Martini, Stella - “La comunicación es interacción. Cuando comunicar es hacer: interaccionismo simbólico, Erving Goffman y apuestas en juego” - Comunicación II - Cátedra: Martini
Martini, Stella - “La comunicación es interacción. Cuando comunicar es hacer: interaccionismo simbólico, Erving Goffman y apuestas en juego” - Comunicación II - Cátedra: Martini
La comunicación es comunicación social
Hacia un ordenamiento de la interacción: las reglas del intercambio comunicacional
Los “ruidos” en la interacción: el estigma
“LA COMUNICACIÓN ES INTERACCIÓN”
CUANDO COMUNICAR ES HACER: INTERACCIONISMO SIMBÓLICO,
ERVING GOFFMAN Y APUESTAS EN JUEGO
La comunicación es interacción. Una historia desde las
ciencias sociales.
El
concepto de interacción en relación con el hombre y la sociedad ha sido
trabajado por una corriente de las ciencias sociales en los EE.UU., hacia fines
de la década del '30. Inspirada en el individualismo contractual y en
las teorías económicas y políticas pragmatistas, inaugura la tradición
contemporánea de la teoría social pragmatista bajo el rótulo de interaccionismo simbólico: se inspira
en la creencia, o al menos la esperanza, de que es posible organizar la
sociedad alrededor de una identidad natural de intereses.
Goffman
trabaja en el campo de la microsociología a partir de la categoría de
interacción y no adhiere, sin embargo, de una manera “partidaria” al
interaccionismo simbólico, sino que éste aparece como una de las varias vertientes
que coadyuvaron a sus trabajos iniciales.
El
planteo básico del interaccionismo simbólico, que es una teoría
individualista, es que el hombre se constituye socialmente en su relación o
interacción con los otros hombres, y considerando cualquier objeto con el que
se encuentra como un símbolo que significa o representa la relación de un
sistema más general de significado con su particular circunstancia.
El individuo conoce y constituye su subjetividad según su propia interpretación de la interacción de sí mismo con los otros, y también de la actuación e interpretación de los otros.
El individuo conoce y constituye su subjetividad según su propia interpretación de la interacción de sí mismo con los otros, y también de la actuación e interpretación de los otros.
Para
Goffman “la interacción posee sus mecanismos autorreguladores, que mantienen el
orden: el orden de la interacción. Pero estos mecanismos autorreguladores son
tan frágiles como el orden que protegen”.
El
mundo social es precario: nunca tiene garantizado el orden. En el caso de la
interacción, los actores harán cualquier cosa para evitar el embarazo,la
sanción que afecta tanto a las víctimas como a los causantes cuando éstos
infringen las reglas, provocando el desorden. Y así, con preferencia a sanciones
que podrían precipitar a todos los participantes a una desorganización mayor
aún, las víctimas de una ofensa adoptan una actitud indulgente que Goffman
llama compromiso de conveniencias: estas pequeñas ofensas, seguidas de
otros tantos perdones superficiales, son permanentes en el curso de una
interacción. A veces, es preferible entender la interacción, no como una escena
de armonía, sino como un orden que permite librar una guerra fría. La sociedad
no es una guerra de todos contra todos, no porque los hombres vivan en paz,
sino porque una guerra franca es demasiado costosa. Goffman habla sólo de un
tipo de orden social, el que ve en la interacción, los demás órdenes no son
cosa suya.
Goffman
se ocupa en especial de la interacción a la que llama conversacional;
se fija como objeto el lenguaje como conducta, no como producto, es
decir, no el enunciado de un discurso sino la forma de producirlo, en la medida
en que sostiene que comunicar es una forma de hacer. De esta manera, sus
propuestas se anticipan a la corriente sociolingüística.
Fija
como objeto de análisis el lenguaje en acto, también las diversas formas
de la conducta expresiva, a la que se podría calificar de “espontánea”,
y cuyo soporte es el propio cuerpo del hablante.
John
Austin se plantea “cómo hacer cosas con palabras”: cuando digo “prometo” o
“juro” no sólo emito un enunciado verbal: también se trata de una acción.
