Fiske, John (1987) - “Los estudios culturales británicos y la televisión” - Comunicación II - Cátedra Martini
Fiske, John (1987) - “Los estudios culturales británicos y la televisión” - Comunicación II - Cátedra Martini
John Fiske: Los
estudios culturales británicos y la televisión
El
autor comienza señalando que el concepto de cultura no tiene un énfasis
estético, sino político, ya que es definida como un modo de vivir dentro de
la sociedad industrial. Así, los estudios culturales se refieren a la
generación y circulación de sentido en las sociedades industriales.
Tal
es el caso de las investigaciones surgidas en el Centro de Estudios
Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham (CCCS) que son
esencialmente marxistas, en las tradiciones desarrolladas por Althusser y
Gramsci. à Ej.:
Stuart Hall.
La cultura
es reproducida, entre otras fuerzas, por los sentidos que la cultura produce.
Estos sentidos son construcciones de la identidad social por la que la gente
que vive en sociedades capitalistas industriales es capaz de significarse a sí
misma y a sus relaciones sociales.
La
sociedad, no es un todo orgánico sino una red compleja de grupos, cada uno con
intereses distintos y relacionados unos con otros en términos de sus relaciones
de poder con las clases dominantes. Las relaciones son comprendidas en términos
de poder social, en términos de una estructura de dominación que nunca es
estática, sino que siempre tiene un lugar de lucha y constestación. En el terreno
de la cultura, esta lucha se representa en la lucha por la apropiación de
sentido, en la que las clases dominantes buscan naturalizar sus sentidos, e
incorporar sus intereses al sentido común.
La cultura
es ideológica. Y el desarrollo histórico deja serias dudas acerca de la
posibilidad de una sociedad sin ideología, en la cual la gente tenga una
verdadera conciencia de sus relaciones sociales. La idea de una verdad
objetiva, empírica, es insostenible. La verdad debe ser siempre comprendida en
términos de cómo está construida, para quién y en qué momento.
Los aparatos
ideológicos del estado (AIE) representan instituciones sociales que generan
en la gente la tendencia a comportarse y a pensar en modos socialmente
aceptables. Las normas sociales se han desarrollado en función de los intereses
de aquellos que ejercen el poder social, y trabajan para mantener esos espacios
de poder naturalizándolos. Y los AIE se presentan como neutrales, como no
favoreciendo a ninguna clase en particular.
La teoría
althusseriana de la sobredeterminación explica la congruencia entre las
instituciones “relativamente autónomas”, no tanto en función de una base
económica común determinante, sino en relación a una red sobredeterminante de
interrelaciones ideológicas. La ideología, no es un conjunto estancado de ideas
a través de las que vemos el mundo, sino que es una práctica social dinámica,
constantemente en proceso, reproduciéndose a sí misma en los trabajos comunes
de los aparatos. Cada uno de nosotros es construido en sujeto en y por la
ideología, el sujeto es una construcción social y no natural.
Los medios
y el lenguaje juegan un papel muy importante en la constante construcción de la
subjetividad. Althusser usa la palabra “interpelación” para describir ese
trabajo de los medios, quiere decir que cualquier lenguaje visual, verbal,
táctil, es parte de las relaciones sociales y que en nuestra comunicación con
los otros reproducimos las relaciones sociales. La interpelación es el proceso
por el cual el lenguaje identifica y construye una posición social para el
destinatario. En respuesta a nuestro llamado, el destinatario reconoce el
posicionamiento social que nuestro lenguaje ha construido y su respuesta es
cooperativa, adopta esta posición. La interpelación es el proceso por el cual
el lenguaje identifica y contuye una posición social para el destinatario.
Siguiendo
la idea de Gramsci de hegemonía, el consentimiento debe ser constantemente
conquistado y reconquistado, ya que las experiencias materiales y
sociales de la gente hacen presentes constantemente las desventajas de la
subordinación, representando una amenaza permanente para los dominantes. Entonces
la hegemonía es un proceso constante de lucha, frente a las fuerzas de la
resistencia.
