Schmucler - "La industria de lo humano" en Revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica N° 4 - Seminario de Informática - Cátedra: Ferrer
Schmucler - "La industria de lo humano" en Revista Artefacto. Pensamientos sobre la técnica N° 4 - Seminario de Informática - Cátedra: Ferrer
El énfasis está puesto en industria, en cuanto
producción planificada que se orienta a incorporar determinados productos en la
circulación mercantil. La humanidad misma se desvanece cuando se postula la
posibilidad de predeterminar el comportamiento de los hombres.
Quedaba cuestionado el origen mismo de la voluntad
emancipadora sobre la que se habían construido singulares expectativas. Era el
abismo del sentido -à
autodestrucción del Iluminismo.
La industria cultural:
“El espíritu no puede menos que debilitarse cuando
es consolidad como patrimonio cultural y distribuido con fines de consumo”. El
Iluminismo, en su parálisis, ha generado la posibilidad de que los “hombres
sean completamente traicionados”. La industria cultural reemplaza el arte con
el entretenimiento y el entretenimiento aparece como una de las formas
indiferenciadas de la actividad humana y se ha vuelto la continuidad del
proceso de acumulación capitalista en las horas aparentemente no productivas.
La cultura industrializada (parte de las transacciones mercantiles) termina con
el espacio de autonomía que caracteriza a la cultura. La industria cultural se
ha ido transformando en un modelo de vida e incluye la totalidad de la vida en
su percepción del mundo como espectáculo. Se trata de la desaparición del mundo
como tal, la desaparición del mundo como creación y reconocimiento de los seres
humanos. Proceso que conduce a la homogeneización de todo lo existente. Cada
cosa expresa en realidad otra cosa y el mercado se encarga de darles sentido
(esto es lo opuesto a la significación inagotable dada por la mirada
sorprendida de los hombres sobre el mundo). La industrial cultura en cambio
fuerza a que la vida se construya como una suma de comportamiento regulares, hace
de la vida una sucesión de acciones previamente categorizadas.
La biotecnología y los límites de lo
humano:
La biotecnología y la industria de lo humano que
resulta de ella, intenta ir más allá: ya no se trata de otorgarle a la vida una
significación previamente establecida, sino de modificar las bases sobre las
que la vida se sustenta. A partir de lo imprevisible que encierra cada criatura
los sujetos son únicos y por ello emerge la necesaria existencia y
reconocimiento del otro. Porque da lugar a algo no anunciado y único, cada
nacimiento es una promesa. Sin embargo se puede reconocer una extensa
repetición de esfuerzos por moldear el cuerpo humano para orientarlo a fines
determinados. En el hombre que hoy reconocemos hay constantes que determinan su
condición de tal. La naturaleza del hombre instala en lo humano la capacidad de
opción, de reconocer encrucijadas en las que el camino a seguir no está
necesariamente señalado.
Vesalio había inaugurado la anatomía macroscópica
despojando de vida al cuerpo humano. El hombre occidental ha logrado hacer de
sí mismo un objeto científico a través de su propio cadáver; para conocer el
cuerpo tiene que destruirlo primero. Bernard iniciaba la fisiología moderna
instalando la vida bajo el reino de las ciencias físico-químicas. La propia
sociedad pensada como un organismo biológico podría admitir la posibilidad de
una acción externa para interferir en su comportamiento.
Eugenesia y biotecnología:
Eugenesia: ciencia que postula el mejoramiento de la
raza humana a través de una cuidadosa evaluación de las características más
adecuadas de los individuos (Galton). La aspiración a construir un ser humano
con rasgos previamente caracterizados como superiores penetró todos los
espacios. La cultura de la época había instalado los nuevos cimientos para la
apropiación “científica” del cuerpo que, con el tiempo, daría lugar al
predomino de la eugenesia y de la biotecnología.
El lugar del progreso:
Chamberlain: el progreso es un derivado de la
“raza”. Es un valor universal en la medida de que las razas son perfeccionables. Se trata de saber cómo
favorecerlas estableciendo cruces calculados y sistemáticos y evitando aquellos
“malos” cruces que la degradan. Desde una perspectiva eugenésica, la ciencia de
la manipulación genética anunciaba su futuro apoyada en una ideología a la que
casi nadie ponía obstáculos: el progreso. Las nociones de raza y de racismo
tienen un espacio común con la creencia en el progreso que la Modernidad hizo
posible: “La idea de progreso sólo se afirma en la época moderna al igual que
la presunción de que algunas razas son portadoras privilegiadas del impulso
hacia el mismo. Configurando un ideal humano capaz de progreso, pronto ese
ideal se transforma en modelo a imitar y a proteger y los otros, los que no se
parecen a ese modelo pasan a una categoría de subhumanos y, en el extremo, a la
situación de seres que no merecen vivir (al menos como hombres).
