Laclau - "Muerte y resurrección de la teoría de la teoría de la ideología", en Misticismo, retórica y política"
Laclau - "Muerte y resurrección de la teoría de la teoría de la ideología", en Misticismo, retórica y política"
La distorsión
ideológica proyecta en un objeto particular la plenitud imposible de la
comunidad. El objeto representado es imposible y necesario a la vez. La
ideología es una dimensión q pertenece a toda experiencia posible.
La crisis de la noción de ideología
se debió a 2 procesos conectados entre sí:
1) Declinación del objetivismo social: Había
considerado a la ideología como un nivel de la totalidad social (EJ: Marx à Economía
político-ideológica). Esta concepción entró en crisis cuando se entendió q los
mecanismo ideológicos eran esenciales para la estructuración de los niveles
económicos y políticos, lo q condujo a la inflación del concepto y, finalmente,
a su abandono x la pérdida de valor analítico. Otros términos, como “discurso”,
eran menos ambiguos.
2) La negación de la posibilidad de un punto metalingüístico q hubiera
permitido desenmascarar la distorsión ideológica (la inflación del término): Ligado a nociones de “falsa conciencia” o “distorsionada”. Si bien la
operación metalingüística de desenmascaramiento ya no se considera posible, se
prestó creciente atención a los mecanismos de distorsión. Estos giran en torno
a las formas de representación de un objeto q es, a la vez, necesario e
imposible, base de la distorsión constitutiva q explica la operación
ideológica.
Las diferentes versiones del fin de
la ideología se asientan en la pretensión de q cualquier de los 2 movimientos
alcance su extremo último y elimine la operatividad del otro, lo q es imposible
porque existen restos de particularidad. Hay una resistencia del sentido ya
establecido q obstaculiza las equivalencias nuevas.
Teórico:
Teórico #12 –
22/11/05. Carlos Gassmann.
Textos
obligatorios para el final que no vimos en la cursada.
Laclau y
Žižek. Ambos nos sirven como comentario
o ampliación de lo que vimos con Laclau y que Laclau incluye como prólogo en un
libro. Y Žižek que está refiriéndose a
la teoría de la hegemonía tal cual ha sido planteada por Laclau.
“Muerte y
resurrección de la teoría de la ideología”, en Misticismo, retórica y política, FCE, Buenos Aires, 2002. Laclau recupera la noción de ideología pero
sometiéndola a una profunda reformulación.
Es decir, se encuentra dispuesto a seguir utilizando la noción de
ideología pero a condición de que ese concepto sea redefinido. Por empezar, ha habido una crisis de la
noción de ideología, que tiene que ver básicamente con dos cosas: hay por un
lado una crisis de los objetivismos
en general, que ha afectado al marxismo y, por ende, a la noción de ideología
que tiene su raíz en el marxismo; y, por otro lado, porque ya no se cree que exista un metalenguaje privilegiado que sea capaz de
desenmascarar la distorsión ideológica.
Está aludiendo a la crisis de la ciencia. Sabemos que con Althusser lo que se había
convertido en lo contrario de la ideología era la ciencia, sobre todo, como la
entendía Althusser, la ciencia del materialismo histórico. Esa ciencia era capaz de desenmascarar las
operaciones ideológicas desde un lugar de privilegio. En este sentido, la ciencia aparecía como un
metalenguaje privilegiado. Esa
posibilidad ha sido puesta en entredicho.
ya no se cree que haya ningún metalenguaje privilegiado ni ninguna
ciencia capaz de develar las operaciones ideológicas.
Por otro lado,
dice Laclau, también refiriéndose a Althusser, que se distinguen niveles en
toda formación social: lo económico, lo político y lo ideológico. Pero, luego, se cayó en la cuenta de que los
mecanismos ideológicos eran esenciales para la estructuración de los niveles
económico y político, es decir, que lo ideológico también estaba presente en
esas instancias. También era
constitutivo de esas instancias. La
ideología sufrió un proceso de inflación: estaba en todos lados y, entonces,
perdió peso analítico y fue abandonada.
O bien abandonada o reemplazada por términos menos ligados a posturas
objetivistas, como la noción de discurso.
La noción de ideología es reemplazada por la noción de discurso, que
tiene otras connotaciones.
Laclau dice que
estaría dispuesto a admitir el sostenimiento de esta categoría de lo ideológico
si se piensa de otra forma: ideológico
serían todos los mecanismos que posibilitan la ilusión de un cierre de los
social. Se trata de una distorsión
que es constitutiva, es decir, es inescapable.
