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Lakatos - Comunicación III - Cátedra: Gassman

De los paradigmas khunianos

Las aportaciones de T. S. Kuhn (1962) y de I. Lakatos (1970) superaron, en gran medida, las limitaciones y la rigidez metodológica de la interpretación popperiana sobre la demarcación y acumulación del conocimiento científico. Frente a la linealidad del pensamiento de Popper, dominante en la filosofía de la ciencia desde una perspectiva convencional, las categorías de paradigma y programa de investigación científica cuestionaron la funcionalidad analítica del estereotipo diseñado por el autor vienés.

Como relata el propio Kuhn, cuando comienza sus estudios sobre historia de la ciencia, en el prólogo a La tensión esencial, el principal objetivo del autor consistió en comprender las razones que llevaron a Aristóteles a sostener, al lado de magníficas aportaciones en ciencia política y en biología, una concepción tan absurda sobre ciertos fenómenos físicos como el movimiento. Kuhn reconoce que, hasta entonces, leía a los clásicos a partir de la acumulación moderna del conocimiento científico, lo cual implicaba, sin duda, una pre-visión prepotente respecto del pasado. En consecuencia, ciñéndonos a la ilustración aristotélica, "[...] en un universo donde las cualidades eran lo primario, el movimiento tenía que ser necesariamente no un estado sino un cambio de estado", en palabras del autor (Kuhn, 1982: 12-13).

La historia de la ciencia y de su paulatino progreso debe ser considerada no como una escalada continua de aportaciones científicas que relacionan la lineal acumulación del saber en función del estado actual de la ciencia, sino en relación con los problemas que los investigadores desean resolver y con la opinión de otros grupos de investigación coetáneos. De aquí surge la noción de paradigma como una constelación de creencias, valores, técnicas, etc., como modelo teórico enfocado a la resolución de problemas, el cual es compartido por los miembros de una determinada comunidad científica (Kuhn, 1985: p. 51). Cuando este patrón científico muestra su incontestable capacidad para solucionar problemas adquiere el estatus de dominante, a lo largo de una época de ciencia normal en la que la comunidad científica se concentra en la resolución de cuestiones específicas, y cuyo instrumental analítico está garantizado por el paradigma dominante, que suministra instrumentos y reglas de investigación. En consecuencia, la existencia de enigmas (problemas conceptuales y observacionales no resueltos) se debe al fracaso relativo del investigador y no del paradigma dominante.

En la interpretación kuhniana, cuando el cúmulo de enigmas e interrogantes pone en evidencia la incapacidad del paradigma se convierten en anomalías, y abren una crisis en la época de ciencia normal en la que se cuestiona la preponderancia de un determinado sistema teórico aceptado por la mayor parte de la comunidad científica. Al respecto, el mismo Kuhn afirma:
A veces, una anomalía pondrá claramente en tela de juicio generalizaciones explícitas y fundamentales de un paradigma [...], o una anomalía sin aparente importancia fundamental puede provocar crisis si las aplicaciones que inhibe tienen una importancia práctica fundamental [...], o el desarrollo de la ciencia normal puede transformar una anomalía que anteriormente había sido sólo una molestia en causa de crisis [...] (Kuhn, 1985: pp. 135-136).

Esta crisis se resuelve cuando surge un paradigma alternativo de mayor capacidad explicativa y normativa en el tratamiento de las discordancias teoría-realidad, iniciando una nueva fase de ciencia normal tras el período crítico y revolucionario protagonizado por el paradigma emergente, que intenta adquirir el estatus de dominante a causa del paulatino cuestionamiento del paradigma precedente. Cabría manifestar, en este momento, dos tipos de consideraciones críticas que permitan ajustar, a mi juicio, una aproximación realista a la interpretación kuhniana.


Ambigüedad semántica de la categoría paradigma y tránsito inter-paradigmático

En el conjunto de ensayos compilados por I. Lakatos y A. Musgrave se presentan algunas sugerentes aportaciones sobre la clara indefinición de algunos conceptos claves de la obra de Kuhn (Lakatos y Musgrave: 1975). Para M. Masterman, se podrían distinguir en La estructura de las revoluciones científicas hasta veintiún significados diferentes del término paradigma, que remiten, en cada caso, a contextos epistemológicos y sociológicos no siempre coincidentes. No obstante, el contenido metafísico o pragmático de la noción de paradigma está dominado por la reducción sociologista que Kuhn cultivó no sólo en su principal obra sino en artículos y réplicas posteriores.2 De esta forma, Kuhn escribió:
Un paradigma es aquello que los miembros de una comunidad científica, y sólo ellos, comparten; y, a la inversa, es la posesión de un paradigma común lo que constituye a un grupo de personas en una comunidad científica, grupo que de otro modo estaría formado por miembros inconexos (Kuhn, 1977: p. 143).

En consecuencia, la capacidad polivalente ¬o limitación, según el observador¬, del término permite una mutua definición entre "conocimiento científico aceptado" y "comunidad científica" a través de una evidente reducción sociológica de un concepto, paradigma, que se formula como categoría central de la filosofía de la ciencia en versión kuhniana.
Una de las razones que auxilian la comprensión de este derrotero reduccionista es, sin duda, la evolución pendular de las interpretaciones sobre filosofía de la ciencia. Si la obra de Popper constituye una reacción a la rigidez del criterio verificacionista del Círculo de Viena -que, a su vez, abanderó la idea de presentar al positivismo lógico como la anti-metafísica de la extrema escolástica dominante, a la que nominaron con el ideologema Antiguo Régimen¬, la obra de Kuhn pretende, en cambio, distinguirse del reduccionismo popperiano mediante una prima adicional a los contenidos de historia externa del contexto de descubrimiento.3