Hall
sugirió que existe una necesaria correlación entre la situación social de las
personas y los significados que pueden generar a partir de un programa
televisivo. Postuló una posible tensión entre la estructura del texto, que
necesariamente sostiene la ideología dominante, y la situación social de esos
espectadores, que pueden estar enfrentados a esa ideología. De esta manera,
leer y mirar TV es un proceso de negociación entre el espectador y el texto.
Hay tres
tipos de lecturas según Hall:
- La lectura dominante es producida
por un espectador situado para coincidir con y aceptar la ideología dominante y
la subjetividad que esta produce.
- La lectura negociada es aquella que
realiza un espectador que encaja dentro de la ideología dominante en general,
pero que necesita adecuarla localmente para tomar cuenta de su posición social.
Esta adecuación puede contener elementos de resistencia derivados de la
percepción de zonas de conflicto entre las construcciones de la ideología
dominante y la construcción de la experiencia social basada en las condiciones
materiales del espectador.
- Las lecturas oposicionales las hacen
aquellos cuya posición social los ubica en directa oposición con la ideología
dominante.
La teoría de las lecturas preferentes de
Stuart Hall propone que un texto televisivo sólo puede ser popular si es lo
suficientemente abierto como para admitir una escala de lecturas negociadas, a
través de las cuales diferentes grupos sociales pueden encontrar articulaciones
significantes de sus propias relaciones con la ideología dominante. Porque la
ideología busca privilegiar un conjunto de significados que le convienen, pero
estos no pueden ser impuestos, sino solo antepuestos a los demás. La
heterogeneidad de la audiencia requiere una correspondiente heterogeneidad de
los sentidos del texto. Cualquier texto es polisémico, la heterogeneidad de
las audiencias requiere una correspondiente heterogeneidad de los sentidos del
texto.
Morley critica las
categorías de lectura de Hall, y dice que son muy simplistas. Dice que
hay una amplia gama de lecturas, que van más allá de la clase social, y lo
reemplaza por una teoría del discurso.
Un discurso es un modo
socialmente producido de hablar o pensar acerca de un tópico. Define las
lecturas de los textos televisivos como el momento en que los discursos de los
lectores se encuentran con los discursos de los textos. La lectura se convierte
en una negociación entre el sentido social inscrito en el programa y los
sentidos de la experiencia social construidos por una amplia gama de
espectadores; esta negociación es discursiva.
Los
estudios culturales ven la experiencia televisiva como un movimiento dinámico
constante entre la similaridad y la diferencia. La similaridad es
aquella dimensión de la ideología dominante que está estructurada dentro de las
formas del programa y es común a todos los espectadores para quienes aquel
programa es popular. La dimensión de la diferencia corresponde a la amplia
variedad de grupos que deben ser cubiertos si el programa espera ser popular
con una amplia audiencia. El juego entre la similaridad y la diferencia es
una forma de experimentar la lucha entre la hegemonía y la resistencia. Aunque
existe una gran potencialidad de sentidos, este está proscrito y no es
infinito, el texto no determina su sentido pero delimita la arena de lucha por
ese sentido, marcando el terreno dentro del cual la variedad de lecturas
pueden ser negociadas.
Tontos culturales
Fiske
repasa los estudios de Morley, Williams y Angela Mc Robbie. Ésta última realizó
un estudio sobre el consumo de películas como Flashdance en el
que se contrasta una mirada simplista que considera al cuerpo femenino como
objeto de placer masculino y una mirada más compleja que encuentra en
las adolescentes un conjunto de sentidos atribuidos a la danza y la sexualidad
femenina como contestación y lucha contra la hegemonía patriarcal. La
danza vendría a ser autoerotismo, la expresión de una sexualidad que les da
identidad fuera de la mirada aprobatoria masculina.
Esto
permite dar cuenta de los sentidos que las subculturas subordinadas construyen
en la resistencia a lo dominante. Creer linealmente que hay un sentido
único posible para cada producto cultural sería tratar a los consumidores como
"tontos culturales", según lo denominó Stuart Hall.
