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Resumen: Rivera Jorge: "La forja del escritor profesional" (1900-1930) - Cátedra Varela


Resumen: Rivera Jorge: "La forja del escritor profesional" (1900-1930) - Cátedra Varela

Jorge B. Rivera: medios en la historia
Rivera Jorge

Las transformaciones modernizadoras que se producen en el país a partir de 1880 (desarrollo urbano, consolidación de la clase media, alfabetización, inmigración, aparición de una incipiente industria cultura, etc), unidas a la idea de la autonomía del escritor y del hecho literario, tienden a afirmar el proceso de “profesionalización” del escritor, que aspira a obtener prestigio, poder social e independencia económica a partir de su trabajo. Puede afirmarse, sin embargo, que la situación de los escritores argentinos a los largo del 1er cuarto de siglo dista de ser decorosa y estimulante.

Los proyectos editoriales
En los primeros años del siglo lo corriente es la edición de autor. Los escritores pagaban sus ediciones. Esto se da hasta los años 20 aproximadamente.
En esos años las ediciones se contrataban imprentas argentinas o con grandes casas europeas: Por el menor costo la tendencia generalizada era contratar firmas españolas.
Contribuyen a configurar este panorama la incipiencia  técnica y económica de la industria, la falta de papel , el costo de los insumos y las dimensiones reducidas del mercado, que no permiten competir con las grandes casas europeas. No obstante, desde comienzos del siglo se desarrollan algunos proyectos editoriales de gran significación que tratan de dar una respuesta a los nuevos lectores surgidos por el proceso de alfabetización y modernización de la sociedad argentina. Hacia 1901 surge como uno de esos proyectos la “Biblioteca de La Nación” editada por el diario La Nación por iniciativa de Emilio Mitre.
El proyecto de Mitre se inspira en modelos norteamericanos y franceses, y se propone: 
a) editar obras que fueran de interés, atractivas, y de fácil lectura.
b) realizar ediciones pulcras, cuidadas, en traducciones de real valor literario.
c) ofrecer libros a precio reducido.
d) contribuir al desarrollo de la naciente literatura nacional.

Estos propósitos se cumplieron en líneas generales, con excepción del último, pues la Biblioteca tuvo preferencia por la línea traductora con pocos autores nacionales que expresasen el desarrollo contemporáneo de la literatura argentina y el creciente fenómeno de “profesionalización” de los escritores. El éxito de la biblioteca fue inmediato. Si el lector más “cultivado” consumía en su versión original francesa o inglesa la última “novedad” europea, la biblioteca de la nación ponía la misma “novedad” al alcance de los nuevos lectores de la clase media.


Auge de la folletería popular
Hacia el 1900 hay un auge de la folletería popular que se expande en todo el mercado popular tanto urbano como rural. Se trata de pequeños cuadernillos de papel rústico, ilustrados con tapas de colores llamativos y diseño primario, que generalmente ponen el acento oportunista en los aspectos más catastróficos, sangrientos o grotescos del tema abordado. Esta producción de acuerdo a los temas abordados podrían ser: reelaboraciones en prosa o verso de los folletines clásicos, temas gauchescos, temas, payadores, literatura cocoliche, o literatura lunfarda. Éste fenómeno provocará la agria reacción de los sectores de la elite cultural.

Aparecen los clásicos argentinos
En 1915 aparece en librerías la “Biblioteca Argentina” dirigida por Ricardo Rojas.
La concepción global de la Biblioteca Argentina es coherente con las ideas de reforma educativa explicitadas por Rojas en La restauración nacionalista (1909), y con la reciente creación de la Cátedra de Literatura Arg en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Rojas persigue los sig objetivos: publicar libros nacionales para estudiantes y obreros editados a precios más bajos; aprovechar la pausa impuesta por la guerra a la influencia del pensamiento europeo, y nutrir a la conciencia argentina con nuestros propios maestros.