Un segundo tema en cuestión se refiere a la distinción kuhniana entre fases de ciencia normal y ciencia revolucionaria que caracterizan etapas en las que, respectivamente, existe un paradigma dominante, incontrovertible, o un paradigma comprometido que atraviesa para asimilar anomalías. La comunidad científica, en el primer caso, estaría dedicada a la resolución de puzzles y enigmas particulares para los que existen soluciones conformes a la información proporcionada por el paradigma dominante, siendo ello sabido de antemano por los investigadores. En el segundo caso, se trata de resolver problemas que transcienden el marco conceptual del paradigma e, incluso, lo contradicen hasta el punto en que comienza a perder el apoyo incondicional de los científicos. Esta distinción kuhniana tiene su origen, asimismo, en sus ansias por separarse de la metodología popperiana, ya que si Popper resalta el papel crucial de la refutación permanente en la aceptación teórica, para Kuhn, en cambio, las operaciones falsacionistas no distinguen en absoluto las etapas de ciencia normal, sino las crisis de los paradigmas dominantes, donde los intentos de refutación alcanzan, incluso, a la estratagema inmunizadora del paradigma cuestionado por la comunidad científica y comprometido por la emergencia de paradigmas fortalecidos por un idóneo tratamiento, no sólo de nuevos enigmas sino, más bien, de las anomalías anteriores no superadas por el paradigma en declive. T. S. Kuhn respondió a sus críticos con una redefinición de la categoría de paradigma, sustituyéndola por la de matriz disciplinaria, con lo cual asumía algunas de las observaciones centradas en la insuficiente maduración del pensamiento contenido en su principal obra, un pensamiento, por lo demás, que se exige sedimentado en la reflexión filosófica. Sin embargo, la nueva terminología no ha logrado imponerse a la expuesta en La estructura de las revoluciones científicas, pues, en gran medida, no supera satisfactoriamente las limitaciones denunciadas por sus críticos.

El problema de la inconmensurabilidad entre paradigmas y el progreso del conocimiento científico
Si, en palabras de Kuhn, "[...] una teoría científica se declara inválida sólo cuando se dispone de un candidato alternativo para que ocupe su lugar [...]", entonces,
[...] la decisión de rechazar un paradigma es siempre, simultáneamente, la decisión de aceptar otro, y el juicio que conduce a esta decisión involucra la comparación de ambos paradigmas con la naturaleza y la comparación entre ellos" (Kuhn, 1985: pp. 128-129).

Sin embargo, las diferencias entre paradigmas sucesivos son necesarias e irreconciliables, en palabras del autor, para evaluar el progreso del conocimiento científico, pues "[...] durante las revoluciones, los científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y en lugares en los que ya habían buscado antes [...]" (Kuhn, 1985: pp. 165 y 176). En definitiva,
[...] en tiempos de revolución, cuando la tradición científica normal cambia, la percepción que el científico tiene de su medio ambiente debe ser reeducada; en algunas situaciones en las que se ha familiarizado debe aprender a ver una forma (gestalt) nueva" (Kuhn, 1985: p. 177).

El tema planteado es el siguiente: mientras utiliza un desmesurado reduccionismo sociológico para acotar la noción de paradigma, Kuhn sustenta la tesis sobre la incomparabilidad de los paradigmas, tras una revolución científica, sobre la base de mecanismos de percepción de la comunidad científica, bajo la continua invocación de las teorías de N. R. Hanson y de la psicología de la Gestalt.4 Esta interpretación, por una parte, fundamenta la crítica kuhniana dirigida a la tesis popperiana sobre la acumulación lineal del conocimiento científico, proponiendo, en cambio, una concepción discontinua del progreso de la ciencia, pero ésta obviamente provoca dificultades de importancia para evaluar el progreso científico como resultado de una revolución paradigmática.

Si bien es cierto, como señalan diversos autores, que los paradigmas sucesivos son inconmensurables por cuanto atienden a diferentes visiones de los fenómenos a estudiar, a distintos problemas a resolver y a diversas conceptualizaciones de unos y otros, no lo es menos el hecho consecuente que se deriva del planteamiento: el caso de un filósofo de la ciencia que no es capaz de ofrecer un test ajustado que evalúe si el paso de un paradigma a otro alternativo representa o no un valor en el sentido de un progreso del conocimiento aceptado. En este sentido, P. Feyerabend ha subrayado la limitación de la interpretación kuhniana en torno a la inconmensurabilidad de los paradigmas sobre la base citada de las diferencias ontológicas, conceptuales y perceptivas de dos paradigmas dominantes y sucesivos en épocas de ciencia normal (Feyerabend, 1975: pp. 267 y ss.). No obstante, la cuestión tiene su origen primero ¬y siguiendo aquella tesis planteada sobre la evolución pendular de la filosofía de la ciencia¬ en la cautela de Kuhn respecto de la rigidez del positivismo lógico y del empirismo vulgar, pues, sin duda, si los paradigmas opuestos son heterogéneos (y, por tanto, incomparables) entonces la experiencia sensorial, empírica, no serviría para resolver y evaluar la contraposición de marcos teóricos rivales.

Al igual que Popper ¬el cual reformula su mecanismo lógico ante los juicios críticos, dando origen a las versiones conocidas como Popper-1, Popper-2, y Popper-3, que son diferenciadas por el trato del racionalismo crítico hacia la estratagema inmunizadora¬, Kuhn adapta su pensamiento original a las observaciones críticas de numerosos autores, especialmente K. Tribe (1973) y S. Toulmin (1977), quienes obligan al autor a una introversión especulativa de rasgos fundamentalmente autocríticos, que recomienda abandonar la rigidez de los enunciados de varias tesis controvertidas de la primera versión kuhniana, a saber: primero, que un paradigma dominante no tolera rivales (tesis del monopolio paradigmático); segundo, que los nuevos paradigmas dominantes son incomparables con los anteriores (tesis de la inconmensurabilidad); tercero, que no existe indecisión en la comunidad científica para optar claramente por un paridigma u otro en una época de transición interparadigmática (tesis del no-interregno); y cuarto, que los científicos se adhieren inmediatamente al nuevo paradigma dominante (tesis del cambio instantáneo de las preferencias del colectivo científico; tesis del espíritu gregario del colectivo invisible).5

Sin duda, como señala M. Blaug, el esquema interpretativo de Kuhn cierra un círculo iniciado ¬en un punto diametralmente opuesto¬ por la lógica popperiana. Pues si Kuhn corre un riesgo inductivista al subrayar que la metodología científica está cargada de historia (de sociología, de psicología...), Popper se remite a la prescripción de una práctica metodológica sana, básicamente descriptiva, ahistórica y depurada de los juicios de valor del investigador, como señala R. J. Ackerman.6 Este anillo se convierte, en la historia y en la filosofía de la ciencia, en un auténtico círculo vicioso, pues, cualquiera que sea el punto de partida que se adopte (bien sea estrictamente lógico ¬de historia interna¬, bien sea sociológico ¬de historia externa¬), el itinerario culmina con la constatación de claras insuficiencias engendradas por el reduccionismo de ambas interpretaciones. I. Lakatos, según Blaug, transforma ese círculo vicioso en un círculo de virtudes epistemológicas, ya que no sólo proporciona una tercera visión sobre demarcación y acumulación del conocimiento científico, sino que, además, lo hace desde el conocido dictado de Kant, que consiste en afirmar que la filosofía sin historia de la ciencia es algo vacío y que la historia de la ciencia sin filosofía es algo ciego (Blaug, 1980: p. 53).


