Barthes, Roland - "Retórica de la Imagen" - Seminario de Diseño Gráfico y Publicitario - Cátedra: Savransky
Barthes, Roland - "Retórica de la Imagen" - Seminario de Diseño Gráfico y Publicitario - Cátedra: Savransky
Roland Barthes RETÓRICA DE LA IMAGEN
Según una etimología
antigua, la palabra imagen debería relacionarse con la raíz de imitari.
Henos frente al problema más grave que
pueda plantearse a la semiología de las imágenes: ¿puede acaso la
representación analógica producir verdaderos sistemas de signos y no sólo
simples aglutinaciones de símbolos? ¿Puede concebirse un analógico, y no
digital?
Los lingüistas no son los
únicos en poner en duda la naturaleza lingüista de la imagen. La opinión
corriente considera a la imagen como un lugar de resistencia al sentido, en
nombre de una cierta idea mítica de la Vida: la imagen es re-presentación, en
definitiva, resurrección, y dentro de esta concepción, lo inteligible resulta
antipático a lo vivido. Se siente a la analogía como un sentido pobre: para
unos, la imagen es un sistema muy rudimentario con respecto a la lengua, y para
otros, la significación no puede agotar la riqueza inefable de la imagen.
Aún cuando la imagen sea límite
de sentido, nos permite volver a una verdadera ontología de la significación.
¿De qué modo la imagen adquiere sentido? ¿Dónde termina el sentido? y si
termina, ¿qué hay más allá? Tal lo que quisiéramos plantear aquí, sometiendo la
imagen a un análisis de los mensajes que pueda contener. No estudiaremos más
que la imagen publicitaria. Porque en publicidad la significación de la imagen
es intencional: lo que configura a priori los significados del mensaje
publicitario son atributos del producto, y estos significados deben ser
transmitidos con la mayor claridad posible; si la imagen contiene signos,
estamos pues seguros que en publicidad esos signos están llenos, formados con
vistas a la mejor lectura posible: la imagen publicitaria es franca, o, al
menos, enfática.
Los tres mensajes
: Panzani: Tratemos de extraer los diferentes mensajes que puede contener. La imagen entrega de inmediato un primer mensaje cuya sustancia es lingüística; sus soportes son la leyenda, marginal, y las etiquetas insertadas en la naturalidad de la escena, como en el código del cual está tomado este mensaje no es otro que el de la lengua francesa; para ser descifrado no exige más conocimientos que el de la escritura y francés. Este mensaje puede a su vez descomponerse, pues el signo Panzani no transmite solamente el nombre de la firma, sino también, un significado que es, si se quiere, la italianidad; el mensaje lingüístico es tanto doble de denotación y de connotación; sin embargo. Si hacemos a un lado el mensaje lingüístico, que da la imagen pura. Esta imagen revela de una serie de signos discontinuos. En primer la idea de que se trata, en la escena representada, del regreso del mercado. Este significado implica a su vez dos valores: el de la frescura de los productos y la preparación casera. Su significante es la red entreabierta que deja escapar, las provisiones sobre la mesa. Para leer este primer signo es suficiente un saber que de algún modo está implantado en los usos de una civilización, en la cual se opone al aprovisionamiento expeditivo (conservas, heladeras, eléctricas) de una civilización más mecánica . Hay un segundo signo casi tan evidente como el anterior; su significante es la reunión del tomate, del ají y de la tonalidad tricolor (amarillo, verde, rojo) del afiche. Su significado es Italia, o la italianidad; este signo está en una relación de redundancia con el signo connotado del mensaje lingüístico (el nombre Panzani). El saber movilizado por ese signo es ya más particular: es un saber específicamente, fundado en ciertos estereotipos turísticos. Si se sigue explorando la imagen, se descubren otros dos signos. En uno, diferentes objetos transmite la idea de un servicio total, como si Panzani proveyese de todo lo necesario para la preparación de un plato, y como si, la salsa de tomate de la lata igualase los productos naturales que la rodean, ya que en cierto modo la escena hace de puente entre el origen de los productos y su estado último. En el otro signo, la composición, evoca el recuerdo de representaciones pictóricas de alimentos, remite a un significado estético: es la naturaleza muerta. El saber es cultural. Podría sugerirse que a estos cuatro signos se agrega una última información: se trata de una imagen publicitaria, y proviene, del lugar de la imagen en la revista y de la insistencia de las etiquetas Panzani. Pero esta última información es extensiva a la escena; en la medida en que la naturaleza publicitaria de la imagen es puramente funcional, escapa de algún modo a la significación: proferir algo no quiere decir necesariamente yo hablo, salvo en los sistemas deliberadamente reflexivos como la literatura.