La tentación progresista:
Cuando Huxley proclamó esa firma confianza en el
futuro de la eugenesia como religión de porvenir, cometió un anacronismo. Un
acto de ceguera. En realidad, la eugenesia ya era una “religión” con
innumerables devotos (ideal racial buscado por la Alemania de Hitler, raza aria).
La eugenesia después del nazismo:
La idea de perfección actúo pesadamente sobre la
suerte de la humanidad. El prestigio de la verdad científica alimentó la
incapacidad de ver lo que realmente ocurría y cuando vastos sectores de la
inteligencia aparentemente se arrepintieron, ya era tarde. Al final de la
segunda guerra mundial la eugenesia se volvió sospechosa. Eugenesia y nazismo
entremezclaron significaciones y el mundo condenó la tenacidad genocida de la
Alemania derrotada.
Pero la eugenesia estuvo antes del nazismo y
continuó por otras vías y con otros nombres. Había tocado todos los rincones de
las prácticas sociales. Hacia 1950 los nuevos modelos de intervención genética
reemplazaron las creencias que hasta entonces predominaban en el campo de la
herencia. La realidad era que: la eugenesia, con la genética molecular, había
conquistado un espacio insospechado. Se abría un camino que conducía no sólo a
mejorar, sino a generar elementos vivos. La eugenesia estaba culminando.
El vértigo de la clonación:
Se intentaba desconocer que el mundo contemporáneo
es producto de la mirada eugenésica. La biotecnología borraba el racismo que la
eugenesia cargaba. En nombre de la manipulación genética, la eugenesia
triunfaba ahora a la manera de mercado: se ofrece a todos los individuos el
derecho de optar sobre si un embrión humano debe o no nacer, de acuerdo a las
perspectivas biológicas detectadas. Alguien puede decidir si una vida posible
le conviene ser vivida. Se trata de la reivindicación de un sorprendente
derecho a no nacer. Se decide la pertinencia de vivir, en nombre del no-nacido.
La vida solo aparece como deseable en la medida en que se adapte a pautas
preestablecidas que no incluyen imperfecciones. Parecería abierta la
posibilidad de fabricar sujetos. El hombre había sido hasta ahora un “borrador”
y las biotecnologías podían “pasarlo en limpio”.
La igualdad apunta a generalizar un sujeto
“potencialmente apto” para consumir lo mismo que consumen los que se
autodefinieron como mejores. Todo tiende a mostrarse como satisfacción de
necesidades objetivamente neutras y, en ese sentido, legítimas. El racismo
había encontrado en la eugenesia su fundamento científico, su propia
legitimidad.
Oveja Dolly: anunciaba la posibilidad de que los
seres humanos pudieran multiplicarse sin que mediara la participación de los
dos sexos. El término clonación era parte de la fantasía colectiva. Clon
designaba a un conjunto de organismos idénticos genéticamente. En nuestros
días, el clon designa al mutante manipulado. La posibilidad de fabricar
animales y eventualmente individuos de la especia humana se asienta en el poder
de modificar y no sólo de multiplicar: nuevos contingentes genéticos pueden dar
lugar a nuevas formas de hombres que respondan con comportamientos esperables
(¿por qué seguir llamando “hombres” a los integrantes de una especie con tales
características?). Si la dignidad humana se sostiene en la irreductibilidad de
cada uno a la voluntad de cualquier otro, si la posibilidad de imaginar la vida
sin condicionamientos determinantes es el rasgo que hace a la especificidad de
lo humano y esta posibilidad de libertad es la condición de la responsabilidad
de los hombres frente al mundo, la propuesta de “perfeccionamiento” auspiciada
por la tecnociencia genética debería resultar impensable. La industria de lo
humano se muestra como una sentencia sobre el mundo que, siendo lo que es, no
sabría cómo ser sin la presencia de la conducta inesperable de los hombres.
Resumen 2:
Schmucler establece una relación
interesante entre la industria cultural y la industria humana, en tanto pérdida
de la singularidad, de lo misterioso de la vida, de lo “aurático”, de lo
“propio” en busca de una planificación racional destinada a favorecer el
desarrollo mercantil tanto del arte convertido en entretenimiento, como del ser
humano vuelto pura textualidad
manipulable.
“La
´técnica de la vida´ pretende alterar las condiciones elementales que han hecho
posible el fenómeno de la humanidad y que resulta inconcebible sin el azar
reproductivo. A partir de lo
imprevisible que encierra cada criatura los sujetos son únicos; (...)
porque da lugar a algo no anunciado y único, cada nacimiento es una promesa.”