Siempre se presenta inevitablemente esta distorsión que consiste en la
ilusión de un cierre social, una sutura de lo social. Aunque no está en el artículo, podemos
recuperar el texto La razón populista:
Laclau propone un esquema una representación gráfica de lo que está diciendo y
puede aclarar no sólo respecto de este artículo sino respecto del tratamiento
de Laclau en general (ver gráfico).
Las demandas
aparecen divididas, tienen como dos caras: por un lado, son demandas
particulares específicas. Esa
particularidad, esa singularidad de las demandas es lo que representa la parte
inferior de los círculos (en el gráfico); pero, por otro lado, al constituir
una cadena equivalencial frente al antagonista, esas demandas se vuelven
equivalentes. La parte universal que ha
sido vaciada de particularidad y ha sido vuelta semejante al resto de las demandas,
es la parte superior de los círculos.
¿En qué consiste la operación hegemónica? En que una de esas demandas se convierte en
representativa de todo el conjunto. En eso consiste lo que Laclau
ha venido explicando a lo largo de la teoría de la hegemonía: una demanda que
es particular se convierte en un significante que es tendencialmente vacío y
representa al conjunto de las demandas.
Esto se puede hacer de muchas maneras: puede ser una figura política la
que se convierta en significante vacío y se convierta en un representante del
conjunto de las demandas (Ej. Perón).
Una demanda particular representa al conjunto y esa es la articulación
que lleva adelante una operación hegemónica.
Esta es una
situación ideal, porque lo que generalmente ocurre en los procesos políticos es
que hay operaciones hegemónicas que rivalizan entre sí y que trazan distintas
fronteras: no hay simplemente una división dicotómica del campo político en dos
grandes bandos (jacobina). Normalmente,
hay otras fuerzas políticas y sociales operando que llevan adelante operaciones
hegemónicas contrapuestas y trazan otras fronteras, hacen otro corte. Y ahí aparece la posibilidad de que una
demanda esté articulada a distintas cadenas equivalenciales: unas articulan de
una forma y otras de una manera distinta.
En ese sentido,
se presenta la demanda como un significante flotante. En el sentido de que una demanda puede ser,
al mismo tiempo, articulada a una cadena o a otra aparece como significante
flotante; pero Laclau dice que serían las dos cosas: son las dos caras de una
misma operación. Hay que vaciar de
particularidad a una demanda para que pueda representar a otras y, sin ese
vaciamiento, no es posible que adquiera un carácter flotante, es decir, que sea
articulada a una u otras cadenas. Ahora,
en esta operación de que algo singular
representa a algo universal, ahí estaría la ilusión ideológica para Laclau. Volvemos al texto principal: “Muerte y
resurrección de la teoría de la ideología”, en Misticismo, retórica y política.
En el sentido tradicional, el concepto de ideología ha sido puesto en
cuestión. Laclau está dispuesto a
recuperarlo si lo reformula. Los
mecanismos ideológicos son aquellos que permiten la ilusión del cierre de lo social,
que permiten representar una plenitud imposible, ausente de la comunidad. Es este mecanismo. Para que esta demanda logre representar toda
una cadena de equivalencias, ha operado la ilusión ideológica.
Frente al
régimen zarista, por ejemplo, la respuesta es revolución, y la revolución como
significante vacío representa la plenitud de la comunidad. Esa ilusión de alcanzar el cierre, la sutura
de lo social es constitutiva, o sea, es inescapable, va a ocurrir siempre; por
eso, no hay ninguna posibilidad del fin de las ideologías. La ideología así entendida, para
Laclau, existirá, siempre. Que la
ideología desaparezca es algo imposible, es algo que no se puede dar. Si se diese el caso de que la lógica de la
equivalencia o de la diferencia se impusieran por completo, ahí sí; pero eso no
es posible. Siempre habrá un juego combinado
de las lógicas de la equivalencia y la diferencia y siempre habrá la ilusión de
que una particularidad puede representar a una universalidad que, en realidad,
es inconmensurable con ella.
“Prefacio a la
segunda edición”, en Hegemonía y
estrategia socialista. La
escribieron diecisiete años después de la primera edición del libro, o sea, en
2002. Es una excelente síntesis de Hegemonía y estrategia socialista. Las circunstancias políticas respecto de 1985
han cambiado fuertemente: cayó el Muro, se desintegró la URSS, se fue
configurando este orden de globalización, posmodernidad, hay una hegemonía
neoliberal. Esos cambios, en realidad,
para Laclau, confirman lo que intuían en el libro: no es que hay que rectificar
la perspectiva política y teórica a la luz de lo acontecido; sino que más bien
lo ocurrido confirma que las intuiciones eran ciertas.