: Panzani: Tratemos de extraer los diferentes mensajes que puede contener. La imagen entrega de inmediato un primer mensaje cuya sustancia es lingüística; sus soportes son la leyenda, marginal, y las etiquetas insertadas en la naturalidad de la escena, como en el código del cual está tomado este mensaje no es otro que el de la lengua francesa; para ser descifrado no exige más conocimientos que el de la escritura y francés. Este mensaje puede a su vez descomponerse, pues el signo Panzani no transmite solamente el nombre de la firma, sino también, un significado que es, si se quiere, la italianidad; el mensaje lingüístico es tanto doble de denotación y de connotación; sin embargo. Si hacemos a un lado el mensaje lingüístico, que da la imagen pura. Esta imagen revela de una serie de signos discontinuos. En primer la idea de que se trata, en la escena representada, del regreso del mercado. Este significado implica a su vez dos valores: el de la frescura de los productos y la preparación casera. Su significante es la red entreabierta que deja escapar, las provisiones sobre la mesa. Para leer este primer signo es suficiente un saber que de algún modo está implantado en los usos de una civilización, en la cual se opone al aprovisionamiento expeditivo (conservas, heladeras, eléctricas) de una civilización más mecánica . Hay un segundo signo casi tan evidente como el anterior; su significante es la reunión del tomate, del ají y de la tonalidad tricolor (amarillo, verde, rojo) del afiche. Su significado es Italia, o la italianidad; este signo está en una relación de redundancia con el signo connotado del mensaje lingüístico (el nombre Panzani). El saber movilizado por ese signo es ya más particular: es un saber específicamente, fundado en ciertos estereotipos turísticos. Si se sigue explorando la imagen, se descubren otros dos signos. En uno, diferentes objetos transmite la idea de un servicio total, como si Panzani proveyese de todo lo necesario para la preparación de un plato, y como si, la salsa de tomate de la lata igualase los productos naturales que la rodean, ya que en cierto modo la escena hace de puente entre el origen de los productos y su estado último. En el otro signo, la composición, evoca el recuerdo de representaciones pictóricas de alimentos, remite a un significado estético: es la naturaleza muerta. El saber es cultural. Podría sugerirse que a estos cuatro signos se agrega una última información: se trata de una imagen publicitaria, y proviene, del lugar de la imagen en la revista y de la insistencia de las etiquetas Panzani. Pero esta última información es extensiva a la escena; en la medida en que la naturaleza publicitaria de la imagen es puramente funcional, escapa de algún modo a la significación: proferir algo no quiere decir necesariamente yo hablo, salvo en los sistemas deliberadamente reflexivos como la literatura.
Para esta imagen, le corresponden cuatros signos que consideraremos,
formando un conjunto coherente, todos son discontinuos, exigen un saber
generalmente cultural y remiten a significados globales (por ejemplo la
italianidad), penetrados de valores eufóricos. Advertiremos pues, después del
mensaje lingüístico, un segundo mensaje de naturaleza icónica. Si retiramos
todos estos signos de la imagen aun quedaría material informativo, sigo con la
lectura de la imagen. Los significados de este tercer mensaje están formados
por los objetos reales de la escena, los significantes de la representación
fotográfica de estos mismos objetos, pero es evidente que la representación
analógica la relación entre la cosa significada y la imagen significante no es
ya arbitraria, no hay necesidad de recurrir, a un tercer término intermediario
bajo la especie de una imagen psíquica del objeto. Este tercer mensaje
especifica, la relación entre significado y significante es casi tautológica,
la fotografía implica una cierta disposición de escena, pero este cambio no es
una transformación. En este caso existe la pérdida de equivalencia (propia de
los verdaderos sistemas de signos) y establecimiento de una cuasi-identidad. En
otras palabras, el signo de este mensaje no proviene de un depósito
institucional, no está codificado, y nos encontramos así frente a la paradoja
de un mensaje sin código.
Si nuestra lectura es
correcta, la fotografía analizada nos propone tres mensajes: un mensaje
lingüístico, un mensaje icónico codificado y un mensaje icónico no codificado.
