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MARTÍN BARBERO, Jesús - "Televisión pública, televisión cultural: entre la renovación y la invención" - Comunicación II - Cátedra: Mangone Gándara

MARTÍN BARBERO, Jesús - "Televisión pública, televisión cultural: entre la renovación y la invención" - Comunicación II - Cátedra: Mangone Gándara

INTRODUCCIÓN
En ningún otro medio como en la televisión se hacen presentes las contradicciones de la modernidad latinoamericana. Aunque la prensa sea aun el espacio de opinión decisiva de los sectores dirigentes, ella representa sin embargo, en nuestros países un medio inaccesible económicamente y culturalmente a las mayorías. Y la radio, ha sido desplazada de esa función por la televisión, medio en el que se tejen hoy poderosas complicidades e interacciones de la cultura oral con la visualidad electrónica. Contradictoria modernidad la de la televisión en países en los que la desproporción del espacio social que el medio ocupa al menos en términos de la importancia que adquiere lo que en él aparece es sin embargo, proporcional a la ausencia de espacios políticos de expresión y negociación de los conflictos y a la no representación en el discurso de la cultura oficial, de la complejidad y diversidad de los mundos de vida y de los modos de sentir de sus gentes.

La televisión se ha constituido en actor decisivo de los cambios que atraviesa la política. Por la democratización de esa “esfera pública electrónica”, que es la televisión, pasan en buena medida posibilidades de democratización de las costumbres y la cultura política.

En América latina son las imágenes de la televisión el lugar social donde la representación de la modernidad se hace cotidianamente accesible a las mayorías. Pero ¿es una televisión librada a las unidimensionales e implacables lógicas del mercado la que puede hacerse cargo de las transformaciones que atraviesan las mayorías en la hibridación de sus culturas y la vulnerabilidad de sus ciudadanías?

Si la televisión se ha tornado en espacio estratégico de representación del vinculo entre los ciudadanos, de su pertenecía a una comunidad, ella constituye hoy el espacio por antonomasia de recreación de lo público desde dónde enfrentar la erosión del orden colectivo. Y eso es lo que no puede hacer el mercado. El mercado no puede sedimentar tradiciones (ya que todo lo que produce se “evapora en el aire”), el mercado no puede crear vínculos societales, entre sujetos. Éstos se constituyen en procesos de comunicación de sentido, y el mercado opera anónimamente mediante lógicas del valor que implican intercambios puramente formales. El mercado no puede engendrar innovación social (esta innovación presupone solidaridad, resistencias y disidencias).

De todo ello se infiere que hoy nuestros países necesitan, de la existencia clara y operante de una televisión pública. Con presencia aun notoria en Europa, la televisión ha sido objeto de encendidos debates estos últimos años. Un debate que ha implicado también el sentido y alcance de lo cultural de la televisión, incluida la idea misma de televisión cultural. Será ese debate, la base de la reflexión que aquí se expone.


1. A QUÉ SE PUEDE LLAMAR HOY TELEVISION PÚBLICA
A fines de los años setenta, Sennet oteó en un libro, el declive del hombre público señalando que “el espacio público es ahora un área de paso, ya no de permanencia”

1.1  SENTIDO Y ALCANCE DE LA CRISIS DE LO PÚBLICO
La metáfora de Sennet apunta a la mutación que lo público experimenta, pues en una sociedad descentrada como la actual y estructuralmente mediada por la presencia de un entorno tecnológico productor de un flujo incesante de discursos e imágenes, no puede resultar extraño que lo público se halle cada día más emborronado políticamente e identificado con lo escenificado en los medios, mientras el público, cada vez más lejano del pueblo, es identificado con sus audiencias.

El sentido de los públicos ha cambiado, es la transformación de la cultura de masas en una cultura segmentada, que es la forma como la industria mediática asume que el público o la audiencia no designa a un ente indiferenciado y pasivo, sino la diversidad de gustos y modos de consumir. En los últimos años, los medios interpelan y construyen una audiencia que aunque es masiva por las cantidades, ya no lo es por relación a la uniformidad y la simultaneidad de los mensajes.

