Thompson - "Introducción “Costumbre y cultura” en Costumbres en común" - Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva - Cátedra: Alabarces
Thompson - "Introducción “Costumbre y cultura” en Costumbres en común" - Seminario de Cultura Popular y Cultura Masiva - Cátedra: Alabarces
Idea de costumbre tal como se la expresaba en la
cultura de los trabajadores del siglo XVIII: de hecho, algunas “costumbres”
eran inventos recientes y, en realidad, constituían la reivindicación de nuevos
“derechos”. Desde arriba se ejercía presión sobre el pueblo para que
“reformara” la cultura popular, el conocimiento de las letras iba desplazando
la transmisión oral y la ilustración se filtraba de las clases superiores a las subordinadas.
Las
presiones “reformistas” encontraban una resistencia empecinada y el siglo XVII
fue testigo de cómo se creaba una distancia profunda entre la cultura de los
patricios y la de los plebeyos.
Desde su
mismo origen, el folclore llevó consigo la sensación de distanciamiento
condescendiente, de subordinación y de las costumbres como reliquias.
En siglos
anteriores, el término “costumbre” se usaba para expresar gran parte de lo que
ahora lleva consigo la palabra “cultura”. La costumbre era la 2da naturaleza
del hombre.
Francis
Baconà”Dado
que la costumbre es el Magistrado principal de la Vida del Hombre, que los
Hombres, a toda Costa, se esfuercen por obtener buenas Costumbres. La costumbre
alcanza la mayor perfección cuando empieza en los años Jóvenes; a Esto lo
llamamos Educación, la cual no es, en Realidad, nada salvo Costumbre de los
primeros años de vida”
Mandevilleà “
Para que la sociedad sea Feliz y la Gente se sienta Cómoda bajo las peores
circunstancias, es preciso que gran nº de personas sean Ignorantes además de
Pobres.”
Si a muchos
de los “pobres” se les negaba la educación ¿ a qué otra cosa podían recurrir
salvo a la transmisión oral con su pesada carga de “costumbre”? Si el folclore
del siglo XIX , al separar las reliquias de su contexto, perdía la conciencia
de las costumbres como ambiente y mentalidad, también perdía de vista las
funciones racionales de muchas costumbres dentro de las actividades del trabajo
diario y semanal. Muchas costumbres eran respaldadas y a veces impuestas por la
presión y la protesta populares. “Costumbre” era una palabra operativa y
llevaba consigo muchos de los significados que ahora atribuimos a “cultura” y
tenía afinidades con la “ley común”.
Frecuentemente
la invocación de la “costumbre” de un oficio o una ocupación, indicaba un uso
ejercido durante tanto tiempo que había adquirido visos privilegio o derecho.
Muchos de los ejemplos clásicos de luchas que tuvieron lugar al entrar en la
Revolución Industrial giraban tanto en torno a las costumbres como a los salarios
o las condiciones de trabajo.
La mayoría
de estas costumbres pueden calificarse de “visibles”: estaban codificadas de
alguna forma. Pero cuando la cultura plebeya se hizo más opaca a la inspección
de las clases altas, también otras costumbres se hicieron menos visibles. Las
ceremonias y las procesiones de los oficios se habían incorporado al calendario
del año empresarial. Pero en el siglo XIX estas procesiones perdieron el
respaldo consensual de los “oficios”, infundían temor a los patronos y a las corporaciones
porque creían que daban pie al desorden (y a veces era así), los santos ya no
eran venerados en las calles sino en los clubes o sociedades de amigos.
Esto es
sintomático de la disociación entre las culturas patricia y plebeya en el siglo
XVII y comienzos del XIX. Es difícil no ver esta división en términos
clasistas.
Lejos de
tener la permanencia fija que sugiere la
palabra “tradición”, la costumbre era un campo de cambio y de contienda, una
palestra en la que intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias. Es por
eso que hay que tener cuidado sobre las generalizaciones al hablar de “cultura
popular”. Esto puede sugerir una visión demasiado consensual de esta cultura
como “sistema de significados, actitudes y valores compartidos, y las formas
simbólicas en las cuales cobran cuerpo”
Pero una cultura también es un fondo de recursos diversos, en el cual el
tráfico tiene lugar entre lo escrito y lo oral, lo superior y lo subordinado,
el pueblo y la metrópoli; es una palestra de elementos conflictivos, que
requiere un poco de presión para cobrar forma de “ sistema”. El mismo término
“cultura”, con su invocación de consenso, puede servir para distraer la
atención de las contradicciones sociales y culturales, de las fracturas y las
oposiciones dentro del conjunto.
Las
generalizaciones sobre los universales de la “cultura popular” pierden su
contenido a menos que se coloquen firmemente dentro de contextos históricos
específicos. La cultura plebeya que se vestía con la retórica de la “costumbre”
no se definía a sí misma ni era independiente de las influencias externas.
El autor
quiere que la cultura plebeya se convierta en un concepto concreto y
utilizable, que se encuentre dentro de un equilibrio determinado de relaciones
sociales, un entorno laboral de explotación y resistencia a la explotación, de
relaciones de poder que se oculten detrás de los rituales de paternalismo y no
en el ámbito insustancial de los “significados, las actitudes y los valores”.
