Del Campo – Sindicatos, partidos “obreros” y Estado en la Argentina pre-peronista - Historia Social Argentina y Latinoamericana - Cátedra: López
Del Campo – Sindicatos, partidos “obreros” y Estado en la Argentina
pre-peronista
El objetivo del trabajo de Del Campo es analizar la histórica relación
entre sindicatos, partidos “obreros” y el Estado para luego entender el devenir
de esa relación en el periodo peronista.
El autor hace una distinción
entre sindicatos y partidos obreros ya que las organizaciones gremiales
no siempre tuvieron conexiones con partidos políticos, es decir, no siempre
persiguieron la idea de llegar al poder del Estado. Muchos de los sindicatos
bregaban por la autonomía, como afirma Lobato, y por eso negaban su conexión
con alguna organización partidaria.
Ambos autores concuerdan en que la historia del movimiento obrero se
caracteriza por la existencia de 3 corrientes principales: socialistas,
anarquistas y (después de 1905) sindicalistas.
Según Lobato, los socialistas
creen en los mecanismos democráticos representativos y en las leyes como
principales medios para conseguir mejoras en la calidad de vida y de trabajo de
los obreros y, por eso, uno de sus principales objetivos es la conquista del
poder político como medio para alcanzar esos fines. Los sindicatos, por lo
tanto, deben tener una estrecha relación con el partido (socialista) y aliarse
en tanto ambos bregan por el mejoramiento de la condición obrera. Para los
socialistas, entonces, las prácticas sindicales son la mejor herramienta para
alcanzar esa conciencia de clase que acercaría a los trabajadores a su partido
(un medio para otro fin).
SOCIALISTAS = PARTIDOS POLITICOS
Los anarquistas, por el
contrario, que creen en la libertad y la individualidad, creen que el sistema
democrático representativo va en contra de esos valores y apoyan la acción
directa con vías revolucionarias. No buscan llegar al poder político y, de hecho,
creen que el Estado debe reducirse a mínimas funciones económicas, para
establecerse la libertad total no ya de trabajadores sino de productores
libres. Por lo tanto, el sindicato debe tener autonomía total respecto de los
partidos políticos y debe ser únicamente el medio de difusión de las ideas
liberadoras que llevarían a la revolución social. El sindicato es un medio y no
un fin en sí mismo (como si lo va a ser para los sindicalistas).
ANARQUISTAS = NO PARTIDOS
Por último, la corriente surgida a partir de 1905, la sindicalista, tampoco creía en los
mecanismos democráticos representativos ni bregaba por la conquista del poder
político. Sin embargo, para ellos, el sindicato es más que un medio de difusión
de ideología sino que es la única forma de organización propiamente obrera, de
participación política y de construcción del movimiento que llevaría a la
revolución social. A pesar de eso, a diferencia de los anarquistas, actuaban
también para conseguir mejoras en las condiciones de vida y de trabajo de los
obreros, es decir, que llevaban adelante acciones más a corto y mediano plazo.
SINDICALISTAS = NO PARTIDOS
Para alcanzar sus objetivos, cada una de las corrientes tenía una
concepción diferente a la hora de dejar explicita o no su ideología política: mientras los anarquistas afirmaban que
el sindicato debía dejar bien en claro su procedencia ideológica y su programa
político, los socialistas y sindicalistas creían que el sindicato debía ser
ideológicamente neutro, con el fin de llamar a la participación de la mayor
cantidad de trabajadores, sin importar su orientación. Para los socialistas, la
neutralidad ideológica era la única manera de mantener una participación
numerosa en el sindicato, sin divisiones. Por el contrario, para los
sindicalistas la neutralidad era la única vía para mantener la autonomía.