Si la segmentación de públicos sigue teniendo un rol democratizador como en el caso de las emisoras musicales que atienden demandas de los diferentes grupos de edad y de diversos tipos de gustos/consumos culturales, estamos, sin embargo, ante una fragmentación de la oferta que funcionaliza las diferencias socioculturales a los intereses comerciales (tiende a construir solamente diferencias vendibles).


1.2  METAMORFOSIS DE LO PÚBLICO EN LA ERA DE LA INFORMACIÓN
Desde América latina el espacio público, aparece históricamente confundido con o subsumido en lo estatal.

La reflexión latinoamericana comienza a hacerse cargo de la necesidad de redefinir lo público a partir de la experiencia límite que enfrentaron los países dominados por dictaduras, esto es, desde los modos en que la sociedad se comunica cuando el poder rompe las reglas mínimas de  la convivencia democrática y estrangula la libertad y los derechos ciudadanos censurando, destruyendo, armonizando medios hasta convertirlos en mera caja de resonancia a la voz del amo. En esa situación la sociedad descubre la competencia comunicativa como la capacidad de convocatoria y confrontación de la sociedad civil.

En los los últimos años empezamos a comprender la necesidad de insertar la comprensión de lo público en un mapa cruzado por 3 ejes
- el de la actual reconstrucción conceptual de lo público.
- la reconstitución de los medios y las imágenes en espacio de reconocimiento social.
- las nuevas formas de existencia y ejercicio de la ciudadanía.

Lo propio de la ciudadanía hoy es hallarse asociada al “conocimiento recíproco”, esto es, al derecho de informar y ser informado, de hablar y ser escuchado, para poder participar en las decisiones que conciernen a la colectividad. 

La cada vez más estrecha relación entre lo público y lo comunicable, pasa hoy decisivamente por la ambigua, y muy cuestionada, mediación de las imágenes. Pues la centralidad ocupada por el discurso de las imágenes es casi siempre asociada, o llanamente reducida, a un mal inevitable, a una incurable enfermedad de la política contemporánea. Y lo que en las imágenes se produce, es, en primer lugar, la salida a flote, la emergencia, de la crisis que sufre, desde su interior mismo, el discurso de la representación. La creciente presencia de las imágenes en el debate, espectaculariza el mundo hasta confundirlo con el de la farándula, por las imágenes pasa una construcción visual de lo social, en la que la visibilidad coge el desplazamiento de la lucha por la representación a la demanda de reconocimiento. Lo que los nuevos movimientos sociales y las minorías demandan no es tanto ser representación sino reconocidos: hacerse visibles socialmente en su diferencia.

Por otra parte el vacío de utopías que atraviesa el ámbito de la política se ve llenado en los últimos años por un cúmulo de utopías provenientes del campo de la tecnología y la comunicación. Y la mas engañosa de todas, “la democracia directa”, atribuyendo al poder de las redes informáticas la renovación de la política y superando de paso las viejas formas de la representación “por la expresión viva de los ciudadanos”, ya sea votando por internet desde la casa, o emitiendo telemáticamente su opinión. Estamos frente a la más tramposa de las idealizaciones, ya que en su celebración de la inmediatez y de la transparencia lo que se está mirando son los fundamentos mismos de lo público.

Se fortalece la creencia en que el individuo puede comunicarse prescindiendo de toda mediación social, y se acrecienta la desconfianza hacia cualquier figura de representación.


1.3 EL DEBATE SOBRE EL FUTURO DE LA TELEVISIÓN PÚBLICA
La primera televisión pública se hallara marcada en Europa por una concepción elitista y un sesgo fuertemente voluntarista: los intelectuales y artistas creen saber lo que las masas necesitan, y con ello recrean la cultura nacional. El modelo público ofrecerá buenos resultados tanto desde el punto de vista cultural, como en el plano político y económico. La tv va a sufrir muy pronto las tensiones que se derivan del nuevo clima político. Solo unos pocos años antes de la aparición en Estados Unidos “la tv de servicio público”, pero bajo un modelo peculiar: local y educativo.

En América latina, mucho más cerca de EE.UU que de Europa, las televisiones nacen estatales más que públicas, y muy pronto, en cuanto se expande el número de receptores entre la población, se privatizan, entrando a depender masivamente de la industria norteamericana, no solo en programación, sino en el modelo de producción. Los que se van a llamar canales culturales son un mero instrumento del Estado, cascarón culturalmente vacío y sin casi producción propia, como Plaza Sésamo.