Tanto las
prácticas, como las normas se reproducen a lo largo de las generaciones dentro
del entorno lentamente diferenciado de la costumbre. Las tradiciones se
perpetúan en gran parte por ½ de la transmisión oral, con su repertorio de
anécdotas y de ejemplos narrativos, tienden a someterse a las expectativas de
la cultura oral en lugar de desafiarla ofreciendo otras opciones.
Esta cultura
transmite vigorosamente representaciones ritualizadas o estilizadas ya sea bajo
la forma de diversiones o de protestas.
La ley puede
puntuar los límites que los gobernantes toleran; pero en la Inglaterra de l
siglo XVII no entra en las casas de los campesinos ni en las plegarias de las
viudas. No pocas veces, la cultura conservadora de la plebe se resiste, en
nombre de la costumbre, a las racionalizaciones e innovaciones económicas que
pretender imponer los gobernantes o los patronos. La innovación es más evidente
en la cúspide de la sociedad que en sus capas inferiores, pero dado que esta
innovación no es en ningún proceso tecnológico-sociólogico, sin normas y neutral,
sino que es la innovación del proceso capitalista, la mayoría de las veces la
plebe la que experimenta bajo la forma de explotación, o de la expropiación de
derechos de usufructo acostumbrados, o la alteración violenta de pautas de
trabajo y ocio que para ella eran valiosas. Por consiguiente, la cultura
plebeya es rebelde, pero su rebeldía es en defensa de la costumbre. Las
costumbres que se defienden son las propias del pueblo. Pero, cuando el pueblo
busca legitimaciones para la protesta, a menudo recurre de nuevo a las reglas de una sociedad más
autoritaria y paternalista.
En un mismo
individuo las identidades se alternan, una deferente, la otra rebelde. De este
problema se ocupó Gramsci. Señaló el contraste entre “moralidad popular” y
“moralidad oficial”. Su “hombre en la masa” podía tener dos conciencias
teóricas”: una de praxis y otra “heredada del pasado y absorbida sin espíritu
crítico”. Al hablar de ideología en sus cuadernos dice que se apoya en “la
filosofía espontánea que es propia de todos” y esta deriva de 3 fuentes: el
lenguaje mismo, el sentido común y la religión y el folclore populares. Esta
filosofía no era sencillamente la apropiación de un individuo, sino que se
deriva de experiencias compartidas en el trabajo y en las relaciones sociales y
está “implícita en actividad y que en realidad le une con todos los demás
trabajadores en la transformación práctica del mundo”. Así las “dos conciencias
teóricas” pueden verse como derivadas de dos aspectos de la misma realidad: la
necesaria conformidad con el statu quo y por el otro lado, el “sentido común”
que se deriva de la experiencia compartida con los compañeros de trabajo.
Gran parte
de la historia social del siglo XVII podemos leerla como una sucesión de
enfrentamientos entre una innovadora economía de mercado y la acostumbrada
economía mora de la plebe.
En estos
enfrentamientos es posible ver prefiguradas posteriores formaciones y
conciencia de clase. En cierto sentido la cultura plebeya es la propia del
pueblo: es una defensa contra las intrusiones, consolida las costumbres que
sirven a los intereses del propio pueblo.
En un
principio el autor critica el término “cultura” debido a su tendencia hacia
ideas demasiado consensuales y holísticas y en definitiva terminó a haciendo
una crónica de la “cultura plebeya”.
No
deberíamos olvidar que “cultura” es un término agrupador, un término que, al
juntar tantas actividades y tantos atributos en un solo conjunto, de hecho
puede confundir u ocultar distinciones
que se deberían hacer entre tales actividades y atributos. Necesitamos
deshacer ese conjunto y examinar sus componentes con más cuidado.
Sider
(antropólogo)à”las
costumbres hacen cosas: no son formulaciones abstractas de significados, ni
búsqueda de los mismo, aunque pueden transmitir significados. Las costumbres
están claramente conectadas en las realidades materiales y sociales de la vida
y el trabajo...”
Guía Thompson:
Guía Thompson:
1)
¿Cuál es la hipótesis
controversial que plantea Thompson en la Introducción de “Costumbres en común”?
2)
¿Cuál es la significación que le
da Thompson a la “costumbre” en la cultura de los trabajadores del S. XVIII y
en qué contexto la ubica?
3)
¿De qué manera explica el
surgimiento del folklore? ¿Qué críticas le suscita? ¿en qué aspectos diferencia
Thompson “tradición” y “costumbre”?
4)
¿Cómo se articularía la tensión
entre cultura plebeya y cultura patricia?
5)
¿Qué paradojas y qué ambigüedades
señala Thompson en la cultura de los trabajadores? ¿A qué fuentes recurre para
explicarlas y de qué manera lo hace?
6)
¿Qué lectura hace Thompson de los
cambios generados por la Revolución Industrial?
7)
¿Qué diagnóstico actual y qué
prospectiva abre el texto?
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