Hay críticas a
Habermas en el sentido de que la idea de que en un espacio público sin
exclusiones (...) esto de alcanzar un consenso racional es ilusorio. También es un error creer lo contrario, como
plantea Lyotard, es decir, un particularismo puro que hace imposible cualquier
clase de articulación. Insisten bastante
en que la noción de antagonismo es absolutamente central para su planteo y que,
curiosamente, esa noción ha ido desapareciendo del discurso de la
izquierda. Hay críticas a la tercera vía
(Guiddens). Esta idea de que los
antagonismos sociales han desaparecido y que es posible encontrar soluciones
que sean beneficiosas para todos. Esto
es un renunciamiento que han tenido ciertos partidos de izquierda. Hay que trazar nuevas fronteras políticas
para construir una nueva hegemonía.
Frente a la hegemonía neoliberal, hay que construir una nueva hegemonía,
en el camino hacia una democracia radical y plural. Crear nuevas cadenas de equivalencias que
articulen las distintas luchas democráticas entre sí: las luchas del feminismo,
de los movimientos ecológicos, anti-racistas, etc., con las reivindicaciones de
la clase obrera, etc. En eso consistiría
el proyecto político de construcción de una nueva hegemonía.
Žižek: “Más
allá del análisis del discurso”, primera parte, en Laclau, E., Nuevas
reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. El aporte fundamental de Laclau en Hegemonía y estrategia socialista es la
noción de antagonismo, o sea, la idea de
que el campo social está estructurado como un campo simbólico. Y no está estructurado de cualquier manera,
sino estructurado en torno a una falta,
a una fisura que no es simbolizable.
Esto que dice Žižek, se conecta con la idea de lo real como imposible que planteaba
Lacan. Hay una analogía posible de
trazar entre la aseveración de Laclau cuando dice que la sociedad como
totalidad suturada es imposible y lo que dice Lacan cuando decía que lo real es
lo imposible de simbolizar. Entonces, lo
que hace en este artículo Žižek es explorar los beneficios que tendría extender
esta analogía entre el planteamiento de Laclau y ciertos planteamientos de
Lacan.
Especialmente,
se detiene en lo beneficioso que sería pensar también a partir de las ideas de
Lacan la cuestión del sujeto. En ese sentido, Laclau ha planteado la noción de posiciones de sujeto como distinta a
la constitución de un sujeto unificado.
Pero ese planteo tiene limitaciones: no es un planteo radical llevado
hasta sus últimas consecuencias. Todavía
está operando dentro del marco de la interpelación althusseriana. Cuando me reconozco ocupando una determinada
posición de sujeto (feminista, ecologista, por ejemplo), en realidad, como
decía Althusser, me engaño, porque vuelvo a pasar por alto el antagonismo, ese
núcleo traumático cuya simbolización es imposible.
Žižek propone ir
más allá y pensar al sujeto a la manera de Lacan, y pensar al sujeto como lugar vacío de estructura.
Barthes. “De la obra al texto”, en El susurro del lenguaje. Barthes es un autor que resume en su propia
trayectoria personal el camino que han seguido las ciencias sociales. Barthes tuvo una primera etapa
estructuralista, fue su impulsor. ’50 /
’60, fue quien quiso retomar la idea de Saussure de crear una nueva disciplina,
la semiología, que estudie la vida de los signos en el seno de la vida
social. Barthes propone crear la
semiología como translingüística, es decir, proyectar los conceptos
lingüísticos a otros objetos. Desarrolla
ese trabajo en el marco del proyecto del estructuralismo. El estructuralismo planteó un análisis
inmanente de los textos. Había que
encontrar en el texto mismo las claves de su sentido. Y sabemos que, cuando surge la perspectiva del discurso que está en
ruptura con la lingüística, va a ser muy crítica con esta idea. El análisis del discurso es siempre
interdiscursivo, supone relacionar un discurso con otros discursos.
Ese pasaje, ese cambio de perspectiva lo lleva
adelante también Barthes y este artículo de 1971 ya nos muestra la crisis de
esa idea de análisis inmanente y el pasaje a un nuevo concepto. Está surgiendo la idea de discurso pero, en
este artículo de Barthes, no se habla de discurso sino de texto. Las características que Barthes le atribuye
al texto son las que nosotros le atribuimos al discurso. Desde su perspectiva de crítico literario,
dice que hay que abandonar el análisis de obras y pasar al análisis del
texto. Texto etimológicamente es tejido.
