KANT: Crítica de la Razón
Pura
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La razón humana, en relación con el conocimiento, comienza su camino
con principios en el curso de la experiencia y se eleva constantemente a las
cuestiones más lejanas. De esta manera queda incompleta su obra y se ve obligada
a recurrir a principios, a cuyo uso niega la experiencia toda garantía y que a
la vez le parecen tan poco sospechosos que ni el sentido común opone dificultad
alguna. Cae en la oscuridad y en la contradicción. La arena de estas
discusiones sin fin es la metafísica.
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La crítica es la de la propia facultad de la razón en general,
considerada en todos los conocimientos que puede alcanzar sin valerse de la
experiencia y por donde también ha de resultar la posibilidad o imposibilidad
de una metafísica, la determinación de sus fuentes, su extensión y sus límites,
y siempre según principios.
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Se debe encontrar libre de todos los errores que hasta ahora han
desgarrado a la razón en su aplicación extraempírica.
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Me limito a ocuparme de la razón misma y de su puro pensar, pues en mí
lo encuentro.
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Toda la cuestión se reduce en: hasta dónde puedo llegar con la razón,
desde el instante en que me fueran sustraídas toda la materia de la experiencia
y su concurso.
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Por lo que a la certeza toda, el criterio que me he impuesto ha
sido no admitir en este género de consideraciones nada de opinar y
desechar todo lo que fuere semejante a una hipótesis. Todo conocimiento que
debe valer a priori se caracteriza por ser absolutamente necesarios.
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Se pregunta: ¿qué es lo que Entendimiento y Razón, libres de toda
experiencia, pueden conocer, y hasta dónde pueden extender ese conocimiento? La
perfecta unidad de esta especie de conocimientos, compuestos como están
únicamente de conceptos puros y que nada deben a la experiencia y tampoco a ninguna
intuición particular que hacia alguna experiencia determinada inclinarla
pudiera, influyendo en su aumento o extensión, hacen esta compleja integridad,
no sólo factible, sino también necesaria.
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Al hablar de conocimiento, se tiene ya puesta una Lógica que los juzga,
aunque por otra parte sea necesario acudir a las ciencias objetivas y
propiamente dichas para adquirir un verdadero conocimiento. Al existir la Razón
en estas ciencias, es preciso que algo sea conocido a priori. El conocimiento
este puede relacionarse con sus objetos de dos maneras: o simplemente para
determinar éste y su concepto (que en otra parte debe haberse dado) o para
realizarlo. El primero es un conocimiento teórico de la Razón; el
segundo un conocimiento práctico. En ambos casos, la parte pura del
conocimiento es aquella en donde la Razón determina absolutamente a priori su
objeto. Las matemáticas y la física son dos conocimientos teóricos de la Razón,
que determinan a priori sus objetos.
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La Razón sólo descubre lo que ella ha producido según sus propios
planes; que debe marchar por delante con los principios de sus juicios
determinados según leyes constantes, y obligar a la naturaleza a que responda a
lo que la propone, en vez de ser esta última quien la dirija y maneje.
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La Experiencia misma es una especia de conocimiento, que exige la
presencia del Entendimiento, cuya regla tengo que suponer en mi antes de que
ningún objeto me sea dado, y por consiguiente a priori. Esta se manifiesta por
medio de conceptos a priori, que sirven para reglar necesariamente a todos los
objetos de la Experiencia, y con los cuales tienen también que conformar. Sólo
conocemos a priori en las cosas lo que hemos puesto en ellas. La Metafísica
se ocupa de conceptos a priori, cuyos correspondientes objetos pueden ser dados
en una experiencia que conforme con estos conceptos.
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Cuando se admite que nuestro conocimiento empírico se regla por los
objetos como cosas en sí, que lo incondicional no puede concebirse sin
contradicción, decimos al contrario, admitiendo que nuestra representación de
las cosas, tal como nos son dadas, no se regla por éstas como si fueran cosas
en sí, sino que estos objetos, como fenómenos que son, se reglan por
nuestra manera de representar, desaparece entonces la contradicción.
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No podemos tener conocimiento de los objetos como cosas en sí, sino en
tanto que son objeto de la intuición sensible, es decir, como fenómenos. Es
preciso que se note que aunque aquí se dice que no podemos conocer esos
objetos como cosas en sí, que queda reservado que, por lo menos, pueden pensarse.
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Dogmatismo: es el procedimiento dogmático de la Razón pura sin una
previa crítica de su propio poder. La Crítica es la preparación
indispensable para la institución de una Metafísica como Ciencia, la cual
necesariamente tiene que ser dogmática y rigurosamente sistemática, y por
consecuencia escolástica (no popular).
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Todos nuestros conocimientos comienzan con la experiencia, sin embargo
no preceden de ella.
