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Goffman, Erving - "Actuaciones" (1959) - Comunicación II - Cátedra: Martini


Goffman, Erving - "Actuaciones" (1959) - Comunicación II - Cátedra: Martini

ERVING  GOFFMAN:
ACTUACIONES (1959)

-Plantea la interacción comunicativa en términos de actuación dramática. Analiza la situación, lleva a cabo un análisis transversal (porque ocurre en el momento). Goffman utiliza la metáfora teatral para considerar a las personas como actores y definir las actuaciones de los individuos en sus interacciones, como si de una obra de teatro se tratase.
-La interacción se va a jugar en términos de acción dramática: actor, escenario, auditorio van a ser los lugares en los cuales de despliega la acción.

Confianza en el papel que desempeña el individuo
Cuando un individuo desempeña un papel, solicita implícitamente a sus observadores que lo tomen en serio, que crean que el sujeto posee en realidad los atributos que aparenta poseer.
De acuerdo con esto, existe el concepto popular de que el individuo ofrece su actuación y presenta su función “para el beneficio de otra gente”. Sería conveniente iniciar un examen de las actuaciones invirtiendo el problema y observando la propia confianza del individuo en la impresión de realidad que intenta engendrar en aquellos entre quienes se encuentra:
- El actuante “sincero” puede creer por completo en sus propios actos, puede estar sinceramente convencido de que la impresión de la realidad que pone en escena es la verdadera realidad.
- El actuante “cínico” puede no engañarse con su propia rutina. Cuando el individuo no deposita confianza en sus actos ni le interesan mayormente las creencias de su público.

No todos los actuantes cínicos que tienen interés por engañar a su auditorio tienen un “interés por sí mismo”, puede engañarlo en bien de este (médicos que dan placebos a los pacientes). A estos actuantes cínicos sus auditorios no les permiten ser sinceros.

Más o menos conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de nosotros desempeña un rol. Es en estos roles donde nos conocemos mutuamente; donde nos conocemos a nosotros mismos. Esta máscara representa el concepto que nos hemos formado de nosotros mismos, el yo que quisiéramos ser. Al fin, nuestra concepción del rol llega a ser una segunda naturaleza y parte integrante de nuestra personalidad.
Podemos encontrar un movimiento natural de vaivén entre cinismo y sinceridad: da el ejemplo del recluta que primero cumple órdenes porque si no recibirá un castigo y luego termina por compartir las convicciones que le han impuesto.
El sincero está mas convencido de lo que está haciendo, pero el cínico tiene mayor control sobre sus actuaciones. El que actúa espontáneamente se ve más inseguro, no le solemos creer tanto como al cínico, quien parece más seguro ante su público. El cínico puede actuar para satisfacer sus objetivos (como sería el ejemplo de un estafador) o puede actuar en pos del otro, entonces actúa frente al otro ayudándolo (un ejemplo seria cuando nuestros padres nos tratan de calmar diciéndonos que esta todo bien cuando en realidad la situación es grave).
Cada uno de nosotros es al mismo tiempo actor y auditorio, todos cumplimos ambos roles a la vez. Entre todos tratamos de sostener la actuación que llevamos a cabo. Nosotros tendemos a avalar las acciones del actor desde el auditorio, y el actor todo el tiempo está construyendo y sosteniendo su actuación. Para Goffman lo que somos es lo que actuamos.