En realidad, un texto está entretejido, es una trama en la que se
entrecruzan otros múltiples textos. Está
hecho de citas sin comillas, en el sentido de que, aunque no nos demos cuenta,
aunque no podamos decir de dónde proviene eso que decimos, lo que decimos está
atravesado por otros textos. La metáfora
que se asocia al texto es la de la red.
Un discurso es un tejido. La obra
se cierra sobre un significado que puede ser literal y es lo que estudia la
filología, o un significado secreto que hay que interpretar como lo que puede
proporcionar el marxismo o el psicoanálisis.
Mientras la obra se cierra sobre
un significado, el texto remite al juego infinito de los significantes. La obra supone una filiación, la noción de
obra es correlativa a la noción de autor.
En cambio, el texto se lee sin la garantía del poder del autor. La restitución inter texto anula la
herencia. Es decir, el sujeto de la
enunciación es un YO de papel, es decir, se constituye en la propia
enunciación.
A partir del discurso, vamos contra la noción
tradicional de obra y de autor, como aquel que es el origen de la obra. Ni el sujeto es origen del discurso ni el
autor es el responsable por entero de la obra.
El que produce el discurso es
hablado por una formación discursiva muchas más de lo que cree o de lo que
puede reconocer. El texto elimina la
distancia entre escritura y lectura. Un
texto se tiene que ejecutar así como un intérprete musical ejecuta una
partitura. No sólo lee la música, sino
que, al mismo tiempo, la recrea. El
lector se convierte en coautor.
Por último, en el caso del texto no hay un
metalenguaje privilegiado. El discurso
sobre el texto no es más que otro texto.
Esto se relaciona con Laclau sobre la crítica a la ciencia como
metalenguaje privilegiado.
Castoriadis.
Dos textos. También fue
marxista. Nació en Grecia. Después de la Segunda Guerra se trasladó a
Francia. Pasó a formar parte de un
partido comunista anti-stalinista. Con
el tiempo, tomó distancia del ala troskista.
En el ’60 trabajó en una revista que se llamó Socialismo o Barbarie. Ahí
participaron Lefort, Lyotard. En esa revista
fue publicando fragmentos de lo que constituirá su libro principal (1975) La institución imaginaria de la sociedad.
Primer artículo: “Poder, política, autonomía”,
en El mundo fragmentado.
El concepto central que aporta Castoriadis y
por el cual es reconocido, es el de
imaginario social. El planteo de
Castoriadis hace hincapié en lo histórico social como creación. En ese sentido, en que proviene del marxismo,
va a ir tomando distancia de él. El
marxismo es un racionalismo objetivista.
Piensa en la historia en términos de un determinismo causal. Pero la
historia es el terreno de la creación.
Le interesa subrayar la indeterminidad, la apertura de lo social. La historia como poiesis, es decir, como creación.
En principio, lo que tenemos es un colectivo anónimo, es decir, un grupo
indefinido de personas que conviven juntas durante un cierto tiempo. A lo largo del tiempo, ese colectivo anónimo
va dando lugar a un proceso de creación ex – nihilo. Es decir, una creación pura, de la nada, que
no está determinada ni condicionada.
¿Qué es lo que crea ese colectivo anónimo a lo
largo de la historia? Instituye un mundo de significaciones, va
creando sus instituciones, por ejemplo, el lenguaje. El lenguaje lo crean todos y no lo crea nadie
en particular. Es una creación
social. Un colectivo anónimo va creando
un lenguaje a lo largo de la historia y todas sus instituciones. Quien lleva adelante esa tarea es el
imaginario social.
Castoriadis reconoce en el proceso histórico
social dos polos que son irreductibles: psique
y soma.
No utiliza el término individuo porque el
individuo es una fabricación social. En
cambio, la psique es irreductible a lo social.
Aquí vemos la impronta del psicoanálisis que está presente en
Castoriadis. Ha incorporado los aportes
del psicoanálisis. Entonces, hay una
psique, que es un flujo perpetuo de representaciones de afecto y de
placer. Es irreductible a lo social. Lo social nunca logra anular ese flujo
perpetuo de representaciones. Ambos son
fuente de creación. A lo singular,
Castoriadis asocia lo que se llama imaginación
radical; a la sociedad, es decir, al colectivo anónimo asocia lo que se
llama imaginario radical. Lo que se va creando es que se instituye ex –
nihilo un mundo de significaciones imaginarias.
