario de Diseño Gráfico y Publicitario - Teórico 2 - 18-03-2011 - Cátedra: Savranky

TEORICO NO. 2
MATERIA: SEMINARIO DE DISEÑO GRAFICO Y PUBLICITARIO
CATEDRA: CARLOS SAVRANSKY
FECHA: 18-03-11


Cuando se crean las escuelas de diseño, sobre todo Bauhaus, y tomando los textos de Wassily Kandinski, él relaciona entre producciones visuales y lenguajes verbales.  Incluso Walter Gropius también problematiza en qué medida el orden visual puede constituir un lenguaje universal de la forma. ¿Hay alguna manera de constituir un lenguaje visual universal en cuanto a la producción de forma? Ni Kandinski ni Gropius contaban con el herramental teórico de la lingüística, sino que se guiaban más por intuiciones para descubrir de qué maneras se relacionaban los órdenes verbal y visual. Sus reflexiones fueron elementales al respecto. La reapertura de la Escuela de Bauhaus luego de la Segunda Guerra Mundial va a suponer el estudio sistemático de la semiología. En la década del ’50, encontramos las reflexiones de Roland Barthes. Cómo extender el campo de la semiología verbal a la producción de objetos. Reflexiona sobre objetos visuales, cine y publicidad. Jean Baudrillard también reflexiona sobre los objetos. Siguiendo la tendencia de Barthes, reflexiona sobre el vínculo entre lingüística y producción de objetos. En Bauhaus se incorpora el estudio de la semiótica para ligar la problemática del lenguaje con la problemática de la producción de objetos en el marco de la significación.

Gui Bonsiepe es un diseñador industrial, pero lo que interesa es la reflexión sobre la metodología del diseño, refiriéndonos del pasaje del programa al proyecto. De lo que se trata es de poner en forma un programa, que son las condiciones significativas de lo que tendrá esa forma. Sobre lo que reflexiona Bonsiepe es sobre la metodología de pasaje del programa al proyecto. Plantea las dificultades y hasta cuestiona que haya una metodología posible para ese pasaje.

El texto de Cornelius Castoriadis se llama La creación de lo imaginario en el dominio histórico social. En él desarrolla los conceptos básicos de lo que entiende por imaginario, pues entendemos que el programa es una significación imaginaria, el proyecto es una significación imaginaria, el productor vive inserto en un mundo de significaciones imaginarias y el receptor vive inserto en un mundo de significaciones imaginarias. El imaginario atraviesa la totalidad del proceso de diseño. Junto con el tema de la significación lingüística es que queremos trabajar el tema de la significación imaginaria. Se trata de dos perspectivas que de algún modo se pueden articular, aunque provengan de marcos teóricos y abordajes diferentes. Para Castoriadis, hablar de significaciones imaginarias es también hablar de significaciones lingüísticas (cualquier lenguaje).

Volviendo al tema de la reflexión metodológica de Bonsiepe, en lo referido a la posibilidad o no del pasaje del programa al proyecto, teniendo en consideración que el programa es pensado y verbal mientras que el proyecto es visual y supone una práctica de producción o creación de una forma, a partir de las significaciones del programa de diseño que deberán pasar a una imagen u objeto visual. El tema es que este pasaje supone ir de lo pensado y verbal a la producción de una obra a través de la práctica. ¿Quién piensa y quién hace?  Hay una relación entre pensamiento y cuerpo para que lo que pensamos el cuerpo lo lleve a la práctica de producción de un objeto donde el sentido de este objeto se corresponda con el sentido pensado.

Si lo que estamos planteando es que el diseño es una disciplina proyectual y una disciplina proyectual supone poder anticipar lo que vamos a hacer de modo pensado para que el hacer haga eso que pensamos anticipadamente, que aparezca esta correlación entre lo pensado y lo ya hecho, a través de una práctica, tendrá que haber una relación entre la mente y el cuerpo, entre el pensar y el hacer, para que llevemos a buen término la tarea de diseñar o producir cualquier objeto o cualquier práctica que de cómo resultado aquello que nosotros pensamos que podemos hacer.