El mensaje lingüístico puede separarse de los otros dos; pero ¿hasta qué punto
tenemos derecho de distinguir uno de otro los dos mensajes que poseen la misma
sustancia (icónica)? La distinción de los dos mensajes icónicos no se realiza
de modo espontaneo en al lectura normal: el espectador de la imagen recibe a la
vez el mensaje perceptivo y el mensaje cultural, y veremos que esta confusión de lectura corresponde a
la función de la imagen de masa. La distinción tiene, una validez operativa,
análoga a la que permite distinguir en el signo lingüístico un significante y
un significado, a pesar que nadie pueda separar la palabra de su sentido sin
recurrir al metalenguaje de la definición: si la distinción permite describir
la estructura de la imagen de modo coherente y simple y si la descripción así
orientada sirve para una explicación del papel de la imagen en la sociedad, la daremos
justificada.
Ya que no se trata de un
análisis sino de una
descripción estructural, modificaremos ligeramente el orden de los mensajes,
invirtiendo el mensaje cultural y el mensaje literal. De los dos mensajes
icónicos, el primero está impreso sobre el segundo: el mensaje literal aparece
como el soporte del mensaje simbólico. Sabemos que un
sistema que se hace cargo de los signos de otros sistemas para convertirlos en
sus significantes, es un sistema de connotación, de manera que a partir de
ahora llamaremos a la imagen literal Denotada y a la imagen simbólica Connotada.
El mensaje lingüístico
¿Es constante el mensaje
lingüístico? ¿Hay siempre un texto debajo o alrededor de una imagen? Para
encontrar imágenes sin palabras, es necesario remontarse a sociedades
parcialmente analfabetas. A partir de la aparición del libro, la relación entre
el texto y la imagen es frecuente; esta relación parece haber sido poco
estudiada desde el punto de vista estructural. ¿Cuál es la estructura
significante de la ilustración ? ¿Duplica la imagen
ciertas informaciones del texto, por un fenómeno de redundancia, o bien es el
texto el que agrega una información inédita a la imagen? Actualmente, a nivel
de las comunicaciones de masas, es evidente que el mensaje lingüístico esté en
todas las imágenes: como título, leyenda, artículo de prensa, diálogo de
película. Vemos que no es apropiado hablar de una civilización de la imagen:
somos todavía, una civilización de la escritura, la escritura y la palabra son
términos completos de la estructura de la información. Slo cuenta la presencia
del mensaje lingüístico, ni su ubicación ni su longitud parecen pertinentes.
¿Cuáles son las funciones del mensaje lingüístico respecto del mensaje icónico
(doble)? Dos: de anclaje y de relevo (relais).
Como veremos, toda imagen
es polisémica; implica, subyacente a sus significantes, una cadena flotante de significados,
entre los cuales el lector puede elegir algunos e ignorar los otros. La
polisemia da lugar a una interrogación sobre el sentido, aparece como una disfunción, aún cuando la sociedad
recupere esta disfunción bajo forma de juego trágico o poético. En toda
sociedad se desarrollan técnicas destinadas a fijar la cadena flotante de
significados, para combatir el terror de los signos inciertos: el mensaje
lingüístico es una de esas técnicas. A nivel del mensaje literal, la palabra
responde de manera, más o menos directa, a la pregunta: ¿qué es esto? Constituye
una descripción denotada de la imagen (descripción parcial), o según Hjelmslev,
una operación (opuesta a la connotación) La función denominativa corresponde, a
un anclaje de todos los sentidos (denotados) del objeto, mediante el uso de una
nomenclatura. Ante un plato puedo vacilar en identificar las formas y los
volúmenes; la leyenda me ayuda a elegir;
me permite acomodar no sólo mi mirada sino también mi intelección. A nivel del
mensaje simbólico, el mensaje
lingüístico guía la interpretación, impide que los sentidos connotados
proliferen hacia regionales individuales (limita el poder proyectivo de la
imagen).
La leyenda actúa como un
contra-tabú, combate el mito poco grato de lo artificial, relacionado por lo
común con las conservas. En publicidad el anclaje puede ser ideológico, y esta
es sin duda, su función principal: el texto guía al lector entre los
significados de la imagen, hace evitar algunos y recibir otros, y a través de
un dispatching, lo guía hacia un sentido elegido con antelación. En todos los
casos de anclaje, el lenguaje tiene evidentemente una función de elucidación selectiva.
