Carpio, Adolfo - "Descartes - El Racionalismo" - PCPC - Cátedra: Forster
Descartes- El racionalismo (por Adolfo Carpio)
La nueva
época y la crítica al pensamiento medieval.
Renacimiento (s.
XV y XVI): indica el momento en que el hombre occidental se ha desembarazado de
la confianza en las creencias fundamentales sobre las que había vivido el mundo
medieval.
La concepción
medieval del mundo residía en su constante referencia al más allá, en su
interés dominante por la salvación del hombre. Esto lleva consigo un cierto
deprecio hacia este mundo terreno.
Es una
concepción religiosa del mundo y de la vida, dirigida hacia la divinidad (teocentrismo).
El Renacimiento
vuelve su mirada hacia este mundo, hacia la naturaleza (naturalismo).
La nueva época
concede importancia al cuerpo humano, deleitándose morosamente, mientras que el
artista del Medioevo lo olvidaba.
La concepción
del mundo del Renacimiento es profana.
Ciencia y
tecnología sólo cobran auténtico vigor y originalidad con el siglo XVII (Edad
Moderna).
El Renacimiento
es casi estéril desde el punto de vista filosófico. Las viejas creencias están
prácticamente muertas y urge reemplazarlas, pero no se consigue llevar al plano
del concepto la nueva intuición del mundo que se agita.
El Renacimiento
unas veces intenta renovar la
Antigüedad, reeditar los pensadores antiguos (neoplatonismo),
o tiende en otras ocasiones a precipitarse en el escepticismo. Es una época de
transición, de preparación de lo que luego vendrá en el siglo XVII.
El problema
del método.
El problema se
siente como concerniente al método de la filosofía y de la ciencia. El que
dominaba en la Edad Media
era inútil, ineficaz, que impedía cualquier progreso científico.
Cómo se
caracterizaba el modo de proceder escolástico:
a) El pensamiento medieval reconocía como valedero y decisivo el
llamado criterio de autoridad, es
decir, se admitía que lo dicho por ciertas autoridades (la Biblia, la Iglesia, Aristóteles) era
verdad por el solo hecho de que tales autoridades lo afirmasen.
b) El método escolástico era verbalista,
frecuentemente se enredaba en meras discusiones de palabras, en vez de ir a
las cosas mismas; con sólo vocablos o distinciones pretendía resolver problemas
que, o eran falsos problemas carentes de importancia, o que en realidad sólo
podían solucionarse mediante la observación o cualquier otro procedimiento objetivo.
c) La ciencia y la tecnología escolásticas se valieron en gran medida
del silogismo, que era un
razonamiento deductivo constituido por tres proposiciones o juicios, tales que,
dado los dos primeros, el tercero resulta necesariamente de aquellos dos.
Lo que se objeta al silogismo es que con él en realidad no se amplía
el saber de manera ninguna, porque lo que dice la conclusión ya está dicho y
sabido, aunque sea de manera implícita.
El silogismo, pues, no permite determinar la verdad de los conocimientos;
puede tener valor como método de exposición, es decir, para presentar
ordenadamente verdades ya sabidas.
La nueva época pretende acabar con las discusiones meramente
verbales y proporcionar un método que permita ir a las cosas mismas, de tal
modo que cada individuo pueda lograr el conocimiento y sin recurso a ninguna
autoridad, como no sea la que brota de la razón humana misma.
Sobre el fondo de esta época y de estas críticas es preciso situar a
Descartes.
La filosofía de la desconfianza.
Como filósofo, interesa ante todo caracterizar el “radicalismo” que
singulariza el pensamiento de Descartes. Es una tendencia que apunta hacia las
verdaderas y profundas raíces de algo, hacia los fundamentos últimos.
La filosofía, a pesar de haberse empeñado en ella los más grandes
espíritus de la humanidad, no ha conseguido solucionar ninguno de sus
problemas.
Es esto lo de Descartes no puede soportar: lo dudoso, lo simplemente
verosímil. El conocimiento, o ha de ser absolutamente seguro, o ha de ser
abandonado como teoréticamente insuficiente.