El diseño no es una actividad artesanal, sino una disciplina proyectual. La proyectualidad quiere decir anticipar. Etimológicamente hablando, la palabra proyectar proviene del latín. El pro significa “hacia delante”, poder anticipar algo de lo por venir o del ad venir. Al estado de iecto se lo suele plantear como el “estado de lo caído” y se lo suele correlacionar con la caída en el sentido bíblico del término. Se refiere al estado de lo expulsado y lo arrojado del Paraíso. Quiere decir, llevado a un lugar donde todo es ad venir, por venir. Estamos arrojados a algo que sólo podemos hacer nosotros. No contiene más que la pura expectativa de lo ad venir, no existe otra cosa que la expectativa de lo por venir, el lugar de lo incierto. Si nosotros quisiéramos de alguna manera pensar cómo es posible estar arrojado hacia adelante (porque el sufijo pro implica estar arrojado hacia el futuro, poder anticipar algo de lo por venir o del ad venir), tenemos que comparar al sujeto con la cámara oscura. Como si el sujeto humano fuese una cámara, como la cámara oscura, con la posibilidad de que por un orificio por donde entre luz se proyecte una imagen de lo exterior. Se apaga la luz y dentro de la cámara no hay más nada. Lo que se proyecta sobre el fondo de la cámara está durante todo el tiempo que se proyecta, pero una vez que se deja de proyectar no queda nada. Si con la subjetividad humana pasase eso, nosotros mientras percibimos, tenemos algo delante. Dejamos de percibir a nivel sensorial y el mundo desaparece, no habría interioridad. Lo peculiar de la existencia humana es que nosotros tenemos una relación con lo que está fuera de nosotros, que podríamos llamar la trascendencia, no el ser trascendente de otro, la trascendencia como lo que está por fuera de mí. Toda percepción es un ir hacia la trascendencia, hacia lo que está por fuera de uno.

Si la relación con el mundo fuese solo una relación de trascendencia sin que la aprehensión o la constitución del sentido de esa trascendencia al mismo tiempo se convirtiesen en un contenido inmanente, nosotros estaríamos siempre vacíos. Cuando se habla de interiorización, incluso en términos de pura sociología, de que hay interiorización de las condiciones sociales de existencia, quiere decir que estas condiciones sociales de existencia, en tanto suponen sentidos o significaciones que circulan como objetivas en la sociedad porque tienen que ver con prácticas, se interiorizan y por consiguiente, hacen parte en forma inmanente del sujeto. Se convierten en contenidos inmanentes del sujeto.

Puesto que nuestra relación y nuestra experiencia en el mundo al mismo tiempo suponen como contraparte que esa experiencia se convierte en un contenido interior, es justamente porque hay un contenido interior, que nosotros a la vez podemos intentar en virtud de ese contenido de lo que ha sido nuestra experiencia, anticipar las futuras experiencias.

La posibilidad de la anticipación tiene que ver al mismo tiempo con la posibilidad de la interiorización. Tenemos una experiencia del mundo externo, esa experiencia la interiorizamos, los contenidos de esa experiencia son interiores y pertenecen al sujeto o a la gente. En virtud de esa experiencia y de ese contenido interiorizado, es que anticipamos las experiencias futuras. Nos es mucho más difícil anticipar una práctica que vamos a realizar por primera vez que una práctica que ya hemos realizado muchas veces. Si hemos adquirido un hábito, en el sentido cotidiano y pedestre del término, es porque de algún modo hemos reiterado ciertas prácticas y el cuerpo se ha habituado a hacerlas, de modo tal que así y las reproduce en las futuras prácticas.