Se trata de un metalenguaje aplicado no a la totalidad del mensaje icónico,
sino a algunos de sus signos. El signo es el derecho de control del creador
sobre la imagen: el anclaje es un control; frente al poder proyectivo de las
figuras, tiene una responsabilidad sobre el empleo del mensaje. Con respecto a
la libertad de los significados de la imagen, el texto tiene un valor represor,
y se comprende que sea en el texto donde la sociedad imponga su moral y su
ideología.
El anclaje es la función
más frecuente del mensaje lingüístico; aparece por lo general en la fotografía
de prensa y en publicidad. La función de relevo es menos frecuente se la
encuentra principalmente en los dibujos humorísticos y en las historietas. La
palabra y la imagen están en relación complementaria. Las palabras, al igual
que las imágenes, son fragmentos de un sintagma más general, y la unidad del
mensaje se cumple en un nivel superior: el de la historia, de la anécdota.
Poco frecuente en la imagen fija, esta palabra
-relevo se vuelve importante en cine, donde el diálogo no tiene una simple
función de elucidación, sino que, hace avanzar la acción. Las dos funciones del
mensaje lingüístico pueden coexistir en un mismo conjunto icónico. Cuando la
palabra tiene un valor diegético de relevo, la información es más costosa,
puesto que requiere el aprendizaje de un código digital (la lengua); cuando
tiene un valor sustitutivo (de anclaje, de control), la imagen es quien posee
la carga informativa, y, como la imagen es analógica, la información es en
cierta medida más perezosa. En algunas
historietas, la diégesis está
confiada a la palabra ya que la imagen recoge las informaciones atributivas, de
orden paradigmático. Se hacen coincidir el mensaje costoso y el mensaje
discursivo, de modo de evitar al lector el aburrimiento.
La imagen denotada.
En la imagen, la distinción
entre el mensaje literal y el mensaje simbólico era operatoria, jamás se
encuentra una imagen literal en estado puro. Las características del mensaje
literal no pueden ser sustanciales, tan sólo relacionales. En primer lugar es un
mensaje privativo, constituido por lo que queda en la imagen cuando se borran
los signos de connotación (no sería posible suprimirlos realmente, pues pueden
impregnar toda la imagen, como en el caso de la naturaleza muerta); este estado
privativo corresponde a virtualidades : se trata de una ausencia de sentido
llena de todos los sentidos; es también mensaje autosuficiente, pues tiene por
lo menos un sentido a nivel de la identificación de la escena representada; la
letra de la imagen corresponde al nivel de lo inteligible, pero esta
inteligibilidad sigue siendo virtual en razón de su pobreza misma, pues
cualquier persona proveniente de una sociedad real cuenta siempre con un saber
superior al saber antropológico y percibe más que la letra; privativo y
suficiente, se comprende que en una perspectiva estética el mensaje denotado
pueda aparecer como una suerte de estado adánico de la imagen. Despojada
utópicamente de sus connotaciones, la imagen se volvería objetiva, inocente.
Este carácter utópico de la denotación se ve reforzado por la, que hace que la
fotografía, en razón de su naturaleza
analógica, constituya un mensaje sin código. Sólo la fotografía tiene el poder
de transmitir la información (literal) sin formarla con la ayuda de signos
discontinuos y reglas de transformación. Es necesario, oponer la fotografía,
mensaje sin código, al dibujo, que, aún denotado, es un mensaje codificado. El
carácter codificado del dibujo aparece en tres niveles: en primer lugar,
reproducir mediante el dibujo un objeto o una escena, exige un conjunto de
transposiciones reglamentadas; en segundo lugar, la operación del dibujo (la
codificación) exige una división entre lo significante y lo insignificante: el
dibujo no reproduce todo, la fotografía, puede elegir su tema, su marco y su
ángulo, pero no puede intervenir en el interior del objeto (salvo en caso de
trucos fotográficos). En otras palabras, la denotación del dibujo es menos pura
que la denotación fotográfica, pues no hay nunca dibujo sin estilo. Finalmente,
el dibujo exige un aprendizaje (Saussure atribuía una gran importancia a este
hecho semiológico). ¿La codificación del mensaje denotado tiene consecuencias
sobre el mensaje connotado?Cierto que la codificación literal prepara y
facilita la connotación, ya que introduce cierta discontinuidad en la imagen,
la hechura de un dibujo ya es
una connotación; pero al mismo tiempo, en la medida en que el dibujo exhibe su
codificación, la relación entre los dos mensajes resulta modificada; ya no se
trata de la relación entre una naturaleza y una cultura (como en el caso de la
fotografía), sino de la relación entre dos culturas: la moral del dibujo no es la
de la fotografía.