De los programas de investigación lakatosianos

La interpretación lakatosiana, basada en la dinámica de los programas de investigación científica, coincide con la estructura de las revoluciones paradigmáticas en negar la existencia de un progreso lineal, sin discontinuidades, de la ciencia (como concluía K. Popper). No obstante, según Lakatos, el mensaje de Kuhn contiene "algunas connotaciones autoritarias e irracionales" (Lakatos, 1983: p.18). Siendo consciente, en este sentido, de la crisis del normativismo popperiano y del descriptivismo kuhniano, Lakatos realiza una crítica de las diferentes metodologías rivales y formula una propuesta que, si bien no puede ser considerada como ecléctica, al menos pondera el juego del binomio historia interna/historia externa en la interpretación acerca del progreso del conocimiento científico.7 De esta forma, el autor afirma que
[...] mientras para los demarcacionistas la filosofía de la ciencia es el perro guardián de las normas científicas, para los elitistas este papel ha de ser desempeñado por la sociología, la psicología social o la sociología de la ciencia (Lakatos, 1981: p. 155).

Por tanto, y con respecto a la lógica popperiana, Lakatos considera que "evaluar no es dar consejos" (Lakatos, 1981: p. 152) y, a la vez, afirma que la utilización generalizada de las cláusulas ceteris paribus hace imposible el falsacionismo ingenuo en el caso de que se pretenda verificar el contenido factual de una teoría y no se intente analizar si posee más falsadores que otra teoría alternativa. En este sentido, los experimentos falsacionistas solamente pueden ser calificados como cruciales en retrospectiva, cuando se constata por la experiencia su envergadura empírica y no como pruebas a la expectativa.8 Y con respecto a T. S. Kuhn, Lakatos resalta la importancia de una ponderación del desarrollo interno y externo del conocimiento, a pesar de algunas críticas que merece el propio esquema de los PIC (programas de investigación científica) en torno a la deficiente información utilizada sobre los panoramas contemporáneos de la sociología de la ciencia, que lo obligan a imputar a la sociología de Merton una errónea identificación con el reduccionismo externalista (Merton, 1977; y Hacking, 1979, pp. 381-410).

Estas reflexiones sobre la posición equidistante de la metodología lakatosiana se resumen en la siguiente síntesis del falsacionismo refinado del autor:
[...] la historia de la ciencia es siempre más rica que su reconstrucción racional (en oposición a la opinión de Popper). Pero la reconstrucción racional o historia interna es primaria, la historia externa sólo secundaria, ya que los problemas más importantes de la historia externa son definidos por la historia interna (en oposición a la opinión de Kuhn) (Lakatos, 1984, subrayado nuestro).
La categoría básica de la interpretación lakatosiana es, como dijimos, el programa de investigación científica, sobre el que cabría hacer las siguientes consideraciones:
a) si el centro firme (hard core) de un PIC es irrefutable por la decisión metodológica de sus seguidores, la dinámica del progreso científico y su pertinente evaluación se concentra en las variaciones y en la dirección del cinturón protector (protective belt);
b) el cinturón protector está formado por un conjunto de desarrollos teóricos dirigidos a defender el núcleo del PIC, bien sea ante el ataque de otros PIC y de las anomalías no resueltas por el PIC en cuestión, bien sea mostrando la potencialidad explicativa del centro firme por una parte importante de la comunidad científica. En el primer caso, la funcionalidad del cinturón protector es de heurística negativa, es decir, sus desarrollos teóricos están formados por supuestos ad hoc e hipótesis auxiliares que intentan soportar la agresión de otros PIC alternativos o, en su caso, asimilar anomalías existentes entre la información del núcleo del PIC y los hechos de la realidad que no sólo no lo corroboran sino que, más bien, lo contradicen;
c) si la heurística negativa consiste en articular un muro defensivo de hipótesis auxiliares y supuestos extraordinarios contra el que dirigir las refutaciones adversas de otros PIC, la heurística positiva ofrece sugerencias sobre cómo desarrollar las versiones refutables del PIC en cuestión;
d) la conformación heurística de un determinado PIC informa sobre su relevancia en una época concreta de la historia del pensamiento, pues la protección por la vía positiva o negativa dará lugar, respectivamente, a la caracterización progresiva o degenerativa del PIC. Un PIC progresivo, ante las anomalías y los ataques de otros programas, tiene la capacidad de elaborar defensas teóricas con contenido empírico independiente y de incrementar el número de predicciones que se corroboran paulatinamente. Un PIC degenerativo, en cambio, mantiene su defensa del núcleo mediante estratagema inmunizadora y supuestos particulares según las exigencias de las anomalías y las refutaciones adversas;
e) en consecuencia, el progreso del conocimiento científico se presenta como la sucesión dinámica de los PIC progresivos, que, a diferencia de la estructura de las revoluciones científicas, está caracterizada por dos rasgos principales, a saber: 1] no existe un PIC que domine inequívocamente, como en la versión kuhniana, una determinada etapa de ciencia normal. Lakatos propone, al respecto, una revolución permanente en la que cada PIC comienza su desarrollo cuando el anterior aún no está agotado; y 2] un PIC degenerativo no puede descartarse definitivamente, pues puede existir una práctica científica que intente rescatarlo por novedades empíricas que potencien su heurística positiva. Por lo tanto, existe en la interpretación lakatosiana un problema semejante a la inconmensurabilidad de los paradigmas kuhnianos.
En efecto, si los méritos científicos de dos programas de investigación sólo pueden ser evaluados retrospectivamente y bajo la restricción de una vigencia indefinida de los mismos, entonces estaremos ante un problema de decisión que escapa a la información proporcionada por el esquema interpretativo de Lakatos. La propuesta del autor posee las ventajas y limitaciones de una metodología científica con pretensiones de "síntesis hegeliana":
[...] mientras que Popper mostró que quienes pretenden que la inducción es la lógica del descubrimiento matemático están también en un error, estos ensayos muestran que quienes pretenden que la deducción es la lógica del decubrimiento matemático están también en un error,
afirma Lakatos en una de sus obras (Lakatos, 1978, p.166). En este sentido, si bien la metodología del PIC pondera ¬en distinto grado y a favor del racionalismo¬ la importancia de la historia interna y externa en el progreso del conocimiento científico, su versión merece precisiones críticas quizá mejor fundamentadas que la agresiva descalificación de P. Feyerabend cuando considera que el esquema de PIC es un mero ornamento verbal.9 La mayor dificultad de la interpretación lakatosiana sobre el significado y la dinámica de los PIC, aparte de aquella que elude un problema de comparación similar a la versión kuhniana), consiste en que es un procedimiento de evaluación retrospectiva de la tarea de la comunidad científica. Ello origina dos problemas adicionales.
En primer término, la reconstrucción racional del progreso científico no proporciona instrumentos adecuados para una demarcación de las diferencias entre ciencia y no-ciencia que transciendan las pautas de comportamiento derivadas de un historicismo trivial, en el que Lakatos incurre (al igual que Popper) en tanto mayor énfasis coloca en los elementos de historia interna (Ribes, 1977: pp. 241 y ss.). En segundo término, si es cierto que la reconstrucción racional del conocimiento científico llevada a cabo a través del análisis de los PIC acaecidos no podrá jamás coincidir con la historia real de la ciencia ¬como afirma Lakatos ante las críticas de Kuhn y Feyerabend¬, entonces, la metodología lakatosiana no constituye un procedimiento de actuación en la investigación, ni un instrumento de juicio sobre el saber acumulado ¬en sentido estricto¬, sino que se transforma en el diseño weberiano de un tipo ideal de medida del desarrollo de la ciencia. Pero ¬y he aquí la mayor limitación de esta propuesta¬ una tipología idealista, por la propia naturaleza de la categoría analítica, no es susceptible de servir de base para una hipótesis falsable, pues la interpretación lakatosiana sobre los programas de investigación permitiría medir la resistencia y persistencia de las propuestas a lo largo de la historia de la ciencia, pero no evaluar debidamente el progreso científico.
No obstante, como señala M. Blaug en un artículo ya clásico en la presente temática,
[...] el concepto de Lakatos proporciona una idea sobre las razones por las cuales unos paradigmas son sustituidos por otros, aspecto éste que es uno de los puntos débiles más importantes del trabajo de Kuhn (Blaug, 1976: p. 21),
a pesar de sus últimas matizaciones sobre la caracterización de las revoluciones científicas.10 También es cierto, para el mismo Blaug, que la aproximación lakatosiana no representa una metodología definitiva que proporcione al científico un formulario de reglas para resolver los problemas científicos sino que "[...] su campo es el del enfoque lógico y su contenido un conjunto de reglas no mecánicas referentes a teorías ya plenamente articuladas" (Blaug, 1980, p. 51).
A nuestro juicio, y como conclusión general del presente trabajo, la escena contemporánea del debate metodológico en ciencias sociales (y desde una óptica convencional, particularmente en economía) acoge múltiples representaciones del conflicto entre historia interna e historia externa. Sin embargo, es un tema que va más allá de las combinaciones e, incluso, de la dosificación en la ilustración de los respectivos contextos de validación y aceptación del conocimiento adquirido. Porque, en el marco del presente ensayo, coincidimos plenamente con B. Barnes cuando afirma que:
[...] hacer historia interna es explicar el cambio científico con respecto a las fuerzas de la luz, dentro del contexto científico esotérico ¬la observación, el experimento y la inferencia racional¬. Hacer historia externa significa invocar esos oscuros agentes exteriores que son los intereses y las predisposiciones sociales a fin de realizar la misma tarea de explicación. Se considera que los dos enfoques son incompatibles entre sí. El primero es el ideal; el segundo, la pesadilla de gran parte de la retórica historiográfica (Barnes, 1986: pp. 220-221). *