Las publicaciones de quiosco
Hacia 1915 surge un importante proyecto editorial, el de las “publicaciones de quiosco”. Se trata de folletos de 15 o 20 pág, q se distribuyen fundamentalmente en quioscos al precio de 0.10 centavos.
Los materiales que integran estas colecciones son de calidad dispar. Incorporan recursos modernos, como la encuadernación en tomos, los tirajes elevados que reducen costos, la inclusión de publicidad, la utilización de recursos capaces de suscitar el interés de los lectores (como concursos, encuestas, servicios anexos, regalo de partituras, etcétera).

Una idea editorial de Manuel Galvez
Las circunstancias darán origen en 1916, al proyecto de la Cooperativa "Buenos Aires", animado por Manuel Gálvez.
Esboza un proyecto q supone cambios realmente revolucionarios para la época. Comienza x seleccionar a los posibles candidatos a integrar la Cooperativa, y coloca el mayor volumen del paquete accionario entre Hombres de fortuna, que escriben pero no en forma abundante y sistemática. El resto lo divide entre escritores de prestigio calidad reconocida como Horacio Quiroga, que posee una reputación sólidamente afianzada entre el amplio círculo de lectores de la clase media, y siguen su colaboración en Caras y Caretas.
El proyecto de Gálvez constituye un aporte de real importancia desde el punto de vista de la difusión de una literatura argentina viva y moderna, escrita fundamentalmente para ser leída.

La crítica busca al lector
El creciente desarrollo de la actitud “profesionalista” tendrá su expresión en diferentes campos vinculados al hacer literario, como a la crítica y el comentario de libros.
La crítica interesa menos por su retórica evaluadora que por su capacidad de llegar a lector (que se intuye masivo y potencial) para interesarlo en el consumo de la obra.
En el nuevo tratamiento de la crítica se advierte un marcado interés por señalar al libro como:
objeto de consumo,
por destacar sus atractivos más explícitos, dentro de 1 concepción eminentemente "publicitaria" a la que no fue ajena la influencia directa del autor

Los proyectos editoriales de Boedo y Florida
A comienzos de los años 20, desde la calle Boedo llegan al centro un conjunto de proyectos en los que se integran el propósito de agitación política y el afán culturalista y pedagógico de la vieja izquierda clásica. Son los cuadernillos económicos de Los Pensadores, impulsados desde 1922 por Antonio Zamora, q salen en tiradas masivas desde las prensas de la Editorial Claridad (Boedo 837), difundiendo clásicos universales, novelas naturalistas, narraciones,  poemas y folletines q polemizan sobre las más diversas materias.
Si Zamora impulsa desde Claridad un tipo de edición económica y masiva, en el extremo opuesto están los esfuerzos pioneros del impresor Francisco Colombo para encarar las lujosas ediciones encomendadas por la Librería Viau, que se distinguen por su refinado tratamiento y su destinación al bibliófilo que gusta de los papeles raros, los tirajes reducidos, las encuadernaciones costosas y el cuidado en la resolución de los problemas de tipografía, composición e ilustración.

La forja del escritor profesional. Tipología del escritor “heredero” y del escritor “profesional”
Dos escritores ilustran la polarización que se verifica en el momento crítico del proceso de “profesionalización”:
Angel de Estrada (1872-1923) ejemplifica el caso extremo del escritor- heredero (descendiente del gentleman – escritor del 80) con gran fortuna, que viaja y dispone del ocio suficiente para producir una obra estetizante de circuito restringido, pequeñas ediciones dedicadas, cuidadas y lujosas.
En el otro extremo encuentra Horacio Quiroga, el escritor “profesional” que sería el narrador legible por un gran público debido al tiraje masivo de las revistas tales como Caras y Caretas.
Si en un escritor como Estrada la motivación  profesional se retrae hasta quedar relegada a un 2do plano (o directamente no existe), en Quiroga revestirá un carácter dominante, hasta el punto de que él mismo reconocerá, no haber escrito “sino incitado por la economía”.