Austin llama a este tipo de enunciados, enunciados performativos. Según
Searle, todos los enunciados tienen valor ilocutorio [El valor ilocutorio del lenguaje es aquel por el cual se
atribuye al lenguaje la cualidad no sólo de informar sino a la vez de ser
acción misma]. El objeto
ahora ya no será el sentido lingüístico, o el sentido literal (objeto de la
semántica), sino el sentido comunicado.
Al
concepto de dimensión preformativa de la comunicación verbal, se unen
propuestas como las realizadas por Palo Alto que permiten la ampliación del
objeto a toda la conducta de los individuos, y observando la premisa de que
“todo comunica”.
El
cruce de los campos y las disciplinas para el abordaje del objeto y el carácter
de novedad y de complejidad que ofrecen los estudios sobre la comunicación,
planteada como objeto integrador.
La comunicación es comunicación social
En el acto
comunicativo se produce una interacción entre varios individuos, interacción
del orden simbólico que construye las diversas instancias de las redes
sociales.
Cuando
se concibe la comunicación como actividad social, se coloca un mecanismo de
orden superior por encima de la comunicación (inter)individual. Comunicación
social es conjunto de los códigos y las reglas que hacen posible y mantienen en
la regularidad y la previsibilidad las interacciones y las relaciones entre los
miembros de una misma cultura. Así concebida, la comunicación en la sociedad es
pues permanente: permite que la acción individual se inserte en una
continuidad. El individuo es visto como un actor social, como un
participante de una entidad que lo subsume.
Las
actividades comunicativas son actividades de control, de confirmación, de
“integración”, donde la redundancia juega un papel importante.
El
contexto situacional adquiere un estatus fundamental. Se considera isomorfos al
contexto y al significado.
Metáforas de la interacción: juego y ritual
En
la teoría de la comunicación como interacción la metáfora fuerte es la del
juego: así se fijan las reglas, el rol de los interlocutores y las apuestas,
las ganancias, se establece qué es lo que está en juego.
Bateson:
la actividad lúdica requiere la posibilidad de usar un marcador
metacomunicativo, el mensaje “esto es un juego”. En realidad, toda comunicación
implica la existencia, en un nivel superior de abstracción, de un mensaje
metacomunicativo que da las indicaciones sobre la forma de comprender el
mensaje de base. En consecuencia, la metacomunicación provee un contexto
simultáneo a la comunicación, a medida que aquella se va produciendo.
Lo
que está en juego en una interacción tiene que ver con las gratificaciones y el
poder, por ellos se apuesta, se hace uso de las reglas apropiadas y también
reformuladas o readaptadas, se permiten concesiones.
Goffman
retoma la oposición clásica entre rituales positivos (de homenaje o
celebración) y rituales negativos (de conjuro y de reparación) y expone que las
interacciones son como pequeñas ceremonias con la misma función social que las
grandes ceremonias religiosas: son las que confirman las relaciones sociales.
Goffman
considera el ritual tanto en su dimensión simbólica, como en su dimensión
conductual.
Presta una atención minuciosa a los comportamientos llevados a cabo, y analiza también la resonancia simbólica de esos actos.
Presta una atención minuciosa a los comportamientos llevados a cabo, y analiza también la resonancia simbólica de esos actos.
Hacia un ordenamiento de la interacción: las reglas del intercambio comunicacional
Cualquier
enunciado incluye no sólo lo dicho sino también las condiciones de enunciación:
los modos de producción y la situación que permiten o posibilitan su
concreción, las modalidades del decir ese enunciado.
Se
puede hablar de reglas que organizan el intercambio comunicacional. Las reglas
son enunciados sobre esta oferta de posibilidades: constituyen el conjunto de
conductas permitidas, preferidas, esperadas, y/o proscriptas en una variedad de
situaciones de comunicación. Estos enunciados refieren también las diversas
consecuencias que implican los comportamientos, se sitúen dentro o fuera de la
gama. La explicación fundada en la idea de regla se sustenta en la capacidad de
la personas de comportarse de manera autónoma, ordenada hacia un fin, creativa
y estratégica.
La
vida comunicativa está basada en reglas que permiten la existencia de cierta
regularidad en las interacciones. Las reglas son pues estatutos y exigencias
culturales implícitos de comportamiento social. Los estudios que entienden la
comunicación como interacción difieren en el grado de libertad o de restricción
que tendrían las reglas en la gestión de las conductas. Se puede considerar que
la relación entre los individuos y las reglas es normativa,casi
imperativa. Las reglas normativas tienen un carácter prescriptivo: aquel que no las observa se sitúa
“fuera de la ley”.
