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De Certau, M - "La belleza de lo muerto: Nisard" - Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva - Cátedra: Alabarces

De Certau, M - "La belleza de lo muerto: Nisard" - Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva - Cátedra: Alabarces


La cultura popular supone una operación que no se confiesa: fue necesario censurarla para comenzar a estudiarla, y es por eso que como dice el título de este capítulo, en este caso un fenómeno aparece interesante para los científicos sólo cuando ya no entraña ningún peligro.

El nacimiento de los estudios dedicados a la literatura de cordel (que inicia Nisard con un libro de 1854, a partir de su cargo de secretario adjunto de policía) está ligado a la censura de esa literatura. Es así como una curiosidad científica nace de una represión política que implicó la censura de esos libros, que fueron retirados al pueblo y reservados a letrados o aficionados.

Una cosa similar demostró Soriano en los tiempos de la Fronda, entre 1647 y 1653. Este sistema todavía funciona. Si otrora era movilizados por convicciones conservadoras, como Nisard, hoy los estudios vinculados con la cultura popular son de inspiración marxista o, al menos, populista. El saber sigue ligado a un poder que lo autoriza. Para que esta tendencia dentro del campo científico cambie, no basta con cambiar la metodología, sino que es preciso una acción política.


Nacimiento de un exotismo

Dos momentos permiten ver el nacimiento de un sentimiento de exotismo por lo interior: finales del s. 18 y 1850/1890.

La aristocracia liberal e ilustrada del s. 18 tenía cierto entusiasmo por lo popular, que se encontraba en las campiñas, dado que en la ciudad las jerarquías tradicionales se estaban diluyendo y había que retornar a la pureza original.  Allí estaba el “salvaje del interior” que contaba con la ventaja de estar civilizado en costumbres cristianas.

A su vez, la unidad nacional se logrará a través de la instrucción, que es lo mismo que decir una resistencia a la ignorancia.

Nisard

El período 1850/1890 definió la segunda etapa de esta estrategia de castración contra un pueblo que de allí en más se constituye como objeto de ciencia, a partir del folklorismo.

Se decía que los escritos llamados populares se encargaban de dividir a la sociedad en dos clases: ricos tiranos y pobres víctimas, generando disgregación en una época donde debía imperar la unión en Francia.

Es por eso que se crea en Francia hacia 1852 una comisión de examen de los libros de Cordel., mientras que Charles Nisard es designado secretario de esta comisión, y es quien hace el primer estudio de la cultura popular. La prohibición pesaba sobre obreros y campesinos, pero no sobre eruditos, bibliófilos y coleccionistas.

La belle époque del folklore

Veinticinco años más tarde, la primera oleada folclórica es contemporánea de los comienzos de la Tercera República. Su interés es como la contracara de la censura: en lugar de eliminar pretende integrar de manera razonada. Esto “empaca” a la cultura popular, que deja de ser inquietante.

Aquí lo popular  está asociado a lo natural, ingenuo, espontáneo, verdadero, infancia. Y es razonable que a partir de aquí popular sea asimilado a campesino: las elites –junto con su cultura- eran amenazadas por las clases trabajadoras de la ciudades, sobre todo en París, mientras que el campo no estaba contaminado por estas influencias de la ciudad. Ante esta amenaza, el pueblo es el buen salvaje que constituye la reserva o el museo. Esto puede parecer una postura simpática, pero en realidad es violenta.

El origen de la cultura popular ejerce gran presión sobre el concepto. La eliminación de la amenaza popular, dice De Certau, está en el origen de su constitución como objeto de estudio. La crítica es que la literatura científica oculta el acto inicial que le dio origen, y  no va resolver sus contradicciones internas –que hoy se pueden apreciar a la hora de buscar definiciones sobre lo popular- hasta que no recupere este principio.

Una obra se juzga por lo que calla, y los estudios científicos callan mucho. Tres temas aparecen muy poco estudiados: el niño, la sexualidad y la violencia.
Niño. Para Soriano, la literatura infantil sería una forma de sustitución de la presencia de los padres. En realidad, muchos signos indican lo contrario. Hay muy pocos niños en la literatura relevada. Cuando aparece, el niño tiene las características del adulto (el pequeño brujo, el niño sabio). Confirma que no hay dos sabidurías o dos morales, sino que la de los padres seguirá siendo la de los niños en el futuro.
Sexualidad.  En la mayoría de los estudios impresiona el silencio que hay sobre la sexualidad. Las relaciones amorosas caen dentro de la esfera de lo  mágico.
Violencia: no hay ninguna aparición en esta literatura de referencias a las clases amenazantes, peligrosas, e incluso llegan a olvidarse, por ejemplo, las revueltas campesinas. En el s. 19 ocurrió lo mismo, dado que los folkloristas borraban las guerras. Las sublevaciones populares sólo emergen en los estudios de los eruditos como una objeto lastimoso a preservar.