Según ambos autores, en una
primera etapa del movimiento obrero, de 1880 a 1916, eran los anarquistas los que tenían
predominio. La Unión Gremial de Trabajadores (UGT), de orientación
sindicalista, tenía, en 1904, 7.400 miembros contra los 33.000 de la FORA de
orientación anarquista. Hay que tener en cuenta que esta primera etapa coincide
con la llegada de millones de inmigrantes al país, el crecimiento acelerado de
la economía y la complejización de las relaciones laborales (como explica
lobato). Entre los socialistas se encontraban, mayormente, inmigrantes que
habían alcanzado una buena posición, estaban acomodados y poseían empleo y, por
eso, sus expectativas eran más bien reformistas: legislar a favor del
trabajador para obtener mejoras en las condiciones de vida. Por el contrario,
entre las filas sindicalistas se encontraban inmigrantes, que no tenían un
trabajo estable y no habían alcanzado lo que el país les había prometido, que veían
en el Estado un agente opresor y un límite para su desarrollo.
Los sindicalistas comenzaran
a tener un número cada vez mayor de adherentes luego de 1910, cuando comienza a
decaer el predominio anarquista, cuyos seguidores comienzan a
capitalizar. Esto se puede explicar, siguiendo a Del Campo, a partir de la
modificación de la relación del movimiento obrero con el Estado. La primera
etapa estaba caracterizada por un ESTADO
OLIGARQUICO-REPRESIVO del movimiento organizado, que veía a las huelgas
y protestas como una cuestión
policial y no hacía más que intentar saldar los conflictos mediante la
violencia y leyes represivas. Fue una época de constante tensión, donde el
Estado era visto como un obstáculo para la libertad y el desarrollo. De ahí se
comprende el predominio anarquista. Simétricamente, para el Estado oligárquico
represivo el movimiento sindical era un factor de desorden llevado adelante por
agentes foráneos, agitadores extranjeros.
Sin embargo, a comienzos del siglo XX, las clases dirigentes comienzan
a darse cuenta que solo atendiendo a la cuestión obrera podrían salvar el
“orden” que esta estaba alterando y mantenerse en el poder. La reforma
electoral de 1912 y el acceso al poder del radicalismo se enmarcan en este
cambio de mirada y permiten dejar de ver al Estado como la herramienta de la
oligarquía para reprimir al movimiento obrero. El gobierno radical comienza a intervenir mucho más en la cuestión
obrera y deja de ver el conflicto como una cuestión policial para pasar a
tratarlo como una cuestión social.
Comienza una segunda etapa, caracterizada por un ESTADO POPULISTA LIBERAL, que busca ahora intervenir en los
conflictos sociales y oficiar de árbitro, con una inclinación más humanitaria y
paternalista hacia los sectores menos favorecidos. Yrigoyen lleva adelante esta
política ya que tiene que diferenciarse del gobierno oligárquico, al cual
critica, y responder a las bases populares de su partido. Sin embargo, muchas
veces también recurrió a la acción represiva, sobre todo cuando los conflictos
no implicaban sectores del proletariado que no estaban estrictamente
relacionados con el sector agroexportador.
Esta transformación de la actitud del Estado (y hasta sus
contradicciones) se entiende si se tiene en cuenta que el estallido de la
Revolución Rusa había sembrado el “temor rojo” en nuestro país y se creía que
si no se solucionaba la cuestión social por las vías de la conciliación y la
negociación, se corría el peligro de la revolución social, lo cual significaría
el fin de la elite terrateniente y los grupos dominantes.
Es lógico que ante un Estado más dispuesto a negociar y a intervenir,
muchas veces a favor de los trabajadores, tome mayor importancia la corriente
sindicalista como organizadora del movimiento obrero. Muchos inmigrantes y,
sobre todo, sus hijos, comienzan a ver que la revolución social no esta tan
próxima como creían y empiezan a ver la necesidad de buscar mejoras más
inmediatas en sus condiciones de vida y de trabajo. Sin embargo, la tradicional
desconfianza hacia los mecanismos representativos y las reformas legales hizo
que, en lugar de orientarse hacia el socialismo, trataran de conseguir esas
mejoras mediante la fuerza propia u organizada del sindicato. Por lo tanto, la
corriente sindicalista se mostro más conciliadora con el gobierno y mantuvo con
el buenas relaciones. “Es que la
tendencia sindicalista que la controlaba iba perdiendo cada vez mas esos
atributos de su ideología original en aras del realismo. Si la revolución
social no estaba tan al alcance de la mano como habían creído, era necesario
concentrarse mientras tanto en la conquista de objetivos inmediatos, concretos
y posibles. Y si para ello se podía contar con el apoyo – o, al menos con la neutralidad benévola – del Estado ¿Por
qué desecharla en nombre de viejos principios que ya no se ajustaban a la
realidad?”.