Imre Lakatos
la versión sofisticada del falsacionismo metodológico
Diego Fernando Jaramillo Patiño
« ...el ofrecer una interpretación severamente refutable de una versión en crecimiento de un programa constituye
una peligrosa crueldad metodológica.»
Imre Lakatos, MPIC, p. 88
La filosofía de la ciencia en el siglo XX se ha constituido en una actividad profesional cuya principal preocupación ha sido el problema del cambio científico. Inherente a este problema se encuentra el no menos importante problema de la evaluación de teorías científicas. ¿Hay algo así como un cambio científico? ¿existe progreso en la ciencia? En caso tal, ¿es susceptible de una teoría de la racionalidad científica?
Tres tradiciones de pensamiento pueden identificarse dentro de la actual filosofía de la ciencia las cuales ofrecen diversas respuestas a estas preguntas. El Escepticismo, que concibe las teorías científicas como una más de las muchas creencias, tradiciones e ideologías que conforman el ámbito de la cultura. Para este escepticismo, manifiesto en la forma de un «relativismo cultural», la ciencia no posée una preminencia epistemológica sobre las otras creencias culturales; si lo hace, es sólo por la fuerza de su influjo ideológico. De todas maneras, aunque es factible reconocer cambios al interior de los distintos sistemas de creencias, no hay nada como un progreso. El escepticismo rechaza, no sólo la posibilidad de dar solución al problema de la evaluación de las teorías científicas, sino que, ante todo, lo considera un problema inútil, al menos en tanto que problema central para una sociedad libre. El más sobresaliente defensor de esta tesis es, hoy en día, Paul K. Feyerabend.
Otra tradición de pensamiento filosófico-científico la constituyen aquellos filósofos de corte racionalista que se resisten a concebir la ciencia como una actividad corriente y cuya preocupación fundamental consiste en elaborar un criterio de carácter universal, y con ello racional y necesario, con base en el cual sea factible, en efecto, una evaluación racional de las teorías científicas tal que nos permita reconstruír así mismo la historia de la ciencia mostrándonos su naturaleza progresiva. A tal tradición, cuya confianza en la racionalidad de la dinámica científica ha impulsado a formular desde el colapso del pensamiento justificacionista, una después de otra, las diversas teorías de la racionalidad científica, podemos denominarla como "Demarcacionismo". En esta tradición podemos ubicar los pensamientos de Popper y de Lakatos.

