Portantiero – Revolución Argentina – desarrollismo - Historia Social Argentina y Latinoamericana - Cátedra: López
Portantiero – Revolución Argentina – desarrollismo - Historia Social Argentina y Latinoamericana - Cátedra: López
En su texto, Portantiero intenta explicar por qué razón fracasó la
Revolución Argentina. En este sentido, afirma que lo que ocurrió en la
Argentina, luego del golpe de Estado a Perón en 1955, fue que ningún grupo fue capaz de constituirse como
dominante y legítimo, es decir, de imponer su propio proyecto particular como válido
para la sociedad en su conjunto. “Durante
10 años, el peronismo había conseguido dar expresión política coherente a una
etapa de desarrollo de la sociedad argentina. A partir de su caída, ninguna
experiencia gubernamental logró satisfacer los requisitos mínimos necesarios
para sostener un Orden estable. Falto desde entonces una ecuación política
capaz de articular a la sociedad con el Estado… una legitimidad reproductora
del sistema, basada en la fuerza y también en el consenso”.
Para Portantiero, existe en Argentina un
1)
Empate
económico: a partir de 1958 se observa una situación de poder económico
compartido entre la burguesía agraria y la burguesía industrial. Estas se
desplazan mutuamente para ajustar los desequilibrios cíclicos de la economía
nacional, que provocan la transferencia constante de los ingresos de uno a
otro. Según el momento del ciclo que se esté atravesando, denominado por O‘Donnell
de stop and go, una u otra va a ser
la dominante en la economía, pero de manera efímera. Este modelo se caracteriza
por pasar por un momento de devaluación
(por desequilibrio de la balanza de pagos y falta de divisas) y consecuente
aumento de precios reales industriales y caída de la capacidad adquisitiva del
salario; luego un momento de recesión,
donde aumentan los saldos exportables por la contracción del mercado interno;
la burguesía agraria, antes perjudicada por el crecimiento industrial, comienza
a beneficiarse por los altos precios de sus productos cotizados en el exterior,
entran divisas y se produce nuevamente una apreciación
cambiaria. Hay un momento de recuperación hasta que haya un nuevo
desequilibrio en la balanza de pagos y el ciclo vuelva a comenzar.
2) Empate político: entre fuerzas que lo
único que hacen es vetar los proyectos de las otras (pero sin recursos
suficientes para imponer los propios), lo que provoca una inestabilidad
política constante y la falta de legitimidad (crisis de representatividad). Esa
crisis de hegemonía se da porque los
grupos que devienen dominantes en lo
económico no logran proyectar sobre la sociedad un orden político que logre
representarlos y reproducir esa hegemonía económica. La Revolución Argentina no
fue una excepción.
3)
Empate
social: para Portantiero es el más importante ya que es el que no permite
consolidar un proyecto y construir un orden legítimo. Los actores de la
sociedad muestran actitudes ambiguas y constantemente cambiantes. La clase
media, los partidos políticos, los militares, el sindicalismo. Todos apoyan a
uno u otro según sus intereses pero también según el momento.
Según el autor, esta incapacidad de las clases dominantes comienza a
ser evidente con la llegada de Frondizi al gobierno en 1958 ya que es en este
momento cuando empiezan a sentarse las bases que provocarán modificaciones
profundas en el modelo de acumulación, poniendo en crisis al modelo populista.
Se abre un proceso de contradicciones y luchas de clases y de fracciones de
clase por el poder político y económico. Un nuevo actor clave, el capital extranjero, provoca que la
burguesía urbana local deba amoldarse a sus decisiones y que la burguesía
pampeana quede desplazada de su posición de liderazgo, aunque sin perder su
capacidad de presión, sobre todo en los momentos de crisis (desequilibrio de la
balanza de pagos). Esto hizo que se modificaran profundamente las relaciones de
fuerza de la sociedad y se produjera una heterogeneización de la clase
dominante.