De la misma manera que uno puede anticipar mediante el hábito, prácticas incorporadas habituales, uno también puede anticipar aquello que desea hacer mediante el pensamiento. El pensamiento tiene capacidad anticipatoria. Nosotros podemos planear hacer determinadas cosas, proponernos hacerlas y por consiguiente anticiparlas mediante el pensamiento. El pensamiento es entonces una actividad anticipatoria. Mediante el pensamiento podemos concebir mentalmente un objeto que deseamos construir. Hablamos concretamente de lo que un diseñador podría hacer en términos de diseño. Esto es válido para construir un programa de diseño. Supongamos que una empresa o partido político nos dice que quiere una campaña. Nos encomienda dos cosas. Que le presentemos un programa que cumpla pautas mínimas que él pone como condiciones mínimas básicas de punto de partida. Nos encomienda un programa de condiciones pensadas y tenemos que llevar adelante una serie de ideas concibiendo mentalmente lo que debería ser ese programa. Una vez que el programa está hecho tenemos que volver a concebir cómo pasamos ese programa pensado o concebido mentalmente a una forma visual. Siempre estamos con esa actividad de anticipación, solo que en el caso del programa de diseño el proceso de anticipación está volcado a la realización de un programa de carácter verbal en donde podemos presentarle al cliente todo lo que hemos elaborado. La relación de anticipación es la que el pensamiento puede hacer sobre el hacer, para que el hacer del cuerpo ejecute esta significación produciendo una obra visual. Sin embargo, necesitamos hacer diferencias entre la anticipación propia de un programa de diseño y la anticipación que supone pasar del programa a la puesta en forma. La tarea de diseñar es concebida como una tarea ligada al cuerpo y se nos plantea la relación entre pensamiento y cuerpo como una relación problemática.  Si el cuerpo se dejase gobernar o comandar por el pensamiento, no tendríamos un problema serio. Pero desde los albores de las reflexiones teóricas, la relación entre pensamiento y cuerpo es una relación problemática que atraviesa el mundo clásico y contemporáneo, pasando por el moderno. Aristóteles se plantea la relación entre el pensamiento y el cuerpo. Piensa al piloto como el pensamiento y al navío como el cuerpo y reflexiona sobre esta relación entre uno y otro como si fuese la relación entre pensamiento y cuerpo. Si el pensamiento gobierna al cuerpo, está todo resuelto, pero si no es así, el cuerpo mantiene su autonomía. Entonces, el pensamiento no determina ni gobierna al cuerpo en su hacer. Todo lo que pensamos que queremos hacer, ¿cómo lo hacemos si el cuerpo es autónomo?

¿Cómo pensar esta relación y cómo pensar la autonomía? Vamos a ver un esquema aristoteliano. El postula una teoría de las cuatro causas. La causa primera es la causa formal o ideal. La causa segunda es la causa material. La causa tercera es la causa eficiente. La causa cuarta es la causa final.

La causa primera o causa ideal o formal es la posibilidad de que alguien conciba en su mente la idea o forma de algo por hacer. En caso de que esa idea por hacer se tuviese que concretar, habría que hacerlo a partir de una materialidad. Para que esa causa ideal se realice materialmente, tiene que haber alguien que la lleve a cabo además de aquel que la concibe, a través de la causa eficiente. La causa final es la concreción material través de la causa eficiente de lo que ha sido pensado.

Aristóteles pone el ejemplo de escultor. La causa ideal es lo que el escultor piensa respecto de la escultura que él quiere hacer. La causa material es el bloque de mármol donde va a tallar lo que ha ideado. La causa eficiente es el propio cuerpo del escultor, capacidad del movimiento de transformar la materia y producir algo. No creamos la materia de esa forma, sólo la transformamos para crear esa forma. No podemos transformar una materia sin movimiento o trabajo. En realidad, el movimiento del cuerpo es el trabajo o causa eficiente de transformar la materia para obtener un objeto. La relación entre el pensamiento y el objeto final está mediada por una materia que tomamos y transformamos mediante el cuerpo o el trabajo corporal, como capacidad de transformación que es la causa eficiente. La causa ideal no es eficiente ella misma. La causa ideal puede pensar algo pero no puede hacer ese algo. Necesita de otra causa. Si fuésemos puro intelecto, no podríamos transformar nada porque el intelecto por sí sólo no puede transformar. Necesita del cuerpo y del trabajo corporal para transformar la materia. De allí que haya un problema entre causa ideal y causa eficiente. Se les llama causa por ser principios de causa. Cualquier cosa que uno hace la hace en función de una finalidad. Por lo tanto antes debemos querer o desear algo. Para que yo realice algo, tengo que tener una idea previa de lo que quiero hacer, una intencionalidad expresa o implícita. Siempre ponemos en juego una significación. No puede haber ninguna producción de algo sin ninguna materialidad.