El predominio creciente del
sindicalismo hizo que la FORA (tradicionalmente anarquista) se
dividiera en 1915 en la FORA del V congreso (anarquista) y la FORA del XI
congreso (sindicalista). El apogeo de la corriente sindicalista se da con la
fundación en 1922 de la Unión Sindical Argentina (USA). En este periodo se
sigue manteniendo la división dentro del movimiento obrero según sindicatos
políticos y no políticos, a lo que se le agrega la división entre moderados y
radicales.
|
moderados
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Radicales revolucionarios
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políticos
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Confederación Obrera Argentina (COA) creada por los socialistas en
1926
|
Comité de Unidad Sindical Clasista
(CUSC), creada por los comunistas
en 1929.
|
Anti-políticos
|
Unión Sindical Argentina (USA) – fracción sindical creada por
la antigua FORA sindical en 1922.
|
FORA DEL V CONGRESO O ANARQUISTA
|
Las dos centrales moderadas, la COA socialista y la USA sindicalista
llegan a un acuerdo y convergen en la Confederación General del Trabajo (CGT), en 1936 (mientras que hubo
conflictos económicos y, por las condiciones políticas impuestas por la
dictadura, la existencia del movimiento obrero fue en mayor medida sofocada).
Alejados los anarquistas, el movimiento obrero se dirime entre
sindicalistas, socialistas y comunistas, aunque lentamente, luego de 1922, el
sindicalismo comienza a debilitarse, dando lugar a una tercera etapa. Esta
corriente, más conciliadora y negociadora con el radicalismo, comienza a ser
criticada y acusada de burocratización y oficialismo por la creciente oposición socialista. “El incremento electoral del PS y la importancia
de su representación parlamentaria – debidos, en buena parte, a la abstención
radical –, a la vez que hacían mas creíbles para los trabajadores sus
propuestas, aumentaban la ambición y la capacidad de sus dirigentes y afiliados
para expandir su influencia en el terreno gremial” (Del Campo).
Este cambio de orientación coincide con una tercera etapa en la
relación con el Estado, caracterizado por un ESTADO OLIGARQUICO-INTERVENCIONISTA. Si bien se dejan de
lado las prácticas populistas del radicalismo (por reducción del gasto público,
crisis económica del ’29, fraude electoral) el conflicto obrero no deja de ser
atendido y seguido por los grupos de poder. Según Del Campo, esto se debe a la
creciente importancia que habían adquirido los gremios y por el carácter
moderado de sus dirigentes. “La vocación participacioncita
– y aun oficialista – de ese movimiento sindical que buscaba ante todo su
institucionalización no podía dejar indiferente a un Estado que en esos
momentos expandía sus funciones y tendía a controlar todos los aspectos de la
vida social” (Oligarquía lleva adelante proceso de ISI, interviene como
nunca antes lo había hecho). La intención radicaba en controlar, como se estaba
haciendo en otras esferas, también al movimiento obrero. Mientras reprimía a
los comunistas, mantenía buenas relaciones con los sindicalistas moderados
socialistas y bregaba por el cumplimiento de las leyes sociales.
Según del campo, el predominio
de los partidos obreros en el movimiento sindical solo durara una década y
reemplazara la clásica dicotomía políticos-antipolíticos por la oposición entre
socialistas y comunistas, hasta que volverá con la división de la CGT.
Del campo concluye que a partir del acercamiento de los sindicatos a
Yrigoyen, se modifica su actitud tradicionalmente revolucionaria y se vuelven
cada vez más conciliadores con el Estado. “…dejando
atrás su etapa revolucionaria y demasiado débil para conseguir sus
reivindicaciones por sus propias fuerzas, el movimiento sindical se volvió cada
vez más hacia el Estado en busca de arbitraje y protección, aceptando al
principio y reclamando después su intervención en todos los asuntos laborales”.
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