Gadamer - "¿Qué es la verdad?" y "Sobre el círculo de la comprensión" - Comunicación III - Cátedra: Gassman
GADAMER:
¿Qué es la verdad? y Sobre el círculo de la comprensión
¿Qué es la verdad?
El estado reconoce en principio la libertad de
ciencia, pero la innovación de esa libertad es siempre una peligrosa
abstracción.
Aunque
la idea de la verdad presida absoluta e inequívocamente la vida del
investigador, su libertad para hablar es limitada y polivalente. Debe reconocer
las repercusiones de su obra y responder de ellas. La vertiente diabólica
induce al investigador a la tentación de decir e incluso aceptar como verdad lo
que le dicta la opinión pública o los intereses del Estado.
La ciencia coincide son el fanático en ser tan
intolerante como él porque exige y da siempre demostraciones. Nadie es tan
intolerante como aquel que pretende demostrar que lo que dice ha de ser verdad.
La ciencia es intolerante según Nietzsche, porque es un síntoma de debilidad,
un producto tardío de la vida, un legado de esa decadencia que Sócrates, el
inventor de la dialéctica, trajo a un mundo en el que no existía aun la
“incidencia de la demostración”, sino que una soberana autocerteza se limitaba
a señalar y decir, sin demostración alguna.
¿La ciencia es realmente la última instancia y el
único soporte de la verdad?
La ciencia se niega a dar la respuesta
desacreditando la pregunta, es decir, tachándola de absurda. Porque sólo tiene
sentido para ella lo que se ajusta a su método de hallazgo y examen de la
verdad.
Religión, filosofía y cosmovisión: son las
instancias a las que apelan los escépticos de la ciencia para marcar los
límites de la especialización científica y de la investigación metodológica
ante las cuestiones decisivas de la vida.
Heidegger; aletheia = desocultación. Entonces
la verdad debe ser arrebatada del estado de ocultación y encubrimiento.
El encubrimiento es propio de la acción y del
lenguaje humano, porque el lenguaje humano no expresa sólo la verdad, sino la
ficción, la mentira y el engaño.
Es la razón misma de las cosas la que se representa
y comunica en un modo específico de discurso. Este modo se llama enunciado,
proposición o juicio. El juicio se caracteriza frente a los otros modos de
discurso por la pretensión de ser verdadero, de develar un ente tal como es.
La verdad del discurso se define como adecuación del
discurso a la cosa. A ello denominamos en filosofía la verdad enunciativa.
La verdadera ciencia no es la ciencia natural, mucho
menos la historia, sino la matemática. Porque su objeto es un ser puramente
racional y como tal es modelo de toda ciencia porque se puede representar en un
contexto deductivo cerrado. La ciencia moderna, en cambio, considera la
matemática como modelo no por el ser de sus objetos, sino por su modo de
conocimiento perfecto. Lo que prevalece ahora es la idea del método. Pero esto
supone una restricción en las pretensiones de alcanzar la verdad. Si la verdad
supone la verificabilidad el criterio que mide el conocimiento no es ya su
verdad, sino su certeza.
El problema de nuestra civilización y de los males
que trae su tecnificación no consiste en carecer de una instancia intermedia adecuada
entre el conocimiento y la aplicación práctica. Precisamente el modo de
conocimiento de la ciencia es tal que imposibilita esa instancia. Ella misma es
técnica.
No siempre se puede considerar la vía de la
demostración como el modo correcto de hacer conocer la verdad a otro. Todos
traspasamos constantemente la frontera de lo objetivable en la que se mueve el
enunciado por su forma lógica.
La pretensión de la ciencia es superar lo aleatorio
de la experiencia subjetiva mediante in conocimiento objetivo, y el lenguaje
del simbolismo equívoco mediante la univocidad del concepto.
La univocidad y precisión de la lógica matemática
sería la solución para todos los problemas que la ciencia ha dejado hasta ahora
en manos de la filosofía.
La introducción de un lenguaje artificial presupone
ya otro lenguaje en el que se habla. Se trata del problema del metalenguaje. El
lenguaje que hablamos y en el que vivimos ocupa un puesto privilegiado. Es a la
vez el presupuesto para cualquier análisis lógico posterior.
Las ciencias del espíritu dan un testimonio muy
elocuente de este problema. El ideal de verificabilidad se alcanza muy pocas
veces y que los investigadores que aspiran a alcanzar este ideal con la mayor
precisión no suelen decirnos las cosas realmente importantes. Se da una
relación entre conocimiento de la verdad y enunciabilidad que no es evaluable
con la verificabilidad de los enunciados.
Los resultados más importantes y fecundos alcanzados
en las ciencias del espíritu quedan muy al margen del ideal de verificabilidad.
Lo que hay aquí en una relación según la cual aquello que posibilita la ciencia
puede impedir también la fecundidad del conocimiento científico. Se trata de
una relación de principio entre verdad y no verdad.
Chocamos con los límites de nuestra situación
hermenéutica cuando buscamos la verdad. Pero eso significa que no podemos
conocer muchas cosas que son verdaderas porque nos limitan los prejuicios sin
saberlo.
No puede haber un enunciado que sea del todo
verdadero:
esta tesis es conocida como el punto inicial de la autoconstrucción hegeliana
de la razón mediante la dialéctica. La forma de proposición no es la adecuada
para formular verdades especulativas. Porque la verdad es el todo.
