Assheuer - "El proyecto Zarathustra" - Seminario de Informática - Cátedra: Ferrer
Los filósofos, así suena una queja corriente,
viven en la Luna ,
de la cual tampoco tienen idea alguna. Especulan a la sombra de la propia
interpretación del mundo, no saben nada de las Ciencias Naturales y menos de la Tecnología genética.
Entre ellos consideran la paz como algo habitual.
Con golpe de timbal, Sloterdijk quería terminar la enemistad entre
filosofía y ciencias naturales. Sueña con una comunidad de trabajo, libre de
democracia, compuesta por filósofos verdaderos y competentes técnicos en
genética, que ya no discutirían problemas morales sino que tomarían medidas
prácticas. A esta liga de élites le es encomendada la tarea de introducir, con
ayuda de la selección y de la cría, la revisión genética de la historia de la
especie. De esta manera, el más bello sueño de Nietzsche pronto se hará
realidad: la fantasía de Zaratustra del superhombre. Sloterdijk justifica su
apología de la selección técnico-genética con un diagnóstico oscuro. En la
modernidad acelerada, dice él, crecería el potencial de barbarie de la
civilización. La “cotidiana bestialización de los hombres a través de los
medios de entretenimiento desinhibido” estaría incrementándose. “La era del
humanismo moderno ha concluido porque no puede sostenerse más la ilusión según
la cual las grandes estructuras políticas y económicas podrían organizarse de acuerdo
al modelo amiable de la sociedad
literaria.” La “desalvajización” del hombre fracasó y el “futuro de la
humanidad” con los antiguos “medios humanizados” está en malas manos.
El
humanismo, dice Sloterdijk, fue parte de aquel problema de violencia del cual
siempre aparentó ser la solución. “La domesticación del hombre es lo gran
no-pensado por el humanismo puesto que éste apartó los ojos de aquélla desde la
antigüedad hasta el presente.”
El
tiempo apremia. La violencia crece. “Es suficiente aclarar que los próximos
largos períodos serán, para la humanidad, de decisión de políticas de especie.”
Pero Sloterdijk ya ve un “claro”. Y en él, la tecnología genética con sus
instrumentos de selección y cría. “El claro es, al mismo tiempo, también un
campo de lucha y un lugar de decisión y de selección”. ¿No olfateaba
ya Nietzsche la pelea entre “los criadores para la pequeñez y los criadores
para la grandeza, (…) entre hombres y superhombres, entre los amigos del hombre
y los amigos del superhombre”? Aquí no hay rodeos. Puesto que no hay que permitir que el
hombre se vuelva continuamente más inocente, más bárbaro, las lecciones de la Ilustración deben ser
reemplazadas por las se-lecciones de la técnica genética. Para que esta
cuestión vital no sea entregada a la casualidad o técnicos genéticos
defectuosos, Sloterdijk exige un “código de las antropotécnicas”. En la
planificación explícita de rasgos distintivos” sólo son admitidas élites del
espíritu, las así llamadas “principales fracciones culturales” de la sociedad.
Estos “sabios”, aparentemente inmunes al virus del espíritu de la inocencia
humanística disponen de criterios de selección “cercanos al modelo” y poseen
una entrada especial a la verdad esencial humana.
Platón le proporciona el modelo para convertir
la técnica genética en biopolítica. ¿Acaso “el zoológico platónico” no ha
dejado felizmente atrás la locura de una democracia igualitaria? El político, así se refiere
Sloterdijk, libre de valores, debe “descardar las naturalezas inapropiadas,
antes de comenzar a tejer el estado con las apropiadas”.
Ya en 1991 habían asolado a Sloterdijk
fantasías de cría; ya entonces jugaba con la idea de encaminar al “viejo hombre
inocente” a través de la selección. En Informes
sobre la situación del futuro, por él editado y publicado en Shurkamp, recomendaba deshacerse de las
“cosmovisiones heredadas de la vieja Europa”. Liberado de esta carga, se
entusiasmaba por un “biologismo”, que “tenga como objetivo una humanidad
inteligente en su conjunto y un apartheid neurobiológico o un dominio de clase
de la intelligenzia mutante sobre los
viejos hombres del tipo actual”. Una frase después se evapora el escrúpulo
frente a la obscenidad de sus tesis y el criador para la grandeza toma la
palabra. “Lo peor es
posible; pero en todo caso, nada puede ser peor que lo que sucede cuando no hay
selección de hombres inteligentes y generosos.”
En las
fantasías de selección de Solterdijk anida un espantoso realismo, que pone el
ojo tímidamente en el potencial diabólico de la investigación genética. Sabe
que la caja de Pandora está abierta y que la cría de hombres con técnica
genética ya no es ciencia ficción. Inmediatamente después del descubrimiento de
la estructura del ADN, los investigadores en genética dieron curso libre a sus
fantasías de poder y asfaltaron el futuro biopolítico con dulces promesas.