Su pensamiento puede caracterizarse como filosofía de la
desconfianza, y es forzoso empezar
totalmente de nuevo , como si antes nadie hubiese hecho filosofía.
Descartes es un nuevo
hombre, el primer hombre moderno; hombre que aparece
inmediatamente después de los antiguos.
La duda metódica.
El pasado encierra una enseñanza: debemos cuidarnos de no caer en el
error, debemos ser críticos respecto de nosotros mismos, y no sólo del pasado.
El radicalismo cartesiano se presenta ante todo como preocupación
por evitar el error.
Lleva a la construcción de la teoría de la duda metódica. Quiere
convertir a la duda en él método.
El radicalismo quiere alcanzar un saber absolutamente cierto, cuya
verdad sea tan firme que esté más allá de toda posible duda, Descartes busca un
conocimiento absolutamente cierto.
Se debe dudar de todo, para ver si dudando de todo, y aun forzando
la duda hasta sus mismos límites, queda algo que se resista a ella.
(Meditaciones Metafísicas).
El método cartesiano consiste entonces, inicialmente, en emplear la
duda para ver si hay algo capaz de resistirla, y que sea, entonces,
absolutamente cierto. La duda es metódica, es decir que se emplea como un
instrumento. Es también universal, porque habrá de aplicarse a todo sin
excepción, es también por ello mismo hiperbólica, porque será llevada hasta su
último extremo.
Debe dirigirse la duda hacia los principios o fundamentos sobre los
que los conocimientos se apoyan. Puesto que las facultades de conocimiento no
son sino los sentidos y la razón, la marcha del proceso de la duda queda
trazada: se deberá hacer primero la crítica del saber sensible, y luego la del
saber racional.
Crítica del saber sensible.
Debemos dudar del saber sensible ya que no es seguro que los sentidos
no nos engañen, y como son dudosos, se deberá desechar el saber que los
sentidos proporcionan.
Si se le cuestiona el dudar de que uno esté realmente sentado
escribiendo, Descartes argumenta que muchas veces nos confundimos cuando
estamos soñando y creemos que estamos despiertos, con lo cual no se puede
realmente saber cuándo se está despierto, o si se está siempre durmiendo. No
tenemos ningún indicio cierto que nos permita establecer cuándo estamos
despiertos y cuándo dormidos.
Crítica del conocimiento racional.
Al haber en la matemática (la más racional de las ciencias)
posibilidades de equivocarse, cabe la posibilidad de que todos los argumentos
racionales sean falaces, de que todo conocimiento racional sea falso.
Hay conocimientos que son conocidos de manera intuitiva (como que el
todo es mayor que la parte), es decir que son conocidos de manera inmediata,
por simple “inspección del espíritu”.
Descartes propone a esto la teoría del Genio Maligno, que tal vez
nos haya hecho de forma tal que siempre nos equivoquemos, . Descartes no dice
que haya efectivamente tal genio maligno, pero que por ahora no tenemos ninguna
razón para suponer que no lo haya. La hipótesis del genio Maligno representa el
punto máximo de la duda.
Para Descartes la razón misma se hace problema, y una de sus tareas
será justamente la de tratar de fundamentar la razón, el saber racional.
El cogito.
En el momento en que la duda llega al extremo, se convierte en su
opuesto, en conocimiento absolutamente cierto.
Observa que la verdad “yo pienso, luego soy” es firme y segura, y
encuentra el primer principio de la filosofía.
Aunque se suponga que el Genio Maligno pueda existir, uno mismo debe
existir para poder así ser engañado.
El genio nunca conseguirá que uno no sea nada, mientras uno esté
pensando que es algo.
El cogito constituye el primer conocimiento seguro. Es un
conocimiento intuitivo, se lo conoce de modo inmediato, directo, y no a merced
de una premisa mayor de la que se lo deduzca.
El criterio de verdad.
el criterio de verdad es la nota, rasgo o carácter mediante el cual se reconoce que una afirmación es
verdadera, o que nos permite distinguir un conocimiento verdadero de uno falso.
Descartes dice que en el cogito se hallará también el criterio de
verdad, la característica merced a la cual se lo reconoce como verdadero sin
duda ninguna.
Las reglas del método.