Fachada
Actuación : Toda actividad de un individuo que tiene lugar durante un período señalado por su presencia continúa ante un conjunto particular de observadores y posee cierta influencia sobre ellos.
Fachada (front): parte de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación. La fachada entonces es la dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o inconcientemente por el individuo durante su actuación. 
Partes normales de la fachada:
Medio (setting): incluye el moviliario, el decorado, los equipos y otros elementos propios del trasfondo escénico, que proporcionan el escenario y utilería para el flujo de acción humana que se desarrolla ante, dentro o sobre él. Tiende a permanecer fijo. No puede comenzar a actuar hasta haber llegado al lugar y debe terminar su actuación al abandonarlo. Ej: médico y escena científica de hospitales. Ej: cortejo fúnebre.
Fachada personal: otros elementos de esa dotación, aquellos que debemos identificar íntimamente con el actuante mismo y que, como es natural, esperamos que lo sigan dondequiera que vaya. Ej: el sexo, la edad, el vestido, características raciales, aspecto, porte, lenguaje, expresiones, gestos corporales. Algunos de estos vehículos transmisores de signos son para el individuo relativamente fijos y durante un período de tiempo no varían de una situación a otra. Dentro de la fachada personal podemos hacer una división:
- la “apariencia”: nos informa acerca del estatus social del actuante;
- los “modales” nos advierten acerca del rol de interacción que el actuante esperará desempeñar en la situación que se avecina.
A menudo esperamos, como es natural, una coherencia confirmatoria entre la apariencia y los modales. Es evidente que la apariencia y los modales pueden tender a contradecirse mutuamente, como cuando el actuante que parece ser de condición superior a su auditorio actúa de una manera inesperadamente igualitaria, o íntima. La coherencia representa un tipo ideal que nos proporciona una forma de estimular nuestra atención respecto de las excepciones e interesarnos por ellas.
LA FACHADA TRANSMITE INFORMACIÓN.

Por más especializada y única que sea una rutina, su fachada social tenderá, con algunas excepciones, a reclamar para sí hechos que pueden ser igualmente reclamados y defendidos por otras rutinas algo diferentes. Los observadores no necesitan más que estar familiarizados con un reducido y, por ende, fácilmente manejable vocabulario propio de las fachadas, y saber cómo responder ante estas, a fin de orientarse en una amplia variedad de situaciones.

Existen razones para creer que la tendencia a presentar un gran número de actos diferentes por detrás de un pequeño número de fachadas es una evolución natural de la organización social. Un sistema de parentesco “descriptivo” que da a cada persona un lugar único, sólo puede resultar en comunidades chicas; a medida que el número de personas aumenta la segmentación del clan se hace necesaria para permitir un sistema menos complicado de identificación y tratamiento. Como solución, se interrumpe la diversidad y a todos aquellos comprendidos en una determinada categoría se les permite u obliga a mantener la misma fachada social en ciertas situaciones. La fachada se convierte en una “representación colectiva” y en una realidad empírica.
Cuando un actor adopta un rol social establecido, descubre, por lo general, que ya se le ha asignado una fachada particular. Debe cumplir con ambos cometidos (rol y fachada). Si el individuo adopta una tarea que no sólo es nueva sino que no está bien establecida en la sociedad es probable que descubra que ya existen varias fachadas bien establecidas, entre las cuales debe elegir.

Las fachadas suelen ser seleccionadas, no creadas, y podemos esperar que surjan problemas cuando los que realizan una determinada tarea se ven forzados a seleccionar un frente adecuado para ellos entre varios bastante distintos (ej: anestesistas, enfermeras (subcalificadas) vs. médicos (supercalificados).

Realización  dramática
Si la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que él desea transmitir (ej: árbitro debe actuar rápido para transmitir seguridad).
En el caso de algunos estatus, la dramatización no presenta problema alguno. En muchos casos, sin embargo, la dramatización del propio trabajo constituye un problema (ej: trabajo visible en enfermeras de pos operatorio vs. trabajo invisible de enfermeras clínicas). Así, los individuos se enfrentan a menudo con el dilema de expresión versus acción. Aquellos que poseen el tiempo y el talento para realizar bien una tarea pueden no tener, por la misma razón, ni el tiempo ni el talento para mostrar que lo están haciendo.

Cuando se examina un grupo o clase, se advierte que sus miembros tienden fundamentalmente a conferir a su yo ciertas rutinas determinadas, y a dar menor importancia a las demás. Así un profesional puede estar dispuesto a adoptar un rol muy modesto en la calle, en un negocio, o en su hogar, pero en la esfera social que abarca su manifestación de competencia profesional le preocupará mucho hacer una exhibición efectiva. Le preocupará no tanto la serie completa de las diferentes rutinas que realiza sino tan solo aquella de la cual deriva su reputación ocupacional.

