SEMINARIO DE DISEÑO GRAFICO Y PUBLICITARIO
1 ER CUATRIMESTRE DE 2011
CATEDRA: CARLOS SAVRANSKI
DOCENTE: FELISA SANTOS
TEORICO NO. 21
FECHA: 10-06-11
La idea de Bourdieu, Merleau-Ponty y Castoriadis es abordar el
lenguaje desde una matriz que no sea semiótica. Trabajar una concepción del
lenguaje que no esté circunscripta a la concepción del lenguaje que trasmutó el
lenguaje hablado en lengua para poder objetivar algo que pertenece a la lógica
de la práctica y hacer de eso –me refiero al leguaje que todos hablamos-algo
posible de ser pensado y teorizable. Ese lenguaje, para ser pensado y
teorizable, debe ser objetivado. Saussure elaboro una construcción teórica que
el llamo lengua, separándola muy claramente del habla.
En el prólogo al Curso de Lingüística General, Amado Alonso
pide explicaciones a Saussure acerca de por qué separó diacronía y sincronía y
de por qué separó lengua y habla. La lengua es pensada por Saussure manera
sincrónica y no diacrónica. Si me atengo al nivel sincrónico del lenguaje
(nivel de la lengua), hay algo que se me escapa del lenguaje. Me quedo sin
historia y no capto las variaciones a través del tiempo. Saussure nace de una
matriz teórica que trabajaba lingüística comparada. Lingüísticas que remitían a
un origen o a un advenir de esas lenguas. Se estudiaba el francés en función de
encontrar el indoeuropeo o el latín del cual provenía y se estudiaba el latín
en función de encontrar su transición hacia el francés. De manera tal que los
estudios lingüísticos en boga en el momento en que Saussure dicta el Curso
de Lingüística General eran diacrónicos. Al incursionar en la matriz
teórica de la sincronía, Saussure innova, pero si nos quedamos con una matriz
teórica en la cual solo vale la sincronía, olvidamos el aspecto acontecimental,
las cosas que pasaron en la historia para que una lengua fuera lo que es. Si yo
encaro el lenguaje en términos de un habla queda oscurecido aquello donde toda
lengua arraiga que es el habla cotidiana de toda la gente que habla. Lo único
que tengo es un sistema y ese sistema, que está pensado en términos
saussureanos, de manera tal que los signos no tengan valor por sí mismos, sino
que justamente el valor de cada signo sea en función de su oposición a otros
signos de la cadena significante, el aspecto diacrítico del signo. Es la
primera vez que se presenta un trabajo sobre la lengua de carácter relacional.
Se trata de un sistema de relaciones y de una concepción no sustancialista del
signo. El signo no es un ser en sí mismo, sino que vale porque se opone a otros
signos.
Cuando hablamos de signo lo trabajamos como una unidad que está en
el plano de la expresión (significante) y una unidad que está en el plano del
contenido (significado), ambas correlacionadas una con otra. Solemos entender
el signo como que el signo significa en sí mismo. Esa unidad entre el plano de
la expresión y el plano del contenido es para siempre. La terminamos
sustancializando y pensamos que el signo este es esto que es porque el significante
es el significado y el significado no puede decirse de otra manera que con el
significante. Lo que queda ocluido y sin tematizar es lo que hacemos todos los
días con el lenguaje que es usarlo. Es decir, cuando nos limitamos a una
concepción que piensa el lenguaje en términos de significante y significado, lo
que dejamos de lado es el uso de lenguaje. El uso del lenguaje puede ser pleno
sin necesidad de saber el significado de la expresión que estoy diciendo en
este momento. El uso del lenguaje es lo que es el lenguaje. La cuestión del
significante y del significado es una versión teórica que Bourdieu va a
plantear claramente que está determinada por la forma académica en boga
de trabajar sobre el lenguaje.. Tiene que ver con el distanciamiento que
plantea el cientista con respecto a su objeto. La especie de formación del
objeto de estudio que tiene el cientista que justamente elude ese mundo de la
vida o de las prácticas que está presente en el uso del lenguaje ordinario y
cotidiano.
Hay una crítica dirigida hacia pensar el lenguaje en términos
objetivistas, tanto en Merleau-Ponty como el Bourdieu, aunque desde distintos
puntos de vista. Porque ustedes habrán visto que Merleau-Ponty comienza
criticando esta versión objetivista del lenguaje, tematizando lo que hace
Husserl en las Investigaciones Lógicas. Husserl plantea que la palabra
es medio o instrumento de una conciencia que le dona el sentido. La conciencia
es el gran donador de sentido y esa donación de sentido se hace en el lenguaje.
Ese lenguaje vale en tanto es medio o instrumento de un pensamiento.
Merleau-Ponty leyó a Husserl y plantea que el último Husserl en sus libros
postula la noción de lebenwelst (leben=vida; welst=mundo)
Cuando Husserl tematiza el mundo de la vida, le da al lenguaje otra
perspectiva. Ya no sería una conciencia constituyente del lenguaje en una
transparencia diáfana, sino que habría la posibilidad de entender al lenguaje
como algo que pasa en el mundo de un sentido en común que tenemos todos cuando
vivimos. El mundo de la vida de Husserl es el mundo de la percepción de
Merleau-Ponty, el mundo de las prácticas de Bourdieu y el mundo de las
significaciones imaginarias sociales de Castoriadis. Es ese mundo de
sedimentaciones de sentido latentes y no explícitas que no están puestas allí
por ninguna conciencia. No tengo conciencia crítica de aquello que digo cuando
hablo. Yo no tengo una conciencia tética oposicional de las cosas que yo digo y
en ese sentido lo que yo hago cuando hablo no tiene nada que ver con el aspecto
de una conciencia que constituye significaciones de manera transparente, que es
lo que sostiene Husserl en las Investigaciones Lógicas. Para él, es la
conciencia lo que da sentido a la hojarasca muerta de la palabra, que no tiene
sentido por sí misma.