En efecto, en la fotografía
-al menos a nivel del mensaje literal-, la relación entre el significado y significante
no es de transformación sino de registro , y la falta de
código refuerza el mito de lo natural en la fotografía: la
escena está ahí, captada mecánicamente, pero no humanamente (lo mecánico es
garantía de objetividad); las intervenciones del hombre en la fotografía
pertenecen al plano de la connotación. Es como si el punto de partida fuese una
fotografía bruta, sobre la cual el hombre dispondría, los signos provenientes
del código cultural. La fotografía instala, no una conciencia del estar-allí de
la cosa (que cualquier copia podría provocar), sino una conciencia del haber
estado allí. Se trata de una nueva categoría del espacio-tiempo: local
inmediata y temporal anterior. Es, a nivel de este mensaje denotado, que se
puede comprender la irrealidad real de la fotografía; su irrealidad es la del
aquí, pues la fotografía no se vive como ilusión, no es una presencia; será necesario
hablar con menos entusiasmo del carácter mágico de la imagen fotográfica. Su
realidad es la del haber-estado-allí, pues en toda fotografía existe la
evidencia siempre sorprendente del: aquello sucedió así, poseemos, una realidad
de la cual estamos protegidos. Esta suerte de ponderación temporal
(haber-estado-allí) disminuye probablemente el poder proyectivo de la imagen:
el aquello fue denota al soy yo. Sería lícito ver entre el cine y la
fotografía, no ya una simple diferencia sino una oposición radical: el cine no
sería fotografía animada; en él, el haber-estado-allí desaparecería en favor de
un estar-allí de la cosa. Esto explicaría el hecho de que pueda existir una
historia del cine, sin verdadera ruptura con las artes anteriores de la
ficción, en cierta medida, la fotografía escaparía a la historia y
representaría un hecho antropológico opaco, nuevo e
insuperable; por primera vez en su historia la humanidad estaría frente a
mensajes sin código; la fotografía no sería el último término de la gran
familia de las imágenes, sino que correspondería a una mutación capital de las
economías de información.
En la medida en que no
implica ningún código (como en la fotografía publicitaria), la imagen denotada
desempeña en la estructura general del mensaje icónico un papel particular que
podemos empezar a definir: la imagen denotada naturaliza el mensaje simbólico,
vuelve inocente el artificio semántico, muy denso, de la connotación. El afiche
Panzani está lleno de símbolos, subsiste en la fotografía un de estar-allí
natural de los objetos, en la medida que el mensaje literal es suficiente: la
naturaleza parece producir la escena; la validez de los sistemas semánticos es
reemplazada por una seudo verdad: la ausencia de código desintelectualiza el
mensaje, parece proporcionar un fundamento natural a los signos de la cultura. Una
paradoja: cuanto más técnica se vuelve la difusión de la información, mayor es
el número de medios para enmascarar el sentido construido bajo la apariencia
del sentido dado.
Retórica de la imagen.
Hemos visto que los signos
del tercer mensaje (mensaje , cultural o
connotado) eran discontinuos; aún cuando el significante parece extenderse a
toda la imagen, no deja de ser un signo separado de los otros: la composición posee un
significado estético; se asemeja a la entonación que, aunque suprasegmental, es
un significante aislado del lenguaje. Estamos frente a un sistema normal, cuyos
signos provienen de un código. Lo que constituye la originalidad del sistema,
es que el número de lecturas de una misma lexia (imagen) varía según los
individuos: en la publicidad Panzani, anteriormente analizada, hemos señalado
cuatro signos de connotación: es probable que existan otros. La variación de
las lecturas no es anárquica, depende de los diferentes saberes contenidos en
la imagen (saber práctico, nacional, cultural, estético), y estos saberes
pueden clasificarse, constituir una tipología: una misma lexia moviliza léxicos
diferentes. En un mismo hombre hay una pluralidad y una coexistencia de
léxicos: el número y la identidad de estos léxicos forman de algún modo el
idiolecto de cada uno. La imagen, en su connotación, estaría constituida por
una arquitectura de signos provenientes de léxicos (de idiolectos), ubicados en
distintos niveles de profundidad. Si, la psique está articulada como un
lenguaje, cada léxico, está codificado. Cuanto más se en la profundidad
psíquica de un individuo, tanto mayor es la rarificación de los signos y mayor
también la posibilidad de clasificarlos: ¿hay acaso algo más sistemático que
las lecturas del Rorschach? La variabilidad de las lecturas no puede entonces
amenazar la de la imagen, si se
admite que esta lengua está compuesta de idiolectos, léxicos o subcódigos: así
como el hombre se articula en lenguajes distintos, del sentido atraviesa por
entero la imagen. La lengua de la imagen
no es sólo el conjunto de palabras emitidas (a nivel del que combina los signos
o crea el mensaje), sino que es el conjunto de palabras recibidas: la lengua
debe incluir las sorpresas del
sentido.