La violencia ha sido  erradicada de la literatura porque esta fue antes objeto de violencia. Por ejemplo, los estudios de Nisard sobre la literatura de Cordel, en 1854, son posibles contragolpes a la derrota de los movimientos republicanos y socialistas de 1848 y las instalación del Imperio en 1852. la violencia política explica la desaparición de la violencia en el estudio de la cultura popular.
El tema es averiguar desde dónde se habla cuando nos referimos a la cultura popular, y desde dónde habla la comunidad científica. El problema se convierte en político, ya que pone en cuestión la función social y el principio represivo de la cultura letrada.
Los científicos que se encargan de estudiar lo popular, por definición, están parados en la cultura letrada, y es por esto la pregunta: ¿Existe la cultura popular más allá del acto que la suprime?

Reflexiones sobre la violencia. Presentación /Inés Izaguirre

Al igual que ocurre con todos los conceptos, incluso aquellos de uso cotidiano que nos parecen sintetizar hecho de evidencia directa, tampoco para la violencia existen observables directos. Un hecho es siempre el producto de una composición de una parte provista por los objetos y otra construida por el sujeto.
Se reconoce así la posibilidad de existencia de formas reales de violencia no visible que, sin embargo, operan sobre lo que es esencia l vínculo violento: el sometimiento de una de las partes. La violencia es un vínculo, una forma de relación social por la cual uno de los términos realiza su poder acumulado.
Usualmente cuando hablamos de violencia nos referimos a la fuerza material, pero la fuerza de estas imágenes encubre las relaciones violentas más frecuentes y que por ello han sido naturalizadas. Acá podemos colocar la violencia del acto científico de conocer lo popular.|
Otro componente esencial de las relaciones violentas es la negación al otra  a existir como diferente o disidente. Por ejemplo, en el fascismo esta negación alcanza a los cuerpos portadores de diferencias, la base del genocidio.

Sin trabajo vivo,  sin cuerpos, no hay valor ni poder. La teoría logró objetivar las instancias que constituyen el “espacio del valor”, pero no ha pasado todavía lo mismo con las instancias que constituyen el espacio del poder. El poder es fuerza material, pero todavía es difícil  verlo, y por lo general lo localizamos en el Estado o como atributo de ciertas personas.

La relación de poder es resultante de una situación inicial de violencia. Hay violencia cada vez que se destruyen relaciones sociales establecidas, pero también cada vez que se construyen en su lugar nuevas relaciones, que no sólo impiden reconocer la situación anterior, sino que producen nuevos lazos de obediencia.

Cosas dichas: los usos del pueblo

Antes de iniciar las discusiones sobre el pueblo o lo popular hay que tener bien claro que es una apuesta en la lucha de los intelectuales. Ser o sentirse autorizado para hablar del pueblo puede constituir una fuerza cada vez más grande cuanto más débil es la autonomía relativa del campo considerado. Esto se ve claro en el campo político, donde se puede jugar con todas las ambigüedades de la palabra pueblo: clases populares, proletariado, nación. A la vez, en el campo literario o artístico es mínima, que llegado a un alto grado de autonomía donde el éxito popular entraña una forma devaluada del productor.

Si lo popular negativo, es decir, lo popular entendido como vulgar, se define ante todo como el conjunto de los bienes o de los servicios culturales que presentan el obstáculo para la imposición de legitimidad por la cuales los profesionales tienden a producir el mercado,  lo popular  positivo, como la pintura ingenua o la música folk, es el producto de inversión de signo que ciertos clérigos operan con una preocupación de rehabilitación que es inseparable de la preocupación pos su propio ennoblecimiento.
Los escritores salidos de las regiones dominadas del espacio social peguen, con posibilidades de éxito tanto más débiles cuanto mayor es la autonomía del campo considerado, jugar con su supuesta proximidad al pueblo. En esos casos, la relación con los orígenes es vivida de manera tan dramática que es difícil describir esta estrategia como el resultado de un cálculo cínico.

El análisis de la relación previa con el objeto es necesidad para el investigador que pretende escapar del etnocentrismo de clase y del populismo. El populismo puede hacer desaparecer los efectos de la dominación, dado que cuando se interesa en mostrar que el pueblo no tiene nada que envidiar a los burgueses en cuanto a cultura y distinción, olvida que participa en un juego donde los dominantes determinan a cada momento la regla.
Aquellos que por la preocupación de rehabilitarla hablan de cultura popular o lengua popular son víctimas de la lógica que lleva a los grupos estigmatizados a reivindicar el estigma como signo de su identidad.

Cuando la búsqueda dominada de la distinción lleva a los dominados a  afirmar eso según lo cual ellos mismo son constituidos como dominados y vulgares, no es posible hablar de resistencia.  Cuando a la inversa, los dominados trabajan para perder las características que los constituyen de esa manera y para apropiarse de eso en cuya comparación aparecen como vulgares, puede haber liberación. Esta contradicción no quieren admitirla quienes hablan  de cultura popular.  La resistencia puede ser alienante y la sumisión liberadora. La resistencia toma las formas más inesperadas, a punto tal que ni el ojo entrenado puede a veces verla.

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