¿Destruye la técnica genética el conocimiento
del bien y el mal? Desde la primera hora, la tecnología genética ha acarreado
modelos humanos, bosquejado escenas amenazantes y prometido el oro y el moro.
La sonda de la técnica genética ha hecho un lado, en el campo del saber, los
últimos restos metafísicos y rompió sin remedio el hechizo de la creencia en un
núcleo esencial atemporal e inmutable. Y sin embargo, la libertad absoluta
produce un terror sin nombre. La transparencia de la técnica genética produce
nuevas oscuridades; pone en funcionamiento una dialéctica de la ilustración que
parece tocar zonas profundamente internalizadas: la relación moral entre los
hombres, la simetría básica entre los hombres libres e iguales.
Sloterdijk aprovecha lo favorable de momento
eleva a las atemorizantes ciencias naturales una propuesta de paz. Él aparece
como el asistente en el juicio durante el plazo de prueba y promete a la
investigación las órdenes metafísicas mayores, en la medida en que insuflará al
saber de la técnica genético espíritu filosófico… y al mismo tiempo le pondrá
la corona de reina de las ciencias a la filosofía. Esto sería la liberación de
toda crítica y el fin de las sospechas contra la ciencia fáustica, una paz
eterna entre conocimiento y espíritu, filosofía y técnica. Pues, visto desde “la historia del
ser”, la investigación genética aparece como un golpe de suerte. Luego del
supuesto fracaso del Humanismo, ella provee el medio para volver a colocar al
hombre, sin lugar y circunstancia, en su “esencia” original.
Se alimenta, al borde del toatitarismo, de la
idea según la cual se debería reproducir la simbiosis prenatal en nuestras
relaciones postnatales: el abrigo originario, el protegido vivir en la
“brújula”, la “clausura en la madre”.
Para
Sloterdijk, tan pronto el modelo originario de igualdad y de semejanza con dios
sea borrado de la memoria, la injusticia ya no será más un escándalo, o tan
poco como una sociedad de clases aplacada biopolíticamente, en la que uno como
siervo de sí mismo lleva su capital humano personal al mercado.
Nada de
libertad y responsabilidad sino un conformismo éticamente deshuesado es lo que
suena. Raro, que la biopolítica opere con fuerza al abrigo de Heidegger genéticamente
manipulado con Nietzsche. Justamente Heidegger, que se hubiera apartado
aterrorizado del delirio eugenéstico del proyecto Zaratustra, del ataque
general a la inexpresable vida de los “hombres antiguos”.
La teoría crítica ha muerto – Respuesta de Peter Sloterdijk a
Assheuer
Me gustaría que me hiciera llegar el texto de
la conferencia que usted reseñó para examinarlo. Mi deseo de una lectura
compensatoria se aclara fácilmente. Tengo en mi casa una versión del texto
fabulosamente demonizado por usted y es mucho más pálido que su reseña
triunfal. Con gusto compararía su ejemplar con el mío para ver su usamos la
misma edición.
En mis texto, se dice en un pasaje, por
ejemplo, que las visiones criadoras de Nietzsche eran histéricas y
desproporcionadas y que su concepto de superhombre ya no puede tener
significación para nosotros, pero que él, no obstante –como Platón- permanece
como testigo de un amanecer de ciertos aspectos “pastorales” en la pregunta por
la reproducción, educación, medicalización y autooptimazación de lo seres
humanos. Otro ejemplo: en mi ejemplar se dice que frente a las actuales
rupturas en la biotecnología debe ser formulado un código moral (yo digo, de
forma más abarcadora, para las “antropotécnicas”) y agrego, para su comprensión,
que en tal código, entre otras cosas, habría que delimitar la frontera entre la
legítima optimización genético-médica para el individuo y la ilegítima
biopolítica para los grupos. Usted tiene delante de sí, evidentemente, una
versión surrealista, pues lee que se hablaría a favor de una recría elitista y
general de la especie. En mis oídos eso suena a ciencia ficción, combinada con
un estilo gótico biológico y un sociológico romanticismo sensacionalista.
En principio, su agresión alarmista podría
cumplir una función democrática. Si hubiera dicho y pensado el disparate que
usted lee en mi texto, entonces tendría usted razón de advertir en su contra.
Cada sociedad necesita sistemas de alarma semánticos y físicos, para defenderse
de ataques, interiores o exteriores, a su existencia, moral o política. Mejor
un par de graznidos de más que uno de menos; como demócrata, en este punto
estoy de su lado.
Su artículo es un ejemplo válido de cómo en el
espacio totalmente público contemporáneo se realiza un desarrollo que va del
alarmismo al escandalismo. No pocos periodistas, entre ellos, usted, han interpretado el signo de esta época: la
muerte de la crítica y su transformación en producción de excitación en el
empequeñecido mercado de las publicistas o como escandalistas, lo cual
estructuralmente es lo mismo.
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