Otro
ejemplo es Madonna, más allá de las típicas lecturas, si las fans no son
“tontas culturales”, sino que eligen activamente mirarla, escucharla e
imitarla, debe haber algunas brechas en su imagen que escapan al control
ideológico y permiten a su audiencia construir sentidos que los conecten con sus
propias experiencias sociales. Pensar que los videoclips de Madonna sólo
reproducen las estructuras del patriarcado es no tenerlos en cuenta como un posible
lugar de resistencia femenina contra el control patriarcal. Por eso, desde
la etnografía se verá qué sentidos construyen las adolescentes de la figura de
Madonna. Lo que descubrieron muchas investigaciones es que las adolescentes
consideran que la sexualidad de repostería de Madonna es aceptable porque refleja
los problemas para establecer una identidad sexual satisfactoria dentro de una
ideología opresiva. Por ejemplo, el uso que Madonna hace de la iconografía
religiosa en sus videoclips no es religioso porque no lo hace ni para sostener
ni atacar el rol de la cristiandad en el capitalismo. Más bien intenta
disfrutar de ese uso, ganarlo para los sentidos y el placer que tienen para
ella y no para la ideología dominante. La parodia que hace de la mujer
también puede servir para interrogar a la ideología dominante sobre el lugar de
la mujer en la estructura social. Vestirse y maquillarse de forma llamativa es
una forma de romper con la manera en que son construidos los estereotipos en
el capitalismo patriarcal.
Los
sentidos son relativos y variados, lo que es constante es la forma en que los
textos se relacionan con el sistema social.
Democracia cultural
La
televisión es una moneda de cambio social: algo de qué hablar en la
escuela, el café o en el trabajo.
Cualquier
conjunto de sentidos subculturales o de resistencia producido a partir del
texto, no es “independiente”, sino que
está en
relación con la ideología dominante. Como las subculturas se relacionan
de distintas formas con el sistema social, producirán una variedad de
equivalente de formas de relacionar sus lecturas particulares de la TV con la lectura
preferencial de la ideología dominante. Las relaciones sociales en el
capitalismo siempre involucran una dimensión política, de modo que todos los
sentidos construidos provienen en parte de una base política.
El chimento
es un importante aspecto de la circulación activa de sentidos. Estos usos de la
TV como un facilitador cultural, como un modo de participación en la
circulación de los sentidos, es sólo para comenzar y el chimento o el hablar
sobre la TV ya no es visto como un fin en sí mismo, sino como una manera de
participar activamente en el proceso de producción y circulación de sentido que
constituye la cultura.
Se requieren estudiar tres niveles del
texto/niveles de textualidad:
1) existe
un texto primario en la pantalla televisiva que es producido por la industria
cultural y que necesita ser visto en su contexto como parte de una producción
industrial integral.
2) existe
un subnivel de textos también producidos por la industria cultural, que
incluyen publicidades, críticas, comentarios televisivos, columnas de
chimentos, revisas de fans, etc. Estos ponen en evidencia los modos en que
distintos sentidos del texto primario son activados e insertados en la cultura
por distintas audiencias o subculturas.
3) aquellos
textos que los espectadores producen ellos mismos: sus conversaciones acerca de
la TV, sus cartas a los diarios o revistas, la adopción de estilos o
vestimentas, modos de hablar o aún de pensar en sus propias vidas. Estos tres
niveles se cruzan mutuamente. à Este es un lugar en el que la gente maneja
sus propios sentidos de los contenidos mediatizados, por lo que constituye,
para Fiske, una democracia cultural.
A pesar del
pesimismo de la Escuela de Frankfurt, a pesar del poder de la ideología de
reproducirse a sí misma en sus sujetos, a pesar de las fuerzas hegemónicas de
las clases dominantes, la gente aún maneja la construcción de sus propios
sentidos y la construcción de sus propia cultura dentro de, y frecuentemente en
contra de, aquella que la industria le proporciona. Los estudios culturales
apuntan a comprender y alentar esa democracia cultural trabajando.
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