Por último, la tercera tradición de pensamiento filosófico-científico es el llamado ‘Elitismo’. A la luz de esta doctrina, es evidente que la ciencia es una actividad susceptible de progreso. En consecuencia, no niega el que sea posible distinguir entre lo científico y lo no-científico. No obstante la admisión de la índole progresiva de la ciencia, los elitistas -Kuhn, en especial- niegan la existencia de cualquier normatividad (legalidad) que pudiese servir al propósito de evaluar bien el progreso, bien el retroceso de alguna teoría científica, de algún paradigma. Los elitistas lo son, precisamente, porque someten todo juicio acerca de la ciencia al arbitrio de cerradas comunidades científicas y académicas, rechazando la jurisprudencia de la lógica de la investigación y sofocando todo conato de interferencia que pudiese provenir de los legos, esdecir, en términos del mencionado escepticismo, de una sociedad que aspira a extender sus estándares democráticos a la investigación, y mejor, al «descubrimiento».(*)

Este trabajo se limita al ‘demarcacionismo’. Por tanto, hace sólo referencia a Popper y a Lakatos. No obstante, y sin entrar en detalles, es preciso anotar que éste supone el debate entre Popper y Kuhn en torno a la racionalidad o la irracionalidad del cambio científico. Lakatos afirma la voluntad popperiana de vencer el irracionalismo y se ocupa en mostrar que una lectura más cuidada de la obra de Popper, conduce inexorablemente a avanzar respecto del falsacionismo en una dirección que, por ningún motivo, arriba al más mínimo irracionalismo, sino que, todo lo contrario, permite elaborar criterios más sofisticados para aceptar y rechazar racionalmente aquello que hemos decidido considerar como «científico».
En primer lugar, haremos referencia al falsacionismo metodológico, el cual, luego de ubicarlo problemáticamente con respecto al ‘naturalismo’, trataremos en sus dos vertientes principales, a saber: el falsacionismo ingenuo y el sofisticado.
El falsacionismo metodológico:
El derrumbamiento del «justificacionismo» significó, para la filosofía de la ciencia, una vuelta al escepticismo. Si la ciencia teórica era «indefinible a base de términos observacionales y no susceptible de prueba a base de enunciados observacionales»(1), entonces, la ciencia teórica no era más que «sofistería e ilusión» y, por ende, el conocimiento científico era una empresa imposible e inútil. No obstante, tan severa conclusión fue de inmediato rechazada por los así llamados neojustificacionistas, quienes respondieron a los escépticos elaborando la teoría probabilista de la ciencia. Si bien era verdad que ninguna teoría científica podía ser probada, era igualmente verdad que las teorías tenían un grado de probabilidad. Pero muy pronto resultó que, dado el número infinito de casos posibles respecto del número en extremo limitado de casos reales, la probabilidad de toda teoría era cero.

En este estado de cosas, hace aparición el llamado «falsacionismo dogmático (o naturalista)».
«El falsacionismo dogmático admite la falibilidad de todas las teorías científicas sin cualificaciones, pero retiene una clase de base empírica infalible. Es estrictamente empirista sin ser inductivista; niega que la certeza de la base empírica pueda se transmitida a las teorias»(2).
Así, el falsacionismo dogmático aceptando que ninguna teoría científica es justificable, pues todas son por igual indemostrables e improbables, afirma que todas ellas son ‘conjeturales’ y que si bien no se puede demostrar su verdad, si se puede demostrar su falsedad mediante una base empírica infalible. No obstante, los supuestos sobre los que se asienta y su criterio de demarcación, hacen del falsacionismo dogmático una respuesta insostenible. En primer lugar, porque, como lo vió Popper, toda observación involucra expectativas; en segundo lugar, porque de ninguna proposición fáctica es posible establecer su valor de verdad de manera concluyente, pues si toda observación involucra una cierta «teoría observacional» no es difícil ver el que toda proposición científica es teórica y por tanto irremediablemente falible; por último, el criterio de demarcación del falsacionismo dogmático, según el cual: «sólo son «científicas» las teorías que excluyen ciertos acontecimientos observables y que, por ello, pueden ser refutadas por los hechos.»(3), parece no tener en cuenta que precisamente las teorías tenidas por científicas no prohíben, en verdad, ningún hecho, ningún acontecimiento observable. Aquellas teorías que prohíben un determinado fenómeno observable, lo hacen sólo a condición de que sobre él no influya ningún factor desconocido. Pero estas teorías no son sino teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus, siendo su forma lógica la de una conjunción entre un enunciado fáctico y un enunciado universal de no-existencia: «en tales casos lo que puede ser refutado es una teoría científica con esta cláusula»(4). De esta manera, el falsacionismo dogmático que sólo aceptaba teorías refutables mediante un número finito de observaciones, tendría que eliminar de la ciencia toda teoría probabilista así como toda teoría que incluyera una cláusula ceteris-paribus. Así pues, el resultado del falsacionismo dogmático no es el menos desalentador:
"No sólo son las teorías científicas igualmente incapaces de ser probadas e igualmente improbables, sino que también son igualmente irrefutables". (5)
En esta situación, en la cual no sólo se ha derrumbado el «justificacionismo» sino también el «falsacionismo dogmático», el falibilismo parece entronizarse y la vía del escepticismo (el irracionalismo o el «relativismo cultural») parece ser la única posible.
Pero, entonces, ¿es posible elaborar una teoría alternativa de la racionalidad científica? o, ¿concederemos al irracionalismo su triunfo?. El falsacionismo metodológico habrá de constituirse en una teoría alternativa de la racionalidad científica. Veremos las dos variantes del falsacionismo metodológico, cada una a su vez.


1. El Falsacionismo

Metodológico Ingenuo
El falsacionismo dogmático se hunde precisamente por su carácter «naturalista», el cual no le permite, en realidad, superar el empirismo psicologista heredado de Hume puesto que, en el fondo, no representa una nueva y atrevida concepción de la «observación». Al igual que el «justificacionismo», el falsacionismo dogmático presume la objetividad intachable de la experiencia: sabemos de manera fiable el valor de verdad de un enunciado fáctico por la experiencia. En este sentido, el falsacionismo dogmático no es sino una especie de «justificacionismo negativo»: no se puede probar la verdad de una teoría, pero si se puede probar su falsedad.

El verdadero avance sobre el «justificacionismo», es decir, la teoría de la racionalidad científica que, en efecto, se opone significativamente al escepticismo es el falsacionismo metodológico.
Basta una consideración menos extrema y, por ende, menos estrecha de la observación para mostrar la inconveniencia de cifrar la base empírica(6) en un conjunto de enunciados observacionales, verdaderos por experiencia, «a partir [del] cual la falsedad probada puede transmitirse, por medio de la lógica deductiva, a la teoría objeto de contrastación.»(7)

El verdadero avance sobre el «justificacionismo», es decir, la teoría de la racionalidad científica que, en efecto, se opone significativamente al escepticismo es el falsacionismo metodológico.
El falsacionismo metodológico renuncia a toda pretensión naturalista del carácter empírico de la ciencia natural. En su lugar, intenta resolver los problemas de una teoría de la racionalidad científica desde la arena metodológica. Según lo que precede, no es en primera instancia la confirmación experimental ni la refutación experimental -en el sentido en el cual lo experimental significa una suerte de confesión pulcra de la naturaleza ante nuestras preguntas-, aquello que decide en una evaluación cualquiera de una teoría científica. En realidad, postula el falsacionista metodológico, la evaluación de las teorías depende, no del carácter empírico de lo natural, sino de su ineludible carácter convencional. En realidad, la base empírica así como el criterio de demarcación, no son más que el producto de nuestras «decisiones metodológicas».

