HUME: Tratado de la Naturaleza Humana
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Los prejuicios contra los razonamientos metafísicos entienden por
razonamiento toda clase de argumentos que sean de algún modo abstrusos.
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Sólo el escepticismo más radical, unido a una fuerte dosis de pereza,
puede justificar esta aversión hacia la metafísica.
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No somos tan sólo seres que razonamos, sino también uno de los objetos
sobre los que razonamos. Por consiguiente, si ciencias como las matemáticas, a
filosofía natural y la religión natural dependen de tal modo del conocimiento
que del hombre se tenga, ¿qué no podrá esperarse en las demás ciencias, cuya
conexión con la naturaleza humana es más íntima y cercana?
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En las cuatro ciencias (lógica, moral, crítica de artes y letras, y
política) está comprendido casi todo lo que de algún modo nos interesa conocer.
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Como la ciencia del hombre es la única fundamentación sólida de todos
las demás, es claro que la única fundamentación sólida que podemos dar a esa
misma ciencia deberá estar en la experiencia y la observación.
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Al ser la esencia de la mente tan desconocida para nosotros como la de
los cuerpos externos, igualmente debe ser imposible que nos formemos noción
alguna de sus capacidades y cualidades sino mediante experimentos cuidadosos y
exactos, así como por la observación de los efectos particulares que resulten
de sus distintas circunstancias y situaciones. Y aunque debamos esforzarnos por
hacer nuestros principios tan generales como sea posible, panificando nuestros
experimentos hasta el último extremo posible y explicando todos los efectos a
partir del menor número posible de causas, y de las más simples, es con todo
cierto que no podemos ir mas allá de la experiencia; toda hipótesis que
pretenda descubrir las últimas cualidades originarias de la naturaleza humana deberá
rechazarse desde el principio como presuntuosa y quimérica.
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Nos es imposible dar razón de nuestros principios más universales y
refinados, mas allá de la mera experiencia de su realidad.
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Cuando no se como conocer los efectos de un cuerpo sobre otro en una
situación dada, no tengo mas que colocarlos en esa situación y observar lo que
resulta de ello.
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Todas las percepciones de la mente humana se reducen a dos clases
distintas: ideas y percepciones. La diferencia entre ambas consiste en
los grados de fuerza y vivacidad con que inciden sobre la mente y se abre
camino en nuestro pensamiento o conciencia. A las percepciones que entran con
mayor fuerza y violencia las podemos denominar impresiones (sensaciones,
pasiones, emociones) tal como hacen su primera aparición en el alma. Las ideas
son las imágenes débiles de las impresiones cuando pensamos y razonamos (placer
y disgusto). Es la diferencia entre sentir y pensar.
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División de las percepciones:
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Simples (impresiones e ideas): no admiten distinción ni separación
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Complejas: pueden dividirse en partes.
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Las impresiones parecen ser de algún modo reflejo de las ideas, de modo
que toda percepción de la mente es doble, y aparece a la vez como impresión e
idea.
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Las ideas son representaciones exactas de las impresiones que he
sentido. Las ideas e impresiones parecen corresponderse entre sí.
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Conclusión general: todas nuestras ideas e impresiones son semejantes
entre sí.
Advierto
pues que aunque por lo general existe gran semejanza entre nuestras impresiones
e ideas complejas, con todo no es universalmente verdadera la regla de que
éstas son copias exactas de aquellas. Toda idea simple tiene una impresión
simple a la cual se asemeja, igual que toda percepción simple tiene una idea
que le corresponde.
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Todas las ideas simples e impresiones simples se asemejan unas a otras;
y como las complejas se forman a partir de las simples, podemos afirmar que
estas dos especies de percepción son exactamente correspondientes.
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Todas nuestras ideas simples, en su primera aparición, se derivan de
impresiones simples a las que corresponden y representan exactamente. Considero el orden de su primera aparición y
hallo por experiencia constante que las impresiones simples preceden siempre a
sus correspondientes ideas, sin embargo, nunca a parecen en orden inverso.
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El principio de prioridad de las impresiones con respecto a las ideas debe
entenderse con otra limitación, a saber: que así como nuestras ideas son
imágenes de nuestras impresiones, podemos formar ideas secundarias que sean
imágenes de las primeras.
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Las ideas producen imágenes de sí mismas en nuevas ideas, pero como se
supone que las ideas primarias derivan de impresiones, sigue siendo verdad que
todas nuestras ideas simples proceden mediata o inmediatamente de sus
correspondientes impresiones.
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Innatismo: los filósofos, con el fin de probar que las ideas de extensión y
color no son innatas, no hacen sino mostrar que éstas nos son transmitidas por
los sentidos; mientras que para probar que las ideas de pasión y deseo no son
innatas observan que tenemos en nosotros mismos una experiencia previa de esas
emociones.
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Las ideas son precedidas por otras percepciones más vívidas, de las
cuales de derivan y a las que representan.
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