Profesionalización y antiutilitarismo
A lo largo de este proceso de configuración y consolidación de la industria cultural los escritores de artistas comienzan a advertir que "valen lo que su obra vale". Se comienza a “vivir” del trabajo intelectual y artístico, aunque se sigue dependiendo en gran medida del “segundo empleo”.
No era muchos, ciertamente, quienes podrían afirmar, como lo hacía Gálvez en 1917, que habían ganado unos pesos con el fruto de su labor intelectual, aunque ciertos resultados ya señalaban la factibilidad de la profesionalización en un plazo relativamente breve.
Pero la concepción antiutlitarista, que veía a las artes y las letras, actividades desasidas de imperativos materiales y de exigencias pecuniarias, poseía arraigo y vigencia ostensible en nuestro medio. La ciudad especuladora y pragmática proclamará la necesidad y no contaminar las faenas intelectuales con especulaciones mercantilistas.
Muchos proponían la creación de una suerte de colonia de artistas y escritores, en la que estos podrían dedicarse, sin apremios materiales, a producir lo mejor de nosotros.

Las reivindicaciones profesionales
Si en líneas generales sobrevive esta difusa tendencia antiutilitarista, en algunos sectores comienza a esbozarse, un activo movimiento de reivindicación profesionalista que tendrá decisiva influencia en la posterior configuración de la industria cultural.
En 1906, por ejemplo, se concreta la fundación de la primera Sociedad de Escritores, presidida por Payró. Un año más tarde se quería la Sociedad de Autores Dramáticos y Líricos.
En 1910 se aprueba la Ley de Propiedad Intelectual y en forma casi contemporánea la sociedad autores dramáticos consigue implantar el arancel del 10% sobre las entradas brutas en concepto de derechos autor. Durante la etapa anterior las obra se compraban por un precio redondo, que podía ser inclusive elevado.
Hacia 1918, a su vez, un grupo de pioneros de la música popular fundan la Sociedad Autores y Compositores, entidad matriz de SADAIC.
Se ve entonces que consiguen organizarse de manera más rápida y efectiva aquellos sectores intelectuales y artísticos vinculados más estrecha y directamente con industria cultural masiva, con un mercado de consumo concreto y con una concepción menos sacralizada del objeto producido.

La organización de la gente de prensa
Así como los escritores, los autores dramáticos y los compositores, el nutrido gremio periodístico realiza numerosas tentativas asociación y defensa de sus intereses técnicos, profesionales y gremiales.
Pero el proceso de organización y la obtención de un efectivo encuadre gremial y legal para la labor periodística deberán seguir un arduo camino, desde estos primeros intentos hasta la promulgación de la Ley 12.908 o Estatuto del Periodista Profesional.

Interacción en la industria cultural y crisis de la realización
La nueva inserción de escritores en el circuito periodístico y el complejo laberinto de la industria cultural (como folletinistas, autores para el teatro x secciones, adaptadores, etc.) provoca  en muchos de ellos una verdadera “crisis de las ilusiones perdidas”, que tiene 2 ingredientes básicos:
a) algunos escritores tienden a identificarse con una concepción en gran medida elitista, jerarquizadora y en cierto sentido aristocratizante
b) esta concepción choca con las posibilidades y exigencias reales de los nuevos medios de comunicación, en los que prevalecen criterios más pragmáticos y utilitarios: percepción del público real que los consume, divulgación, vulgarización, precisiones del espacio y de la publicidad, lenguaje, censura, etc.
Entonces hay un choque entre el proyecto y la realidad laboral que se impone como única alternativa o como alternativa circunstancial.
La inserción en la industria provocará diferentes tipos de reacciones y de respuestas: para unos será la crisis con sus secuelas previsibles de anulación, marginación y suicidio intelectual (e inclusive físico). Otros, por el contrario, encontrarán vías de “realización”, adecuándose con gran plasticidad creativa a los nuevos medios.