Idealización
Antes señalamos que la actuación de una rutina presenta a través de su fachada algunas exigencias más bien abstractas sobre el público, exigencias que probablemente le serán presentadas durante la actuación de otras rutinas. Esto constituye una forma de “socializar”, moldear y modificar una actuación para adecuarla a la comprensión y expectativas de la sociedad en la cual se representa.

Un aspecto importante del proceso de socialización: la tendencia de los actuantes a ofrecer a sus observadores una impresión que es idealizada de diversas maneras. Así, cuando el individuo se presenta ante otros, su actuación tenderá a incorporar y ejemplificar los valores oficialmente acreditados de la sociedad, tanto más, en realidad, de lo que lo hace su conducta general.

En la medida en que una actuación destaca los valores oficiales corrientes de la sociedad en la cual tiene lugar, podemos considerarla como una ceremonia, un expresivo rejuvenecimiento y reafirmación de los valores morales de la comunidad.

Ej. En la mayoría de las sociedades parece haber un sistema de estratificación y, en la mayoría, existe una idealización de los estratos superiores y cierta aspiración a ascender hasta ellos. 

Símbolos de status.
Si un individuo ha de expresar estándares ideales durante su actuación, tendrá entonces que abstenerse de la acción que no es compatible con ellos o encubrirla. Cuando esta conducta inapropiada es de algún modo satisfactoria, se descubre que esta es gratificada en secreto (Ej: ama de casa que esconde lo que le gusta leer porque queda mal ante los ojos de los invitados; en India, el “consumo secreto”).

Es importante notar que cuando un individuo ofrece una actuación, encubre por lo general algo más que placeres y economías inadecuadas. Podemos aquí señalar algunos de los materiales ocultados.
1.   El actuante oculta que está comprometido con una actividad provechosa incompatible con la actividad que se espera que se obtenga de él. La actividad oficial funciona como una cubierta que oculta la vida vocacional del actuante.
2.   Se trata de que los errores y equivocaciones se corrigen con frecuencia antes de que tenga lugar la actuación. Se intenta mantener impresión de infalibilidad.
3.   El individuo presenta un producto terminado a otros (está ya pulido, empaquetado, no hay rastros del proceso).
4.   Se encubre ante el auditorio todo tipo de “trabajo sucio”, tareas físicamente sucias, semiclandestinas, crueles y degradantes durante la actuación.
5.   El actuante sacrificará aquellos estándares cuya pérdida puede ser encubierta, y hará este sacrificio a fin de mantener otros cuya aplicación inadecuada no puede ocultarse. (ej: local de comidas rápidas, se puede ocultar la calidad no el servicio lento). No se hace un sacrificio a favor del ideal más visible sino del legítimamente más importante.
6.   Encontramos actuantes que con frecuencia fomentan la impresión de que tenían motivos ideales para adquirir el rol que cumplen, que poseen una capacidad ideal para desempeñarlo, y que no era necesario que sufrieran indignidades, insultos y humillaciones ni que hicieran “tratos” a fin de obtenerlo. Es posible que los actuantes intenten incluso dar la impresión de que su aporte y capacidad actuales son algo que siempre han poseído y de que nunca han tenido que abrirse camino dificultosamente a través de un período de aprendizaje.

El actuante encubre o da menor importancia a aquellas actividades, hechos, y motivos incompatibles con una versión idealizada de sí mismo y de sus obras. Además, el que actúa produce a menudo en los miembros de su auditorio la creencia de que está relacionado con ellos de un modo más ideal de lo que en realidad lo está. No nos mostramos a nuestros hijos como a nuestros camaradas de club.