Esta “promesa” parece ser el costo que deberán pagar los hombres en su
búsqueda, a través de la ciencia y la técnica con sus hallazgos respecto de la
clonación, por ejemplo, de un mundo a la medida de su voluntad e interés. La industria de lo humano encuentra en la
manipulación genética su expresión + destacada, admite la posibilidad de
concluir con la libre apertura al mundo como rasgo indelegable del hombre, la
humanidad misma se desvanece cuando se postula la posibilidad de predeterminar
el comportamiento de los hombres.
La industria de lo humano (o biotecnología)
va más allá de la industria cultural: ya no se trata de darle a la vida una
significación previamente establecida, sino de modificar las bases sobre las
que la vida se sustenta. Creer que "desde siempre el hombre se valió de
la tecnología para evolucionar", justifica el crecimiento ilimitado de la
tecnología, significa ante todo "siempre será así", y eso no puede
consentirse.
La biotecnología permite no ya la posibilidad de
otorgarle a la vida una significación previamente establecida, sino de
modificar las bases, las condiciones elementales sobre las cuales la vida se
sustenta. El origen de este perfeccionamiento del cuerpo está relacionado con
la eugenesia, que
postula el mejoramiento de la raza humana por una cuidadosa evaluación de las
características + adecuadas de los individuos (selección), la aspiración a
construir un ser humano con rasgos caracterizados como superiores penetró en
todos los espacios, es inseparable de los conceptos de raza y racismo. La
ciencia de la eugenesia se apoyaba en la idea de progreso, idea a la que nadie
ponía obstáculo, este ideal
se transforma en modelo a imitar: los que
no son portadores de progreso pasan a una categoría de subhumano y a la
condición de seres que no merecen vivir.
A
través de las técnicas disciplinarias se buscaba separar lo que era considerado
bueno de lo malo, construyendo un hombre “normal”. Esta idea de normalidad
tiene implícita la violencia, que llevó a los gobiernos totalitarios como
el nazismo, donde todo aquel que se apartaba del ideal racial ario debía ser
eliminado. (Los judíos eran lo eliminados y
considerados no hombres, postulaban la “limpieza de los enfermos” con motivos
de depurar la raza impidiendo la contaminación física).
Al final de la II Guerra Mundial la
eugenesia se volvió sospechosa, el mundo condenó la tenacidad genocida. Al
mezclarse la eugenesia con la genética se abría otro camino para generar
elementos vivos, y mejorar los malos (moría la eugenesia para dar lugar a la genética
molecular).
En nombre de la manipulación genética, la eugenesia triunfaba a la
manera del mercado, ya no se trataba de eliminar individuos indeseables para
el porvenir de la raza, sino de elegir si un embrión humano debe ó no nacer de
acuerdo a las perspectivas biológicas detectadas, un derecho a nacer. La vida es deseable si se adapta a pautas preestablecidas que no tiene
imperfecciones. La = hoy en día apunta a generalizar un sujeto potencialmente
apto.
En 1997 con el clon “la oveja
Dolly” el hombre llega a sus propios límites, a su poder de omnipotencia,
anunciaba la posibilidad de que los hombres puedan multiplicarse sin mediar la
participación del sexo; los vuelos espaciales abren la posibilidad de que los
cuerpos no vuelvan a la tierra, la ingeniería genética abre la posibilidad de
q´los hombres no sean creados por mediación de un hombre y una mujer: las
consecuencias son inconmensurables y la disputa es con Dios. El clon se
mostraba como anuncio del porvenir realizado, el fantasma de Frankenstein se
ponía en la piel de una oveja, hasta su nacimiento la palabra “clon”
significaba un conjunto de organismos genéticos idénticos, pero Dolly no se
parecía a nadie, su madre genética había muerto hacía tpo, contra la doxa el
clon era único.
La industria de lo humano se
muestra como una sentencia sobre el mundo que no sabria como ser sin la
presencia de la conducta inesperable de los hombres.
¿Por
qué seguir llamando “hombre” a los integrantes de una especie con tales
características? Si la dignidad humana se sostiene en la
irreductibilidad de cada uno a la voluntad de cualquier otro, si la posibilidad
de imaginar la vida sin condicionamientos determinantes es el rasgo que hace a
la especificidad de lo humano y esta posibilidad de libertad es la condición de
la responsabilidad de los hombres frente al mundo, la propuesta de
“perfeccionamiento” auspiciada por la tecnociencia genética debería resultar
simplemente impensable. Critica esta idea de mejoras óptimas para la vida del
hombre.
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