En cambio, lo que va a sostener Merleau-Ponty es que la
palabra tiene sentido. La palabra es un gesto y su significación, un mundo. Que
la palabra es un gesto quiere decir que no hay un hiato o ruptura entre lo que
soy yo cuando obro en el mundo y lo que soy yo cuando digo o cuando pienso. No
hay un andarivel de las prácticas, por un lado y la eminencia de un lenguaje o
pensamiento escindido del mundo de la práctica, por otro lado. Lo que hay
es un devenir-habla del gesto y el devenir-habla del gesto es una intención
significativa que busca expresarse.
El cuerpo es intencional en Merleau-Ponty. La intencionalidad del
cuerpo propio está ligada a que es el cuerpo el que apunta al mundo. Hay una
apertura de la conciencia corporal hacia el mundo. No lo pienso en términos de
espejo, en el sentido de que haya una conciencia, por un lado y una
representación, por otro lado, sino una interacción entre la conciencia y el
mundo. La conciencia intencional sartreana es la nada que es, para Sartre, pero
siempre está apuntando a aquello que no es, es decir, al mundo. En
Merleau-Ponty, la noción de intencionalidad, que no quiere decir más que eso,
esa especie de apertura al mundo planteada desde esta noción de la
intencionalidad, no es una conciencia la que intenciona sino una corporalidad.
El apuntar al mundo está ligado a un advenir o posibilidad. Si es el cuerpo el
que apunta al mundo, Merleau-Ponty no puede sostener una concepción del
lenguaje limitada a que sea la conciencia la que constituya y done la
significación. Si es la conciencia la donadora de sentido, no tiene ningún
sentido plantear la intersubjetividad. El en común no puede ser el en
común de las conciencias. Tiene que ser el en común de los cuerpos. Si yo
planteo una conciencia dadora de sentido, esa conciencia dadora de sentido por
vía del lenguaje se comunica con otra conciencia que a su vez es
aceptadora de ese sentido que yo dono y viceversa. Con lo cual, la idea de
intersubjetividad no es necesaria; no es necesaria la co-presencia del otro.
En Merleau-Ponty, la idea de la intersubjetividad está ligada al alter
ego en términos de una co-presencialidad. Hay un en común que tiene que ver
con vivir la misma situación y compartir un mundo común de sentido. Si el
lenguaje pudiera ser pensado desde una conciencia donadora de sentido, no tengo
necesidad del otro para instituir sentido. Tengo la ventaja de poder
transparentemente decir lo que pienso. En ese sentido, la conciencia sola
implica la donación de un sentido límpido, transparente y unívoco. Uno puede pensar
si cuando hablamos cotidianamente en el mundo de la vida, estamos en el mundo
de los sentidos cristalinos. Pero no es así. En el mundo vivido, el sentido es
siempre difuso, ambiguo y opaco. De acuerdo a Merleau-Ponty nunca tengo un
sentido perfecto en el sentido de la univocidad de los términos de una
lengua. Sin embargo, todo lo que quiero decir, se dice plenamente. No hay
lenguaje perfecto ni un decir absoluto. Se puede seguir diciendo. Cuando
alguien intenta decir algo, lo que hay es una intención significativa. Una
operación del cuerpo que busca colmarse. Una intencionalidad que apunta al
mundo y que se excede. Se excede porque la excedencia que el lenguaje me
presenta es que siempre hay más por decir que lo dicho. Yo no hablaría si no
hubiese una posibilidad de ser dicho que no haya sido dicho. Las cosas dichas
son parte del lenguaje, pero además tiene que haber una intencionalidad
significativa que exceda lo dicho y abra la posibilidad de un decir nuevo. El
lenguaje para Merleau-Ponty es eso: la siempre abierta posibilidad de seguir
diciendo. Esto se contrapone de una cualquier posibilidad de lengua perfecta y
clausurada donde todo ya está dicho, donde no hay un por decir y donde la
posibilidad de decir algo que no está dicho está excluída.
Este planteo del lenguaje en términos de una intención
significativa, que es un querer decir, que no es que hay un querer decir que mi
intelecto, sabiendo lo que quiero decir manda a mi cuerpo, que anda
buscando eso que mi intelecto quiere decir para poder expresarlo. Es un querer
decir que solamente se cumple cuando encuentro la palabra que digo. Hay una
intención de significar que se colma y a eso lo llama expresión. La expresión
es siempre expresión de un cuerpo.
Yo me expreso, no porque tenga que decir que me represento, sino
porque a tientas estoy bajo la égida de una lengua. Estoy balbuceando en esa
lengua para decir lo que todavía no está dicho en esa lengua. Esta es la forma
del lenguaje que Merleau-Ponty llama el habla hablante o la palabra hablante. Se
trata de la forma de lenguaje que en comparación con esa otra forma de lenguaje
que tematiza, que es el habla o palabra hablada, que serían las sedimentaciones
significativas que a nivel verbal tengo a mi disposición o haber. Lo que yo
tengo como disponibilidades son parte de lo que soy. Estas disponibilidades,
que son disponibilidades lingüísticas, las tengo bajo la forma de una latencia
del lenguaje de significaciones que están pasibles de ser recuperadas,
reasumidas y reactualizadas. Además de las disponibilidades lingüísticas que
tengo en mi haber, pasibles de ser usadas, está la otra forma del lenguaje, que
es la forma en que el lenguaje puede excederse.. El lenguaje está planteado en
Merleau-Ponty como un exceso. El exceso es de lo que está por decirse por sobre
lo dicho. El lenguaje tiene esta dimensión de las cosas dichas (el habla
hablada) y tiene esta dimensión del por decir (el habla hablante), que es un
exceso por sobre las cosas dichas. Tenemos dos andariveles del lenguaje. Por un
lado, el lenguaje como sedimentación de sentidos en mí y pasibles de ser
reapropiados (habla hablada) y por otro lado, el acto de habla (habla
hablante), la actividad que me permite decir lo no dicho.