Se produce la “segregación de auditorios”: el sujeto se asegura de que aquellos ante quienes representa uno de sus papeles no sean los mismos individuos ante quienes representa un papel diferente en otro medio. Los individuos fomentan la impresión de que la rutina que realizan en el momento es su única rutina, o al menos la mas importante, el auditorio a su vez da por sentado que el carácter proyectado ante ellos es todo lo que hay detrás del individuo que actúa para ellos.
La idealización es lo que está socialmente pautado, es lo que debe ser.

El mantenimiento del control expresivo
Como ya se señalo el actuante puede confiar en que el auditorio acepte sugerencias menores como signo de algo importante acerca de su actuación pero, también, puede entender erróneamente el significado que debía ser transmitido por la sugerencia, o puede ver un significado molesto en gestos no destinados por el actuante a contener significado alguno. Una sola nota desafinada puede destruir el tono de toda una actuación.
Algunos gestos impensados se producen en una variedad tan grande de actuaciones, y transmiten impresiones que son por lo general tan incompatibles con las que se fomentan, que estos hechos inoportunos han adquirido un status simbólico colectivo. Se los puede agrupar en tres categorías: 
1) Perder momentáneamente el control muscular de sí mismo, ej. Resbaladas, flatulencias. 
2) transmitir la impresión de que se está demasiado ansioso por la interacción o desinteresado de ella, ej. Tartamudear, olvidar parte.
3) el actuante puede permitir que su presentación sufra de una inadecuada dirección dramática.
Y el medio puede no estar en orden, o haber sido preparado para otra actuación.

Las actuaciones difieren, como es natural, en el grado de cuidado expresivo que se requiere que apliquen a cada elemento.
Tendemos a cegarnos ante el hecho de que las actuaciones seculares cotidianas de nuestra sociedad deben pasar con frecuencia por una severa prueba de aptitud, adaptabilidad, corrección y decoro. Como actuantes, somos con frecuencia más conscientes de las normas que podríamos haber aplicado a nuestra actividad, pero que no aplicamos, que de las normas que aplicamos sin pensarlo. Como estudiosos debemos estar preparados para examinar la disonancia creada, por ejemplo, por una palabra mal pronunciada.
La impresión de realidad fomentada por una actuación es algo delicado, frágil, que puede ser destruido por accidentes muy pequeños.
La coherencia expresiva requerida para toda actuación señala una discrepancia fundamental entre nuestros “sí mismos” demasiado humanos y nuestros “sí mismos” socializados. Como seres humanos somos, presumiblemente, criaturas de impulsos variables, con humores y energías que cambian de un momento a otro. En cuánto caracteres para ser presentados ante un público, sin embargo, no debemos estar sometidos a altibajos. Mediante la disciplina social se puede mantener con firmeza una máscara de modales.

Tergiversación
Como integrantes de un auditorio, es natural que sintamos que la impresión que el actuante trata de dar puede ser verdadera o falsa. Esta duda hace que prestemos especial atención a rasgos distintivos de la actuación que no pueden ser manejados fácilmente.
Cuando pensamos en aquellos que presentan una falsa fachada o “solo” una fachada, pensamos en una discrepancia entre las apariencias fomentadas y la realidad. La posición precaria en que se colocan estos actuantes les provoca una inmediata humillación y a veces la pérdida definitiva de su reputación.

Cuando descubrimos que alguien con quien tratamos es un impostor y fraude cabal, descubrimos que no era un beneficiario acreditado del estatus pertinente. Paradójicamente, cuanto más se aproxima la actuación del impostor a la real, más intensamente podemos estar amenazados, porque una actuación competente por alguien que demuestra ser un impostor puede debilitar en nuestros espíritus la conexión moral entre la autorización legítima para desempeñar un papel y la capacidad para hacerlo.
Si bien podemos juzgar con severidad a esos actuantes como a embaucadores que conscientemente falsifican todos los hechos de sus vidas, podemos sentir cierta simpatía por aquellos que no tienen más que una falla fatal y que intentan encubrir en lugar de admitirla y hacer un honroso intento por superarla, como los ex convictos. También con frecuencia experimentamos un sentimiento diferente hacia aquellos que se presentan de manera distinta de lo que son para defender lo que consideran como justos reclamos de una colectividad, o que lo hacen accidentalmente o por divertirse, del que experimentamos hacia quienes procuran con ello obtener beneficios personales, psicológicos o materiales.