Esto no significa que se puede hacer cualquier cosa, en cualquier
momento; porque, en realidad, hay un
juego constante entre lo instituido y lo instituyente. Hay instituciones imaginarias sociales que ya
han sido instituidas por la sociedad y que condicionan, limitan la posibilidad
de creación de nuevas significaciones.
Lo instituido condiciona lo instituyente.
Sin embargo, la posibilidad de instituir nuevas
significaciones no desaparece nunca. Siempre hay posibilidad de alterar el
mundo de significaciones imaginarias sociales tal cual han sido
instituidas. Una sociedad donde es muy
fuerte el peso de lo instituido, donde se reduce al mínimo la posibilidad
instituyente, es para Castoriadis una sociedad
heterónoma, que es lo contrario de una sociedad
autónoma. Esa heteronomía ha
caracterizado a la mayoría de las sociedades que han existido y existen a lo
largo de lahistoria. Lo que se encuentra
con más frecuencia es la heteronomía, porque los hombres que han instituido
estas significaciones, les atribuyen un origen extra – social, por ejemplo: de los dioses. La sociedad deja de percibir que se ha auto
instituido, es decir, que ella misma ha creado las instituciones por las que se
rige. Una sociedad que se vuelve
conciente de este carácter, es una sociedad que va en camino a ser autónoma. Una sociedad autónoma es aqeulla que no
sólo reconoce que ella misma ha creado las instituciones, sion que ella misma
puede modificarlas.
Ese proyecto de autonomía que Castoriadis
propone retomar tiene un origen histórico en Grecia. Los griegos inventaron la política. No lo político. Lo político en cuanto a una dimensión de
poder explícito, existe siempre en toda sociedad. Pero la política como actividad reflexiva,
lúcida, de auto institución social, es decir, de creación de las propias
instituciones, nació en Grecia.
Reapareció con la modernidad europea pero una y otra vez tiene que
lidiar frente a la heteronomía social.
Ese proyecto de autonomía para Castoriadis es, al mismo tiempo,
individual y social, porque no podría haber una sociedad autónoma con sujetos
heterónomos, y sujetos autónomos no podrían dar lugar a una sociedad
heterónoma. Hay que avanzar hacia la
autonomía individual social.
El segundo artículo de Castoriadis. “Psicoanálisis y política”, en El mundo fragmentado. De qué modo interpreta el papel del
psicoanálisis. Parte de una frase muy
citada de Freud respecto al fin del análisis: “donde fue ello, devenga yo”. ¿Cómo interpretar esto si esta es la
finalidad del análisis? ¿como la
eliminación de lo inconsciente? ¿el
control absoluto de las pulsiones? Eso
sería imposible y monstruoso. Lo que al
hombre lo vuelve humano es la capacidad de crear. Entonces, él propone una frase complementaria
a la de Freud: “donde era ello, devenga yo” y él añade “donde es el yo, emerja
también ello”. O esa, frente a la
represión social, el modo en el que un individuo que es fabricación social
reprime ese flujo perpetuo de representaciones, afecto y placer, en lugar de reprimirlo,
liberarlo.
En este sentido, el psicoanálisis se sumaría a
un proyecto de emancipación. Ahora, en
un momento dice Castoriadis que hay tres imposibles: la del psicoanalista, la
del educador y la del político.
La imposibilidad resulta del hecho de que quieren
producir un individuo autónomo a partir de un individuo heterónomo. Ese problema
es un problema del análisis y también del educador. Esa tarea imposible es la tarea de la
política. Es lo que debe llevar adelante
un proyecto político de autonomía.
Preparar las condiciones para que hombres autónomos den lugar a una
sociedad autónoma que se imponga, que imponga sus instituciones de un modo
reflexivo, deliberativo, lúcido y no simplemente se someta a la institución
social.
Recapitulación.
Partimos el
curso planteándonos ciertas preguntas.
La idea no era encontrar respuestas.
Mucho menos, respuestas definitivas a esas preguntas. En realidad, estamos frente a un horizonte
teórico abierto. Las preguntas siguen
planteadas pero, quizá, a lo máximo que podemos aspirar es que hoy por hoy las
preguntas no sean exactamente las mismas.
Nos preguntamos
por la producción social de significaciones.
Ese fue el punto de partida del curso.
Había otros interrogantes vinculados con este, por ejemplo, qué papel
tiene la sociedad en la constitución de los sujetos y qué papel tienen los
sujetos en la constitución de lo social.