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Es necesario saber si hay algún conocimiento independiente de la
experiencia y también de toda impresión sensible. Llámese a este conocimiento a
priori y distíngase en que las
fuentes del último son a posteriori
(que las tienen en la experiencia).
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Los conocimientos a priori son los que son absolutamente independientes
de la experiencia, a estos conocimientos se le oponen los empíricos
(sólo son posibles a posteriori por la experiencia). Entre los conocimientos a
priori, llámese puro aquel que carece absolutamente de empirismo. Así, por
ejemplo, “todo cambio tiene una causa” es un conocimiento a priori, pero no puro,
porque el concepto de “cambio” sólo puede formarse con la experiencia.
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Distinción entre conocimiento puro y empírico: la experiencia nos
muestra que una cosa es de tal o cual manera, pero no nos dice que no puede ser
de otro modo. Sí se halla una proposición que tiene que ser pensada con
carácter de necesidad, esa proposición es un juicio a priori. La experiencia no
da nunca juicios con una universalidad verdadera y estricta, sino con una
generalidad supuesta y comparativa (por la inducción), quiere decir, que no se
ha observado hasta ahora una excepción a determinadas leyes. Un juicio pensado
con estricta universalidad (que no admite excepción alguna) no se deriva de la
experiencia y tiene valor absoluto a priori.
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La necesidad y la precisa universalidad son los caracteres evidente de
un conocimiento a priori y están indisolublemente unidos.
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Hay en el conocimiento humano juicios de un valor necesario y en la más
estricta significación universales, por consiguiente, juicios puros a priori.
Pero no es sólo en los juicios, sino también en los conceptos donde se
encuentra un origen a priori.
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Ciertos conocimientos por medio de conceptos, cuyos objetos
correspondientes no pueden ser dados en la experiencia, se emancipan de ésta y
parece que extienden el círculo de nuestros juicios más allá de sus límites.
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¿Cómo puede llegar la inteligencia a los conocimientos a priori? ¿ Qué
extensión, legitimidad y valor pueden éstos tener? Como el proceder de un
conocimiento real a priori, que sigue una marcha segura y útil, engañada e
ilusionada la razón, sin notarlo, entra en afirmaciones también a priori de una
naturaleza completamente distinta y totalmente extrañas al concepto dado y sin
que sepa cómo los ha logrado, ni se le ocurra hacerse semejante pregunta.
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Los juicios analíticos (afirmativos) son aquellos en que el enlace del
sujeto con el predicado se concibe por identidad. Los juicios
sintéticos son en los que el enlace es sin identidad. Los juicios de
la experiencia como tales, son todos sintéticos. Mediante la experiencia se
funda la posibilidad de la síntesis del predicado con el concepto. No puede
ser la experiencia sino a priori y por puros conceptos. En tales proposiciones
sintéticas, extensivas, se funda todo el objeto final de nuestro conocimiento
especulativo a priori, porque si bien las analíticas son muy importantes y muy
necesarias, sólo sirven para lograr la claridad de los conceptos.
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Problema de la Razón Pura: ¿cómo son posibles los juicios sintéticos a
priori? La razón humana esta estimulada por una necesidad propia, marcha sin
descanso alguno hacia cuestiones que no pueden ser resueltas por el uso
empírico de la Razón, ni por principios que de ella emanen.
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¿De qué modo es posible la Metafísica como Ciencia? La Crítica de la
Razón conduce, al fin, necesariamente a la ciencia; el uso dogmático de la
Razón sin Crítica conduce, al contrario, a afirmaciones infundadas.
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Ciencia particular que puede llamarse Critica de la Razón pura,
por ser la razón la facultad que proporciona los principios del conocimiento a
priori. De aquí que razón pura es la que contiene los principios para conocer
algo absolutamente a priori.
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Llamo trascendental a todo conocimiento que en general se
ocupe, no de los Objetos, sino de la manera que tenemos de conocerlos, en tanto
que sea posible a priori.
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La crítica debe sin duda alguna poner ante nuestros ojos una perfecta
enumeración de todos los conceptos fundamentales que constituyen el
conocimiento puro. El principal propósito que debe guiarnos en la división de
esa ciencia es no introducir conceptos que contengan algo empírico, es decir,
que el conocimiento a priori sea completamente puro.
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El conocimiento humano tiene dos orígenes y tal vez ambos proceden de
una común raíz desconocida para nosotros: la sensibilidad y el
entendimiento. Por la primera los objetos son dados, por el segundo
pensados. La sensibilidad pertenece a priori, que a su vez encierran las
condiciones mediante las cuales nos son dados los objetos. La teoría
trascendental de la sensibilidad debe pertenecer a la primera parte de la
Ciencia elemental, pues las condiciones bajo las cuales se dan los
objetos al conocimiento humano, preceden a aquellas bajo las que son concebidos
esos mismo objetos.
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