A pesar de la modernización de la economía argentina, entre 1961 y
1962 comienza una enorme crisis económica que dio origen a otra profunda crisis
institucional. Finalmente las Fuerzas Armadas (entendidas como el fiel de la
balanza, el árbitro en estos conflictos de clase) deciden derrocar a Frondizi y
convocar a elecciones. Luego de un gobierno provisional de Guido, en 1963 llega
al gobierno, con la proscripción del Peronismo, el Radical tradicional Illia. El
nuevo Establishment gerencial y tecnocrático de la
burguesía internacionalizada comenzará a proyectarse sobre las funciones
públicas con la pretensión de desplazar a los viejos políticos, ligados a ese
modelo de acumulación que pretenden modernizar. El gobierno de Illia tampoco
fue capaz de responder políticamente a este nuevo paradigma económico que se
estaba formando por eso es derrocado en 1966 y, con él, de manera simbólica,
todo el sistema de representación política tradicional.
“La mayor complejidad de la
economía y el desplazamiento que en este nivel opera lo que podríamos llamar la
“burguesía internacionalizada” en detrimento del viejo capitalismo urbano y
rural, habrá de irse transformando en el progresivo intento por proyectar ese
predominio económico en hegemonía política. El experimento llamado “Revolución
Argentina”, especialmente sus primeros tres años, configurara la expresión
aparentemente más compacta del mismo…”. Los militares desarrollistas
aseguran que su intervención es necesaria dada la incapacidad de los partidos
políticos de llevar adelante un gobierno y que la crisis institucional se
estaba haciendo insostenible. La realidad es que la lógica pluralista y
competitiva de la democracia no hacía posible la consolidación del nuevo
régimen de acumulación, oligopólico e internacionalmente concentrado. Para ello
era necesario concentrar el poder político y un Estado autoritario aprecia la
mejor opción. La razón del golpe no era ya desplazar un gobierno
ideológicamente peligroso, que pusiera la normalidad institucional en peligro
sino, justamente, poner en jaque esa normalidad y reemplazarla por otra.
La Revolución Argentina fue el primer intento de una fracción del
bloque dominante, la burguesía industrial (aunque internacionalizada) de
desplazar del poder al bloque agrario y modernizar tanto la economía como la
política nacional, es decir, de ponerle fin a ese ciclo de stop and go. Durante
la autodenominada Revolución Argentina, especialmente con la llagada de Krieger
Vasena al Ministerio de Economía, entre 1967 y 1969, por primera vez un grupo
de la burguesía urbana intenta romper con ese empate económico y político,
modernizar la estructura del capitalismo y consolidarse como grupo hegemónico
frente a la burguesía agraria. “La lógica
de esa nueva fase de acumulación de capital busco subordinar a ese mercado
político desajustado con respecto al mercado económico, a esa institución
concurrencial a la que confluyen las presiones de todos los sectores en que se
divide la clase dominante, para que de sus cenizas se alzara la autoridad del
Ejecutivo, exponente de una coalición entre Fuerzas Armadas y “Establishment””.
En términos de Tarcus, un cambio en el modelo de acumulación trae aparejada la
modificación del modelo de Estado que lo sustenta: esta es la crisis del Estado
y el modelo de acumulación populista.
Los ideólogos de la Revolución Argentina prometieron que alcanzarían
sus objetivos en 3 tiempos: primero, un tiempo
económico, es decir, la reestructuración del modelo de producción para
alcanzar el desarrollo de la nación, para alcanzar el modelo de los países industrializados
(lo que es equivalente a la concentración del poder económico en esa burguesía
internacionalizada, con costos sociales y políticos y sectores excluidos);
segundo, un tiempo social, en donde
supuestamente las riquezas acumuladas en el primer momento, como por efecto
“derrame”, se distribuirían a toda la sociedad en su conjunto; en último lugar,
un tiempo político, donde la
dictadura ya no sería más necesaria y se buscaría una forma controlada de abrir
la participación. Lo que finalmente ocurrió es que esos tres tiempos nunca se
dieron, solo se llevo adelante el primero de acumulación económica.