Bourdieu habla de modus operandi y de opus operatum.
Y en su apología del modus operandi hace la misma distinción que
hace Merleau-Ponty entre habla hablada y habla hablante. Una cosa es la obra
consumada (opus operatum), como por ejemplo y en términos saussureanos,
la lengua como completitud que es. Pero a Saussure se le olvida el modus
operandi. El modus operandi es la manera en que hablamos.. Es la
forma activa del lenguaje.
Siempre el lenguaje es más de lo que es porque la sola posibilidad
de hablar y de seguir diciendo implica un por decir que sin embargo está
inscripto en esta actualidad y en la situación en la que vivo y hablo. Ese por
decir que está inscripto en la situación en la que estoy viviendo y
hablando tiene que ver con la lengua que hablo. Según Merleau-Ponty, cada vez
que pensamos en la lengua en que hablamos, pensamos que la plenitud de sentido
se da en la lengua en que hablamos y que las otras lenguas son las que tienen
problemas. Todo lo que yo quiero decir parece decirse perfectamente en la
lengua en que estoy hablando, que es mi lengua materna, y parece que las otras
presentan u ofrecen problemas para decir lo mismo que yo digo en mi lengua
materna. Según Merleau-Ponty, cada cual en su lengua materna piensa lo mismo y
usa la lengua materna de la misma manera. Decimos plenamente pero sin decir
perfectamente. No hay significados absolutos, no hay una lengua pura. Si yo
digo que en mi lengua yo puedo decir mejor que en otras lenguas, en rigor, tal
vez yo pueda decir las cosas mejor en español que en otras lenguas, pero si
quiero decir que en mi lengua se puede decir mejor que en otras lenguas, estoy
planteando una especie de lenguaje perfecto en el que la plenitud de sentido es
pasible de darse, mientras que otras lenguas son defectuosas porque hay cosas
que no puedo expresar. Pero para Merleau-Ponty, cada cual vive en la lengua en
que vive de manera tal que la intención significativa se cumple y se colma en
esa lengua sin ser nunca la significación total. Si la significación fuera
total en el sentido de totalizadora o totalizante, lo que cabría es únicamente el
silencio. Si cada vez que digo algo yo pudiera decir todo lo que la intención
significativa lleva consigo, clausuraría también el lenguaje. Siempre hay un
juego de defecto y posibilidad. Cada una de las formas que tengo de expresarme
no se cumple perfectamente y porque no se cumple perfectamente, es que puedo
seguir hablando. Si se cumpliera perfectamente lo que tendríamos es una
sociedad de fabilidad 0 y estaríamos silentes esperando no sé qué cosa. Hay un por
decir que siempre se mantiene como un por decir. Siempre hay algo
pasible de ser dicho que no se dice del todo. El lenguaje es el exceso de lo por
decir sobre lo dicho. Esto también puede pensarse en términos contrarios.
Que yo no puedo en cada momento decir todo lo que yo querría decir y es por eso
que el lenguaje funciona. Es en este juego de posibilidades siempre abiertas
que el lenguaje tiene sentido. Tanto en Bourdieu como en Merleau-Ponty, el
lenguaje está signado por la forma en que hablamos, por el modo en que la
lengua se realiza. El modo en que el habla es fundamental para entender el
lenguaje. Es a ese mundo de las significaciones dichas y no dichas en el mundo
vivido al que habría que remitirse para dar cuenta de un lenguaje
posible. A los modos y maneras en que nosotros usamos las palabras y no a los
signos.
Hay tres concepciones del lenguaje para Merleau-Ponty. Una
pertenece a la Fenomenología de la percepción. Hay rupturas. En los
textos póstumos, él hace una re-lectura de Saussure. En lo que no concuerda es
con la separación entre diacronía y sincronía y entre lengua y habla.
Merleau-Ponty va a decir que la sincronía envuelve a la diacronía y viceversa,
que la diacronía envuelve a la sincronía, de modo tal que el momento en que yo
hablo, que es siempre esta actualidad (sincronía), está traspasado por una
diacronía. Objeta a Saussure la idea de perder la dimensión histórica en el
campo de la lengua, como también le objeta la distinción entre lengua y habla.
Por un lado, Merleau-Ponty está muy interesado en pensar el lenguaje sin
considerarlo sustancialmente. Acá hay una reivindicación de Saussure. Los
signos lingüísticos de Saussure planteados diacríticamente le parecen
interesantes porque el sentido no estaría en el signo lingüístico. El sentido
estaría en los intervalos o intersticios entre los signos y casi jugaría
a unidades macro de sentido. El sentido no depende del sistema de la lengua
sino de la situación en la que el habla es proferida y al depender de la
situación en la que el habla es proferida, también depende de esos intervalos o
intersticios que hay en la frase y que generan sentido. El vacío intersígnico
como lugar interesante donde el sentido amanece. Las maneras o modos de hablar
y no tanto lo que significan los signos.
En la Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty plantea
al cuerpo como donador de sentidos, que no se puede entender el lenguaje ni
desde una perspectiva empirista ni desde una perspectiva intelectualista. El
sentido debe ser entendido como expresión de un cuerpo o de una conciencia
corporal, pero no de una conciencia intelectual que da sentido a los
movimientos del cuerpo, entre ellos el habla o la palabra.. La expresión de un
cuerpo tiene que ver con la posibilidad que tengo de construir un mundo común
de sentido con los otros, que no está dada por la pertenencia a la misma
lengua. Nosotros no nos entendemos para Merleau-Ponty porque hablemos la misma
lengua, porque esté funcionando en cada uno de nosotros la lengua como sistema
o código, sino porque justamente cada una de las partes que usamos de la
lengua, cada uno de los actos de habla que llevamos a cabo en cada momento en
el habla, trae consigo… (no termina la frase) Cuando el niño se adueña de una
palabra del lenguaje, no se adueña de una palabra del lenguaje, sino que se
adueña de una manera de hablar. No es atomística la forma que yo tengo de
plantearme como poseedor de un lenguaje, como aquel que está intentando acceder
a un lenguaje. Con la palabra ya me entra toda una serie, que va junto con la
palabra y que me lleva a poder hablar esa lengua, sin necesidad de saber las
reglas de la gramática que la rigen y sin necesidad de saber el significado de
cada uno de los términos que estoy utilizando. La manera que tenemos de
aprender un lenguaje, salvo que vayamos a una academia a estudiar un idioma y
nos enseñen mal (en tal caso, sí entramos por el significado y por las reglas
gramaticales), sea la lengua materna o un idioma extranjero con un buen
profesor, no se entra por el significado de cada una de las palabras sino por
un modo de aprehensión fisonómica de la palabra. Una vez que se tiene la
aprehensión fisonómica de la palabra, se transforma sedimentándose en uno como
una forma pasible de ser utilizada.