No hay ningún enunciado que se pueda entender
únicamente por el contenido que propone sí se quiere comprenderlo en su verdad.
Cada enunciado tiene su motivación. Cada enunciado tiene unos presupuestos que
él no enuncia. La pregunta es la que tiene prioridad en la lógica. No
hay ningún enunciado que no sea fundamentalmente una especie de respuesta. Lo
que constituye al investigador como tal es la capacidad de apertura para ver
nuevas preguntas y posibilitar nuevas respuestas.
La fecundidad de un conocimiento se comprueba en su
capacidad para despejar una situación problemática. La pregunta y la respuesta
desempeñan en su carácter enunciativo común una función hermenéutica: ambos son
interpelación. Sólo hay verdad en el enunciado en la medida que éste es
interpelación.
Heidegger avanza mas allá de la problemática de la
subjetividad. La historicidad de todos los enunciados radica en la finitud
fundamental de nuestro ser.
Nuestra actitud hacia la tradición no se queda en el
intento de comprender averiguando su sentido mediante una reconstrucción
histórica. La propia historia es en realidad un camino para conocer la verdad.
El conocimiento histórico no es nunca una mera actualización. Pero tampoco la
compresión es mera reconstrucción de una estructura de sentido, interpretación
consciente de una producción inconsciente. El lenguaje hace la constante
síntesis entre el horizonte del pasado y el horizonte del presente. El lenguaje
posee su propia historicidad. Cada uno de nosotros tiene su propio lenguaje, el
problema es ver como con diversos lenguajes nos entendemos más allá de la
fronteras de los individuos, los pueblos y los tiempos.
El modo de ser de una cosa se nos revela hablando de
ella. Lo que queremos expresar con la verdad posee su propia temporalidad e
historicidad. Lo que averiguamos con asombro cuando buscamos la verdad es que
no podemos decir la verdad sin interpelación, sin respuesta y por tanto sin el
elemento común del consenso obtenido. Una hermenéutica ajustada a nuestra
existencia histórica tendría la tarea de elaborar las relaciones de sentido
entre lenguaje y conversación que se producen por encima de nosotros.
Sobre el círculo de la comprensión
El movimiento de la comprensión discurre así del todo a
la parte y de nuevo al todo. La tarea es ampliar en círculos concéntricos la
unidad del sentido comprendido. La confluencia de todos los detalles en el todo
es el criterio para la rectitud de la comprensión. La falta de tal confluencia
significa el fracaso de la comprensión.
Cuando intentamos comprender un texto no nos
trasportamos a la esfera íntima del autor, sino que los trasportamos a su
pensamiento. Pero esto significa que intentamos hacer valer la objetividad de
aquello que dice el otro. El objetivo de todo entendimiento y de toda
comprensión es el acuerdo en la cosa.
Heidegger: la posibilidad positiva para el conocimiento
mas originario se alcanza realmente una vez que la interpretación ha
comprendido que su tarea primera, permanente y última consiste en no dejar que
la experiencia previa, la previsión y la anticipación sean suplantadas por
ocurrencias y nociones vulgares y asegurar el tema científico en su elaboración
desde las cosas mismas.
La interpretación comienza con pre-conceptos que son
sustituidos por conceptos más adecuados. Es deber permanente de la comprensión
elaborar los esquemas correctos y adecuados, es decir, aventurar hipótesis que
habrá que contrastar “con las cosas”. No hay aquí otra objetividad que la de la
elaboración de la opinión previa para contrastarla.
El que intenta comprender un texto está dispuesto a
dejar que el texto le diga algo. Por eso una conciencia formada
hermenéuticamente debe estar dispuesta a acoger la alteridad del texto. Pero
tal receptividad no supone la neutralidad ni la autocensura, sino que implica
la apropiación selectiva de las propias opiniones y prejuicios.
Heidegger reconoce que la comprensión del texto está
determinada permanentemente por le movimiento anticipatorio de la
precomprensión. Lo que Heidegger describe así no es sino la tarea de concreción
de la conciencia histórica. Se trata de descubrir las propias prevenciones y
prejuicios y realizar la comprensión desde la conciencia histórica, de forma
que el detectar lo históricamente diferente y la aplicación de los métodos
históricos no se limiten a una confirmación de las propias hipótesis o
anticipaciones.
Sólo el fracaso del intento de dar por verdadero lo
dicho lleva al intento de comprender el texto psicológica o históricamente como
opinión de otro.
La hermenéutica debe partir del principio que dice
que el que intenta comprender está ligado a la cosa transmitida y mantienen o
adquiere un nexo con la tradición de la cual habla el texto trasmitido.
La comprensión empieza cuando algo nos llama la
atención. Esta es la principal de las condiciones hermenéuticas. Ahora vemos lo
que ello requiere: una suspensión de juicios. Pero toda suspensión de juicios,
comenzando por los prejuicios, posee la estructura lógica de la pregunta. El
mejor modo de aclarar el propio prejuicio es hacer uso de él.
El verdadero objeto histórico no es un objeto, sino
la unidad de lo uno y lo otro, una relación en la que consiste tanto la
realidad de la historia como la realidad de la comprensión histórica.
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