Otra dificultad relacionada
con el análisis de la connotación, consiste en que a la particularidad de sus
significados no corresponde un lenguaje analítico particular. Pueden ser
designados por vocablos provenientes del lenguaje corriente (preparación-culinaria,
naturaleza-muerta, abundancia): el metalenguaje que debe hacerse cargo de ellos
en el momento del análisis no es especial. Esto constituye una dificultad, pues
estos significados tienen una naturaleza semántica particular.
Para expresar estos semas
de connotación, sería preciso un metalenguaje particular. Hemos adelantado
italianidad; son precisamente barbarismos de este tipo lo que con mayor
exactitud podrían dar cuenta de los significados de connotación, pues el sufijo
-tas servía para formar del adjetivo, un
sustantivo abstracto: la italianidad no es Italia, es la esencia de todo lo que
puede ser italiano, Si se aceptase regular artificialmente la denominación de
los semas de connotación, se facilitaría en análisis de su forma. Estos semas
se organizan en campos asociativos, en articulaciones paradigmáticas, quizás
incluso en oposiciones, como dice A. J.
Greimas, según ciertos ejes sémicos: italianidad pertenece a un eje de las
nacionalidades. La reconstrucción de esos ejes no será posible antes de haber
realizado un inventario de los sistemas de connotación, no sólo del de la
imagen sino también de los de otras sustancias. Este campo común de los
significados de connotación, es el de la ideología, que no podría ser única
para una sociedad y una historia dadas, cualquiera sean los significantes de
connotación a los cuales recurra.
A la ideología general
corresponden, significantes de connotación que se especifican según la
sustancia elegida. Llamaremos connotadores a estos significantes, y retórica al
conjunto de connotadores: la retórica aparece como la parte significante de la
ideología. Las retóricas varían fatalmente por su sustancia, pero no por su
forma. Es probable que exista una sola forma retórica, común, al sueño, a la
literatura y a la imagen. De este modo la retórica de la imagen es específica
en la medida en que está sometida a las exigencias físicas de la visión, pero
general en la medida en que las figuras no son más que
relaciones formales de elementos. Si bien esta retórica no puede constituirse
más que a partir de un inventario vasto, puede, preverse que encontraremos en
ella algunas de las figuras señaladas por los antiguos y los clásicos. En
efecto, es probable que entre la metábolas (figuras de sustitución de un
significante por otro), la que proporcione a la imagen el mayor número de sus
connotadores sea la metonimia; y entre las parataxis (figuras del sintagma), la
que domine sea el asíndeton.
Sin embargo, lo más
importante no es hacer el inventario de los connotadores, sino comprender que
en la imagen total ellos constituyen rasgos discontinuos, erráticos. Los
connotadores no llenan toda la lexia, su lectura no la agota. En otras
palabras, todos los elementos de la lexia no pueden ser transformados en
connotadores, subsiste siempre una cierta denotación, sin la cual el discurso
no sería posible. Esto nos lleva nuevamente al mensaje 2, o imagen denotada. En
la propaganda Panzani, las legumbres mediterráneas, el color, la composición, y
hasta la profusión, surgen como bloques erráticos, al mismo tiempo aislados e
insertados en una escena general que tiene su espacio propio y, como lo hemos
visto, su : están en un sintagma que
no es el suyo y que es el de la denotación. Es esta una proposición importante,
pues nos permite fundamentar (retroactivamente) la distinción estructural entre
el mensaje 2 o del mensaje 3 o simbólico, y precisar la función naturalizante
de la denotación respecto de la connotación; sabemos ahora que lo que el sistema del
mensaje connotado es el sintagma del mensaje denotado. En otros términos: la
connotación no es más que sistema, no puede definirse más que en términos de
paradigma; la denotación icónica no es más que sintagma, asocia elementos sin
sistema; los connotadores discontinuos están relacionados, actualizados, a través del
sintagma de la denotación.
Comentarios
Publicar un comentario