¿Cómo pensar la historia y la relación entre la historia y los
sujetos? ¿La historia es algo que
simplemente nos viene dada y tenemos que adaptarnos, o los hombres somos los
protagonistas de la historia? Los
hombres hacen la historia, decía Marx, bajo condiciones dadas. ¿Hasta dónde llega ese peso de las
condiciones? ¿Hasta dónde puede decirse
que los hombres y las mujeres hagan la historia?
Primero vimos la
teoría de la ideología que es una primera teoría acerca de las significaciones
sociales que tiene distintas variantes: hay un profuso debate en torno al
concepto de ideología. En el momento
clásico, lo que podemos decir, imaginar, pensar, está determinados por las
condiciones materiales de existencia. Es
decir nuestras representaciones están atadas a ciertas condiciones materiales
de la vida.
Llegamos al
concepto de discurso. Discurso como esa
instancia social en la que las significaciones se producen y circulan. Para llegar al concepto de discurso, hay que
pasar por algunas instancias previas: el marxismo y la teoría de la ideología
junto con el psicoanálisis. El
psicoanálisis nos sirvió de puente entre uno y otro, con Althusser. Claramente, juega un papel de nexo entre
marxismo y psicoanálisis. Althusser
lleva las condiciones propias de psicoanálisis al terreno de la teoría de la
ideología. Produjo una reformulación del
concepto de ideología que incorpora los aportes del psicoanálisis. Y termina diciendo que la función principal
de la teoría de la ideología es constituirnos como sujetos.
Aparece la
cuestión del sujeto. Venimos de una
noción de sujeto que es propia de la Ilustración, que se puede remitir a los
orígenes del cógito cartesiano, es decir, sujeto como voluntad soberana, como
arquitecto de su propio destino, como una conciencia lúcida. Esa idea de sujeto fue cuestionada por el
propio marxismo. La teoría de la ideología
venía a decir eso: que las representaciones están determinadas por las condiciones
materiales de existencia. El
psicoanálisis también cuestiona aún más explícitamente esa idea de sujeto. Lacan frente a la idea cartesiana: “donde
pienso, no soy y donde soy no pienso”.
También el problema del lenguaje y del discurso. Problemas que están imbricados entre sí.
Llegamos,
finalmente, al discurso. Un cambio
importante ha ocurrido: el giro lingüístico, o sea, y no creemos que podemos
saber lo que las cosas son. En todo
caso, podríamos determinar lo que las cosas significan. De un discurso científico, con pretensiones
ontológicas, hemos pasado a un problema epistemológico y nos dimos cuenta que
las cuestiones del conocimiento y la verdad son mucho más complejas de lo que
supuso la modernidad. Estamos en plena
crisis de los grandes relatos: el marxismo, el estructuralismo, etc., que
pretendían dar cuenta de las cosas tal cual son. Lo que hoy se plantea es que tenemos frente a
nosotros un universo de discursos, es decir, de significaciones socialmente
construidas.
La problemática
de lo ideológico no desaparece. Podemos
conservarla pero redefiniendo esa problemática.
¿Qué sería lo ideológico en esta etapa?
No como dice la teoría clásica un reflejo distorsionado de una realidad
a la que accedemos a traves de la ciencia.
En realidad, esas significaciones que son sociales, construidas,
contingentes, que se desplazan, muchas veces se estabilizan. Cuando unas ciertas significaciones se
estabilizan, creemos que hemos dado con las cosas tal cual son. Eso sería, en esta redefinición, lo
ideológico. El análisis ideológico
estaría en ver el peso de lo instituido según Castoriadis. En los otros autores, estaría en ver esos
designantes rígidos o point de capiton,
que estabilizan durante un cireto momento las significaciones. Ahí hay una operación ideológica.
Ahora bien, si
lo ideológico nos remite al peso de lo instituido, también está la posibilidad
siempre abierta de lo instituyente y esto, más que con la dimensión de lo
ideológico, tiene que ver con la dimensión de lo imaginario. La posibilidad de creación de lo nuevo, la
dimensión instituyente de lo histórico social se asocia a lo imaginario. Pero es una propuesta, de cualquier modo
seguimos frente a un horizonte abierto de propuestas. Las luchas políticas son, en realidad, luchas
por la significación. Lo sabemos bien
con Laclau, que planteó las luchas políticas como luchas por la significación:
frente al deslizamiento permanente del sentido, se intentan fijar ciertas
significaciones para hacerlas pasar como lo que las cosas supuestamente son.
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