Los estructuralistas plantearon una concepción del lenguaje ligada
a la significación como algo que está ahí. Lo plantearon en términos de
significado y significante. El significado es esto y el significante es este.
La unidad del signo termina siendo primordial y atomístico del sistema. Si lo
entendiéramos bien y a la manera estructuralista primera, sería al revés. El
signo surge del sistema porque el sistema es un conjunto de relaciones. Es
porque hay relaciones que yo puedo tener la palabra “oveja”, “vaca”, “madera”,
“bosque”. Es el sistema el que da existencia y sentido a los signos. Sin
embargo, en las versiones más difundidas del estructuralismo, resulta que el
sistema es la sumatoria de los signos. Contra esa postulación del sistema como
la sumatoria de los signos se rebelan tanto Bourdieu como Meleau-Ponty. Si yo
quiero pensar de la posibilidad de trasposición de lo verbal a lo visual, puedo
tener en el caso de Saussure un concepto o significante no verbal. Yo tengo una
unidad en el plano del contenido, como por ejemplo, la “modernidad” Lo estoy
diciendo con un conjunto fónico/gráfico. Pensemos ahora en un significante
visual-figurativo de la modernidad. Otro ejemplo: yo digo “gótico” y piensen
ustedes en una imagen de lo “gótico”, que seguramente va a ser la ojiva de una
catedral. Lo que tengo en términos saussureanos son unidades en el plano
del contenido que pueden correlacionarse con unidades en el plano de la
expresión que pueden ser verbales o visuales. Eso es lo que mucha gente hace
cuando hace semiótica con respecto a los signos. El signo es la correlación
entre una unidad en al plano del contenido con una unidad en el plano de la
expresión, que puede ser verbal o visual. El mismo contenido puede corresponder
a un significante verbal o a un significante visual. En general, los análisis
se hacen de esa manera, olvidando de que para que nosotros podamos tener la
imagen de la catedral gótica como imagen o significante visual de lo gótico,
seguramente es porque también tenemos una imagen de la catedral románica que en
lugar de tener arcos en ojiva tiene arcos redondeados. Sin románico no hay
gótico.
En los análisis que suelen hacerse, es como si hubiera
significados inmutables a los cuales correspondiesen determinados
significantes. Algunas veces esto pasa, sobre todo con los signos icónicos,
pero no ocurre siempre. Tal es el caso de los signos icónicos altamente
codificados. Icono viene de la palabra eicon (=imagen) Eicos es
verosímil. Para un griego una imagen es lo que parece que es perentoriamente.
El ícono es la imagen figurativa. Aceptemos esto de que hay imágenes que son
figurativas e imágenes que no son figurativas. Las imágenes de Kandinsky no son
figurativas. Sin embargo, para Kandinsky significan sin necesidad de figurar.
Nos estamos metiendo en un territorio que es el territorio de la imagen. Hay
imágenes o formas visuales que pueden ser figurativas y hay imágenes o formas
visuales que pueden ser abstractas. Por ejemplo, las imágenes del expresionismo
abstracto, del cual Kandinsky es parte, son imágenes no figurativas. Imagen
hay, pero figuración, no. Hay significantes que pueden ser imágenes pero sin
ser imágenes figurativas, en el campo de lo visual.
Aun en el lenguaje verbal, tengo una visualización. En el caso del
diseño, es muy común que se diseñen logos para productos que tienen que ver con
el campo con el nombre la marca con letras texturizadas en madera. A esto los
diseñadores lo llaman semantización del logo. Si yo puedo hacer una
trasposición de sentido de lo verbal a lo visual, pareciera ser que en alguna
instancia, eso es posible. Porque tenemos como cultura una sedimentación ya
presente como posibilidades para nosotros de pensar unidades en el campo del
contenido que puedan expresarse en el campo de lo visual.
Merleau-Ponty no estaría de acuerdo con esta concepción ligada al
estructuralismo. Que no hay tal hiato. Que yo tengo que justificar porque puedo
pasar de un lenguaje al otro si fuera estructuralista. Así como hay un sistema
de la lengua, tendría que plantearme que hay una sistematicidad en el campo de
lo visual. En el campo de lo visual también tendría que conseguir unidades que
se correspondieran con algo que sea visible en tanto ese algo que sea visible
constituyera el significante de esas unidades en el campo de la expresión. Se
plantea la pregunta de si hay una misma regla para los dos campos o no y
tendría que justificarlo. Para Merleau-Ponty no preciso ninguna justificación.