Cine y escritores pioneros
Desde fines del siglo XIX las tentativas pioneras de varios escritores, crean una sólida base para el ulterior desarrollo del cine nacional, y descubren la enorme potencialidad artística y comercial del nuevo medio.
Es importante destacar que por esa época la actitud general de los escritores y artistas con respecto al cine es de reticencia o animadversión. Se duda de su capacidad dramática y de sus posibilidades estéticas, y se lo ve exclusivamente como un entretenimiento superficial y populachero. Quiroga, por el contrario, percibe sus enormes potencialidades y señala las positivas cualidades expresivas de la cinematografía.
La incipiente línea de colaboración entre escritores y directores que percibimos en esa etapa pionera volverá a plantearse en la etapa de revitalización de la industria hacía los años 40.
Pero el cine como fenómeno estético y sociológico tendrá también secuelas de interés en la literatura argentina.

Los nuevos magazines populares
Inspirándose en el modelo de los magazines europeos, los creadores de la nueva Caras y Caretas (1898-1937) eligieron una fórmula novedosa para nuestro medio, en la que se integran la caricatura, la historieta, las viñetas costumbristas, la publicación de cuentos (H. Quiroga es asiduo colaborador durante un largo período), las poesías, la página de entretenimientos, la publicidad encarada con sentido más atractivo y moderno, la información deportiva, las notas de actualidad, los reportajes, las crónicas, el comentario crítico, etc.
Parte del éxito de caras y caretas es fruto de la adecuación a los gustos y preferencias del lector, la gran cantidad información nacional y mundial ilustrada, el buen equipo de colaboradores que incluye a los excelentes redactores y dibujantes y la buena impresión.
Cabe puntualizar que Caras y Caretas fue una de las primeras publicaciones que pagó en forma regular las colaboraciones literarias.

Las revistas culturales de gran tiraje
Si caras y caretas interpreta las necesidades del sector menos “especializado” del mercado abierto en el 80 por el nuevo proceso de alfabetización y movilización económico- social, “Nosotros”, por el contrario, expresa fundamentalmente los intereses del segmento más “ilustrado” y culturalmente “especializado” de ese mismo mercado; sin ser, en modo alguno una revista exclusivamente académica, o de consumo restringido y elitista.

En el mundo del periodismo
Los 3 diarios que tienen fuerte influencia en nuestro medio son: La Nación, La Prensa y El Diario de Láinez.
A partir del 1900 a aproximadamente 1930 se sucederán en éste campo las creaciones más o menos significativas, aunque ya no, por obvias razones de costos y de complejidad tecnológica, en la cantidad y con la solidez del momento anterior.
Sigue afirmando, correlativamente, la regularidad del salario.

“Crítica”: advenimiento del periodismo popular
La fundación de Crítica en 1913, por obra del uruguayo Natalio Botana, dará origen a un nuevo tipo de periodismo, en el que estará generalmente ausente la solemnidad, y presente un espíritu que rinde permanente culto a las formas amenas, atrevida y libres de comunicación, una publicación en muchos sentidos tributaria de los modelos de la Yellow press norteamericana.
Botana montó el éxito de Crítica sobre la integración de una excelente redacción y dibujantes con gran escuela periodística. La fórmula para este equipo era "máxima libertad" y preocupación por los "intereses populares".
Botana exploró numerosas zonas de periodismo, prácticamente inéditas: el uso atractivo de titulares a gran cuerpo, las noticias de interés humano, las campañas solidarias, las denuncias por irregularidades municipales, la búsqueda de personas extraviadas, las colectas y beneficencia, etc. Explotó a fondo la llamada veta “sensacionalista” o “amarilla” del periodismo, prestando una especial atención a la página de noticias policiales.
La noticia policial de Crítica explotaba viejos procedimientos del folletín y la literatura de fait divers (de sucesos), con su recurrente apelación al suspenso y a los enigmas, amalgamados con ingredientes específicos del lenguaje y de la tecnología del periodismo.

