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Morin, Edgar - "La noción de sujeto" - Psicología y Comunicación - Cátedra: Lutzky

La noción de sujeto. 
Edgar Morin.

La noción de sujeto es una noción extremadamente controvertida. Debemos realizar una reconstrucción conceptual en cadena para concebir la idea de sujeto. Si no partimos de la organización biológica, de la dimensión cognitiva, del cómputo, del principio de exclusión, de identidad, etc., no llegaremos a enraizar el concepto de sujeto de manera empírica, como fenómeno.

Esta noción de sujeto nos obliga a asociar nociones antagónicas: la inclusión y la exclusión, el ello el yo y el se. Es necesario un pensamiento complejo, capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí, y que son catalogados en compartimentos cerrados. Debemos alejar de nuestros pensamientos los principios de separación, de reducción, que hacen imposible pensar al sujeto con sus ambivalencias, incertidumbres e insuficiencias.

Debemos luchar contra la disyunción y a favor de la conjunción, es decir, establecer ligazones entre cosas que están separadas; crear macroconceptos (conceptos ensamblados, articulados).
En muchas filosofías y metafísicas el sujeto se confunde con el alma, con la parte divina, superior, ya que en él radica la voluntad, el juicio, la libertad. No obstante, si lo consideramos desde el lado de la ciencia solo observamos en el sujeto determinismos físicos, biológicos o culturales, y en esa óptica el sujeto se disuelve.

En el seno de nuestra cultura occidental, desde el S XVII, vivimos en una constante disyunción: nos sentimos sujetos y vemos a los demás como sujetos pero si nos examinamos desde el punto de vista del determinismo el sujeto se disuelve, desaparece. Vivimos en esa disyunción a razón del paradigma que formulo Descartes: el observó la existencia de dos mundos, uno que era relevante al conocimiento objetivo, científico: el mundo de los objetos; y otro mundo mas intuitivo, reflexivo: el mundo de los sujetos.

Vivimos dentro de esa oposición, es decir que no podemos encontrar el menor sostén para la noción de sujeto en la ciencia clásica.

En la ciencia clásica la subjetividad aparece como contingente, fuente de errores. Por eso esta ciencia siempre excluyó al observador de su observación.

Morin propone abordar la noción de sujeto de forma científica y no metafísica. Propone una definición bio-Iógica: que corresponde a la lógica misma del ser vivo.

La noción de autonomía, que es intrínseca del sujeto, esta estrechamente ligada a la de dependencia, y ésta es inseparable de la noción de autoorganización. Heinz Von Foerster ya lo explicaba en su paradoja de la auto-organización: auto-organización implica autonomía, pero todo sistema autonómico para poder sobrevivir necesita energía e información que extrae del exterior, es decir, para ser autónomo hay que depender del mundo externo. Por eso Morin habla de auto-eco-organización.

Una segunda noción a considerar es la de individuo y su relación con la especie. Según la perspectiva con la que se analizaba la relación, o bien la especie desaparece y el individuo ocupa todo nuestro campo conceptual o, por el contrario, es el individuo el que desaparece y es la especie la que tiene verdadera realidad. De lo que se trata es de registrar la complementariedad entre especie e individuo. La sociedad es el producto de interacciones entre individuos. Esas interacciones, a su vez, crean una organización que tiene cualidades propias, en particular el lenguaje y la cultura. Y esas mismas cualidades retroactúan sobre los individuos desde que nacen al mundo, dándoles lenguaje, cultura, etc. esto significa que los individuos producen la sociedad, la que produce a los individuos.

El individuo de productor se convierte en producto y de producto en productor. Podemos así comprender la autonomía del individuo, pero de manera relativa y compleja.

La noción de individuo-sujeto implica a la vez autonomía y dependencia, pero implica también algo más, que se relaciona con la organización viva, y es el concepto de cómputo.

Si tomamos como ejemplo la organización viviente bacteriana vemos que es un ser-máquina, un ser computante, en tanto se ocupa de signos, índices, datos, a través de los cuales trata con su mundo interno así como con el exterior. La bacteria computa por cuenta propia, por sí misma y para sí misma. Eso es el cómputo. Computar para sí misma implica ponerse en el centro del mundo para realizar todas las acciones de salvaguarda, de defensa. Aquí es donde aparece el sujeto con el cómputo y con el egocentrismo, donde la noción de sujeto está indisolublemente unida a ese acto en el que no solo se es la propia finalidad de sí mismo, sino que también se es autoconstitutivo de la propia identidad.

La base de ese principio de identidad, sin el cual no sería posible la computación, es un principio de diferencia y de equivalencia: "Yo soy yo mismo". Yo es el acto de ocupación del sitio egocéntrico. "Mi" es específicamente la objetivación del yo; no es exactamente el yo, porque en la operación en el que el mí se forma ese mí aparece como diferente, está objetivado, mientras que el yo es el puro surgimiento del sujeto. Es un acto que plantea la diferencia entre el yo y el mi, y asimismo su identidad, lo que permite que el computo pueda tratar objetivamente al ser sujeto. Permite la autorreferencia. Solo que así como la auto-organización es una auto-eco-organización, de igual modo la referencia es auto-exo-referencia, es decir, que para referirse a sí mismo hay que referirse al mundo externo. Este proceso es el que es constitutivo de la identidad subjetiva.