Porque hay una posibilidad de pasaje de sentido de lo verbal a lo visual
operada por una corporalidad, que es una corporalidad intencional que puede
intencionar tanto en el campo motriz, como en el campo del lenguaje, como en el
campo de esa intencionalidad que Merleau-Ponty trabaja solamente en la pintura,
en el campo de conformar algo en el campo de lo visible como construcción de
sentido en el campo de lo visible. Porque tengo un cuerpo que opera en el
mundo, ese cuerpo es el mismo cuerpo y es por eso que puede ser el que pasa un
sentido de lo verbal a lo visual porque no tiene ningún drama el cuerpo en
expresarse por todos los medios en que los cuerpos se pueden expresar.. En ese
sentido, el lenguaje es una de las formas de expresión de una corporalidad. Lo
que es un problema para el estructuralismo, no es un problema para
Merleau-Ponty y lo que es un problema para Merleau-Ponty, no es un problema
para el estructuralismo. Para el estructuralismo no necesito de la co-presencia
de nadie para con nadie porque hay un código en común. Nosotros somos nódulos
de pasaje de un sentido socialmente instituido y ese sentido socialmente
instituido está presente en las conformaciones que esta sociedad se hace
también para hablar y para percibir.. Puedo percibir esta ocurrencia de
colores, texturas y formas como “silla” y ustedes también. Porque tenemos la
percepción codificada, esto es, ya perceptualmente semiotizamos desde que
vemos. Esta ocurrencia de “silla” es una ocurrencia de silla si la puedo
subsumir bajo el tipo silla” Y ese tipo lo tenemos todos nosotros porque
vivimos en una determinada cultura y no en otra. Los bosquimanos no tenían algo
así como una silla. La idea de que hay una codificación en el campo de lo
visual funciona en la mayoría de los sistemas semióticos. Claramente, Roland
Barthes lo expuso. La idea es ver cómo puede haber una trasposición de sentido
que no se agote en el campo de lo semiótico.
Ustedes tienen un texto de Savranski que tematiza algunas
cuestiones planteadas por Merleau-Ponty. La idea de que yo pueda con mi
intención significativa llegar al otro en el campo del lenguaje no es distinta
de una intención significativa que se plasme, no en el lenguaje verbal, sino en
lo visible. No hay un hiato entre el mundo de lo decible y el mundo de lo
visible para Merleau-Ponty. Lo que yo hago cuando me expreso es lo mismo cuando
conformo algo en el espacio que cuando conformo una frase o una oración en el
campo de lo verbal o de lo decible. Es la misma intención significativa la que
puede colmarse en un campo o en el otro. La trasposición de sentido de lo verbal
a lo visual no es un problema para Merleau-Ponty, como sí lo es para los
estructuralistas, menos para Bourdieu.
¿Por qué no sería un problema para Bourdieu la cuestión de un
mundo común de sentido y la posibilidad de trasponer un significado del campo de
lo verbal al campo de lo visual? ¿Cuál es el lugar de la comunidad de sentido
en Bourdieu? ¿Por qué hay una comunidad de sentido en Bourdieu? El mundo común
de sentido en Merlau-Ponty está dado por este instante, por esta actualidad en
la que vivimos en co-presencia. Este momento, que es un aquí y ahora, no es un
ahora instantáneo. Es una actualidad que tiene un pasado que retiene y un
futuro al que protiende. Es desde este ahora vivido que podemos generar
sentido. A su vez, como vivimos en un mundo en común, tenemos sedimentaciones
de sentido que son a la forma de fisonomías disponibles para ser reactualizadas
en este momento. Porque yo puedo lo mismo que el cuerpo del otro, es que hay un
mundo común de sentido. Este mundo común de sentido no es solo el de las cosas
dichas en el campo del lenguaje verbal, sino que también tenemos un por
decir que podemos entender en común. Yo puedo entender lo que el otro va a
decir aun cuando el otro no lo diga todavía. Tenemos una comunidad de sentido
porque tenemos sedimentaciones y tenemos una comunidad de sentido porque yo
puedo entender el gesto del otro, sea éste lingüístico o no lingüístico. Hay un
mundo común de sentido porque hay cuerpos conviviendo. Somos una comunidad
viviente de cuerpos hablando.
En el caso de Bourdieu, el mundo común de sentido no se da por
eso. Podemos tener la posibilidad de una confluencia de las prácticas o un
mundo común de sentido (aunque él no hable de comunidad de sentido ni de mundo
común de sentido) gracias al habitus. La comunidad de sentido, ¿viene de este
momento de la actualidad y de la situación que nos lleva a pensarnos y a
vivirnos en co-presencia? No. Viene de una transversalidad de sentido que nos
atraviesa y que es más bien vertical que horizontal. Si en Merleau-Ponty el sentido
estaba planteado en términos de una horizontalidad por estar pensado en
términos de co-presencia, está ella y estoy yo, nos estamos hablando y hay una
situación de comunicación en co-presencia, en Bourdieu, eso estaba dado por un
tejido que viene de arriba hacia abajo, que viene de determinadas condiciones
sociales de existencia que han sido inculcadas en cada uno de nosotros y en
tanto portadores de un habitus que hace que seamos lo que somos, tengamos
practicas regulares. Lo común es siempre un ya hecho y no un por
hacer. Para Merleau-Ponty, la comunidad de sentido tiene una dimensión de
lo ya hecho y una dimensión de un por venir, que está presente en este presente
y sin embargo no es repetición del pasado. Este exceso del decir sobre lo ya
dicho en Bourdieu no está nunca. En Bourdieu lo que hay es una comunidad de
sentido de una posibilidad de entender lo que otro dice, que está ligada al
habitus en el que hemos sido inculcados y socializados. No necesito la
co-presencia del otro, las relaciones no son relaciones horizontales, son
relaciones histéricas en el sentido de la histéresis, son
retardadas con respecto a algo que una vez ya fue y por eso digo que son
verticales. Son condiciones sociales de existencia incorporadas a cuerpos que
no necesitan estar en una situación de co-presencia porque la comunidad de
sentido no se da en una actualidad sino por un pasado en común. Ese pasado que
una vez fue y que nosotros repetimos pero sin saber que lo repetimos. Lo
repetimos cada vez que obramos, hacemos o decimos.. El acto de percibir
en Bourdieu está ligado a formas de visión que han sido inculcadas. Yo percibo
de la manera en que he sido inculcado a percibir. Uno puede entender
perfectamente que una cantidad grande de gente considere bella la foto de la Primera
Comunión y no vea belleza alguna en la foto de un tendido de cableado
eléctrico. Han sido inculcados en un habitus en el que la primera foto es bella
y la segunda no lo es, por ser excesivamente funcional. La idea de lo que yo
puedo entender de un sentido visual es exactamente lo que puedo entender de un
sentido verbal porque tanto el sentido visual como el verbal están expresados
en las dos palabras claves de Bourdieu cada vez que habla, visión y división.