Los suplementos de los diarios
La Nación, comienza publicar su primer Suplemento ilustrado en septiembre de 1902, con gran despliegue de materiales gráficos y apoyándose en una filosofía hasta ese momento inédita en nuestro medio periodístico. Se tiende a considerar al suplemento como “papel coleccionable”, susceptible de ser encuadernado y guardado en las bibliotecas como un libro de consulta.
Esta peculiar concepción del Suplemento persiste hasta su desaparición en 1909, para volver a la superficie en marzo de 1920, a partir de entonces será el Suplemento Dominical de La Nación. El carácter dominical de la nueva publicación, elige el día domingo por qué este es el día más apropiado para cierta especie de lecturas y en que se dispone más tiempo para consagrarse a ellas.
No sólo las primicias tecnológicas reciben un tratamiento especial en esta zona del periódico, también el concurso de las plumas más calificadas del momento, atrayendo al sector más sofisticado de sus lectores.

La revista “Martín Fierro”, proyecto de capital importancia
En febrero de 1924 comenzó publicarse en Buenos Aires la revista Martín Fierro, que recogía la producción inicial de las figuras más destacadas en la llamada generación del 22. La revista cumplió un papel actualizador. Su estilo ágil, político e ingenioso apelaba a un público con cierto grado de sofisticación. La revista logró una adhesión masiva notable para la época.
Entre otras novedades, Martín Fierro anticipa el moderno tamaño tabloid. Algunos números presentan grabado a dos colores y otros tricolor. El precio era de 0.10 centavos. Martín Fierro contribuyó a la introducción y divulgación de fenómenos y expresiones culturales, como el jazz, la arquitectura, la música. Utiliza en 1925 los novedosos canales de radiotelefonía para promocionar su existencia y la de sus jóvenes colaboradores.
Trató de ser, por sobre todas las cosas, apolítica, y este mismo apoliticismo, en cierta forma militante, selló su suerte definitiva. Hacia fines de 1927 se suspende la aparición de Martín Fierro ante la presión de sus colaboradores para que la revista apoyase la candidatura presidencial de Hipólito Irigoyen. Según el director de Martín Fierro, la revista está por encima de los partidos políticos.
Martín Fierro fue, en efecto una importante opción para el lector porteño, con su afán actualizador, su desenfado, su sentido del humor y su carencia de prejuicios, que titeaba por igual a conservadores, clericales, Irigoyenistas, caballeros, militantes izquierda, etcétera.

Los premios a la producción literaria
Durante la década de 1920, los premios nacionales a la producción literaria y científica, establecidos en 1913 por la ley 9141, estaban dotados generosamente desde el punto de vista económico, con cifras que superaban los 30 mil pesos para el primer premio, 2º mil para el 2do y 10 mil para el 3ero (para un obrero un sueldo mensual rondaba los $176).

La radiotelefonía en la etapa pionera
El 27 agosto de 1920 se realiza en la Argentina la primera emisión radiotelefónica, gracias a los esfuerzos pioneros de Enrique Susini, Miguel Mujica, Luis Romero y Cesar Guerrico. Se trata de la histórica transmisión inalámbrica para un grupo de 50 oyentes, de la ópera Parsifal, ejecutada desde el viejo teatro Coliseo Argentino.
Luego la radio se seguirá desarrollando en forma gradual y sostenida, llegando a emisiones regulares ya en 1921, el sistema de concesiones, la utilización de programas con fines comerciales, etcétera.
Como en el caso del cinematógrafo, se verificará un primer movimiento de interés por parte de escritores, que brindan alguna forma de colaboración al nuevo medio.
Quizá las ideas particulares y cierta miopía cultural de los grandes pioneros que manejaron el negocio de la radio, junto con las reticencias elitistas de muchos intelectuales (que subestimaron en su momento el verdadero papel del medio), conspiraron para que un vehículo con enormes posibilidades masivas postergase, o directamente negase, una colaboración que hubiese podido brindar frutos insospechables.
Cortados los puntos de contacto entre el nuevo medio y los escritores, el campo quedó a merced de figuras de segunda línea, que iniciaron y desarrollaron, sin embargo, algunos fenómenos de singular penetración masiva e indudable impacto comunicacional.
El radio teatro episódico, con sus deficiencias y su sentimentalismo acartonado, con su apego a las viejas fórmulas folletinescas, con sus exageraciones y sus inverosimilitudes, fue a pesar de todo un fenómeno que mereció especial atención.