Por método entiendo un conjunto de reglas ciertas y fáciles,
observando exactamente nadie tomará jamás lo falso por verdadero y llegará, sin
fatigarse con inútiles esfuerzos del espíritu, sino aumentando progresivamente
su saber, al conocimiento verdadero de todo aquello de que sea capaz.
Primera regla: Se debe admitir como verdadero un conocimiento sólo en caso de que
sea evidente, cuando no se pueda dudar de él. La evidencia tiene dos
caracteres:
-la claridad: un conocimiento es claro cuando está presente y
manifiesto a un espíritu atento. O sea, cuando a la idea a la que me refiero
está inmediatamente presente ante el espíritu.
-la distinción: si en este conocimiento de algo no hay nada que no
le pertenezca a ese algo, el conocimiento será distinto.
Claro se opone a oscuro, y distinto a confuso.
Debemos guardarnos de dos fuertes propensiones de nuestro espíritu:
-la precipitación, que es afirmar o negar algo antes de haber
llegado a la evidencia.
-la prevención equivale a los prejuicios y en general a todos los
conocimientos, falsos o verdaderos, que nos han llegado por tradición,
educación, factores sociales, etc., y no por la evidencia.
Segunda regla: análisis: se deben dividir cada una de las dificultades que
examinaré, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor
solución. La división es a la vez el procedimiento para alcanzar la evidencia.
Tercera regla: síntesis: se debe hacer un estudio de la relación recíproca de
aquellas distintas partes y con la visión de conjunto. Se debe conducir
ordenadamente los pensamientos, empezando por los objetos más simples y más
fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el
conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que
no se preceden naturalmente.
En todo proceso se debe partir siempre de lo más sencillo, y de allí
proceder hacia lo más complicado.
Cuarta regla: enumeración: examinar con cuidado la cuestión estudiada para ver si
no hay algún tema o aspecto que se haya pasado por alto, sea en el momento
analítico o en el sintético. Nuestro espíritu no puede abarcar todas las cosas
a la vez así que marcha paso a paso.
La “cosa” pensante. Las ideas innatas.
¿Qué soy yo?
Yo soy una substancia o cosa pensante, una cosa cuya propiedad
fundamental, esencial, definitoria, consiste en pensar. Para Descartes “pensar”
es prácticamente sinónimo de toda actividad psíquica consciente.
La cosa pensante o alma, es independiente del cuerpo, y más fácil de
conocer que éste, porque todavía no sé si tengo cuerpo o no. La existencia de
mi alma o yo es absolutamente indubitable.
Entre los pensamientos hay algunos que tienen singular importancia,
y que Descartes llama “ideas”.
A las imágenes de las cosas corresponde el nombre de ideas, para
diferenciarlos de otros como por ejemplo un dolor, una pasión, etc. Son las
representaciones mentales de las cosas.
Las ideas se subdividen en innatas, adventicias y facticias.
Las adventicias son aquellas que parecen venirnos del exterior,
mediante los sentidos, como las ideas de rojo, etc. Las facticias son las que
nosotros mismos elaboramos mediante la imaginación, como la idea de centauro.
Las innatas son aquellas que el alma trae consigo, como constituyendo su
patrimonio original, con total independencia de la experiencia. Ej ideas de
Dios, alma, círculo, mayor, etc.
Con ideas innatas trabaja propiamente la razón, tal como ocurre por
ejemplo con el conocimiento matemático, y de ellas, si nos atenemos
rigurosamente al método, nos proporcionarían siempre un conocimiento evidente,
absolutamente seguro.
Se debe eliminar
completamente la idea del genio maligno, y esto lo logra Descartes mediante la
demostración de la existencia de Dios.
Existencia y veracidad de Dios.
La idea de Dios debe ser producida por alguien, porque no sale de la
nada. Esa causa no puedo serla yo, porque soy imperfecto, (la prueba está en
que dudo), y lo imperfecto no puede ser causa de lo perfecto, ya que en tal
caso habría falta de proporción entre la causa y el efecto, y el efecto no
puede ser nunca mayor que la causa. Es preciso entonces que esa idea me la haya
puesto alguien más perfecto que yo, a saber, Dios. Por tanto, Dios existe.