Yo soy una máquina de ver, pero no veo cualquier cosa. Soy una máquina de
enclasar. Esto último tiene que ver con la división y con la posibilidad de
discernir, determinar, juntar cosas con cosas y separar unas cosas de otras
cosas. El hecho de ser una máquina de visión y de división se corresponde con
un habitus que es aquello que se me hace ser lo que soy y que
permite una comunidad de sentido, pero es una comunidad de sentido no actual.
Actualidad en el sentido de real. El habitus es una latencia, un inconsciente
funcionando, es algo que no es, sino que es un poder ser. En ese sentido
es que digo que la comunidad no es una comunidad actual.. En cambio, para
Merleau-Ponty es desde esto vivido actualmente en una situación, que hay una
comunidad de sentido. Esa es la diferencia y es una diferencia bastante
abismal. Hay diferencias en cuanto a la operatividad de las categorías. Las
categorías son diferentes. Merleau Ponty se refiere a la descripción
fenomenológica como un intento por des-andar el camino de la objetivación, que
es lo que hacen los intelectualistas. Está bien dar cuanta del mundo vivido
pero no basta con eso. Por eso Bourdieu hace hincapié en otras cosas, pero no
es que esté en contra de Merleau-Ponty.
El mundo común de sentido está en la lengua que hablo. La lengua
que hablo es para mí cuando la utilizo, que es la manera en que Merleau-Ponty
sostiene que hay que considerar el lenguaje, un conjunto de disponibilidad des
lingüísticas que están presentes para mí. Si de esas disponibilidades tomo
alguna, esa disponibilidad no viene sola. Viene imbricada a otras posibilidades
de la lengua. Yo nunca pienso en términos nocionales separados. Cuando
actualizo palabra, no es solo esa palabra la que está actualizada. Va a ser una
seguidilla de palabras. Metafóricamente hablando, cuando levanto una planta del
suelo, la planta viene con las raíces. Hay un modo de hablar en la lengua que
me viene con cada apalabra de la lengua. Con respecto al lenguaje,
Merleau-Ponty sostiene que cada una de las palabras de la lengua son partes
totales. Conllevan las formas de decir de todo ese lenguaje. No hay partes en
la lengua y en ese sentido él esta en contra de pensar el signo lingüístico de
manera sustancialista. Hay signos y codificación y relaciones. Si el signo
fuera pensado de esa manera, nunca hablaríamos. En rigor, nadie porque sepa
lingüística, puede hablar y el que no sabe nada de lingüística, tiene un
dominio de la lengua que es justo lo que necesita para poder andar por el
mundo. Cada vez que aparecen términos nuevos en la lengua hablada, otros se
caen del diccionario. Para que se caigan de diccionario es porque primero se
cayeron de la vida de la gente que habla la lengua. Cualquier término nuevo
implica la caída de otros. Hay muchos términos nuevos, sobre todo provenientes
de otras lenguas contemporáneas, que entran en el español. No es casual que los
diccionarios se “limpien” cada tanto. Las disponibilidades lingüísticas de un
hombre del siglo XVII son más en cantidad que las que hoy puede tener Ricardo
Piglia (escritor argentino contemporáneo) Shakespeare escribe valiéndose de una
cantidad de palabras, de una sintaxis y de una sutileza incomparables con las
disponibilidades de un inglés de hoy día. Hoy nos manejamos con muchísimas
menos palabras. Yo no diría que se comunica menos porque se comunica todo lo
necesario. De lo contrario, estaríamos pensando que toda comunicación en la
actualidad es infructuosa porque no es barroca. Lo que sí es cierto es que cada
vez tenemos menos disponibilidades porque nosotros no hablamos solo español
sino que hablamos esta lengua que hablamos los argentinos que es el español del
Río de la Plata. Todas las lenguas contemporáneas tienen cada vez menos léxico
y mayor pobreza sintáctica, la sintaxis se simplifica cada vez más.
Por un lado, tengo disponibilidades, pero nunca tengo la
competencia total de una lengua. Siempre intento con esa lengua llevar al
lenguaje más allá de sus propios límites. ¿Se puede pensar en algo que no sea
una lengua? La lengua es eso que se presenta ante mí, una vez expresada, como
mi pensamiento. Es eso que se presenta ante el otro que está ante mí, como mi
pensamiento. Yo no tengo manera de acceder al pensamiento del otro, pero sí
puedo escucharlo. Al escucharlo, ese pensamiento, que es una latencia, que está
ahí pero no está en una presencia en el mundo, la palabra lo realiza. La
palabra es realizadora del pensamiento. El pensamiento se da a través de la
forma corporal que tiene la palabra. La forma material que tiene el pensamiento
es la palabra. Es el habla, a través de la cual me comunico con el
prójimo.
Apunto algo más que tiene que ver con la dimensión social en
Merleau-Ponty, de lo que muchas veces se olvidan en los exámenes. La idea de la
co-presencia del otro no es la co-presencia en cualquier momento, en cualquier
lugar y en cualquier situación histórica. Debemos pensar la co-presencia como
una forma de inter-subjetividad en la que ya somos sociales el otro y yo.