El falsacionismo metodológico ingenuo supera las falencias del falsacionismo dogmático, mediante una serie de decisiones de orden metodológico y no ontológico, que permiten construír una «base empírica» intersubjetiva y adoptar un criterio de demarcación que sea capaz de incluir en el rango de la cientificidad teorías que para el dogmatismo falsacionista eran inaceptables -en verdad, no asimilables- por carecer de base empírica, tales como las teorías probabilísticas y las teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus.

El falsacionismo metodológico ingenuo construye su «base empírica» por medio de dos decisiones metodológicas. En primer lugar, considerando que un enunciado básico no es nunca una proposición fáctica psicologísticamente decidible, selecciona metodológicamente los enunciados básicos aceptados. El criterio de selección y aceptabilidad viene dado por la existencia de una técnica experimental que garantiza la replica. En segundo lugar, a sabiendas de que no hay observación sin expectativas, el falsacionista metodológico debe adoptar una segunda decisión que le permita separar la teoría que está siendo sometida a contrastación del conocimiento fundamental no problemático, constituido por el conjunto de enunciados básicos aceptados y por la «teoría observacional» en uso. Estas dos primeras decisiones metodológicas superan los impedimentos que para una teoría de la racionalidad científica comportan los dos supuestos del falsacionismo dogmático a la hora de instaurar una «base empírica» como referencia para la demarcación. En principio, no basta para decretar la falsedad rechazable de una teoría su conflicto con algún enunciado básico experimentalmente establecido: «un enunciado básico no tiene poder para refutar nada sin el apoyo de una hipótesis falsadora bien corroborada.»(8). Aquí, el falsacionismo metodológico ingenuo representa un cambio progresivo en la medida en que la falsabilidad no depende ya de un enunciado desnudamente observacional, sino de un enunciado observacional «reforzado».

El falsacionismo metodológico supera el falsacionismo naturalista puesto que, la base empírica es reemplazada por una «base empírica»; es decir, el conjunto de los falsadores potenciales de una teoría no lo aporta la experiencia, como si ésta fuese fiable de manera inmediata, sino que tal conjunto es sólo posible por medio de alguna decisión metodológica sobre la cual están de acuerdo los científicos. Por referencia a tal «base empírica» queda establecido el alcance de la falsación, así como la «teoría de partida», el «conocimiento básico» con base en el cual se llevan a cabo las contrastaciones, es decir, se evalúan las teorías pretendidamente científicas.

La construcción de la base empírica mediante decisiones metodológicas muestra que el falsacionismo ingenuo «propone un nuevo criterio de demarcación: sólo son científicas aquellas teorías (...) que prohíben ciertos acontecimientos observables y que por ello pueden ser «falsadas» y rechazadas; o dicho de forma más breve, una teoría es «científica» (o «aceptable») si tiene una «base empírica»(9)
El falsacionismo dogmático no logra justificar el carácter científico ni de las teorías probabilísticas, ni de las teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus. A la luz de esta modalidad del falsacionismo, «las teorías probabilísticas, como las que tienen una cláusula ceteris-paribus, carecen de base empírica.(10). No obstante, desde el falsacionismo metodológico es posible convertir una teoría probabilística en una teoría falsable mediante una tercera decisión metodológica:
«propongo que adoptemos la decisión metodológica de no explicar nunca efectos físicos -esto es, regularidades reproducibles- como acumulaciones accidentales«(11).

De esta manera el falsacionismo metodológico mediante una decisión asimila las teorías probabilísticas a teorías refutables.

Queda todavía el problema de « falsar » - mejor, de «hacer falsables»- teorías que incluyen cláusulas ceteris-paribus. El falsacionista dogmático fracasa aquí pues no puede asumir que una teoría semejante contradiga un enunciado básico. Por su forma lógica, una teoría tal es una conjunción de un enunciado básico y un enunciado universal de no-existencia -la cláusula ceteris-paribus - que, en manera alguna, puede hacer parte de la base empírica -ya que es el enunciado de un factor oculto- y, por tanto, no puede ser observado ni probado experimentalmente. El falsacionismo metodológico resuelve este problema relegando la cláusula ceteris-paribus al conocimiento fundamental no problemático.

Lakatos se refiere todavía a una quinta clase de decisión metodológica mediante la cual el falsacionista ingenuo puede falsar o eliminar teorías «sintácticamente metafísicas» del estilo: «todos los metales tienen un disolvente», o «existe una sustancia que puede convertir a todos los metales en oro»(12), las cuales por su forma lógica carecen de falsadores potenciales espacio-temporalmente singulares.

Finalmente, una consideración crítica del falsacionismo ingenuo puede mostrar que una teoría tal de la racionalidad científica está en contradicción con la historia real de la ciencia.
No obstante, las decisiones metodológicas involucran riesgos. El falsacionista metodológico está consciente de estos riesgos pero los asume, precisamente porque rechaza tajantemente la vía del irracionalismo. Para él, la tensión entre racionalismo e irracionalismo se resuelve optando por alguna clase de falsacionismo metodológico pues, la posibilidad de progresar en ciencia depende -casi exclusivamente- del hecho de disponer de una guía racional, de un método, para la confrontación de la teoría con los hechos.

Finalmente, una consideración crítica del falsacionismo ingenuo puede mostrar que una teoría tal de la racionalidad científica está en contradicción con la historia real de la ciencia. El presupuesto ingenuo de que una contrastación es una confrontación bilateral entre teoría y experimento contradice la sugerencia histórica de que una contrastación es una confrontación, por lo menos, trilateral entre teorías rivales y experimentos. Igualmente, el presupuesto de que de la confrontación entre teoría y experimento el único resultado de interés es la falsación ignora el hecho, sugerido por la historia, de que el resultado de muchos experimentos interesantes es una confirmación en vez de una falsación. Lakatos, que se resiste ante esta situación a abandonar la empresa de una teoría racional del progreso científico, se propone sustituir la versión ingenua del falsacionismo metodológico por una versión sofisticada.