El auge de la industria cultural (1930-1955)


Memoria de dos exposiciones pioneras
Si en 1928 la precursora Exposición del Libro Argentino realizada en los salones del Teatro Cervantes constituía un temprano y muy oportuno balance de la situación del libro, tanto como un señalamiento de las posibilidades de una industria editorial autónoma, las muestras organizadas en 1938 en la sede del Centro Italiano de Estudios Americanos, en Roma, y en la Biblioteca Nacional de París, señalaban mas bien la firme voluntad de expansión y competencia de esa misma industria incipiente. Organizadas por la Comisión Argentina de Cooperación Intelectual, las exposiciones de 1938 reflejaban el mas que satisfactorio nivel artesanal e industrial del libro argentino.
Con las muestras de Roma y París se abre de manera simbólica una etapa de florecimiento para la industria cultural de sello local.

Los años de auge de la industria editorial
El período de 1936-1956 es el período de mayor prosperidad de la industria editorial argentina y su momento de mayor relevancia como productor internacional de libros.
Es evidente, por entonces, el colapso total de la industria editorial española, como consecuencia de la guerra civil de 1936-1939, así como la rápida y agresiva respuesta de su similar argentina.
El libro argentino domina por completo el mercado internacional, pero al mismo tiempo se perfila hasta el ayer inaccesible mercado español, así como en  los nuevos mercados de México, Santiago, Lima, Bogota, La Habana, Río, Caracas, etc. Por primera vez en su Historia, el libro argentino produce divisas y se convierte en una importante exportación no tradicional, particularmente durante el período 1942-1947.
Algo similar ocurre contemporáneamente con el cine argentino, líder de los mercados latinoamericanos.
Desde 1946 hasta 1950 el proceso se mantendrá afianzado, con algunas fluctuaciones. El quinquenio de 1951-1955 contendrá las cifras pico de este proceso, pero será también el umbral de un proceso de deterioro progresivo, alentado y acelerado por la recuperación de la industria española, por el crecimiento de la mexicana, hasta ese punto no competidora, y por el ensamble de factores internos.
Fuimos en cierta medida los líderes de la edición española. Desde 1940 hasta 1950 el 80% de los libros que se vendía en España –nuestro anterior abastecedor- provenían de la Argentina: pero a partir de mediados de la década del 50 esa privilegiada situación comenzará a revertir en forma paulatina, provocando la quiebra de una opulencia que no supimos o no pudimos conservar.

La crisis del mercado externo
Muy variadas son las causas que conducen, a partir de los años 1950, al deterioro de nuestra presencia en los mercados internacionales del libro. Podemos consignar algunas de carácter externo, como la falta de bodegas para verificar envíos, las dificultades de pagos, generadas a nuestros clientes latinoamericanos por la carencia de divisas, el desarrollo de industrias competidoras como la mexicana, y, principalmente, la pujante recuperación de la industria editorial española.
Entre los factores internos más evidentes, el aumento de los costos editoriales, la falta de materia prima (especialmente papeles y materiales de encuadernación), la falta de divisas para pagar derechos de autor y los inconvenientes derivados de los regimenes de exportación vigentes.
De todos modos es conveniente recordar que el acortamiento del mercado externo fue compensado, sin demasiadas dificultades, por un sensible incremento del mercado interno que impidió el colapso de la industria editorial. Las cosas, sin embargo, adquirirán real gravedad cuando las industrias antes desplazadas o inexistentes, como la española y la mexicana o venezolana, comiencen a batir al libro argentino en su propio mercado.