El fracaso de la Revolución Argentina no es producto de una crisis
económica: por el contrario, era una época de crecimiento del PBI, del salario,
de disminución de la desocupación y de
la inflación, etc. “Lo que los años 69 y 70 marcan es algo más profundo: la emergencia
de una crisis social, cultural y política, una verdadera crisis organica, por
medio de la cual la sociedad avanzaba sobre un Estado que, pese a su
autoritarismo (o porque solo se sostenía sobre el autoritarismo) iba a ser
nuevamente desbordado”.
El fracaso de la Revolución Argentina es consecuencia, entonces, de
ese mismo empate hegemónico, de la incapacidad que mostró la burguesía urbana
de imponer su proyecto como dominante y la crisis social, política y cultural
que eso produce. A partir de los desarrollos de O’Donnell se podría decir que
el intento de modernizar la sociedad pero por medio de Estados Burocráticos Autoritarios,
que desnudan el carácter clasista y coercitivo de la dominación política, no
permitió construir una legitimidad social que permitiera establecer un orden. Los
perjudicados por el proyecto desarrollista (sectores medianos y pequeños de la
burguesía urbana, burguesía agraria, asalariados y partidos políticos) demostraron
constantemente su rechazo al modelo que se intentaba instalar y, a pesar de la
aparente fortaleza de un Estado autoritario, a pesar de la violencia que
utiliza para mantener el orden, nunca
logro ampliar el consenso y, por lo tanto, tampoco las bases sociales del poder.
“Los reclamos del capital pequeño y
mediano y de la burguesía agraria; las explosiones regionales que abarcan zonas
de desigual desarrollo económico, político y social; la situación de los
asalariados (más perjudicados por los intentos de superexplotación al interior
de las plantas que por el deterioro de sus salarios reales) y el descontento
generalizado de las capas medias expropiadas políticamente por el autoritarismo
estatal, crearon una acumulación de fuerzas opositoras tan poderosa, abrieron
una crisis social tan honda, que precipito la fractura del monolitismo militar”.
Fue Perón, en 1973, quien logro capitalizar todas estas fuerzas
opositoras para presentarse como la única solución a la crisis política y
social que se estaba desarrollando. Fue así como llego a una tercera
presidencia, restaurando (aunque ya desde Lanusse) las condiciones de empate
hegemónico y de poder de veto de las distintas fuerzas políticas y sociales.
SE QUIERE DEMOSTRAR, TAL COMO DEMUESTRA JAMES EN SU TEXTO, QUE LOS
FACTORES ECONOMICOS, SI BIEN SON IMPORTANTES, NO SON LOS UNICOS QUE PUEDEN
CONSTRUIR UN MODELO ESTABLE O DESATAR UNA CRISIS. EL PERONISMO FUE, PARA LOS
SECTORES TRABAJADORES, MAS QUE UNA REIVINDICACION DE SUS NECESIDADES MATERIALES
HISTORICAS: FUE LA RUPTURA SIMBÓLICA DE LAS INSTITUCIONES SOCIALES Y CULTURALES
QUE TAMBIÉN LO EXCLUIAN DE LA PARTICIPACION. DE LA MISMA MANERA, LA CRISIS
HEGEMONICA ARGENTINA HUNDE SUS RAICES NO EN CUESTIONES MATERIALES, ECONOMICAS,
SINO EN RAZONES SOCIALES, POLÍTICAS Y CULTURALES, DE REVANCHA Y VETO CONSTANTE
ENTRE LAS FUERZAS, QUE NO PERMITE QUE UNA CONSTRUYA EL CONSENSO NECESARIO PARA
CREAR UN ORDEN ESTABLE.
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