Las
reglas normativas son también situacionales, exigen el conocimiento del
contexto en el que rigen; definen una conducta apropiada en los diferentes
contextos.
Existe
también la hipótesis de que la relación entre los individuos y las reglas que
ordenan la comunicación es de utilidad (Goffman). Es posible la
existencia de fórmulas prescriptivas fijas, pero cada individuo hará uso de
ellas según la estrategia que construya para moverse.
Esta
propuesta sugiere que no hay una correspondencia directa entre regla y
situación, ya que un individuo utilizará y/o exigirá el cumplimento de
determinadas reglas según la intencionalidad de su conducta.
Se
plantea pues la noción de preexistencia de situaciones con respecto a los
comportamientos humanos, que implica que los actores sociales sólo tienen que
reconocer una situación y actuar en consecuencia. Los individuos pueden así
usar las reglas en beneficio propio para manipular o definir el significado de
ciertas situaciones.
Las
reglas son consideradas en este caso como una suerte de telón de fondo sobre
el que los agentes sociales pueden proyectar tal o cual escenario y actuar de
manera creativa.
La interacción comunicativa presupone un contrato entre
los interlocutores
La
existencia de reglas implícitas permite hablar de la noción de contrato,
pacto o acuerdo de comunicación. La noción de contrato parece otorgar a la
caracterización de la interacción como un juego un matiz de seriedad, que
apunta no sólo al juego como mero entretenimiento.
Hay
que recordar la diferenciación entre lo dicho (enunciado) y las modalidades del
decir (enunciación): la imagen del que habla (enunciador); la imagen del
destinatario del discurso; la relación entre enunciador y destinatario, que son
entidades discursivas a las que hay que distinguir del emisor real y del
receptor real. Todo soporte de interacción contiene su dispositivo de
enunciación, al que se denomina contrato
o pacto de comunicación.
De saberes y competencias
Concepto
de competencia comunicacional
(Dell Hymes): la capacidad de un individuo de mantener una comunicación
coherente, es la aptitud que implica el conocimiento de los códigos y de su uso
y el manejo creativo de situaciones de comunicación, y de reglas implícitas en
la sociedad en que se desenvuelve.
Pierre
Bourdieu opone a la categoría de competencia, la de capacidad estatutaria una
aptitud determinada por la pertenencia de clase del sujeto, por el estatuto o
status en el interior del sistema social.
Goffman
estudia la capacidad de interacción subyacente en la conducta de los
individuos que, en parte, está normada por reglas sociales. Garfinkel se
interesa por la facultad de interpretación que cualquier individuo tiene
y pone en práctica en sus actividades cotidianas.
Los “ruidos” en la interacción: el estigma
Hay
circunstancias, marcas contextuales que pueden desfavorecer y hasta entorpecer,
torcer y/o cambiar una interacción comunicacional. Una de esas marcas es lo que
Goffman llama el estigma, término
que utiliza para designar un atributo que arroja un descrédito profundo sobre
aquel que lo lleva. Distingue tres tipos de estigmas, las deformidades físicas,
las deficiencias del carácter y los estigmas tribales (raza, nacionalidad,
religión). Todo individuo que no sea portador de algún estigma es considerado
un hombre “normal”.
Se
supone que en una situación comunicativa entre individuos "normales"
se ponen en juego comportamientos estandarizados que forman parte de la
educación y la socialización de cada uno. Pero cuando en una interacción alguno
de los interlocutores es portador de un estigma se produce una cierto quiebre en el contrato de comunicación.
El
portador del estigma debe luchar consigo mismo y con su handicap. En muchos grupos y comunidades muy cerradas hay ejemplos
de un miembro que se desvía: funciones bufonescas, la mascota del grupo, el
idiota del pueblo, el borracho de la aldea, el gordo fraternal, etc.
En
la teoría goffmaniana, el estigma se manifiesta como un desafío a las reglas y
escapa, a pesar de él, a la normalización que rige todo intercambio
comunicacional.
El
concepto de estigma, definido por Goffman como ‘desviación de’, se engancha con
el gran tema del multiculturalismo. Aparece en las situaciones de globalización
“no elegida”.
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