Justamente por la fragmentación que introduce el mercado, se hace más necesaria una televisión que se dirija al conjunto de los ciudadanos de un país, que contrarreste en la medida de lo posible la balcanización de la sociedad nacional, que ofrezca a todos los públicos un lugar de encuentro, así sea cambiante y precario, que permita a los que quieran poder enterarse de lo que gusta a la mayoría cuando ésta no se define por el rating, sino por algunos gustos y lenguajes comunes, como los que proporcionan ciertos géneros televisivos en los de convergen matrices culturales y formatos industriales.


1.4 RASGOS QUE HACEN LA DIFERENCIA DE LA TELEVISIÓN PÚBLICA
Televisión pública ---> aquella que interpela al público, incluido el consumidor, en cuanto ciudadano. Y es justamente el ámbito de la cultura el que se está convirtiendo en espacio de reconstitución de lo público, y ello en la medida en que crecientemente por la cultura pasa el ejercicio de estrategias de la exclusión, pero también de empoderamiento ciudadano. La tv pública resulta siendo hoy un decisivo lugar de inscripción de nuevas ciudadanías en las que adquiere rostro contemporáneo la emancipación social y cultural. Frente a la ciudadanía de los modernos que se pensaba se ejercía por encima de las identidades de género, de etnia, de raza o de edad, la democracia está necesitada hoy de una idea y un ejercicio ciudadanos que se hagan cargo de las identidades y las diferencias.

La interpelación que convoca/forma ciudadanos y al derecho a ejercer la ciudadanía hallan su lugar propio de la televisión pública, convertida así en ámbito de participación y expresión.

El carácter público de una televisión ---> se haya decisivamente ligado a la renovación permanente de las bases comunes de la cultura nacional.

El malestar en lo nacional no es sólo un efecto de la globalización, sin una manifestación más flagrante del déficit en nuestros países de cultura en común, que es hoy uno de los mejores sinónimos de lo público.

Finalmente un tercer rasgo de la televisión pública ----> es la recreación audiovisual de los relatos en que se dice la cultura común. No hay identidad cultural que no sea contada. La Polisemia del verbo contar no puede ser más significativa: para que la pluralidad de las comunidades culturales de que está hecha la cultura común de un país sea políticamente tenida en cuenta es indispensable que nos pueda ser contada, narrada. Contada en cada uno de sus idiomas y al mismo tiempo en el lenguaje multimedial.

Si ya no se escribe y se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni representar como antes. Y ello no es irreductible al hecho tecnológico.

La visualidad electrónica ha entrado a formar parte constitutiva de la visualidad cultural.

Lo que importa entender en la hegemonía de la imagen y la experiencia audiovisual en la construcción actual de los relatos de identidad es la comprensión de la profunda compenetración que hoy se produce en América latina entre la oralidad que perdura como experiencia cultural primaria de las mayorías y la visualidad tecnológica, esa forma de oralidad secundaria.


2. LO QUE HACE CULTURAL A LA TELEVISIÓN
Marc Agué: La verdad es que la imagen no es lo único que ha cambiado, lo que ha cambiado, más exactamente, son las condiciones de circulación entre lo imaginario individual, lo imaginario colectivo y la ficción. Tal vez sean las maneras de viajar, de mirar, de encontrarse las que han cambiado, lo cual confirma la hipótesis según la cual la relación de los seres humanos con lo real se modifica por el efecto de representaciones asociadas con las tecnologías, con la globalización y con la aceleración de la historia.


2.1 ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO CUANDO HABLAMOS DE TELEVISIÓN?
Tanto, o más que el cine, la televisión antes desordenado la idea y los límites del campo de la cultura, sus tajantes separaciones entre realidad y ficción, entre el espacio de ocio y de trabajo. Pues más que buscar su nicho en la idea ilustrada de cultura, la experiencia audiovisual que posibilita la televisión replantea aquella idea radicalmente desde los modos mismos de relación con la realidad, esto es, desde las transformaciones que introduce en nuestra percepción del espacio y tiempo. La percepción del tiempo, en que se inserta/instaura la experiencia televisiva, está marcada por las experiencias de la simultaneidad y lo instantáneo. Vivimos una contemporaneidad que confunde los tiempos y los aplasta sobre la simultaneidad de lo actual. Sobre el culto al presente que alimentan los medios de comunicación y en especial la televisión.