En el campo del lenguaje hay algo que tenemos en común y es que las
disponibilidades lingüísticas son las mismas, hablamos la misma lengua. En el
campo de lo visual, la cuestión es más compleja, porque si yo les digo
“Magritte”[1][1], puede ser que algunos ni lo conozcan y que a otros ni siquiera
les guste. Salvo que existiese, por eso yo insistí el otro día con la gramática
de la forma de Kandinsky. Las disponibilidades visuales que tenemos nosotros
hoy es un campo más vasto. Yo creo que tenemos hoy más disponibilidades
visuales que cualquier otro hombre que vivió antes en el mundo. Hemos visto
nosotros más imágenes que ningún otro hombre en la historia. El campo de las
disponibilidades visuales, ¿debe ser visto como aquello que yo puedo entender o
como aquello que yo puedo concretar? Acá hay otro problema que subyace y que
Bourdieu tematiza. ¿Porque desde el siglo XVIII en adelante, un lingüista o un
historiador del arte arma una estética que tiene que ver con el receptor, una
concepción del lenguaje que tiene que ver con el receptor y una concepción de
la historia del arte que tiene que ver con el receptor? Habría la posibilidad
de pensar una lingüística, una historia del arte y una estética que en vez de
tener que ver con el receptor, tuvieran que ver con el que lo hace, esto es,
con el artista (no con el que aprecia la obra), en el caso de la historia del
arte y con el que profiere las palabras (no con el que las escucha), en el caso
de la lingüística. En vez de teorizar sobre una estética de la pasividad de la
recepción, tanto Merleau-Ponty como Bourdieu problematizan la actividad de la
producción. Tendríamos una estética distinta, una historia del arte distinta y
una lingüística distinta si las pensáramos desde el punto de vista del
productor (artista o hablante) En este intento de pensar las disponibilidades
visuales y verbales que cada uno de nosotros posee, por lo menos tenemos la
posibilidad de tenerlas. Piensen ustedes cuantas imágenes podía ver un
señor del siglo XVII. Veía las que estaban en la Iglesia y en la Biblia , las
estampitas, algunos grabados en las casa. Nosotros prendemos la televisión y la
computadora y tenemos muchas más.
¿Podemos tener una comunidad de sentido en el campo de lo visual?
¿O eso es más relativo al gusto y a que uno conoce imágenes de otra época,
además de las que circulan en la contemporaneidad y que vemos todos los días,
incluso sin observarlas, y comparamos? Las disponibilidades que nosotros
tenemos en el campo de lo visual son esas latencias que nos permiten, en el
caso del lenguaje verbal en Merleau-Ponty, reactualizarlas, en el campo de lo
visual. Sería la posibilidad que tengo yo de hacer la imagen, no la posibilidad
de entenderla solamente. En el campo de lo verbal también están las dos
dimensiones, lo verbal y lo visual. Yo las puedo reactualizar y las reactualizo
asumiéndolas como mi palabra y las entiendo cuando el otro la profiere,
entiendo el sentido de lo que dice el otro. En el caso de lo visual, se trata
de plantearlo desde el punto de vista del que obra, en vez de desde el punto de
vista del que recibe, del que puede llegar a hacer.
Todos los ejemplos que Merleau-Ponty dará en los textos que
ustedes tienen para leer son de pintores. Habla del trazo de Matisse y de Picasso
y de la filmación de ellos cuando trabajaban. Estos son los momentos que
tematiza Merleau-Ponty. ¿Qué hacen Matisse y Picasso? ¿Escogen de entre las
infinitas formas en que podría llevarse a cabo algo, una, en un instante de
luminosidad de la conciencia o es llevado a hacer el movimiento preciso y eso
es lo que termina haciendo el opus operandi, es decir, la
obra realizada? A Merleau-Ponty lo que le interesa es el momento germinal en
que el sentido naciente aun, no realizado, está por realizarse. Es a eso que él
llama la intención significativa. Ese querer decir que después se plasma
y se plasma sin necesidad de que haya una conciencia que determine lo que se va
a pintar o lo que se va a dejar de pintar. Van a encontrar más de un cineasta
que dibuja todas las tomas que va a tomar. Hay otros que no. Pero los ejemplos
que brinda Merleau-Ponty son siempre los de alguien que no se representa lo que
va a hacer. Pareciera ser que la mayoría de los artistas aciertan sin que lo
sepan. Hacen lo que hacen porque no saben que lo están haciendo, no tienen
conciencia de que lo están haciendo. En términos de Merleau-Ponty el cuerpo es
el que significa sin el respaldo de una conciencia. Para él, el cuerpo no es
mediador de las significaciones de una conciencia.
El lugar por antonomasia para hablar de la transposición de
sentido de lo verbal a lo visual es el cine. Se empieza con un guión escrito
que será llevado al audiovisual. Hay directores de cine que dibujan en el
storyboard cada una de las tomas que van a tomar cuando realicen el film.
Tienen su trabajo tan pautado, al punto que si una toma sale mal, la vuelven a
dibujar y a hacerlo todo de vuelta. No está la idea de una intencionalidad
operante de que las cosas se arreglan en la presencia. En la última película de Tarkovski, cineasta secuencialista, la cámara
falló y tiro abajo toda la última parte de la película, izo hacer de nuevo la
casa, la casa se tenía que quemar, gastó mucho dinero, pero hizo de nuevo toda
la secuencia. Se trata de un cineasta que pensó antes donde poner la cámara en
cada momento. Pero los casos que toma Merleau-Ponty son siempre los casos de la
inminencia, de la resolución cuasi-mágica en la que el trazo hace lo que tiene
que hacer.
Nosotros juzgamos con la lengua como sistema, a partir de la obra
como obra realizada. Como diría Castoriadis, pensamos que el ser perfecto es un
algo. ¿Por qué no podemos pensar como paradigma de la perfección del ser el
estar haciendo que todavía no se cumple? Los pensadores conductores de la
materia postulan como forma paradigmática del ser un ser que no esta ligado a
la presencia sino al “poder ser”. Hay aquí una elección fuerte por privilegiar
un modo de ser que no es el de la presencia. Cada vez que aceptamos que lo que
es y lo que hay es la lengua o la obra acabada, nos olvidamos de la dimensión
de futuridad que tiene cualquier forma de la operancia, del estar haciendo, que
está implícita en estos movimientos, de jugarse en una dimensión en la que la
presencia, el ser como presencia es uno de los componentes, pero no el
más importante. El estar haciendo es más importante que lo hecho. Este registro
de un mundo en el que las cosas hechas no son lo único realmente importante es
esta especie de universo que pretendemos que recorran.