Otra causa: si tengo la idea de un ente perfecto, no le puede faltar
nada, porque sino sería imperfecto; por lo tanto tiene que existir, porque si
no existiese le faltaría la existencia, sería inexistente y es evidente que
esto sería una imperfección.
La veracidad de Dios es la garantía y fundamento de la verdad del
conocimiento evidente, claro y distinto.
Si Dios nos ha hecho, con nuestra razón e ideas innatas, esto quiere
decir que esta razón y estas ideas son instrumentos válidos para el
conocimiento.
Si nos equivocamos, esto no viene de Dios, que nos hecho tan
perfectos como pueden serlo seres finitos como nosotros, sino por nuestra
culpa, porque nos apresuramos a juzgar antes de haber llegado al conocimiento
claro y distinto.
La substancia extensa.
Encuentro en mí la posibilidad de cambiar de lugar, de colocarme en
diversas posiciones, etc. El movimiento supone algo que se mueve, y sólo es
concebible si hay una substancia espacial a la cual me halle unido. Por ende,
los movimientos “deben pertenecer a una substancia corpórea o extensa, y no a
una substancia inteligente, puesto que en su concepto claro y distinto hay
contenida cierta suerte de extensión, más no de inteligencia”.
Es imposible dudar de que tengo sensaciones, de que tengo la
facultad de recibir ideas de cosas sensibles. Estas ideas han de tener una
causa. Esa causa no puedo ser yo, yo no soy consciente de producirlas, sino que
las recibo pasivamente, por lo que habrán de ser producto de una substancia
diferente de mí.
Siento además una tendencia a creer que las ideas adventicias parten
de las cosas corporales. Esta inclinación natural ha sido puesta en mí por
Dios, y como Éste no es engañador, hay que concluir que existen cosas
corporales.
El Racionalismo.
El empirismo es un movimiento de oposición, cuyo objeto de crítica y
lucha es el racionalismo. Esta polémica tiene enorme importancia en nuestra
cultura pues imprime un sello característico a la historia europea de los
siglos XVII y XVIII.
Según el Racionalismo, el
verdadero conocimiento es el conocimiento necesario y universal, el que
se logra con la sola y exclusiva ayuda de la razón, sin recurso alguno de la
experiencia ni de los sentidos.
Aquello en lo que debe fijarse la atención, de modo exclusivo, no
son las figuras ni las imágenes que pasan por nuestra mente, sino solamente los
conceptos (las ideas innatas), tal como ocurre en las matemáticas, que son
siempre para el racionalismo el modelo ideal de todo conocimiento.
Idea clara y distinta es justamente aquella idea cuyo significado se
lo concibe en función de ella misma, de su definición, de su esencia.
El racionalismo está
persuadido de que, así como en las matemáticas, partiendo de puros
conceptos se llega a los conocimientos más complicados, y ello de modo
universal y necesario, de la misma manera en filosofía se podría conocer toda
la realidad, deducirla.
Supuestos del Racionalismo.
La verdadera estructura de las cosas, más allá de las apariencias o
fenómenos que nos dan los sentidos, es racional, vale decir que tiene un fondo o
trasfondo inteligible o nouménico que constituye el verdadero ser de las cosas.
La razón de la que nos habla el racionalismo no tiene nada que ver
con aquella que pueda hablarnos la psicología, porque la psicología es ciencia
empírica. La razón es una facultad de conocer innata.
Dios nos ha creado y en su infinita bondad y veracidad no puede
querer engañarnos, por esto es que la razón proporciona conocimientos válidos.
Entre las ideas innatas hay dos conceptos fundamentales:
-substancia: es el modo de ser fundamental y primario, todo lo que
es, o es cosa, o es propiedad o característica de alguna cosa.
-causalidad: representa una relación necesaria de nuestro
pensamiento y de las cosas, que Descartes dice que es una verdad eterna.
La substancia permanece igual por debajo, es aquello que en la cosa
es lo permanente, lo inmutable a través de los cambios. Existe por sí misma y
en sí misma, sirviendo de unidad, sostén y fundamento de los accidentes, y
sosteniéndose y bastándose a sí misma.
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