Otras cosas dice Aristóteles en La Política. Aquel que con su mente piensa algo es amo por naturaleza. Aquel que con su cuerpo realiza lo que otra piensa es esclavo por naturaleza. Están los que piensan y los que hacen. Podemos pensar que se trata de dos personas distintas o de una misma persona que realiza dos funciones. Lo podemos pensar desde la perspectiva marxista de la división del trabajo entre trabajo intelectual y trabajo manual. El que realiza el trabajo intelectual es el amo y el que realiza el trabajo manual es el esclavo. Pero también esto es válido para reflexionar sobre la relación entre pensamiento y cuerpo. En una misma persona el pensamiento es amo y el cuerpo es esclavo. Pero Aristóteles agrega algo interesante. Para que esto se produzca tiene que haber una convergencia entre el pensamiento y la causa eficiente. Tienen que converger hacia la misma cosa porque si no, uno no es esclavo del otro. ¿El pensamiento puede gobernar o determinar al cuerpo en su hacer? Aristóteles se lo plantea. Disyuntiva que será encontrada en Descartes, que también se plantea la cuestión acerca de lo que pasa con la relación entre pensamiento y cuerpo y la pone en término del piloto y del navío. La relación entre pensamiento/psique/alma y cuerpo es no claramente vislumbrada, pero es problemática para Aristóteles, Descartes y Freud. Hay problema entre la psique y el soma. También en Castoriadis. Es un problema harto complejo y no fácil de resolver. Siempre que tenemos que hablar de algún tipo de poiesis (hacer), el tema del hacer, donde queda claro que el hacer es siempre corporal, es donde no podemos entender claramente la relación entre pensamiento y cuerpo. La relación entre lo que el pensamiento puede anticipar y lo que el cuerpo realiza mediante esa anticipación. Bonsiepe lo plantea en su artículo. Podemos tener un programa de diseño enormemente desarrollado. Un programa de diseño se descompone en un conjunto de variables. En ese desarrollo del programa está contenido el objeto, pero el objeto no  está  hecho. Pasar del programa al objeto es un salto sin garantías porque el cuerpo tiene autonomía y no está regido o determinado por el pensamiento. No sabemos si va a responder o no el cuerpo al pensamiento. No es que no haya relación, no es que el sentido pensado no pase al cuerpo para que el cuerpo lo realice. Aparece, pero no como determinación. El problema de la determinación es siempre la problemática relación que existe entre dos esferas, una de ellas es la esfera determinante y otra es la esfera determinada. Para Pierre Bourdieu, de ninguna manera las prácticas son determinadas por el pensamiento. Los contenidos están  interiorizados en forma de disposiciones del cuerpo a hacer y no hacer ciertas cosas y es el cuerpo el que obra en función de estas disposiciones interiorizadas. Pero no hay una determinación de la práctica por el pensamiento, que es individual.

Aparece un concepto complementario de esta problemática que es el de condicionamiento. Una cosa es la determinación y otra el condicionamiento. En la determinación no hay opción. Lo que es determinado no puede ser de otro modo. Pero el condicionamiento es abierto. No hay una única posibilidad. Se abre una cantidad de posibilidades condicionadas. La determinación implica eso y eso, no tengo elección. No son lo mismo. Tenemos que tener en cuenta la diferencia porque el pensamiento puede condicionar las reacciones de un cuerpo pero no determinarlas. Lo que pensamos puede aparecer en las acciones de nuestro cuerpo, pero no es que necesariamente tenga que hacerlo. Si lo hace, es debido a la capacidad del cuerpo de apropiarse del sentido pensado.

El pensamiento siempre se propone fines. Si somos diseñadores, nos proponemos el fin de diseñar tal o cual cosa, pero también lo hace un pintor, un escultor y un político. Acciona en función de estos fines, pero en el arte, política y diseño no siempre lo que nos preponemos hacer es lo que acabamos haciendo. Hay un desfasaje entre lo que nos proponemos y el resultado. De ahí la problemática del pasaje del programa pensado al proyecto hecho. A medida de que el proceso de desarrollo social va creciendo y con él la necesidad del dominio de lo que se piensa en función de las intenciones de lo que se quiere realizar, la sociedad se adentra en la necesidad de planificar cada uno de los aspectos de las acciones en función de lo que se quiere lograr. En la publicidad tratamos de generar la compra del producto y en la propaganda intentamos generar que se vote a un candidato y no a otros. La sociedad permanentemente avanza en querer diseñar algo de la vida cotidiana. Hay diseño en todas las esferas de la vida social y los diseños que prenden reflejan lo que en la sociedad pasa. El armado de una estrategia de diseño supone investigar una cantidad de condiciones que están en la sociedad para garantizar justamente poder llevarlas a cabo. Después tenemos un programa magnífico y nos preguntamos cómo se produce el pasaje para ponerlo en forma. La indagación del gusto social es importante para dar una respuesta estética valida factible de ser tomada por la recepción.

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