Otro enfoque para entender la tergiversación. Se puede definir como mentira “manifiesta”, “categórica” o descarada, aquella en la que puede haber pruebas irrefutables de que el autor sabía que mentía y que así lo hizo premeditadamente. Aquellos que son sorprendidos en el acto de mentir descaradamente pueden perder para siempre su prestigio. Sin embargo, hay muchas “mentiras piadosas” (ej. médicos) para no herir los sentimientos del auditorio al que se miente, y este tipo de falsedad no se considera horrendo. Son matices entre verdad y mentira.
Hay que advertir que difícilmente existe en la vida cotidiana una vocación o relación legítima cuyos actuantes no se ocupen de prácticas encubiertas, incompatibles con las impresiones presentadas. Notemos que una falsa impresión mantenida en una de las rutinas arrojará dudas sobre numerosos campos en los cuales quizá no tenga nada que ocultar.
Todas estas características generales de la actuación pueden verse como limitaciones de la interacción que se burlan del individuo y transforman sus actividades en actuaciones. En lugar de tan solo hacer su tarea y dar rienda suelta a sus sentimientos, expresará la realización de su tarea y transmitirá sus sentimientos de manera aceptable. En general, entonces, la representación de una actividad se alejará en cierto grado de la actividad en sí y, por lo tanto, la tergiversará inevitablemente. Y como al individuo se le exigirá valerse de signos para construir una representación de su actividad, la imagen que construya, por fiel que sea a los hechos, estará sujeta a todas las disrupciones a que están sujetas las impresiones.

No interesa tanto qué actuación es real y cuál no. Interesa cómo se puede romper la impresión de realidad.

Mistificación
La autoridad, tiende siempre a rodearse de formalidades y misterio artificial cuyo objeto es impedir el contacto familiar y dar así a la imaginación una oportunidad para idealizar. Los modales, son muy utilizados por los hombres como medio de autoencubrimiento, que sirve, entre otros muchos fines, para mantener una suerte de ascendencia sobre los hombres sencillos. El pueblo investía al monarca con todas las virtudes y el talento concebibles. Por lo tanto, se decepcionaría si lo viera circular por la calle como cualquier hombre común.
El verdadero secreto existente detrás del misterio es, con frecuencia, que no hay misterio alguno.

Realidad y artificio
Si una actuación ha de tener efecto, será bueno que los testigos puedan creer en todo sentido que los actuantes son sinceros. Los actuantes pueden ser sinceros o no serlo, pero están absolutamente convencidos de su sinceridad. Si bien las personas son, por lo general, lo que aparentan ser, dichas apariencias podrían, no obstante, haber sido dirigidas. Hay entonces una relación estadística entre las apariencias y la realidad, que no es intrínseca ni necesaria. Algunas actuaciones pueden ser llevadas correctamente con plena sinceridad o con exitosa deshonestidad, pero ninguno de estos dos extremos es esencial para las actuaciones en general.
Parece exigírsele al individuo el aprendizaje de suficientes formas de expresión para poder “rellenar” y manejar, con mayor o menor corrección, todo papel que se le pueda dar. En resumen, nuestra actuación es siempre mejor que el conocimiento teórico que de ella tenemos.
Esta capacidad para intercambiar roles desempeñados, al verse obligado a ellos, podría haber sido prevista, aparentemente todo el mundo puede hacerlo. Ser un tipo dado de persona no significa sólo poseer los atributos requeridos, sino también mantener las normas de conducta y apariencia que atribuye el grupo social al que pertenece.
Ser un tipo dado de persona no significa simplemente poseer los atributos de conducta y apariencia que atribuye el grupo social al que se pertenece. Un status, una posición, un lugar social no es algo material para ser poseído y luego exhibido; es una pauta de conducta apropiada, coherente, embellecida y bien articulada.

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