Es en la televisión o en la radio donde cada día más gente se conecta con la ciudad en que vive. Acaban siendo el dispositivo de comunicación capaz de ofrecer formas de contrarrestar el aislamiento de las poblaciones marginadas estableciendo vínculos culturales comunes a la mayoría de la población. La experiencia del zapping, en la que uno puede armar su programación con pequeños fragmentos, restos de noticieros, dramas, concursos o conciertos. Se hace metáfora que ilumina doblemente la escena social: esos modos nómadas de habitar la ciudad, desde el emigrante y el desplazado a los que toca seguir emigrando, desplazándose dentro de la ciudad a medida que se van urbanizando las invasiones y valorizándose los terrenos.

Lo que trasladado a nuestro terreno significa la necesidad de una crítica capaz de distinguir entre la indispensable el permanente denuncian de lo que en la tv traiciona las demandas ciudadanas de información y cultura para servir a los intereses mercantiles, de lugar estratégico que la tv ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana de las mayorías, en la transformación de las sensibilidades, en los modos de construir imaginarios e identidades. La tv constituye hoy al mismo tiempo el más sofisticado dispositivo de moldeamiento y deformación de la cotidianeidad y los gustos de los sectores populares.


2.2 EL NUEVO LUGAR DE LA CULTURA EN LA SOCIEDAD (DE LA INFORMACIÓN)
El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, y convertirse en estructural: la tecnología remite hoy no a unos aparatos, sino a nuevos modos de percepción y del lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras.

Lo que la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en nuestras sociedades no es tanto una cantidad inusitada de nuevas máquinas, sino un nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos y las formas de producción y distribución de los bienes y servicios. Y convertida en ecosistema comunicativo, la tecnología rearticula las relaciones entre comunicación y cultura. Al exponer cada cultura a las otras, tanto del mismo país como el mundo, los actuales procesos de comunicación aceleraran, e intensifican el intercambio y la interacción entre culturas como nunca antes en la historia. La comunicación en el campo de la cultura deja de ser un movimiento exterior a los procesos culturales mismos para convertirse en un movimiento entre culturas: movimiento de acceso, esto es, de apertura, a las otras culturas, que implicará siempre la transformación/recreación de la propia. Pues la comunicación cultural en la era de la información nombra ante todo la experimentación, es decir, las experiencias de apropiación e invención.

Las tecnologías audiovisuales sacan el arte de sus lugares propios reubicando su acceso y su disfrute en el espacio domestico, ampliando sus públicos y transformando sus usos. La diferencia que jerarquiza los públicos, en sus posibilidades y opciones culturales, pasar ahora por la cantidad y calidad de los equipamientos caseros: mientras los de más altos ingresos disfrutan de la mejor oferta a la vez amplísima y especializada, la variedad y calidad de la oferta desciende  a medida que desciende el ingreso.


2.3 RASGOS QUE HACEN LA DIFERENCIA DE LA TELEVISIÓN CULTURAL
1) es cultural aquella televisión que no se limita la transmisión de cultura producida por otros medios, sino que trabaja en la creación cultural a partir de sus propias potencialidades expresivas. Lo que implica no limitarse a tener alguna franja de programación con contenido cultural, sino darse la cultura como proyecto que atraviesa cualquiera de los contenidos y de los géneros.  La tv es permanentemente confundida por sus críticos con lo peor de ella, con la telebasura.

2) es cultural aquella televisión que hace expresivamente operante la muy especial relación que tiene, como medio, con la acelerada y fragmentada vida urbana. Y ello a través del flujo de las imágenes, entendiendo por este tanto la continuidad tendida entre fragmentos de información, shock estético, de conocimiento y juego, de cultura y disfrute, como el ensamble de discursos y géneros más extraños los unos a los otros.

3) al asumirse como nueva experiencia cultural, la tv abre el camino a hacerse alfabetizadora de la sociedad toda, de los nuevos lenguajes, destrezas y escrituras audiovisuales e informáticas que conforman la específica complejidad cultural del hoy.