La traducción como campo
Dentro de las altas cifras que alcanza la industria editorial argentina en el período 1936-1955 debe considerarse, obviamente, un porcentaje muy significativo de obras técnicas, de ficción y no-ficción traducidas. El extraordinario crecimiento de la industria del libro fomenta el desarrollo de la traducción.
La expansiva industria del libro dio lugar, a su vez, al desarrollo de otras especialidades técnicas, como las funciones de asesor literario, director de colección, corrector de pruebas, lector, etc.

El quiosco impone su presencia
A lo largo de las décadas del 30 y 40 son muchas las revistas que se integran al sistema de información, la recreación y la educación a través del periodismo, mientras que otras, ya agotado su ciclo (como ocurre con Caras y Caretas y Nosotros), dejan de aparecer luego de una dilatada y meritoria performance.
Entre las publicaciones que llegan hay un conjunto de revistas de actualidad, femeninas, relacionadas con el mundo del espectáculo o con las prácticas naturalistas, como Saber vivir, y en el terreno del humor debemos agregar a Paturuzú.
La revista ofrecía un plan de lecturas variado y económico, que contó con gran respaldo popular.

Nuevos géneros, nuevas fruiciones
Entre los nuevos campos cabe citar la novela policial, libros de “acción”, y de “intriga”. Pero el género adquirirá mayores proyecciones, como campo de lectura y como eventual campo profesional para los autores y traductores argentinos, a lo largo de los 40, con la aparición de algunas de las mejores colecciones nacionales. Contemporáneamente, se estructurará otro campo: la historieta.

La radio, una leve vuelta de tuerca
A lo largo de la década del 30 la radio fue duramente censurada por auténticos escritores populares. Tras esta ruda etapa inicial el teatro radiofónico comienza a desarrollarse con mayor rapidez, ganando en calidad y trascendencia con otros autores mejor dotados y con temas e intérpretes de mayor hondura. Las exigencias del público que concluye por cansarse del primitivo radioteatro, contribuyen por cierto a una radical elevación de su nivel general.
El radioteatro volcó buena parte de sus mejores y más ambiciosos esfuerzos, tal como hizo el cine, en la selección y adaptación de grandes textos de la literatura universal y de la narrativa sentimental.
Más allá de su fabuloso arraigo popular, el radioteatro contó también con mecanismos de apoyo y promoción oficiales, que lo equiparaban indudablemente con otras formas literarias y artísticas con mayor prestigio tradicional. Así, por ej, la producción radioteatral mereció hacia 1947 e1 régimen particular de premios y estímulos discernidos por la Comisión Nacional de Cultura.

El cine como alternativa
Es evidente que desde mediados de la década del 30 hasta aproximadamente 1956, la cinematografía argentina va ganando terreno en las preferencias del mercado local e inclusive de importantes mercados latinoamericanos, hasta llegar a convertirse en una aventajada competidora de Hollywood y Europa en muchos de ellos.
El cine, por cierto, constituye e1 campo propicio tanto para los escritores como para la misma literatura argentina, ya que una significativa parte del material rodado es adaptación de novelas o cuentos.
Hacia fines de la década del 40 comienzan a insinuarse los signos de una inequívoca crisis en la industria del cine tal como ocurre, casi contemporáneamente, en el plano de la industria editorial.
Las causas que motivan esta crisis son, por un lado, las presiones que ejerce USA como proveedor de película virgen y el subsidiario apoyo a productores mexicanos que no ofrecen la potencial peligrosidad de los argentinos. Por otro lado, una industria que posee excelente nivel tecnológico, pero que carece, al mismo tiempo de ideas claras y definidas sobre su propio producto.

Periodismo y periodistas
Si en el terreno de los nuevos medios masivos hemos observado algunos signos de movilidad y crecimiento, que entran en crisis hacia el cierre del período, podemos afirmar, en cambio, que durante la etapa 1930-1955 no se produce un crecimiento significativo en el tradicional terreno del periodismo.
Desde el punto de vista profesional, durante este período se produce la sanción del Estatuto del Periodista, en el que se establecen los lineamientos grales que regulan el ejercicio de la labor de prensa.

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