Un segundo principio de identidad es aquel que mantiene la invariancia del yo sujeto aún a pesar de extraordinarias modificaciones corporales, celulares, moleculares. Hay enormes modificaciones que hacen que el sujeto se convierta en adolescente, adulto y anciano. No obstante, si vemos una fotografía de nuestra infancia decimos "soy yo". Sin embargo, yo ya no soy ese niño, pero la ocupación del sitio central del yo que se mantiene permanentemente a través de todas las modificaciones establece la continuidad de la identidad. £1 yo realiza la unidad.

Para llegar a la noción de sujeto humano es necesario referirse a dos principios subjetivos asociados: principio de exclusión y de inclusión. El de exclusión refiere a que si bien toda persona puede decir "yo", nadie puede decirlo por mí. Yo es una cosa absolutamente única. Pero este principio es inseparable del de inclusión que hace que podamos integrar en nuestra subjetividad personal a otros sujetos, y conformar una subjetividad colectiva: "nosotros".

Pueden existir conflictos entre el principio de exclusión y el de inclusión: ocurre, por ejemplo, con respecto a la patria en los momentos de peligro. De pronto esta sociedad en la que vivimos de manera egocéntrica, guiándonos por el interés, se ve en peligro y nos sentimos invadidos por una oleada comunitaria, somos nosotros, somos hermanos. Oscilamos entre el egocentrismo absoluto (predominio del principio de exclusión) y la abnegación (principio de inclusión).

Un tercer principio importante es el de intercomunicación con el semejante.

Ya podemos, entonces, definir al sujeto como una cualidad fundamental propia del ser vivo. Cualidad que comprende un entrelazamiento de múltiples componentes. Tiene un carácter existencial. Obedece a las características anteriores pero hay algo más. Tenemos un sujeto cerebral que es un sujeto en el acto mismo de la percepción, de la representación, de la decisión. La afectividad, que para muchos aparece como el único rasgo constitutivo del sujeto (porque corrientemente cuando decimos que algo es subjetivo aludimos que está ligado a las emociones y los sentimientos), está también ligada al desarrollo superior del sujeto.

Hay un segundo aspecto propio del ser humano, puesto que está ligado al lenguaje y a la cultura. £1 individuo-sujeto puede tomar conciencia de sí mismo a través del instrumento de objetivación que es el lenguaje.

Tenemos, entonces, ese nivel de ser subjetivo y tenemos la libertad, que es la posibilidad de elección entre diversas alternativas. Supone dos condiciones: la capacidad intelectual de considerar una situación y poder establecer sus elecciones, y las condiciones externas en las cuales las elecciones son posibles.
Finalmente existe en nuestra subjetividad humana es el lugar habitado por las nociones de alma, espíritu, y tenemos el sentimiento profundo de una insuficiencia del alma que sólo puede llenar otro sujeto. He aquí, entonces, dos niveles de subjetividad: la afectividad y la conciencia.

Nuestro cogito, es decir, nuestra conciencia de sujeto, necesita del cómputo fundamental que los millones de células de nuestro cerebro hacen emerger. Dicho de otra manera, no hay cogitación (pensamiento) sin computación. Es justamente el conocimiento el que nos pone frente a la tragedia de la subjetividad.

Descubrimos ahora la tragedia de la existencia del sujeto, que está ligada a dos principios de incertidumbre: el primero, que el yo no es ni primero ni puro. El cómputo no existe fuera de todas las operaciones físico-químico-biológicas que constituyen las auto-eco-organización de la bacteria.

Todas las dimensiones del ser son inseparables. Cuando hablo, al mismo tiempo que "yo" hablamos "nosotros", la comunidad. Pero no ha solamente el "nosotros", en el "yo hablo" esta también el "se habla". En cada yo humano hay algo del nosotros y del se. Pues el yo no es puro y no está solo ni es único.

Y luego por supuesto está el ello que habla. Ese ello es una máquina biológica, organizacional. La concepción compleja del sujeto nos permite enlazar indisolublemente al "yo", al "nosotros", al "se" y al "ello". Pero aquí se presenta el principio de incertidumbre, nunca sé exactamente en qué momento soy yo quien habla, si no soy yo hablado. Es por eso que la frase de Freíd debe ser retomada en su plenitud y su inspiración fundamental: "donde esta el ello, el yo debe advenir". Lo que no significa que el "ello" y el "se" deban desaparecer, sino que el "yo" debe emerger.


Hay un segundo principio de incertidumbre que es que el sujeto oscila entre el todo y la nada. Para mí mismo, él es el todo, el centro del mundo. Pero objetivamente, es solo un unto efímero en el universo. Estamos divididos entre el altruismo y el egoísmo. Debemos, por lo tanto, hacer una reconstrucción conceptual en cadena para concebir la idea de sujeto.

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