Voy a explicar someramente algunas cuestiones relativas a la traducción
y a la trasposición, problematizadas en el texto de Eco que tienen en esta
unidad. En una traducción, cada uno de los elementos de la frase tiene un
correlato en el lugar donde está la traducción. Si yo tengo una lengua fuente y
una lengua destinataria, por ejemplo, el español y el inglés, cada uno de los
elementos de la frase en el idioma inglés tendría que tener un correlato en el
otro idioma. Sería una traducción cuasi-elementalista. Estoy entendiendo la
frase o la intención significativa como una totalidad compuesta por partes que
se van sumando. La frase es la sumatoria de las partes que la componen.
Traduzco a otro lugar donde hay otra sumatoria. Esto se da en una traducción
inter-lingüística. ¿Qué pasa si lo quiero hacer en el campo de lo visual? El
texto de Savranski se abre con una experiencia de Paul Cezanne, en la que
intenta pasar lo verbal a lo visual, una frase de Honnoré de Balzac de la
novela “Piel de Zapa” a lo visual. El cuadro no existe. Se trata de un mantel
blanco sobre el que hay panecitos coronados por harina. La descripción de
Balzac llega a un cierto punto en que sostiene que si pinta el coronado,
traiciona el sentido si intenta hacer un pasaje de sentido de lo verbal a lo
visual, poniendo el sentido de cada uno de los elementos de la frase. A eso
apunta Savranski cuando habla de una trasposición en lugar de una traducción de
sentido. El llama traducción a un pasaje de sentido puntual. Merleau-Ponty
habla de pasaje punto a punto de sentido, lo cual querría decir que tengo tales
elementos en una frase en un idioma y tendría que tener los mismos en la lengua
fuente y en la lengua destinataria. En rigor, eso no ocurre ni siquiera en la traducción
intralingüística. En el campo de la
traducción visual es menos plausible aun. Uno puede decir en latín, en griego o
en alemán una frase sin poner ninguna preposición. Es por la desinencia que uno
se da cuenta. Entonces no vamos a usar la misma cantidad de elementos para
decir algo en una lengua y en otra. El hiato grande es pensar como paso este
sentido a lo visual. Lo que dice Merleau-Ponty que sostiene Cezanne es que hay
una totalidad de sentido que no depende de la sumatoria de las partes. Esa
totalidad de sentido vivida por mi puede ser traspuesta a otro registro, en el
caso de Cezanne lo paso de lo verbal a lo visual sin drama. El sentido está
todo lo plenamente que puede estar en una construcción y en la otra sin que
haya una trasposición, nosotros diríamos literal, una traducción punto a punto
de cada uno de los elementos del sentido. El sentido para Merleau-Ponty nunca
es puntual. El sentido siempre viene en
red o rizoma, una urdimbre de sentido. El sentido no viene nunca solo. Nunca es
puntual, de la misma manera que no hay sensación, sino percepción, como un
entramado de sentido. No tiene sentido que yo piense que hay sentido en los
elementos porque los elementos son una construcción teórica que se hace
post-facto a partir de una percepción vivida. El sentido verbal o el sentido
visual de algo está imbricado en una totalidad de sentido que se me presenta y
que aprehendo y capto, sin necesidad de pensarlo de manera discriminada. Hay un
montón de intentos a principios del siglo XX de pensar. Kandinsky buscaba
elementos últimos y quería ver como esos elementos últimos se combinaban entre
sí para construir algo que tuviera un sentido y que fuera bien recepcionado por
un posible receptor que lo entendiera.
No tenemos la tradición, según Pascal y según Bourdieu, en
términos pascalianos, que nos mueve a entendernos. Esta cuestión del automatismo
que hace que el otro entienda lo mismo que yo entiendo es una tradición que
tenemos sedimentada en común, según Pascal y según Bourdieu. No tenemos la
representación como suelo tradicional para entendernos. ¿Cómo hago yo para entenderme con el otro? La
Bauhaus y el Constructivismo ruso se preguntaron cómo se construye eso. Como
puedo ser dueño del sentido de la imagen que estoy creando. Como puedo estar
seguro de que ese sentido que intenciono en la obra sea entendido por el que la
ve. ¿Cómo puedo yo proponer un sentido? En el caso de Merleau-Ponty yo me
propongo transmitir un sentido pero no es una proposición que mi razón
deliberativa decide que este sentido lo pongo y aquel sentido no lo pongo. En
el arte conceptual primero tengo que tener el concepto y después un paradigma o
ejemplo de él. La tradición de la figuración y del hacer imágenes es ver cómo
puede el sentido de una imagen ser un sentido significativo para el otro desde
el punto de vista de áquel que intenciona la imagen.
La dimensión social está presente en el nosotros que somos en esta
situación. Para que no hagamos un Merleau-Pony idílico y un Bourdieu sociólogo
al mango. Hay también una dimensión social en la co-presencia que ustedes tienen
que leer el mundo como expresión y la palabra con el gesto del extranjero. Por
ejemplo, el gesto del japonés que para nosotros es una sonrisa y para él un
gesto de ira. No hay aquí un mundo común de sentido. Yo puedo el mismo gesto
que él y él puede el mismo gesto que yo, pero no en la situación. Si mi cuerpo puede, puede también porque hay una cultura
en la cual está inscripto. No entiendo el gesto de ira pero no porque no sea
capaz de verlo, porque claramente veo lo que está haciendo, sino porque en esta
circunstancia yo no puedo hacer lo mismo que él. Vivimos en mundos de sentido
que no son comunes sino diferentes. Yo puse como ejemplo de la dimensión social
en Merleau-Ponty el hecho de que hablamos esta lengua que es esta lengua en la
que nacimos y el gesto del otro que no es un gesto posible para mí, por lo
menos en esta situación.
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