2. El Falsacionismo

Metodológico Sofisticado
El convencionalismo descubrió que cualquier teoría científica, supuestamente falsada, puede salvarse del peso de los contraejemplos mediante ajustes teóricos, con la mera inclusión de hipótesis auxiliares. Es el caso, por ejemplo, de teorías que incluyen una cláusula ceteris-paribus como hipótesis auxiliar. Estos ajustes teóricos son posibles sólo en virtud de una decisión metodológica: relegar las hipótesis auxilia res a la esfera del conocimiento fundamental no problemático -o, conocimiento de partida(13)-. Sin embargo, aun aceptando el papel de las hipótesis auxiliares en el ajuste de teoría y enunciados fácticos, el problema consiste en elaborar criterios racionales que permitan diferenciar entre ajustes científicos y, por ende, cambios teóricos racionales; y ajustes pseudo-científicos, o sea, cambios teóricos irracionales. En el primer caso, puede decirse que el cambio constituye un progreso científico; las hipótesis auxiliares cumplen ciertas condiciones. En el segundo caso, en el cual las hipótesis auxiliares se introducen ad hoc, el cambio no constituye un progreso sino un retroceso. Lakatos extrae de aquí la siguiente conclusión:
"Pero entonces cualquier teoría científica debe ser evaluada en conjunción con sus hipótesis auxiliares, condiciones iniciales, etc., y, especialmente, en unión de sus predecesoras, de forma que se pueda apreciar la clase de cambio que la originó. Por lo tanto lo que evaluamos es una serie de teorías y no las teorías aisladas".(14)

Es, precisamente, la consideración de que la evaluación del cambio o progreso científico no debe restringirse al campo de las meras teorías -como sucedía en la evaluación llevada a cabo por el falsacionismo ingenuo-, sino, antes bien, extenderse al ámbito de series de teorías -como sucede en el falsacionismo sofisticado. «El falsacionismo sofisticado transforma así el problema de cómo evaluar las teorías en el problema de cómo evaluar las series de teorías»(15)

Lakatos muestra que las diferencias entre el falsacionismo ingenuo y el falsacionismo sofisticado son esencialmente metodológicas. Y, considera que éste representa un progreso frente a aquél. Ambos difieren en sus reglas de «aceptación» -razón por la cual el falsacionismo sofisticado deberá elaborar un nuevo criterio de demarcación-; y, difieren también en sus reglas de falsación o eliminación -razón por la cual deberá su perar la idea de ‘refutaciones concluyentes’, es decir, superar la racionalidad instantánea formulando el problema del rechazo en términos de cambios progresivos y regresivos de problemáticas para series de teorías.

El falsacionismo ingenuo tenía una única regla de «aceptabilidad»: una teoría era ‘científica’ o ‘aceptable’ si era susceptible de interpretarse como experimentalmente falsable. Por el contrario, el criterio de demarcación del falsacionismo sofisticado considera que: «una teoría es «aceptable» o «científica» sólo si tiene un exceso de contenido empírico corroborado con relación a su predecesora (o rival); esto es, sólo si conduce al descubrimiento de hechos nuevos.»(16). Este criterio implica una doble «aceptabilidad». Por una parte, la teoría en evaluación debe tener un exceso de contenido empírico: «aceptabilidad1». De otra parte, algo de ese exceso de contenido debe resultar verificado(17): «aceptabilidad2». Lakatos refina el criterio de «aceptabilidad» aplicándolo, como se dijo, no a teorías sino a series de teorías, lo cual le permite evaluar el progreso científico en términos de ‘cambios de problemáticas’. No son ya las teorías las que «aceptamos» como «científicas», por el contrario, «aceptamos» como «científicos» los cambios de problemáticas, es decir, los programas de investigación científica.

"Tomemos una serie de teorías T1, T2, T3... en la que cada teoría se obtiene añadiendo cláusulas auxiliares, o mediante reinterpretaciones semánticas de la teoría previa con objeto de acomodar alguna anomalía, y de forma que cada teoría tenga, al menos, tanto contenido como el contenido no refutado de sus predecesoras. Digamos que una serie tal de teorías es teóricamente progresiva (o que «constituye un cambio de la problemática teóricamente progresivo») si cada nueva teoría tiene algún exceso de contenido empírico con respecto a su predecesora; esto es, si produce algún hecho nuevo e inesperado hasta entonces. Digamos que una serie de teorías teóricamente progresiva es también empíricamente progresiva (o que «constituye un cambio de la problemática empíricamente progresivo») si ese exceso de contenido empírico resulta, además, corroborado; esto es, si cada nueva teoría induce el descubrimiento real de algún hecho nuevo. Por fin llamaremos progresivo a un cambio de la problemática si es progresivo teórica y empíricamente, y regresivo si no lo es.

«Aceptamos» los cambios de problemáticas como científicos, sólo si, por lo menos, son teóricamente progresivos; si no lo son, los rechazamos como pseudocientíficos. El progreso se mide por el grado en que un cambio de problemática es progresivo, por la medida en que la serie de teorías origina descubrimientos de hechos nuevos. Consideramos «falsada» a una teoría de la serie cuando ha sido superada por una teoría con mayor contenido corroborado" (18).

Esta extensa cita, resume muy bien el proceder del falsacionista sofisticado al evaluar el progreso científico a la luz de los cambios progresivos y regresivos de problemáticas para series de teorías científicas.

Uno de los aspectos más interesantes que ofrece el falsacionismo sofisticado frente al ingenuo es el reconocimiento del carácter histórico de la falsación, el cual convierte a la crítica en crítica positiva, superando de esta manera el rasgo eminentemente negativo que tenía en el falsacionismo ingenuo para el cual el resultado de la contrastación debía ser la falsación concluyente dado su convencimiento de que «(los únicos) descubrimientos (auténticos) son refutaciones de hipótesis científicas»(19).