4) la calidad de la tv cultural significa, en primer lugar que trabaja sobre una concepción multidimensional de la competitividad: profesionalidad, innovación y relevancia social de su producción. En segundo lugar, implica la articulación entre actualización técnica y competencia comunicativa para la interpelación/construcción de públicos (al mismo tiempo que da cabida a la diversidad social, cultural e ideológica, trabaja en la construcción de lenguajes comunes). Y, en tercer lugar, calidad significa una clara identidad institucional, esa “imagen de marca” que la tv cultural solo puede lograr con base en una peculiar y diferenciadora propuesta de programación y lenguaje en que se articulen géneros y franjas. Esta calidad no debe ser evaluada solo por encuestas de rating. Sino que se necesita ser reconocida por estudios cualitativos de audiencia.


3. PISTAS DE PROPUESTA
Una televisión pública/cultural como la aquí caracterizada no es posible sin un mínimo de políticas explícitas tanto en el plano nacional como latinoamericano, se deben hacer políticas culturales. Resulta imposible cambiar la relación del estado con la cultura sin una política cultural integral, esto es, sin desestatalizar lo público, reubicándolo en el nuevo tejido comunicativo de lo social mediante políticas capaces de convocar y movilizar al conjunto de los actores sociales: instituciones, organizaciones y asociaciones estatales, privadas e independientes, políticas, académicas y comunitarias. Y unas políticas que sean a la vez para el ámbito privado y público de los medios.

Se está necesitando una imaginación política que, apoyada en las posibilidades que hoy ofrece la tecnología, y las de las múltiples modalidades de televisión cultural en una red que potencie y ponga a circular por todo el país lo que se produce, tanto en dirección del centro a la periferia como de las periferias entre sí y hacia el centro.

En la televisión pública de cada país hoy puede y debe estar presente la mejor tv cultural del mundo. Hoy es posible que los canales públicos emitan la más elaborada programación cultural que ofrecen las cadenas vía satélite, haciéndola así accesible a todos los ciudadanos que no tienen posibilidades económicas de suscribirse a cable o la tv directa por parabólica doméstica. Ello significa que tener una televisión pública programada con producción del propio país, en el sentido más incluyente de esa palabra, no está en absoluto reñido con la presencia de la producción latinoamericana y del mundo. Es decir, hoy la televisión pública puede ayudarnos a ser ciudadanos del mundo sin que ello nos desarraigue ni de la cultura latinoamericana ni de nuestras culturas más locales.

Las políticas culturales de los estados han desconocido por completo el papel decisivo de las industrias audiovisuales en la cultura cotidiana de las mayorías. Ancladas en una concepción básicamente preservacioncita de la identidad, y en una práctica desarticulación con respecto a lo que hacen las empresas y los grupos independientes, las políticas públicas han sido incapaces de responder al reto que plantea una integración gestionada únicamente por el mercado.

Ahora bien, ¿qué tipo de políticas de comunicación son practicables hoy en el plano regional latinoamericano? Unas políticas que, en primer lugar:
- posibiliten la circulación de producciones y programas entre todos los países de la región, y no sólo de telenovelas cuya circulación gestiona el mercado, sino todas aquellas otras producciones y creaciones que en el ámbito de documental y la ficción histórica se hacen en todos los países de la región. La comunicación empieza por ahí, por la presencia en las televisiones públicas de cada país de las creaciones culturales de los otros países. Es a la vez deber de cada estado y condición para la existencia de un espacio común de interlocución. 

Segundo:
- políticas que intensifique la cooperación entre los distintos medios, en especial hoy, resulta estratégica la cooperación entre empresas de televisión y cine. 

Tercero:
que multipliquen los contactos internacionales entre profesionales de los medios, programadores, guionistas, directores. 

Cuarto:
- que creen redes de intercambio y cooperación entre productores independientes de toda la región.

En resumen, más que centralizar en un solo canal lo latinoamericano, sería preferible que en los canales de cada país se nos dé la posibilidad de comprender lo latinoamericano desde el punto de vista de la identidad y el contexto de vida propios: de lo contrario, cualquier información o manifestación cultural indiferenciada referida al mundo latinoamericano difícilmente será relacionable con la propia realidad.


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