A la luz de esta versión sofisticada del falsacionismo metodológico, desaparece también la racionalidad instantánea implicada en la noción de «experimento crucial». Es nuevamente la historia, y más precisamente, la reconstrucción racional de la historia de la ciencia la que derrumba tal noción. Es sólo la emergencia de teorías mejores la que propicia la falsación -ya hemos dicho que una contrastación es una confrontación multilateral entre teorías y experi mentos- y no un experimento o enunciado observacional. Es por ello que un «experimento crucial» sólo puede ser reconocido como tal posteriormente y a la luz de la teoría superadora ya que, corrientemente es la nueva teoría la que predice el hecho que se habrá de constituir en contraevidencia crucial para la teoría precedente. El que esto sea así, deja muy mal parado al criterio de honestidad intelectual del falsacionismo ingenuo, según el cual, «...la honestidad científica consiste en especificar, por adelantado, un experimento tal que, si el resultado contradice a la teoría, ésta ha de ser abandonada»(20). La falsación no constituye para el falsacionismo sofisticado un estándar metodológico para la toma de decisiones racionales respecto de las teorías y su aceptación tentativa o su rechazo concluyente, tal que garantice instantáneamente la racionalidad de las decisiones. La falsación en sentido ingenuo es puramente negativa. Aprender de los errores no es más que aprender prohibiciones. El falsacionismo ingenuo sólo permite elaborar una heurística negativa. La falsación en sentido sofisticado no es una regla metodológica para decidir instantáneamente la eliminación. No hay refutación sin corroboración. El que la refutación de una teoría sea la corroboración de otra de mayor contenido, muestra que «...la falsación no puede preceder a la teoría mejor.»(21) que tiene una utilidad metodológica positiva en la corroboración del exceso de contenido y, por tanto, en el progreso científico, a condición de que se entienda para series de teorías. En realidad, lo verdaderamente importante, lo decisivo para la falsación en sentido sofisticado «...son los pocos y cruciales casos de verificación del exceso«(22); es útil para la reconstrucción racional en series de teorías, pero el criterio de evaluación lo constituyen ahora los cambios de problemáticas, y especialmente, los cambios progresivos de problemáticas. La utilidad metodológica de la falsación para la construcción de una heurística positiva constituye un progreso, un cambio progresivo en la explicación racional del cambio científico. Para Lakatos, la ciencia no progresa «meramente a través de conjeturas y refutaciones, sino a través de conjeturas (audaces), verificaciones y refutaciones.»(23)

Las reconstrucciones racionales
de la ciencia:

Lakatos llama la atención sobre la mutua dependencia entre la filosofía de la ciencia y la historia de la ciencia. La filosofía de la ciencia aporta metodologías que permiten las reconstrucciones racionales de la historia. Por tanto, cada metodología suministra una particular reconstrucción racional según sea su criterio de demarcación entre la historia interna y la externa.

En sentido moderno, las metodologías antes que ser reglas para encontrar soluciones son conjuntos de reglas para evaluar teorías, es decir, soluciones ya existentes(24). No obstante, a los ojos de Lakatos, las evaluaciones metodológicas de teorías, tienen un carácter histórico: "La metodología es inseparable de la historia, puesto que la metodología no es otra cosa que la reconstrucción racional de la historia, del desarrollo del conocimiento"(25).

En la filosofía de la ciencia contemporánea pueden identificarse al menos cuatro metodologías rivales, a saber: el inductivismo, el convencionalismo, el falsacionismo metodológico y la metodología de los programas de investigación científica. Lakatos considera que su propuesta metodológica ofrece no sólo una nueva reconstrucción racional sino, ante todo, ella constituye un avance frente a las otras tres reconstrucciones coexistentes en la actual filosofía de la ciencia. La razón de ello la constituye, según Lakatos, el hecho de que "la metodología de los programas de investigación convierte en internos a muchos problemas que habían sido externos para otras historiografías"(26), entre ellos el de relegar al externalismo las influencias sociales, intelectuales o metafísicas; el de la simultaneidad de los descubrimientos y las disputas en torno a prioridades; y, finalmente, el problema de la así llamada "falsa consciencia".

La reconstrucción racional ofrecida por la metodología de los programas de investigación científica, concibe el "progreso científico como una proliferación de programas de investigación rivales, y de cambios progresivos y regresivos de problemáticas"(27). Ahora bien, como es la intención del autor en el primer capítulo de su MPIC, el mostrar la racionalidad de las revoluciones científicas, entonces su reconstrucción racional, las entiende como la superación progresiva o el reemplazo de un programa de investigación por otro:
"Si un programa de investigación explica de forma progresiva más hechos que un programa rival, "supera" a este último, que puede ser eliminado (o archivado, si se prefiere)"(28).
Finalmente, me gustaría llamar la atención sobre la definición que da Lakatos de una reconstrucción racional:
"Todos los historiadores de la ciencia que distinguen entre progreso y regresión, ciencia y pseudociencia, tienen que usar una premisa perteneciente al "tercer mundo" para explicar el cambio científico. Lo que yo he llamado reconstrucción racional de la historia de la ciencia, es el uso de tal premisa en los esquemas explicativos que describen el cambio científico. Hay distintas reconstrucciones racionales rivales para cualquier cambio histórico y una reconstrucción es mejor que otra si explica más de la historia real de la ciencia; esto es, las reconstrucciones racionales de la historia son programas de investigación cuyo centro firme es una evaluación normativa y que poseen hipótesis psicológicas (y condiciones iniciales) en el cinturón protector" (29).
Contra los externalistas Lakatos dice que la psicología de la ciencia, aunque útil, no es autónoma -frente a la autonomía de la historia interna, la historia externa es completamente secundaria: a causa de que la reconstrucción racional de la historia de la ciencia debe ser completada con una historia externa (empírico externa). Lakatos quiere mostrar que con sólo un criterio de evaluación no se puede explicar la historia real de la ciencia. El esquema deductivo para la explicación del cambio científico, en la metodología de los programas de investigación, consiste en premisas pertenecientes al tercer mundo y premisas psicológicas, es por esto que también su historiografía debe ser complementada con teorías empírico-externas:
"Pero la psicología de la ciencia no es autónoma, el crecimiento (reconstruido racionalmente) de la ciencia esencialmente tiene lugar en el mundo de las ideas, en el "tercer mundo" de Platón y de Popper, en el mundo del conocimiento articuado que es independiente de los sujetos que conocen (...) No es posible comprender la historia de la ciencia sin tener en cuenta la interacción de los tres mundos" (30).

Lakatos señala como el principal problema epistemológico de la metodología de los programas de investigación:
"Es necesario postular un algún principio inductivo extrametodológico para poner en relación el juego científico de aceptaciones y rechazos [las reglas de evaluación] pragmáticos con la verosimilitud. Solo con tal "principio inductivo" podemos convertir el mero juego de la ciencia en un ejercicio racional desde un punto de vista epistemológico"(31).

Tal principio sería:
"Mi metodología de los programas de investigación científica ...: permite que la gente haga su propia cosa, pero sólo mientras admita públicamente cuál es el saldo de cuentas entre ellos y sus rivales. Hay libertad de creación y de elección de programa en el que trabajar, pero los productos han de ser juzgados. Evaluar no implica dar consejos (32).

Lakatos concluye afirmando que la premisa crucial sobre el "tercer mundo", que es una premisa de índole "interna", resuelve racionalmente el problema epistemológico de dar una explicación racional "interna" de la selección de problemas, que las anteriores -historiografías relegaban al externalismo. Ahora son criterios internos los que definen el problema para la historiografía externa. "El esqueleto interno de la historia racional de hecho define los problemas externos", y esta demarcación entre historia externa e historia interna, me parece que representa ya un cambio progresivo en la problemática de una metodología historiográfica.



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